Se
sabe que se acerca el final cuando un dictador desencadena
un infierno desde el cielo sobre sus propios compatriotas
civiles desarmados y bombardea partes de su propia capital.
También es un puente demasiado lejano incluso según los
estándares inconfesables de dictadores respaldados por
Occidente en el mundo árabe.
Se
sabe que el (espantoso) show se podría estar acabando
cuando el Jeque Yousef al-Qaradawi, una de las autoridades
suníes más populares del mundo, no sólo por su show
semanal en al-Yazira, emite una fatua:
“Ahora estoy emitiendo una fatua para matar a
[Muammar] Gadafi. A todo soldado, a todo hombre que pueda
apretar el gatillo y matar a ese hombre, que lo haga”, y
luego ora en directo en al-Yazira, por el fin del
dictador libio (“Oh Dios, salva a los libios de este faraón”.
Cuando termina, el presentador de al-Yazira dice
“Amén”).
Sabes
que las campanas están doblando cuando tu “Brigada Abu
Omar”, responsable de tu protección, sigue desatando una
violencia asesina; pero tus embajadores de todo el mundo
desertan en masa; tu propio embajador adjunto en las
Naciones Unidas, Ibrahim Omar al-Dabashi, dice que tu
gobierno está perpetrando un genocidio; tus pilotos de
cazabombarderos se niegan a bombardear tus ciudades; tus
oficiales militares, en una declaración, llaman a todos los
miembros del ejército a dirigirse a Trípoli para
deponerte; una coalición de dirigentes islámicos dice a
todos los musulmanes que su deber es rebelarse contra ti
debido a tus “sanguinarios crímenes contra la
humanidad”; y para rematar, la gente llama a una “marcha
de un millón”, siguiendo el modelo egipcio.
¿Y
qué pasa con los Halcones Malteses? En un día de volcánica
actividad, cuesta superar la espectacular deserción de dos
coroneles de la Fuerza Aérea Libia, que volaron en sus Mirages
a Malta. Se habían negado a bombardear a los
manifestantes en Bengasi y dijeron a las autoridades
maltesas que habían llegado tan cerca de cumplir con su
misión que pudieron ver a la multitud en tierra. También
entregaron información “clasificada” sobre lo que han
estado haciendo los militares libios.
Y
todo esto en un solo día, lunes.
No
bastó con enviar a mercenarios “africanos negros” a
disparar a matar en Bengasi. Ya el domingo, el Jeque Faraj
al-Zuway, líder de la crucial tribu al-Zuwayya en el este
de Libia, había amenazado con cortar las exportaciones de
petróleo a Occidente en 24 horas a menos de que se
detuviera lo que llamó “opresión de manifestantes” en
Bengasi.
Akram
Al-Warfalli, líder de la tribu al-Warfalla, una de las
mayores de Libia, en el sur de Trípoli, había dicho a al-Yazira
que Gadafi “ya no es un hermano, le decimos que abandone
el país”. Los 500.000 bereberes, tuaregs, del desierto
meridional, también están contra él. Cuando cuatro tribus
cruciales –la espina dorsal de tu sistema– marchan sobre
Trípoli para librarse de tu persona, más vale que pongas
cuidado.
Es
posible que la historia termine por registrar cómo el
horrible régimen de 41 años de Gadafi en Libia (ya estaba
en el poder cuando “Truculento” Richard Nixon era
presidente de EE.UU.) se derrumbó virtualmente en sólo 24
horas. Habrá sangre –mucha sangre-; pero el “hermano”
va a caer.
“Ríos
de sangre correrán por Libia”
El
comienzo del fin fue típico de un dictador árabe; Saif
al-Islam al-Gadafi, que parecía un gorila elegante con
traje y corbata, apareció en la televisión estatal libia
el domingo por la noche en lugar de su padre para pronunciar
un discurso amenazador/repelente/patético que sólo
enfureció aún más a las masas libias después de seis días
de protestas en la histórica región Cirenaica.
Después
de amenazar con “erradicar los focos de sedición” (ecos
de dirigentes iraníes erradicando protestas la semana
pasada), el hijo “modernizador” de Gadafi dijo que los
libios corren el riesgo de poner en marcha una guerra civil
en la que "se quemará" la riqueza petrolera de
Libia.
