Libia

Intervención militar en Libia, pero respaldo a los gobernantes
de Bahrein, Arabia Saudita y Yemen

El giro de Hillary que movilizó a la Casa Blanca

Obama está más preocupado por los acontecimientos en
Yemen, Bahrein y Egipto que por la salida del presidente libio

Por H. Cooper y S.L. Myers
The New York Times, 20/03/11
La Nación, 20/03/11

Washington.– El lunes por la noche, en un hotel de París, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, tuvo que hacer malabares con las inconsistencias de la política exterior norteamericana en Medio Oriente. Criticó al canciller de los Emiratos Arabes Unidos por enviar tropas para sofocar los levantamientos en Bahrein, mientras al mismo tiempo lo presionaba para que enviara aviones para intervenir en Libia.

Apenas un día antes, Clinton y el presidente Obama se habían mostrado escépticos acerca de una intervención militar de Estados Unidos en Libia. Pero esa misma noche, con la noticia de que las milicias de Muammar Gadafi avanzaban sobre las fuerzas rebeldes, Clinton cambió de opinión y formó una impensada alianza con un puñado de altos colaboradores del gobierno que apoyaban desde antes la idea de una intervención.

En pocas horas, Clinton y su grupo habían convencido a Obama de que Estados Unidos debía actuar, y el presidente ordenó que se planeara el operativo militar. El jueves, Obama firmó la autorización para que los pilotos norteamericanos se unieran a los europeos y árabes en ataques militares contra el gobierno libio.

El presidente, sin embargo, planteó una objeción: la participación norteamericana en Libia debía ser acotada, sin tropas terrestres y por "días, no semanas", según Obama.

El giro de la Casa Blanca, que pasó de las palabras fuertes a la acción directa, se debió en gran medida a eventos que estaban fuera de su control: la derrota del levantamiento abría la perspectiva de que Gadafi permaneciera en el poder y asesinara "a miles de personas", según dijo Obama el viernes en la Casa Blanca.

Ese cambio de postura sólo fue posible después de que Clinton se uniera a Samantha Power, del Consejo de Seguridad Nacional, y a Susan Rice, embajadora ante las Naciones Unidas, quienes presionaban desde hacía semanas por una intervención militar. La semana pasada, las tres mujeres se aliaron para impulsar una intervención en Libia.

El apoyo de Hillary a Rice y Power implica una inusual ruptura con el secretario de Defensa, Robert M. Gates, que había recomendado cautela. Libia no es un país crucial para la seguridad norteamericana, argumentaba Gates, y a John Brennan, asesor sobre contraterrorismo, lo preocupaba el hecho de que Estados Unidos no conocía a los rebeldes libios, que podrían tener vínculos con Al–Qaeda.

El giro del gobierno también fue posible después de que Estados Unidos se asegurara no sólo el apoyo de los países árabes, sino también su activa participación en operaciones militares contra uno de los suyos.

"Hillary y Susan Rice son las piezas clave de esta historia, porque Hillary consiguió el apoyo de los árabes y Susan operó en las Naciones Unidas para obtener el resultado de diez a cinco en la votación, lo que no es nada fácil", dijo Brian Katulis, un experto en seguridad nacional que trabaja para el Centro para el Progreso Norteamericano, un grupo progresista que mantiene estrechos vínculos con la administración Obama.

"Esto coloca a Estados Unidos en una posición de mayor fortaleza, porque al contar con apoyo internacional, la situación se parece más a la Guerra del Golfo de 1991 que a la Guerra de Irak de 2003."

Desde que comenzaron las revueltas árabes, en enero, la administración Obama ha tenido que hacer equilibrio entre los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos y el apoyo a los principios democráticos, una acrobacia que dejó expuesto a Obama a críticas de todos los sectores del espectro político.

Al abordar el tema caso por caso –apoyó rápidamente las protestas en Túnez, pero respalda a los gobernantes de Bahrein, Arabia Saudita y Yemen–, la posición del gobierno muchas veces pareció inconsistente. Si bien reclamaba la renuncia de Gadafi, el presidente Obama, según funcionarios norteamericanos, está más preocupado por el desarrollo de los acontecimientos en Yemen, Bahrein y Egipto que por la salida del presidente libio.

Así fue que aun después de obtener el apoyo del Consejo de Seguridad, el presidente Obama se ocupó de dejar en claro que la acción militar sería un esfuerzo internacional.

"Los cambios en la región no pueden ser impuestos por Estados Unidos ni por ninguna potencia extranjera", declaró el presidente anteayer, antes de partir para Brasil. "Ese proceso, en definitiva, será llevado adelante por los pueblos del mundo árabe."