Con
la ocupación militar de Arabia Saudita
¿Ha
vuelto Bahréin a la "normalidad"?
Por
Khoulud
Jadaliyya,
El Cairo, 27/03/11
Islam
Times, 30/03/11
Traducido
por Loles Oliván
"Vuestros
notables esfuerzos y sin fisuras han protegido las vidas de
personas inocentes, han restaurado el orden y han mantenido
la seguridad y la estabilidad en Bahréin". El príncipe
Salman bin Hamad al-Jalifa elogiaba así a las fuerzas de
seguridad el viernes 25 de marzo por haber devuelto la vida
en Bahréin a la "normalidad".
Mientras
estaba agradeciendo a sus entregadas que hubiesen
"creado las condiciones favorables para un diálogo
nacional", la policía antidisturbios se desplegaba
para acabar con unas veinticinco pequeñas protestas pacíficas
que estaban teniendo lugar en todo el país, en el que puede
que sea el último "Día de la ira" de Bahréin".
Un hombre de 71 años, Mohamad Issa, fue asesinado dentro de
su casa debido a la asfixia causada por los humos de gases
lacrimógenos utilizados para dispersar a los desarmados
manifestantes del exterior. En una de las protestas, los
manifestantes cantaban "baltagiyya baltagiyya ya hukuma
ya gabiyya" [matones, matones, oh necio gobierno], lo
que reproduce el estado de ánimo general en gran parte de
Bahréin.
El
régimen de Bahréin puede decir que ha "limpiado las
calles" y que ha "restablecido el orden" y
todo lo que él y sus seguidores quieran, pero los hechos
sobre el terreno hablan de una realidad diferente.
Ciudadanos inocentes y residentes de casi todas las zonas de
Bahréin han vivido en un estado de terror desde el 15 de
marzo 2011. Lejos de "proteger la vida de las
personas", la brutalidad policial y la violencia brutal
a favor del gobierno han causado estragos en las calles de
barrios residenciales que son por lo general pacíficos. Los
traumas físicos y psicológicos, así como los daños
materiales a bienes privados y públicos, aún no se han
establecido ni contabilizado. Los servicios secretos del régimen
de Bahréin han seguido dando rienda suelta a un arsenal de
tácticas de intimidación contra militantes de la oposición,
portavoces y simpatizantes. Hasta la fecha, más de un
centenar de ciudadanos de Bahréin han sido dados por
desaparecidos, sin que sus familias tengan conocimiento
sobre sus paraderos. Varios han sido liberados y se les ha
permitido regresar con sus seres queridos, y otros pocos
solo han podido reunirse con sus familias ya en las morgues
de los hospitales. Cientos de civiles han sido gravemente
heridos.
Los
relatos de primera mano, fotografías documentales y vídeos
que han salido de la pequeña isla del Golfo son
particularmente alarmantes. Las imágenes de cuerpos
mutilados, hinchados y magullados, circulan en Internet
desde hace dos semanas. La mayoría de los que han sido
puestos en libertad cuentan historias de la brutalidad
policial, las palizas y la tortura, y sus cuerpos también
muestran signos de maltrato físico, lesiones y desfiguración.
Nabil Rayab, presidente del Centro para los Derechos Humanos
de Bahréin, fue uno de los muchos a los que les vendaron
los ojos, golpeado y detenido.
Aun
cuando el régimen de Bahréin ha apuntado sistemáticamente
a los miembros de la oposición, sus tácticas también van
destinadas a intimidar a los miembros de sus familias y
otros partidarios potenciales. Desde que las Fuerzas del
Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) Escudo de la Península
entraran en Bahréin el 14 de marzo, las familias de los que
son críticos con al-Jalifa han informado cada vez con más
frecuencia sobre agentes armados vestidos de civil asaltando
sus domicilios por la noche. En muchos de los incidentes
reportados, grupos de hombres supuestamente de los servicios
de inteligencia entraron en las casas rompiendo las puertas
de garajes, puertas de entrada y ventanas. Varios relatos
describen a hombres gritando y empujando a miembros de la
familia y haciendo preguntas sobre el paradero de su(s)
hermano(s), padre, o hijo(s). Muchos militantes, escritores
y bloggers se han tenido que ocultar en las últimas dos
semanas al saber que miembros de la oposición están siendo
objeto de ataques y detenciones. En muchos casos tienen poco
o ningún contacto con sus familias.