En
2009 Said recibió un doctorado en la Escuela de Economía
de Londres (LSE) con una tesis titulada “El papel de la
sociedad civil en la democratización de instituciones de
gobierno global: del ‘poder blando’ a la toma colectiva
de decisiones”. El año pasado pronunció una conferencia
al respecto en la LSE.
¿No
es maravilloso que los dictadores más horrendos del mundo
puedan enviar a sus vástagos a las mejores escuelas del
mundo donde pueden apaciguar la falsa conciencia de
Occidente, mientras en casa amenazan abiertamente a su
propio pueblo y utilizan disparos de francotiradores, armas
automáticas y artillería pesada contra sus compatriotas
desarmados?
Es
dudoso que la LSE haya enseñado a Saif cómo iniciar una
guerra civil relámpago con sólo una diatriba. Pero es lo
que logró.
El
escritor libio Faouzi Abdelhamid –comparando el nombre
Saif al-Islam ("espada del Islam") con Saif
al-I'dam ("espada de ejecución")- surgió a toda
máquina, calificando a todo el clan Gadafi de criminales y
ladrones: “Ni siquiera tenéis derecho a vivir entre
nosotros como ciudadanos comunes, porque sois culpables de
alta traición”.
Para
cuando Saif estaba lanzando sus amenazas, la ciudad oriental
de Bengasi ya había caído en manos de los manifestantes.
Trípoli era la siguiente, el lunes. Mientras el régimen
bloqueaba todas las líneas telefónicas, ocasionales
twits frenéticos transmitieron el lunes toda clase de
rumores y hechos aterradores –inevitablemente eclipsados
por el sonido aciago de munición de guerra-. Los helicópteros
descargaban balas sobre la gente en las calles. Los
cazabombarderos lanzaban ataques. Los francotiradores
disparaban desde los tejados.
Escuelas,
oficinas gubernamentales y la mayoría de los negocios de Trípoli
estaban cerrados, y “Comités Revolucionarios”, es decir
matones del régimen, patrullaban las calles a la caza de
manifestantes en la ciudad vieja de Trípoli. Según Salem
Gnan, portavoz basado en Londres del Frente Nacional por la
Salvación de Libia, 80 personas pueden haber muerto cuando
los manifestantes rodearon la residencia de Gadafi y les
dispararon desde el interior del complejo.
Mientras
la Sala del Pueblo –donde el parlamento se reúne cuando
sesiona en Trípoli– era incendiada y todas las ciudades
al sur de Trípoli iban siendo progresivamente
“liberadas”, al-Yazira logró rastrear la fuente
del bloqueo de la frecuencia de su satélite Arabsat hasta
un edificio de los servicios de inteligencia libios al sur
de la capital.
Ahmed
Elgazir, investigador de derechos humanos del Centro
Noticioso Libio (LNC) en Ginebra, dijo posteriormente a al-Yazira
que recibió un pedido de ayuda por teléfono satelital de
una mujer que presenciaba una matanza. Testigos presenciales
informaron a Agence France-Presse de otra
“masacre” en los distritos Fashloum y Tajoura de Trípoli. La
noche del lunes la cantidad (no confirmada) de muertos sólo
en Trípoli había llegado por lo menos a 250.
Entre
los libios toda la información del país se transmitía y
se sigue transmitiendo, virtualmente, de boca en boca. Pero
los twits que llegaron a al-Yazira o a la BBC
también subrayaron un profundo disgusto por el silencio
ensordecedor de la “comunidad internacional” (“¿Sólo
vale la pena mencionarnos cuando tiene que ver con petróleo
o terrorismo?”)
Resumen
de las condenas motivadas por el petróleo
Ciertamente,
la denominada “comunidad internacional” comenzó a darse
cuenta de la situación cuando el periódico The Libyan
Quryna informó de que habían comenzado protestas en la
ciudad norteña de Ras Lanuf, cuya refinería de petróleo
procesa 220.000 barriles de petróleo diarios.
