¿Qué está sucediendo en Irán?
No hay duda de que la dictadura militar
del mullahtariat –ese conglomerado que abarca la facción
del Presidente Mahmud Ahmadineyad, el Líder Supremo Ayatolá
Ali Jamenei y su círculo clerical, y el complejo
militar/empresarial controlado por el Cuerpo de Guardias
Revolucionarios Islámicos (CGRI)– ha seguido al minuto la
extraordinaria cadena de acontecimientos en Egipto.
Y a continuación, como por arte de
magia, se han visto enfrentados a un potencial remix de la
Plaza Tahrir justo en su propio patio trasero (la Plaza
Azadi, en Teherán).
¿Qué hacer? Posiblemente no podían
relajar su férreo control sobre las reglas del juego; así
pues, para hacer frente a sus propias protestas, recurrieron
al paquete habitual de tácticas: detención preventiva y
represión, pero sin llegar al baño de sangre.
Desde principios de la pasada semana,
al menos 30 activistas y periodistas iraníes se ganaron el
golpe en la puerta en la oscuridad de la noche para pasar
seguidamente a “desaparecer”. Una ola amenazante de
mensajes de texto advirtió a la gente que no acudiera a los
mítines. La velocidad de Internet se redujo a un motor
bloqueado de búsqueda y rastreo a partir de las palabras
“25 Bahman”, la fecha del 14 de febrero, según el
calendario iraní.
Este lunes se vieron hordas de policías
antidisturbios y milicias Bassiji montando de dos en dos en
las motocicletas de esos clubs que se dedican a
“atrapar”; una orgía de gas lacrimógeno y pelotas de
goma pintadas; los medios estatales de comunicación
calificaron a los mayoritariamente jóvenes de
“sediciosos”, “espías” y
“contrarrevolucionarios” a los que había que aplastar;
y arrestaron y enviaron al menos a 1.500 personas a la
siniestra prisión de Evin, más dos muertos confirmados.
Espectros del mubarakismo, ¿no están de acuerdo conmigo?
El ex primer ministro Hossein Mousavi
forma parte del establishment de la vieja escuela. Su rama
de la oposición quiere reformas desde dentro, no revolución;
en este aspecto, Irán, definitivamente, no es Egipto.
Mousavi fue muy inteligente. Programó una marcha de
solidaridad con Túnez y Egipto el mismo día que el
Presidente turco Abdullah Gul se encontraba de visita en
Teherán.
Cualquier represión dura destruiría
la reputación regional de Teherán frente a la calle árabe
a beneficio de Turquía, especialmente con Jamenei
proclamando que la Revolución Islámica de 1979 fue una
fuente clave de inspiración para la Plaza Tahrir.
Lo que nos lleva a la cuestión clave
del permiso para la manifestación. El gobierno dijo que la
manifestación era ilegal. Pero entonces hubo rumores
insistentes de que Gul había pedido al gobierno que
emitiera un permiso de última hora que se aceptó. La
agencia central estatal de noticias iraní lo confirmó.
Pero después del Viceministro del Interior Mahmoud
Abbaszadeh Meshkini lo negó.
|
Traducción del panfleto:
“Estad seguros: Nosotros somos más [que ellos]. Ya sean
los camellos [de Mubarak] o las motocicletas [de los
Basijs], ¡muerte al dictador! 25 Bahman 1389 [14 febrero
2011]. Seremos infinidad. |
El punto clave es que esta vez los
manifestantes salieron todos contra el mismo Jamenei, y no sólo
contra Ahmadineyad. La consigna más popular fue: “¡Mubarak,
Ben Ali, Nobateh Seyyed Ali!” (“¡Mubarak, Ben Ali [el
de Túnez]! ¡Seyed Ali [Jamenei], ahora te toca a ti!) Y la
línea siguiente era “¡Jamenei haya kon! ¡Mubarak ro
negah kon! (“¡Avergüénzate, Jamenei! ¡Mira Mubarak!).