Oficiales
de seguridad y matones a favor del régimen han atacado
asimismo los domicilios de quienes han criticado públicamente
a al-Jalifa. Algunos, como la casa de Munira Fakhro, han
sido atacados más de una vez. Las tácticas de intimidación
contra el personal médico han continuado igualmente a pesar
de que el gobierno afirma lo contrario. Agentes de policía
y matones -que supuestamente custodiaban el Centro Médico
Salmaniya (CMS)- han sido grabados en video cuando agredían
físicamente a enfermeras en el recinto hospitalario. Hasta
el 20 de marzo, los empleados del CMS seguían informando de
que las fuerzas de seguridad intimidaban, golpeaban y detenían
a médicos y enfermeras, así como a pacientes en el
interior del edificio del hospital. En algunas zonas, los
manifestantes chiíes que resultaron heridos durante las
represalias de la policía antidisturbios han recibido
atención médica rudimentaria en su casa porque temor a ser
alcanzados en los hospitales al buscar asistencia médica
adecuada. Al menos un centro médico de un barrio chií ha
sido completamente demolido en un intento de evitar que los
manifestantes reciban atención médica.
Asimismo,
las instituciones del Estado han penalizado a los ciudadanos
que han participado en las protestas populares y pacíficas
que se iniciaron en Bahréin el 14 de febrero de 2011. El
Ministerio de Educación, por ejemplo, ha suspendido las
becas del gobierno a cuarenta de sus alumnos matriculados en
universidades extranjeras. De acuerdo con el Ministerio de
Educación, estos alumnos "han cometido graves
violaciones ilegales e inconstitucionales" al
reivindicar la caída del régimen y, por tanto, no merecen
ningún privilegio del Estado. La Autoridad Regulatoria de
las Telecomunicaciones de Bahréin ha retirado la licencia a
una empresa de telecomunicaciones bahreiní fundada por el
dirigente opositor Sharif Ibrahim. El régimen de Bahréin
también ha intensificado su guerra contra los medios de
comunicación críticos con Al-Jalifa y su violenta represión
contra los manifestantes. El Ministerio de Relaciones
Exteriores, por ejemplo, ha anunciado su intención de tomar
medidas legales contra la periodista de la BBC Caroline
Hawley supuestamente por "empañar la reputación del
reino". Asimismo, el progubernamental diario Al-Bilad
ha despedido a tres de sus periodistas por haberse unido a
las protestas y haber expresado opiniones contra el régimen.
Más recientemente, Arabsat ha acusado a Bahréin de
interceptar sus señales vía satélite después de que el
gobierno bahreiní presentase una reclamación ante el
operador de satélites acusando a la [cadena] iraní Al-Alam
y a Al-Manar, de Hizbolá, de violar las regulaciones del
operador. También, en la última semana, el régimen de
Bahréin ha publicado información contradictoria sobre las
posiciones de los siete grupos de la oposición, así como
del sindicato sobre la suspensión de la huelga y, de haber
coaccionado después, supuestamente, a sus respectivos
miembros para que respaldasen sus posiciones.
En
su discurso dirigido a las fuerzas de seguridad el viernes,
el príncipe Salman reiteró la determinación del rey para
"continuar el camino de la reforma" y comprometer
a quienes se considera los "verdaderos ciudadanos"
de su pueblo. El camino a la "normalidad" de la
semana pasada demuestra que ser un verdadero ciudadano de
Bahréin es callar ante la injusticia de la dictadura
al-Jalifa, ante la corrupción gubernamental, ante el
fracaso para reformar la Constitución y el establecimiento
del imperio de la ley. De hecho, la atmósfera ideal de diálogo
para el Príncipe de la Corona es aquella en que las almas,
la moral y la determinación de sus socios hayan sido
aplastadas. En la lógica de Salman, quienes hayan sido
complacientes con y beneficiarios de sus injusticias son
“personas inocentes” que merecen la protección del
Estado. Los que no, seguirán haciendo frente a la potencia
militar del régimen bahreiní, quien, junto con sus socios
del CCG, se han salido con la suya: la intimidación masiva
de una población civil; el uso excesivo de la fuerza contra
manifestantes desarmados y pacíficos; la incitación al
odio sectario, las violaciones de Estados Unidos y la
violación del derecho internacional, con una mera regañina.
Pese
a todas las palabras huecas de Estados Unidos sobre los
valores universales, la Casa Blanca ha devuelto la pelota a
los pueblos de sus dictaduras amigas del CCG. El gobierno de
Estados Unidos ha estado sometido a una gran presión en el
último mes por parte de sus socios occidentales para
dirigir la iniciativa contra Gadafi, pero también
internamente para librar otra guerra incierta. En un intento
de apuntalar el apoyo árabe, considerado como crucial con
vistas a legitimar "internacionalmente" la
"coalición internacional" para imponer la zona de
exclusión aérea en Libia, la Casa Blanca alcanzó un
acuerdo con los Estados miembros del CCG, principalmente a
través de la negociación con Emiratos Árabes Unidos. A
cambio de un apoyo simbólico y material árabe, Estados
Unidos guarda silencio sobre el papel del CCG en la represión
violenta de las manifestaciones pacíficas en Bahréin.