Sí,
aparte de las bufonadas de Gadafi, Libia influye en
Occidente porque exporta 1,7 millones de barriles de petróleo
al día. Su producto interno bruto es de 77.000 millones de
dólares –número 62 en el ranking mundial-; en teoría
eso implica un ingreso per cápita de más de 12.000 dólares
al año, más, por ejemplo, que Brasil, miembro del BRIC.
Pero la norma es una profunda desigualdad: aproximadamente
un 35% de los libios vive bajo la línea de pobreza y el
desempleo asciende a un insoportable 30%. La riqueza
petrolera se queda en Tripolitania. Libia este -Cirenaica–
donde comenzó la revolución contra Gadafi, es
terriblemente pobre.
En
el frente del alto riesgo, la Autoridad Libia de Inversión
(LIA) –también propietaria de un fondo de alto riesgo
basado en Londres– ha invertido más de 70.000 millones de
dólares en todo el mundo. Es un importante accionista, por
ejemplo, del Financial Times, Fiat y de uno de los
principales equipos de fútbol italianos, Juventus. LIA
invierte –y tiene intención de invertir– miles de
millones en Gran Bretaña.
Pasemos
a los ministros de exteriores de la Unión Europea (UE), que
emiten la usual condena insulsa y burocrática. Por lo menos
el primer ministro italiano, ídolo del “bunga bunga” y
estrecho compinche de Gadafi, Silvio Berlusconi, quien
primero había dicho que no quería “molestar” a su
amigo, tuvo que calificar de “inaceptable” la masacre de
civiles y afirmar que estaba “alarmado”. Para ver a
Berlusconi besando literalmente las manos de Gadafi, [ haga
clic aquí ]. Como mínimo el 32% de las
exportaciones de petróleo de Libia va a Italia.
Y
luego tenemos otro ejemplo clásico, el silencio
ensordecedor de Washington. La secretaria de Estado de
EE.UU., Hillary Clinton, emitió la acostumbrada condena insípida.
El científico y activista libio-estadounidense Naeem
Gheriany dijo al Institute for Public Accuracy que el
gobierno de Barack Obama “dice que está ‘preocupado'
por la situación, pero no hay una verdadera condena a pesar
de la terrible situación. Están masacrando a centenares de
personas. Se informa de que Gadafi utiliza cañones antiaéreos
para disparar a la gente. Aparentemente, en unos pocos días
han matado a más gente en Libia que en semanas en Irán, Túnez,
Bahréin, Yemen, e incluso Egipto (que tiene una población
mucho mayor)… Ni siquiera el petróleo puede justificar
este silencio.”
Sobra
mencionar que Washington y Gadafi han sido los mejores
compinches en la “guerra contra el terror”. El agente
capturado de al-Qaida, Ibn al-Sheikh al-Libi, objeto de una
“entrega” de la CIA al ex presidente egipcio Hosni
Mubarak y a Omar "Jeque al-Tortura" Suleimán,
quienes lo torturaron debidamente para que confesara una
conexión inexistente entre Sadam y al-Qaida con las armas
de destrucción masiva y que utilizó el entonces secretario
de Estado Colin Powell como “inteligencia” en su
discurso en las Naciones Unidas en febrero de 2003, fue
posteriormente rastreado en Libia por Human Rights Watch
antes de terminar su vida en un supuesto “suicidio”.
¿Villa
en Milán o en La Haya?
El
escritor opositor libio Ashour Shamis ha señalado: “Para
Gadafi es una cuestión de matar o morir”. La familia dijo
al periódico saudí al-Sharq al-Awsat: “¡Todos
moriremos en suelo libio! Eso significa Gadafi y una serie
de vástagos odiados.
Su
hijo Khamis –comandante de una unidad de elite de fuerzas
especiales, entrenado en Rusia– es el cerebro de la
represión en Bengasi. Su hijo Saadi, también está, o
estaba, allí, junto con el jefe de la inteligencia militar
Abdullah al-Senussi.
Su
hijo Muatassim es el consejero de seguridad nacional de
Gadafi y, hasta ahora, su posible sucesor. En 2009 trató de
establecer su propia unidad de fuerzas especiales para
debilitar el poder de Khamis.
