Demos algún crédito a los
sindicatos egipcios. Según un informe presentado en un simposio patrocinado
por el Carnegie Endowment for International Peace, en febrero 2010, han habido
más de 3.000 protestas de trabajadores egipcios desde 2004. Es un número
asombroso. El informe declaraba que esta cifra “[subestima] las protestas
políticas egipcias tanto en escala como por las consecuencias”
Se puede argüir que el actual
malestar político de Egipto ha estado inspirado y estimulado por las acciones
del movimiento obrero del país – al igual que puede decirse que las
protestas callejeras masivas de los sindicatos norteamericanos sirvieron de
ejemplo a las protestas contra la guerra durante la Guerra del Vietnam. Joel
Beinin, profesor de la Stanford University, se refirió al activismo obrero de
Egipto como “…el mayor movimiento social del mundo árabe desde la Segunda
Guerra Mundial”.
Si bien es cierto que hay muchas
similitudes entre los sindicatos de todo el mundo, es difícil e incluso
contraproducente juzgar y comparar y todavía menos equipararlos.
Sencillamente hay demasiadas fuerzas culturales y políticas en juego para
sacar cualquier conclusión significativa.
Por ejemplo, el mayor sindicato
del mundo – el ACFTU (la Federación de sindicatos de toda China), con la
impresionante cifra de 134 millones de miembros– ni siquiera es un verdadero
sindicato, al menos no en el sentido en que lo son la UAW o el Teamsters.
Simplemente, hay demasiado control gubernamental para compararlo con un
sindicato europeo o americano.
Aunque ha habido mejoras
significativas en los derechos de los trabajadores en China – especialmente
desde el 2.000) el ACFTU es todavía un instrumento del gobierno. Los
trabajadores chinos son muy prudentes y reflexivos en su manera de proceder.
El papel de los trabajadores en China se puede resumir en una frase: el ACFTU
tiene la libertad y autonomía que el gobierno chino quiera otrogarle en un
momento determinado. Ni más, ni menos.
México es otro ejemplo de lo
difícil que es generalizar. Mientras que algunos de los sindicatos mexicanos
son los más duros, audaces y aguerridos, del mundo (cuando van a la huelga,
¡cierran las puertas y ocupan los edificios!) otros no son mucho más que
lacayos del gobierno, débiles y corruptos. Es más, a diferencia de los USA,
para ser reconocido como sindicato en México hay que solicitarlo, lo que deja
a muchos colectivos de trabajadores bien intencionados fuera de juego.
India es probablemente el país
(no europeo) que presenta mayores similitudes respecto a los sindicatos
americanos. Los sindicatos indios son libres, democráticos, camorristas y
,con todas las inversiones internacionales que gotean en el país, están en
fase ascendente. A este respecto, recuerdan lo que fueron anteriormente los
USA, en la época álgida de las industrias con chimeneas y el trabajo
organizado.
Además, en la India el
movimiento obrero tiene la virtud adicional de estar más o menos alineado con
un partido comunista razonablemente saludable, lo que significa que el trabajo
organizado en la India sabe exactamente donde están sus raíces ideológicas
y no necesita pretender otra cosa.
El sindicalismo egipcio tiene su
propia historia. Fue en 1942 cuando los trabajadores egipcios consiguieron el
derecho a agruparse en sindicatos y, en 1952 (cuando la monarquía fue
derrocada) que el gobierno permitió la formación de grupos más amplios –
federaciones de sindicatos. Más tarde, el gobierno autorizó la formación de
una “confederación nacional del trabajo”, con sindicatos a los que podían
adherirse un mínimo de 1.000 miembros.
Actualmente, aproximadamente un
28 por ciento de la fuerza de trabajo egipcia está sindicalizada y la mayor
parte de sus miembros son funcionarios. (El grado de sindicalización en los
USA es de un 12,4 por ciento).
A pesar de la dificultad de
hacer comparaciones interculturales hay algo que es innegable: los sindicatos
tienen, en cualquier parte del mundo, las mismas preocupaciones básicas y
prioridades. Todos tratan de mejorar las condiciones económicas y todos
reconocen la importancia de estar organizados. De hecho, los egipcios acaban
de demostrar como puede ser de contagioso este tipo de solidaridad.
Entonces, si pudiéramos tan
solo conseguir que 200.000 sindicalistas norteamericanos siguieran el ejemplo
de Egipto, si pudiéramos conseguir que 200.000 trabajadores norteamericanos
se manifestaran públicamente – por ejemplo, bloqueando Wall Street, el 1º
de Mayo, contra la política comercial USA – conseguiríamos una cobertura
completa en Al Jazeera. ¿Qué efecto tendría esto?
(*)
David Macaray, dramaturgo de Los Ángeles, es el autor de “It’s Never Been
Easy: Essays on Modern Labor”. (Nunca ha sido fácil: ensayos sobre el
sindicalismo moderno). Fue presidente de la unión sindical AWPPW Local 672
durante 9 mandatos.