Las estimaciones sobre el tamaño de
las muchedumbres varían mucho, desde sólo unos cuantos
cientos en lo que podía caracterizarse como una rebelión
de estudiantes de clase acomodada del norte de Teherán, a
no menos de 350.000 personas de todos los niveles económicos,
como citó un periodista de Teherán (afiliado a la red
Public Broadcasting Service de EEUU), abarrotando “un
radio de alrededor de medio kilómetro a 400 metros a ambos
lados de la Avenida Enghelab”.
Lo que parece ser muy importante es que
por vez primera áreas de la clase trabajadora de Teherán
formaron parte de la protesta. La administración
Ahmadineyad ha recortado un montón de subsidios, y los
costes de los productos básicos están por las nubes; el
coste de un billete de metro en Teherán, por ejemplo, se ha
cuadruplicado. Gran parte de quienes votaron a Ahmadineyad
en 2009 por su programa electoral de gobierno, están ahora
seriamente enfadados.
Muy consciente de los logros de la
Plaza Tahrir, el régimen impidió que los medios de
comunicación extranjeros pudieran ofrecer una cobertura
eficaz de los acontecimientos. En cualquier caso, montones
de videos de ciudadanos temblorosos acabaron en YouTube. Los
medios iraníes, cuando no ignoraron solemnemente las
protestas, se dedicaron a darle vueltas a los adjetivos,
como la agencia de noticias Fars, vinculada al Cuerpo de los
Guardias Revolucionarios, que describió a los manifestantes
como “hipócritas, monárquicos, rufianes y sediciosos”,
diciendo que ni siquiera habían gritado nada que se
pareciera vagamente a los levantamientos egipcios y
tunecino.
Bien está, pero para los
“sediciosos” tomar las calles fue en sí mismo una
victoria si tenemos en cuenta la dura represión del verano
de 2009. El problema es que nadie sabía adónde ir, qué
hacer y cómo coordinar los pasos siguientes.
¡Adelante el nuevo Movimiento
Verde!
Si bien los anteriormente leales al régimen,
como Musavi, Mehdi Karrubi y el ex presidente Mohammad
Jatami no quieren un cambio de régimen, el hecho es que lo
que hasta ahora se conoce como Movimiento Verde en Irán está
ahora dividido, con un ala juvenil radical postulando
abiertamente el fin de Velayat–e Faqih (gobierno mediante
jurisprudencia). Esto puede sólo significar una revolución
total, como la que los grupos de jóvenes de la Plaza Tahrir
tenían en mente hace tres semanas.
Este renacido Movimiento Verde no tiene
líderes, al igual que en Egipto. Nadie sabe cuál puede ser
bien su amplitud. Quizá el 25 Bahman pudiera considerarse
como la zona cerco del auténtico Movimiento Verde. Lo que
suceda próximamente será esencial, porque bien los
moderados o bien los más radicalizados pueden tener una
oportunidad de mostrar el Oriente Medio y a la opinión pública
mundial cómo poner al régimen en evidencia; ¿cómo es que
puedes censurar, golpear y arrestar a los hijos de la tierra
mientras alabas a los jóvenes revolucionarios de Egipto?
Ha llegado el momento de que el
Movimiento Verde demuestre que no son sólo una secta
elitista financiada –o influida– por Occidente,
combatiendo a una autodenominada República Islámica que
sirve a la clase trabajadora y a los más desamparados a la
vez que te levantas contra el imperialismo
sionista/estadounidense. Deben demostrar que engloban a una
base social muy amplia, independientemente de la clase, el género,
la religión y la dicotomía ciudad/campo, que cuentan con
el apoyo de varias provincias y que están especialmente
orientados –aunque no cuenten con líderes– por las
mujeres, los estudiantes y las clases trabajadoras.
Los bancos iraníes, como Meli, Saderat
y Melat Sepah cuentan con poco dinero en efectivo. Un banco
podría ciertamente acelerar el éxito del nuevo Movimiento
Verde. Al mismo tiempo, deben demostrar que el segundo
mandato de Ahmadineyad, apoyado por el líder supremo, ha
implantado realmente muy duras medidas contra los
sindicatos, ha arrestado a dirigentes laborales y ha
reprimido las protestas de todo el mundo desde conductores
de autobús hasta cortadores de caña de azúcar y
profesores y trabajadores del sector del petróleo.