Su
hijo Said, el “modernizador” con un diploma de la LSE,
no se lleva bien con la vieja guardia del régimen y los
temidos “Comités Revolucionarios”.
Su
hijo Saadi es básicamente un matón al que le gusta formar
escándalos en los clubes nocturnos en Europa. Lo mismo vale
para su hijo Hannibal.
Todo
parece y suena como una película barata de gángsteres
salpicada de sangre. ¿Y qué pensar de la extraña aparición
de 20 segundos de Gadafi en la televisión estatal el martes
(“Estoy en Trípoli, no en Venezuela”), empuñando un
paraguas, sentado dentro de furgón color crema y llevando
un sombrero de invierno con orejeras, sin la menor idea de
lo que estaba sucediendo? (Después de todo apoyó hasta el
final a sus amigos, Zine el-Abidine Ben Alí, de Túnez, y
Mubarak). Calificó de “perros” a los canales de
televisión –como al-Yazira- (En los años ochenta
ya utilizó grupos de sicarios para matar a “perros
callejeros” exiliados que cuestionaban su revolución).
A
pesar de todo no hay que subestimar a Gadafi. Controla toda
la infraestructura –defensa, seguridad, asuntos
exteriores-. Más a todos esos mercenarios/exterminadores
“africanos negros” pagados con oro. Ali Abdullah Saleh
de Yemen dijo que su país no es Egipto o Túnez. Gadafi
dijo que Libia no es Egipto o Túnez. Mubarak dijo que
Egipto no es Túnez.
Todos
se equivocaban: todo el mundo árabe es ahora Túnez. Las
masas libias odian a “su” líder. Incluso otros
dictadores árabes –con la excepción de la Casa de
Saud– lo odian. Tiene pocas opciones para expatriarse.
Hugo Chávez de Venezuela tendría que estar loco para
ofrecerle asilo y así destruir para siempre su credibilidad
de “campeón de los pobres”.
Bueno,
todavía queda Berlusconi. Una hermosa villa cerca de Milán,
excelente pasta y puede colocar su carpa de beduino en los
lujuriosos jardines. Y si a Berlusconi lo mandan a la cárcel
en abril en su juicio por el "Rubygate", Gadafi
incluso podría mudarse a la residencia principal. Pero
después de bombardear desde el aire a sus propios
ciudadanos, de contratar a mercenarios para que los maten, sólo
queda un destino de primera calidad: el Tribunal Penal
Internacional en La Haya.
(*) Pepe Escobar es autor de “Globalistan: How the
Globalized World is Dissolving into Liquid War” (Nimble
Books, 2007) y “Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad
during the surge”. Su
último libro es “Obama does Globalistan” (Nimble Books,
2009). Puede contactarse con él en: pepeasia@yahoo.com.
A Gadafi le
va la opción Tiananmen
"La
unidad de China era más importante que la gente que estaba
en la Plaza de Tiananmen”
“Es imposible que los jóvenes puedan seguir a otro que no
sea yo. Si no es a Gadafi,
¿a quién más van a seguir? ¿A
alguien con barba?”
(Muammar Gadafi, Libia, 22 de febrero de 2011)
Me estoy refiriendo al Discurso del
Rey; al discurso del Rey de Reyes africano. Puede que el
furioso, delirante, poseído y profeta–psicópata Muammar
Gadafi haya improvisado la disparatada perorata final que
llenó de escalofríos la espina dorsal del pueblo libio y
del mundo entero, pronunciada exactamente desde la casa
familiar que el ex Presidente estadounidense Ronald Reagan
bombardeó en 1986. Su mensaje quedó claro: habrá baño de
sangre.
¿Hay algo en eso realmente nuevo?
Después de todo, Gadafi es un maestro de la política del
miedo. Amenazó con la pena de muerte a quien se opusiera a
sus 41 años en el poder; les llamó “ratas grasientas”,
drogadictos y víctimas de la conspiración extranjera:
EEUU, al–Qaida, Gran Bretaña, Italia, la televisión por
satélite y las drogas alucinógenas. Ordenó a sus
seguidores que “limpiaran” la nación “casa por
casa”, inspirado por su indeseable colección de horribles
retoños. Uno no podía sino recordar los últimos días de
Saddam Hussein antes de que le bombardeara otro presidente
estadounidense, George W. Bush.
