No es secreto que muchos países
piensan que tienen interés en ver quién gobierna Afganistán. En los últimos
30 años, muchos países han estado enviando tropas o equipo militar pesado o
mucho dinero para que en Afganistán funcione el tipo de gobierno que desean.
No es difícil mostrar que,
de hecho, es muy limitado el grado en que los países de fuera han logrado que
ocurran las cosas a su modo. Y las perspectivas no pintan bien para los
extranjeros. Hay una sensación creciente entre los extranjeros de que tal vez
deberían reducir su involucramiento activo. La intrusión crea una carga que
no parece obtener demasiadas recompensas.
En los años 80, la Unión
Soviética se quemó feo y finalmente retiró por completo sus tropas. El
presidente que se suponía que respaldaban los soviéticos fue colgado en público
por una agradecida nación. Los mujaidines que Estados Unidos respaldó en su
resistencia contra la intervención soviética mostraron su gratitud
cultivando y apoyando un movimiento, Al Qaeda, que desde entonces ha dedicado
todas sus energías a una jihad contra Estados Unidos y contra todos aquellos
que considera aliados de los estadounidenses.
La guerra civil afgana, que
ha contado con más de dos bandos, ha continuado incesante durante todo este
tiempo. Una fuerza principal, conocida como talibanes, ha tenido sus altas y
bajas durante estas guerras. Actualmente parecen de nuevo estar en una alza
considerable. Como a excepción de Pakistán casi todos los extranjeros
repiten sin cesar sus puntos de vista negativos acerca de los talibanes, la
capacidad de éstos de persistir y ganar terreno al interior ha conducido a
que muchos de los países preocupados se pongan en privado a repensar la
situación.
La cuestión, “¿debemos
continuar involucrados?”, está en la agenda en todas partes.
Los vecinos al norte y al
oeste –Uzbekistán, Tajikistán, Rusia (aunque no tenga frontera directa) e
Irán–, a todos les concierne. No quieren un gobierno dominado por
militantes talibanes, en su mayoría pashtunes, en el poder. Temen, y
probablemente con razón, que oprimiría de varios modos las zonas del norte y
el oeste que étnicamente están vinculadas con sus países. Pero ninguno de
estos vecinos parece listo a enviar tropas. Por tanto todos favorecen algunas
negociaciones al interior de Afganistán que pudieran concluir en algún tipo
de protección para las zonas del norte y el oeste.
Actualmente Estados Unidos
cuenta con un gran número de tropas en Afganistán. En teoría está
comprometido a comenzar la retirada de tales tropas para julio de 2011. También
en teoría, el gobierno estadounidense confía en derrotar, o por lo menos
domar, a las fuerzas talibanes, y lograr un fortalecimiento del ejército
oficial afgano bajo la autoridad del gobierno formalmente legal presidido por
Hamid Karzai.
Las tropas estadounidense
cuentan con la asistencia de una fuerza de la OTAN conformada por varios países
de la OTAN. Si Estados Unidos está esperando hasta mediados de 2011 para
empezar a disminuir sus tropas, la mayoría de los países de la OTAN está
ansiosa por salirse antes, o anunciar ahora la certeza de su eventual
retirada.
En el caso de Estados Unidos,
la retirada presenta una cuestión política interna en el país. El
presidente Barack Obama está sopesando si perderá más respaldo por retirar
tropas o por no retirarlas. Las encuestas de opinión apuntan a un número de
votantes, en aumento constante, que están cansados de lo que miran como una
guerra que no podrá ganarse en un país lejano. Mi predicción es que el
impulso aislacionista está ganándole al impulso intervencionista en la política
estadounidense.
Quedan otros dos extranjeros
–Pakistán e India. Estos dos países están, por supuesto, trabados uno con
el otro en una lucha política (y con frecuencia militar) que prosigue. Y cada
uno considera la situación en Afganistán principalmente en términos de las
implicaciones que tiene en esta lucha.
Pakistán, a través del
servicio de inteligencia del ejército (ISI), ha respaldado a los talibanes
durante todo el periodo. En estos días tiende a negar esto porque el asunto
exaspera a Estados Unidos, pero nadie se engaña. Pakistán piensa que puede
controlar a los talibanes afganos y que el restablecimiento de un gobierno
talibán en Kabul sería una barrera defensiva contra India.
Durante los últimos 10 años,
el gobierno de India ha sido el respaldo activo del régimen de Karzai, pues
lo considera un modo de quitarle los colmillos a la influencia paquistaní en
el país y, en el largo plazo, algo que ayudaría a crear la infraestructura
necesaria para obtener recursos energéticos de Irán y Rusia.
Tanto India como Pakistán
pueden estar reconsiderando sus opciones. Hay por lo menos algunos analistas
del gobierno de India que piensan que, si se retiran y le entregan Afganistán
a los paquistaníes, le estarían dando a Pakistán una píldora de veneno que
drenaría la energía y los recursos militares de Pakistán. Estos analistas
cuentan con la indudable independencia de los afganos, especialmente los
pashtunes, y piensan que no habrán de tolerar el control paquistaní más que
el control soviético o estadounidense.
¿Y qué con Pakistán? No sólo
están los talibanes afganos, sino, algo aparte, los talibanes paquistaníes.
Aunque el ISI pueda apreciar y respaldar a aquellos de Afganistán, hay escaso
entusiasmo hacia la variedad local. Tener que lidiar con los talibanes
paquistaníes será lo que más distraiga a Pakistán de lidiar con India.
Retirarse de tanto involucramiento en Afganistán podría reducir en algo las
tensiones internas.
Entonces, un posible
resultado de las guerras civiles que están en curso en Afganistán es que, en
unos cinco años, todo el mundo esté cansado de la carga de involucramiento y
simplemente abandone a los afganos –“a que guisen en su propio caldero”,
para usar una frase popular.
¿Cómo se vería un Afganistán
así? Es muy difícil saber. Podría verse horrible, al infligirle a todos los
afganos las versiones menos paladeables de la ley de la sharia. O puede
sorprendernos a todos con ese ambiente relativo de vivir y dejar vivir que
Afganistán ha mostrado en momentos de su historia. En cualquier caso, ¿le
importará al resto del mundo?
Los siguientes cinco a 10 años
van a ser un tiempo terrible en lo económico y lo político por todas partes.
Puede no haber ni tiempo ni energía para preocuparse por Afganistán.