Que han cambiado leyes laborales para
ponerlas en contra de los trabajadores y que se han
embarcado en una deriva privatizadora con el objetivo de
redistribuir la riqueza iraní hacia el establishment
conformado por el ejército y de inteligencia, el estado
dentro del estado controlado por el Cuerpo de Guardias
Revolucionarios.
Nada más y nada menos. Porque ahora,
para el nuevo Movimiento Verde, la consigna, como en Egipto,
es: “Queremos derribar el régimen”.
La generación
post–islamista
En situaciones críticas como ésta
siempre resulta de ayuda que nos volvamos hacia uno de los
mayores especialistas en Occidente sobre el Islam político:
Olivier Roy, director del Programa para el Mediterráneo en
el Instituto de la Universidad Europea de Florencia.
Roy, que escribe para Le Monde, es uno
de los pocos que ha teorizado que está en marcha ya una
revolución post–islamista en Oriente Medio. Básicamente,
esta afirmación puede considerarse como una refutación a
Jamenei; los jóvenes, analizando los antecedentes de la
revolución islámica en Irán, han decidido que no ha
servido para resolver los problemas prácticos de pobreza,
corrupción, mentiras gubernamentales y mediocre crecimiento
económico.
La generación post–islamista es
laica (separa política y religión), pragmática, no ideológica
y nacionalista (sin llegar a ser fanática del
nacionalismo). Es pluralista e individualista. Rechaza las
dictaduras corruptas –así como el Islam como ideología
política– y de la misma forma ansía la democracia.
Incluso el panarabismo no les resulta atractivo. Los valores
que aprecian son universales.
Tienen mejor educación que sus padres;
mejor acceso a la información; todavía viven en el marco
de una familia nuclear; tienen menos niños; pero hay
inmensas legiones de desempleados o viviendo en los márgenes
de la sociedad. El hecho es que están conectados a las
redes sociales, lo que les permite evitar los partidos políticos
(que, de todas formas, están prohibidos, tanto en Egipto
como en Irán).
Los regímenes islamistas son de facto
dictaduras, por eso no resultan atractivos ni en Irán ni en
Arabia Saudí. Por tanto, quienes han protestado en Egipto
se parecen mucho a quienes protestaron contra Ahmadineyad en
2009, y contra el líder supremo el pasado lunes.
Roy dice que “una revuelta no hace
una revolución. El movimiento no tiene dirigentes, partidos
políticos ni una plataforma, algo que es coherente con su
naturaleza, pero que plantea el problema de la
institucionalización de la democracia”.
Considera “no muy probable” que el
fin de una dictadura conlleve automáticamente el nacimiento
de una democracia liberal, “como Washington confiaba que
sucediera en Iraq”; aunque debería haber subrayado la
diferencia que hay entre una revolución pasiva y pacífica
(en Egipto) y que la matrona de la democracia pueda ser el
cañón de un fusil (el Gran Oriente Medio del ex Presidente
George W. Bush naciendo a partir de Iraq).
Además, lo que resultaría muy
interesante es comparar el final de la humillación
colectiva que los árabes llevan sintiendo desde hace casi
un siglo –especialmente después de la invasión y violación
de Iraq por Bush en 2003–, a diferencia del orgulloso
desafío de los persas frente al imperio durante las últimas
tres décadas y ahora el sueño de la democracia estilo
occidental.
Roy señala también que los Hermanos
Musulmanes no encarnan la búsqueda de las jóvenes
generaciones post–islamistas de otro modelo social y económico;
son conservadores en lo moral y prácticamente neoliberales
en lo económico. Los islamistas se han convertido en algo
marginal ente los movimientos sociales en el Delta del Nilo.