Abdulmoneim al–Honi, que presentó su
renuncia como representante de Libia ante la Liga Árabe,
dice que Gadafi está atrincherado en la base de Bab
al–Azizia. Sólo hay otras dos bases que pueden seguir
bajo su control total: al–Saadi y Sirte. “El resto del
país está controlado por los jóvenes”. Es a quienes
Gadafi llama “ratas”. Pero no hay indicios de que esos
roedores adictos a la democracia vayan a sentirse
intimidados, ni siquiera con la perspectiva de tener que
enfrentarse –de nuevo– a los escuadrones de aviones
MIG–23 equipados con cohetes y ametralladoras pesadas y
pilotados por mercenarios ucranios, serbios y pakistaníes.
El escenario para el enfrentamiento final ya está
dispuesto.
La diatriba bien puede haber sido el
momento Hitler de Gaddafi, con su enfermera ucraniana en el
papel de la consorte del dirigente alemán Eva Braun. Evocó
la siniestra opción de Tiananmen –cuando en 1989 China
aplastó a los manifestantes– para contener un “caos”
creado por la orden de disparar a matar de su propio régimen;
la imagen en espejo de este caos es la venganza del mismo régimen
al que las pacíficas protestas cuestionan. Nada de lo que
proponga a la nación su hijo, el “modernizador” Saif
al–Islam al–Gadafi, servirá para calmar la determinación
de los manifestantes. (En cuanto a la lucha por el poder de
la prole de Gadafi, véase este cable de WikiLeaks.)
La sangre que mancha las manos del régimen,
así como el valor pleno de humildad del pueblo libio, son
evidentes. La autodenominada “Región Oriental Liberada de
Libia” –con el pueblo de Bengasi, por ejemplo, organizándose
en comités cívicos– y grandes franjas del sur de Libia
han caído; el Estado Gadafi ya no tiene sentido.
La capital, Trípoli –repleta de
fuerzas favorables al régimen–, parece al menos
temporalmente haber quedado abocada, a fuerza de porrazos,
al silencio. Ahora cabe hacerse dos preguntas fundamentales
que están interconectadas. ¿Marcharán tras Gadafi las
principales tribus del país en las horas y días
siguientes? ¿Qué va a ocurrir con el ejército, dividido
asimismo en complicadas líneas tribales?
En su Libro Verde de 1976 –algunas de
cuyas páginas seguramente leyó durante su diatriba del
martes–, Gadafi habla de erradicar el tribalismo; lo que
acaba de hacer ha sido aplicar el divide y vencerás. La 32ª
Brigada de su hijo Jamis al–Gadafi sigue siéndole
totalmente fiel. Pero la mayor parte de las brigadas de las
zonas orientales se han disuelto. Nadie sabe prácticamente
cómo van a reaccionar las otras cuando Gadafi les ordene
disparar en masa a los civiles. Es por esa razón por la que
Gadafi necesita un tsunami de mercenarios del África
Subsahariana.
¿Mercenarios o chivos expiatorios?
Hubo un tiempo en el que los africanos
negros cruzaban durante días el desierto libio en atestados
camiones sólo para tratar de encontrar trabajo. La otra
cara desagradable de este emigración interna –económica–
son los africanos negros cazados ahora en Libia como
mercenarios. Al–Yazira ha exhibido los pasaportes de más
de 100 mercenarios del Níger, Sudán, Chad y Etiopía que
han estado disparando a matar a los manifestantes
anti–Gadafi a los que apresaron en el sur de Libia. En
Guinea y Nigeria se han publicado anuncios ofreciendo a los
posibles mercenarios la inmensa suma de 2.000 dólares al día.
Y según los tweets, hay ahora mercenarios apostados en las
entradas de Trípoli para impedir que la gente pueda llegar
a la capital.
