Washington.– Mientras lidia
con la cascada de insurrecciones en Medio Oriente, la Casa Blanca se encontró
con una cruda realidad: es probable que los reyes de la región sobrevivan y
los presidentes sean depuestos.
En el mapa rápidamente
cambiante que se extiende desde Marruecos hasta Irán, dos presidentes ya han
sido derrocados: Hosni Mubarak en Egipto y Zine el Abidine Ben Ali en Túnez.
Funcionarios de la administración de Barack Obama dijeron que creen que el
presidente de Yemen, Ali Abdullah Saleh, se encuentra en una posición cada
vez más delicada.
Sin embargo, en Bahrein, el rey
Hamad ben Isa al–Khalifa ha logrado capear una oleada de agitación y
malestar, ganando el apoyo norteamericano, aun cuando sus fuerzas de seguridad
reprimieron brutalmente a los manifestantes. Los funcionarios de la Casa
Blanca creen que es improbable que el rey Abdullah de Arabia Saudita sea
destronado, mientras que hasta el momento los emires del Golfo Pérsico no han
sufrido levantamientos.
Incluso en Jordania, donde
estallaron serias protestas, Abdullah II ha actuado con pericia para
mantenerse en el poder, aunque aún debe lidiar con una inquieta población
palestina.
Esta constante de la permanencia
de los reyes en el poder está influyendo sobre la respuesta del gobierno
norteamericano a la crisis: durante los últimos días, Estados Unidos envió
diplomáticos para ofrecer respaldo y seguridad a los monarcas, incluso a
aquellos que encabezan los gobiernos más opresores, pero mantiene distancia
de los presidentes autocráticos que luchan por conservar el poder. En todo
sentido, esta actitud obedece a proteger los intereses norteamericanos.
"Lo que las monarquías
ofrecen son familias reales a las que les permiten mantenerse por encima de la
agitación, en cierta medida", dijo Kenneth M. Pollack, director del
Centro Saban para la Política de Medio Oriente de la Brookings Institution.
"Les permite saquear al gobierno sin saquearse a sí mismos."
Muchos de los monarcas han
ejercido gobiernos tan represivos como los presidentes. Y el cálculo
norteamericano sobre quién tiene más probabilidades de permanecer en el
poder tiene tanto que ver con la constitución religiosa, demográfica y económica
de los países como con la naturaleza de los gobiernos.
Los presidentes árabes
pretenden haber sido elegidos democráticamente, aun cuando casi todas las
elecciones son fraudulentas. Su barniz de legitimidad se desvanece cuando
explota el descontento acumulado por la sociedad. Casi todos los presidentes
gobiernan países más populosos, que carecen de la riqueza petrolera de las
monarquías del Golfo, que les permitiría apaciguar a su población con
recortes impositivos y aumentos de salarios, como lo han hecho recientemente
los reyes de Arabia Saudita y de Jordania.
Un caso modelo es Libia, donde
el coronel Muammar Khadafy, que no es rey ni presidente, quedó al borde de la
caída con velocidad vertiginosa. A diferencia de la crisis de Egipto, durante
la cual Obama habló por teléfono con Mubarak, ni el presidente ni ningún
otro funcionario norteamericano hablaron por teléfono con Khadafy desde que
estalló la violencia en Libia. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, no
pudo contactarse con su par libio, Moussa Koussa, por una supuesta falla técnica,
según el vocero del Departamento de Estado, Philip Crowley. El subsecretario
de Estado para asuntos políticos, William J. Burns, sí habló anteayer dos
veces con Koussa, y expresó la "preocupación" de la administración
por que Libia siga cooperando con la evacuación de ciudadanos
norteamericanos.
Contraste
La escasa comunicación
norteamericana con Libia contrasta con las llamadas telefónicas regulares que
Obama y Clinton han hecho para comunicarse con los monarcas árabes.
El rey de Arabia Saudita presionó
a Obama al menos dos veces para que ofreciera apoyo a Mubarak. Desde su
derrocamiento, según dijo un funcionario, los funcionarios sauditas han
expresado cierto arrepentimiento por haber respaldado al ex líder egipcio.
En Yemen, la falta de
legitimidad está castigando al presidente Saleh y las perspectivas de
inestabilidad en el país plantea problemas de seguridad nacional para Estados
Unidos, que ha recibido el apoyo del gobierno en las operaciones
contraterroristas. Los manifestantes exigen su renuncia, incluso después de
que el mandatario prometió no presentarse a la reelección. La Casa Blanca
está presionando a Saleh, un astuto autoritario que ha manipulado a las
facciones de su país para aferrarse al poder durante 30 años, a revivir un
frustrado esfuerzo para implementar una reforma constitucional, aunque un
funcionario se manifestó pesimista con respecto a esa posibilidad.
"Las repúblicas –y por
lo tanto, los presidentes– son los más vulnerables, porque supuestamente
son democracias, pero en realidad no lo son", dijo un diplomático árabe,
que habló bajo condición de anonimato. "Fingen que el pueblo tiene voz,
pero esa voz no existe. En las monarquías, nadie finge que hay
democracia."