La izquierda – la de los militantes sindicalistas– está
de vuelta. Desde ahora, los Hermanos Musulmanes pueden ser
un indicador importante de cómo se desarrolle el cambio.
Sobre todo porque la clase media en las sociedades árabes
es conservadora, la mayoría de ellos quieren estabilidad
política. Y la Generación de las Revueltas puede que
finalmente no esté dispuesta a estructurarse de forma política,
que se quede anclada en la protesta y no quiera sumergirse
en la dura tarea de concebir un nuevo régimen partiendo de
cero.
El viejo régimen cambia
mucho
Y todo lo anterior nos lleva a la
reacción de Washington ante lo que acaba de suceder en Irán,
y todo lo que está aconteciendo por todo el arco del
Oriente Medio y el Magreb.
Para Washington, todo gira alrededor de
su obsesión iraní, y nunca alrededor de esas decenas de
estados clientelistas de EEUU que van desde el Magreb al
Oriente Medio.
Las protestas fueron también
brutalmente reprimidas en la monarquía absolutista de
Bahrain, el hogar de la 5ª Flota de la Marina de EEUU,
donde este país está gastando en estos momentos unos 580
millones de dólares para duplicar allí sus propiedades
inmobiliarias; Yemen, un estado fallido donde el 40% de sus
23 millones de habitantes viven con menos de 2 dólares al día
y el 35% se enfrenta a un hambre severa; y Argelia, una
dictadura militar brutal. Por no mencionar a los tan alegres
Rey Abdullah y la “Reina YouTube” Rania, una monarquía
absoluta con un brutal servicio secreto que mantiene bajo
control absoluto a los líderes tribales y a una masa de
residentes palestinos (aunque los dirigentes tribales están
poniendo cada vez más a caer de un burro a la Reina Rania y
su fastuoso tren de vida).
Bahrain es absolutamente crucial. La
teocracia chií de Teherán anima obviamente a los chiíes
en contra de una monarquía sunní, mientras los saudíes
están, literalmente, que no les llega la camisa al cuerpo,
pensando en su mayoría chií en las provincias orientales,
que es donde se encuentra el petróleo. Es posible que las
tropas saudíes se hayan desplegado ya a través de la corta
carretera elevada que une ambos países. Y Bahrain no es
Qatar ni los Emiratos Árabes Unidos, que pueden inundar de
petrodólares para comprar el silencio de todo aquel con
determinadas inclinaciones políticas (de todas formas, lo
están intentando).
Para poderse enfrentar a todo esto,
Washington –que no se siente precisamente muy a gusto con
el Egipto revolucionario– parece haber desarrollado una
nueva narrativa. El régimen de Irán es el “mal”
supremo, mientras el de Mubarak era “estable” y, a fin
de cuentas, no estaba tan mal.
La Secretaria de Estado de EEUU Hillary
Clinton acusó inmediatamente al “horrible” gobierno
iraní de “hipócrita” y después deseó al Movimiento
Verde “y al valiente pueblo por las calles en las ciudades
de Irán, la misma oportunidad que alcanzaron sus homólogos
egipcios la semana anterior”.
¿Es ésta la misma Clinton que apoyó
inicialmente al “estable” Mubarak contra la calle
egipcia? Y ya que se estaba entusiasmando, ¿por qué no se
puso a desearles a los valientes pueblos de Bahrain, Arabia
Saudí, Yemen, Marruecos, Argelia, Jordania, los Emiratos Árabes
Unidos, Qatar y Libia “la misma oportunidad que habían
alcanzado sus vecinos egipcias la pasada semana?
Alguien debería enviar a Olivier Roy a
Washington para que les enseñe unas cuantas cosas acerca de
la generación post–islamista.
(*)
Pepe Escobar es columnista de Asia Times y autor de
“Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into
Liquid War” (Nimble Books, 2007) y “Red Zone Blues: a
snapshot of Baghdad during the surge”. Su último
libro es “Obama does Globalistan” (Nimble Books, 2009).
Puede contactarse con él en: pepeasia@yahoo.com.
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