Decenas de miles de iraquíes se
manifestaron ayer en diversas ciudades de todo Iraq contra de la opresión
económica y la corrupción de los responsables políticos impuestos por el régimen
de ocupación de Estados Unidos, así como contra la propia ocupación.
En protesta por la falta de
trabajo, el empeoramiento de los cortes de electricidad, la escasez de
alimentos y el aumento de precios de los alimentos, denunciaron y exigieron la
renuncia de varios responsables políticos nacionales y locales. A pesar de
que Iraq cuenta con las segundas reservas petroleras del mundo, las
condiciones sociales son atroces. La tasa de desempleo oficial es de más del
15% (en realidad es mucho más alta), gran parte de Iraq únicamente dispone
de unas pocas horas de electricidad al día, y el país sigue ocupado por
47.000 soldados de estadounidenses; en la actualidad, los campos de petróleo
están en su mayor parte en manos de empresas energéticas de Occidente.
Las fuerzas de seguridad iraquíes
dispararon contra los manifestantes en varias de las al menos 17 ciudades
donde se llevaron a cabo las protestas. Se han confirmado quince manifestantes
muertos y al menos 130 heridos. A pesar de las advertencias de los
responsables políticos iraquíes, no hubo atentados suicidas ni se produjeron
ataques de fuerzas anti–estadounidenses contra los manifestantes.
Los manifestantes desafiaron el
toque de queda así como la advertencia explícita del primer ministro Nuri
al–Maliki, que el día anterior instó a los iraquíes a no asistir a las
protestas. Igualmente desafiaron a la oposición del clero chií, incluido
Muqtada al–Sadr y el gran ayatolá Ali al–Sistani, cuyos portavoces
declararon en Al–Sumaria TV que temían que “infiltrados” se
beneficiasen de las protestas.
Al–Sadr emitió una cobarde
declaración en la que sostenía que la participación en las protestas
facilitaría que las fuerzas del Estado justificasen la represión: “Están
tratando de acabar con todo lo que hemos logrado, todos los logros democráticos,
las elecciones libres, la paz, el intercambio de poder y la libertad. Así que
os pido, desde la compasión, que frustréis los planes del enemigo no
participando en las manifestaciones de mañana porque son sospechosas y darán
lugar a que se alce la voz de los que destruyeron Iraq”.
El primer ministro Nuri
al–Maliki ordenó al final del día la destitución de los gobernadores
provinciales de Bagdad, Basora, Nasiriya.
En la capital, Bagdad, las
autoridades desplegaron masas de soldados para imponer el cerco y se prohibió
todo el tráfico de vehículos en un intento de evitar que la gente aa las
protestas. Al–Maliki impuso prohibiciones de tráfico de vehículos
similares en Mosul y Samarra. Se cerró asimismo el aeropuerto internacional
de Bagdad.
No obstante, unos 5.000
manifestantes se congregaron en la plaza Tahrir de Bagdad, fuertemente
custodiada por las fuerzas de seguridad pro–régimen. Los manifestantes
marcharon hacia la Zona Verde, el distrito fuertemente custodiado que alberga
a las autoridades de ocupación de Estados Unidos, la embajada estadounidense
y el parlamento iraquí.
Los manifestantes denunciaron
al–Maliki como mentiroso; un hombre afirmaba a Christian Science Monitor:
“Soy un trabajador que trabaja un día y se queda en casa durante un mes…
[al–Maliki] dice que la gente está mejor que con el régimen de Sadam
Husein, ¿dónde es eso?”.
Los manifestantes echaron abajo
dos muros de hormigón en el puente Yumhurriya, el principal punto de acceso a
la Zona Verde. La policía cargó contra los manifestantes, mientras que helicópteros
del ejército iraquí zumbaban sobre la multitud levantando grandes nubes de
polvo para desorientarla.
En las protestas en Bagdad, el
portavoz de Al–Sadr y miembro del Parlamento Sabah al–Saadi tuvo que hacer
frente a gritos y abucheos. Un manifestante le espetó: “Usted tiene que
reducir: nosotros no tenemos nada... ¿Por qué tú has de cobrar tanto
mientras nosotros no tenemos nada?
En la ciudad portuaria y centro
petrolero de Basora, en el sur, el número de manifestantes según las
informaciones fue entre 4.000 y 10.000; derribaron asimismo un muro de cemento
y se manifestaron frente a las oficinas del gobernador Sheltagh Abud
al–Mayahi exigiendo su dimisión y que los funcionarios de Basora se
enfrenten a un juicio por corrupción.
Los manifestantes de Basora
exigieron asimismo cartillas de racionamiento de alimentos y trabajo. Se ha
informado de la muerte de un manifestante en Basora.
Diversas ciudades en el centro
del país celebraron protestas a gran escala. En Faluya, ciudad devastada en
varias ocasiones por los ataques militares de Estados Unidos, 1.000 personas
se manifestaron enfrentándose a la policía y fuera de los edificios
municipales. Nueve manifestantes fueron heridos.
En Tikrit, la policía disparó
contra los manifestantes cuando trataban de apoderarse de un edificio del
gobierno; mataron a dos e hirieron a nueve.
En Mosul, la capital de la
provincia norteña de Iraq, Nínive, cientos de manifestantes exigieron
puestos de trabajo, mejores servicios públicos, el fin de la corrupción y la
renuncia del gobernador provincial, Athel al–Nuyafi y del consejo
provincial. Después de que una persona no identificada arrojase una granada
cerca del edificio del gobierno, los guardias abrieron fuego contra los
manifestantes. Mataron a cinco y otras 15 personas resultaron heridas.
Por la mañana, los
manifestantes apedrearon el convoy de al–Nuyafi y desu hermano, Osama,
presidente del Parlamento provincial.
Según las informaciones, en
Hawiya, ciudad del norte de Iraq, próxima a Kirkuk, los manifestantes
trataron de ocupar el edificio del ayuntamiento de la ciudad. Las fuerzas de
seguridad dispararon contra la multitud, matando a tres manifestantes e
hiriendo a 15 según Fatah Yasin, jefe de policía de Hawiya.