El otro lado de la moneda es la Alta
Comisión para los Refugiados de las Naciones Unidas
(ACNUR), desesperada por el destino de los refugiados y de
las personas de origen “somalí, eritreo y etíope” que
buscan asilo en Libia y que, según la portavoz del ACNUR
Laura Boldrini, “se arriesgan a convertirse en chivos
expiatorios”.
Amnistía Internacional está pidiéndo
al gobierno italiano que suspenda su acuerdo de inmigración
con Libia de 2008. Es un pacto entre Gadafi y Silvio
Berlusconi, por el cual Libia consigue 5.000 millones de
euros a lo largo de veinte años como reparación por los años
del colonialismo italiano, y Libia promete reprimir el flujo
de la inmigración ilegal al sur de Europa. Nadie sabe cómo
puede reaccionar ante la petición el asediado Berlusconi
del “Rubygate”, sobre todo ahora que Gadafi ha llamado a
su buen amiguete para que diga que “todo marcha
fenomenal” en Libia.
¿Cómo impedir una guerra civil?
Una pregunta tremenda que cabe hacerse
es si Gadafi contará con suficientes apoyos como para
intentar arrastrar a una especie de post–Guerra del Golfo
como hizo Saddam en 1991, cuando el gobernante iraquí
desplegó los tanques de la Guardia Republicana y los helicópteros
de combate contra los civiles en Najaf, Basora y por todo el
sur chií (mientras Washington miraba hacia otro lado). Por
mucho que los sunníes apoyaran la masacre de Saddam en
1991, nadie puede saber si alguna tribu libia apoyaría una
masacre de Gadafi en 2011; además, no puede contar con una
guerra de sunníes contra chiíes.
Lo que Gadafi hará es ir a Bengasi en
busca de venganza. Por tanto, es hora ya de que los
manifestantes se apoderen allí de unas cuantas armas
pesadas y preparen una estrategia para una resistencia
organizada. Puede que tengan que resistir durante algún
tiempo, la única solución posible para evitar un baño de
sangre es que las Naciones Unidas afronten la situación y
declaren una zona de exclusión aérea, que podría causar
estragos en la decisión del régimen de enviar mercenarios
e incluso abortar una posible ofensiva contra Bengasi.
Al mismo tiempo, eso podría provocar
la defección de más tribus y de más oficiales en las
bases militares. El secreto del éxito tendría que estar en
una resolución de las Naciones Unidas, jamás en una
intervención de la Organización del Tratado del Atlántico
Norte, que sólo serviría para reforzar la narrativa de
Gadafi respecto a “extranjeros, EEUU y los canales de
televisión” tratando de volver a colonizar Libia.
Las perspectivas no son muy
alentadoras, teniendo en cuenta el anodino comunicado del
Consejo de Seguridad de la ONU condenando la violencia
contra los civiles. El embajador adjunto de Libia ante las
Naciones Unidas Ibrahim Dabbashi, que ha pedido que se fuera
Gadafi, ha mantenido al menos una actitud valiente,
declarando que eso sería “un buen paso a fin de parar el
baño de sangre”.
No le quiten ojo al Rey Abdullah
Ahora viene la cuestión del oro negro.
Estrategas de las inversiones, como Arjuna Manhendran de
HSBC, están ya preocupados por el alza de los precios del
petróleo “120 dólares el barril en los próximos tres
meses”. Corrijamos: podría ser la próxima semana, o a
primeros de marzo, ya que el precio del barril Brent para la
entrega de abril estaba ya este martes pasado en Londres a
106,81 dólares. Nobuo Tanaka, el director de la Agencia
Internacional de la Energía, ha sido más realista; dijo
que si el petróleo permanece por encima de los 100 dólares
el barril a lo largo de todo 2011, “tendremos el mismo
tipo de crisis que en el 2008”; así pues, adiós al
crecimiento económico global.
No sólo Libia, sino toda la región
MENA (siglas en inglés de Norte de África–Oriente Medio)
están pegando un susto de muerte a los mercados
(ciertamente no a los autócratas del Golfo Pérsico, que
tenían garantizados miles de millones en dólares de
excedentes presupuestarios incluso antes de que se produjera
el último repunte). La situación de los importantes campos
petrolíferos, controlados más o menos por tribus
independientes, si Libia llegara a desgarrarse, sería
impredecible.
