Porrazos y patadas han sido
la respuesta de las autoridades marroquíes a los ciudadanos que denuncian los
crímenes contra la humanidad que se están cometiendo en Trípoli. Una
sentada organizada por una red de asociaciones de Derechos Humanos el martes
21 a las 17.00 horas delante del centro cultural libio en Rabat fue
violentamente reprimida por las fuerzas antidisturbios marroquí.
Insultos, golpes y empujones fue
el método utilizado contra quienes querían denunciar al dictador libio.
“Me quitaron el teléfono móvil y me pegaron delante de mi hijo”, asegura
Mohammed Ennouhi, presidente del Foro Marroquí de Derechos Humanos.
Representantes de la Asociación
Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) estaban convocados a las 15.00 horas (dos
horas antes de la sentada) en la oficina de Mohamed Regraga, gobernador y
adjunto al prefecto de Rabat, quien les informó de que el acto había sido
prohibido a través de una orden escrita.
“Le respondimos que esa
prohibición era ilegal porque violaba el derecho de manifestación, pero él
dijo que las ordenes venían de arriba y que, por tanto, la prohibición
estaba por encima de la ley”, explica Youssef Raissouni, miembro de AMDH
convocado a la reunión. Teniendo en cuenta que los gobernadores y los
prefectos son nombrados directamente por el rey, esas “órdenes de arriba”
no podían venir sino del gabinete real.
Para los activistas y
periodistas presentes en la sentada, Mohamed VI demuestra que no sólo no
condena los actos genocidas de la dictadura libia, sino que está dispuesto a
renovar su amistad con Gadafi. Mientras numerosos diplomáticos libios en el
extranjero ya han anunciado su ruptura con el régimen de Trípoli y su
respaldo a la revuelta popular, el embajador de Gadafi en Rabat no ha hecho ni
dicho nada.
Según el periodista
independiente y analista político Ali Amar, “por su silencio ante los
sucesos históricos que sacuden a la región, por su represión contra los
manifestantes anti Ben Ali y luego anti Gadafi en Marruecos, y por su total
desconsideración ante los mensajes que el pueblo marroquí le ha hecho llegar
durante la manifestación del 20 de febrero que ha calificado de “demagógicos”,
Mohamed VI se ha convertido en el aliado de los dictadores árabes”.
Cabe recordar que Marruecos es
el refugio tradicional de dictadores africanos: Mobutu Sese Seko (Zaire), uno
de los jefes de Estado más sanguinarios de África, murió tranquilamente en
Rabat tras una larga carrera de dictador; Dadis Camara (Guinea), que estuvo
ingresado en el hospital Cheikh Zayed de Rabat, tras recibir un disparo en la
cabeza; y Teodoro Obiang Nguema, el petrodictador cuya seguridad está
garantizada por los marroquíes y que realiza grandes inversiones en el reino
cherifiano. Tres significativos ejemplos de una larga lista de aliados
incondicionales recibidos con todos los honores por Rabat.
La reacción del Estado marroquí
parece incomprensible para un régimen que pretende ser demócrata en su cara
oficial. Tras el comienzo de la revuelta tunecina, el Estado marroquí desplegó
su poderosa maquinaria de propaganda a golpe de censura y de distorsión de
los hechos para intentar cortar de raíz una revuelta cada vez más inevitable
en el reino cherifiano.
“Las autoridades marroquíes
mienten a sus propios agentes, mientras nosotros éramos golpeados por los
‘merdas’ (nombre dado por los marroquíes a las Fuerzas Auxiliares debido
al dudoso color de sus uniformes), sus superiores les chillaban que nosotros sólo
éramos un grupo de homosexuales e infieles que no hacemos el Ramadán”,
asegura Saddik Iahrach, miembro del Forum Verdad y Justicia, presente en la
sentada de solidaridad.
El
régimen de Mohamed VI demuestra que no dudará en recurrir a la violencia y
en llamar al odio y a la ejecución de la “justicia popular” contra
aquellos que osen criticarle. Todo ello, claro está, mientras exige que se le
considere un gran demócrata.