Libia produce 1,7 millones de barriles
al día de un total global de 80 millones de barriles al día
(pero retiene un importante 10% del mercado europeo). Los
rebeldes que controlan el este de Libia han cortado ya el
flujo del gas desde el campo de al–Wafa a Italia y a la
Unión Europea, a través del gasoducto Greenstream, desde
el lunes por la noche. Las terminales del petróleo libio
están también inactivas.
Todo puede aún seguir siendo en cierta
manera de color de rosa, en cuanto al petróleo, mientras la
gran revuelta árabe de 2011 no toque a Arabia Saudí. Pero
tampoco en eso hay seguridad. Cada productor energético
puede reducir la producción forzando la subida de los
precios, pero sólo Arabia Saudí puede aumentar la producción
para que los precios caigan. Por tanto, sería esencial que
la gente, antes de ponerse a comprar su próximo vehículo
utilitario deportivo, examine bien la sucesión del Rey
Abdullah.
Recordando 1848
Es posible que muy pocos recuerden a la
entonces Secretaria de Estado de EEUU Condoleeza Rice en su
gira por el norte de África en 2008 cuando dijo que las
relaciones entre EEUU y Libia estaban entrando “en una
nueva era de cooperación”. Aunque Libia sólo consiguió
rehabilitarse en 2003, cuando Gadafi aceptó abandonar su
programa nuclear y permitió que se les hiciera la boca agua
a los inversores extranjeros con el gas y el petróleo;
después, en 2006, Gadafi abrazó alegremente el libre
mercado y se preparó para la habitual prescripción de píldoras
del “ajuste estructural” del Fondo Monetario
Internacional/Banco Mundial.
El ex primer ministro británico e
incondicional de la guerra de Iraq, Tony Blair, jugó un
papel instrumental en todo eso, incluyendo el hecho de
facilitar la venta de armas, de gas lacrimógeno y material
antidisturbios que la monarquía sunní de Barein y Gadafi
han estado desplegando contra sus propios ciudadanos. El
astuto Gadafi se las había arreglado bien para convertirse
en una de los dictadores–mascota favoritos de Occidente, y
el idilio parecía eterno.
La gran revuelta árabe de 2011 se
parece mucho a la situación que se produjo en 1848, una
primavera de los pueblos que en pocos meses conquistó
Europa echando abajo el sistema político del Congreso de
Viena. El problema fue que las revoluciones “dominó” de
la época, desde la Sicilia de los Borbones al París de
Luis Felipe, fracasaron. Pero aún así, es un placer hoy
releer al Karl Marx periodista y editor del Neue Rheinische
Zeitung cuando aborda
el tema de la revolución y la contrarrevolución. Sus
agudos análisis tienen aún plena aplicación.
¿Estaría hoy Marx acudiendo a
Facebook y a Tweeter para ver cómo por todas partes los árabes
luchan por su dignidad y libertad de expresión? Vería cómo
el joven manifestante en la Plaza Tahrir de El Cairo, cómo
el abogado chií en la rotonda de la Perla en Barein o cómo
el profesor anti–Gadafi que lucha por su vida en Bengasi
han erradicado la caricatura del terrorista barbudo, que sólo
existe ahora en la imaginación de Gadafi (y en las
pesadillas de los neocon estadounidenses).
Sin fanatismo religioso, sin
nacionalismo concreto. Del mismo modo que los europeos de
1848, que los europeos que durante la década de 1940
combatieron el fascismo, que los europeos que en 1989
tiraron el Muro de Berlín. Y, probablemente, Marx predeciría
que esos pobres reclutas de Libia –al igual que los de
Egipto– se unirán a sus compatriotas en vez de
aplastarles con una opción al estilo Tiananmen.
(*)
Pepe Escobar es autor de “Globalistan: How the Globalized
World is Dissolving into Liquid War” (Nimble Books, 2007)
y “Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the
surge”. Su último libro es “Obama does
Globalistan” (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con
él en: pepeasia@yahoo.com