Asimismo, Estados Unidos apoyará la campaña mediática y
diplomática del CCG contra Irán y su presunto apoyo de la
oposición de Bahréin. Es en este contexto en el que
Estados Unidos únicamente ha instado a ambas partes en Bahréin
a "actuar con moderación" queriendo decir con
ello, parafraseando a Jon Stewart, del Daily Show, que
"los manifestantes tienen que quitarse de en
medio".
Por
ahora, puede que el poder militar de GCC haya conseguido
reprimir un levantamiento popular democrático en uno de sus
Estados miembros, aunque el jurado aún está deliberando
sobre si todas las fuerzas contra el régimen han sido
completamente derrotadas, desmoralizadas, o cooptadas. Lejos
de haber resuelto los problemas de Bahréin, parece más
probable que el violento y despiadado ataque del régimen
bahreiní contra más de la mitad de su población civil no
hará más que empeorar la situación. Sabiendo que los
funcionarios regresan a sus trabajos y que las escuelas
reabren sus puertas a unos estudiantes traumatizados por los
acontecimientos de las últimas seis semanas, no puedo menos
que preguntarme qué se debe sentir al volver a la
"vida normal" en Bahréin. ¿Qué significa
reanudar las funciones cotidianas después de haber sido
testigo y haber experimentado niveles tan alarmantes de
violencia a manos del mismo régimen que ahora promete
seguridad y diálogo? Que algunos en esta región crean que
esta es la "edad de oro" del CCG sólo añade leña
al fuego, especialmente para quienes han sido los más
afectados por este ataque respaldado internacionalmente.
Dado que Bahréin ha prohibido temporalmente viajar a/desde
Líbano, Iraq e Irán, y ha proporcionado a otros Estados
del CCG una lista con los nombres de los miembros de su
oposición, no cabe esperar que la discriminación estatal
contra la población chií de Bahréin afloje a corto plazo.
No es de extrañar, pues, que muchos miembros de la oposición
hayan estado intentado abandonar su país en los últimos días.
A la familia gobernante se le puede complicar la cosa al
legitimar lo "nacional" en cualquier esfuerzo de
"reconciliación" que pueda patrocinar, aunque es
muy dudoso que los al-Jalifa hayan pensado siquiera en cómo
conseguir que los ciudadanos de Bahréin vuelvan a
coexistir.
La
represión no ha frenado las manifestaciones
El
régimen intenta ahora salvar la economía
Por
Suad Hamada
Desde
Manama
Inter Press Service (IPS), 31/03/11
Bahrein
considera reducir o suspender la aplicación de impuestos a
pequeñas y medianas empresas para ayudar a recuperar la
deteriorada economía, que perdió unos estimados 500
millones de dólares desde el comienzo de las protestas
populares en febrero.
Esas
firmas estarían en riesgo de la bancarrota, ya que prácticamente
no reciben ingresos debido a las grandes manifestaciones
pro-democráticas y la represión de las Fuerzas de Defensa
Bahireníes.
La
inestabilidad comenzó el 14 de febrero, cuando la oposición,
en su mayoría de la rama musulmana chiita, inició una
serie protestas y sentadas demandando una reforma electoral,
la liberación de los prisioneros políticos y la formación
de un nuevo gobierno.
El
régimen sunita del rey Hamad bin Isa Al Khalifa respondió
a estas demandas dejando en libertad a varios cientos de
presos y prometiendo celebrar un "diálogo"
nacional con los grupos opositores.
Pero
la oposición rechazó las ofertas del mandatario y exigió
medidas más profundas, en tanto el monarca ordenó una dura
represión -a pesar de que las manifestaciones eran pacíficas--
para impedir que los activistas bloquearan las carreteras.
Pero
el malestar popular había comenzado en agosto del año
pasado, dos meses antes de las elecciones parlamentarias,
cuando el gobierno comenzó a detener a numerosos activistas
chiitas. La situación se agravó con las acusaciones de 23
destacadas figuras políticas y clérigos en septiembre de
2010, acusados de desestabilizar el país mediante violencia
y sabotaje.
La
represión lanzada por el régimen, y apoyada ahora por
militares enviados por su vecino y aliado Arabia Saudita, no
ha frenado las manifestaciones. Cerca de una decena de
personas habrían muerto y cientos resultado heridas en los
enfrentamientos.
Mientas,
la monarquía intenta salvar también la economía. El Banco
Central instruyó a todas las entidades bancarias en el país
para que reestructuraran los préstamos a las compañías,
sobre todo pequeñas y medianas, con el fin de reducir la
presión financiera.
El
gobernador (presidente) del Banco Central, Rasheed Mohammed
Al Maraj, también reiteró la disposición de la entidad
para cooperar con todas las instituciones financieras con el
objetivo de garantizar la continuidad de las operaciones
bancarias en todos los sectores.
En
tanto, el sector turístico se ha visto duramente afectado,
sobre todo luego de que se cancelaran las carreras de Fórmula
Uno y varias conferencias internacionales previstas para la
primera mitad de 2011.
"Nos
vimos afectados 100 por ciento por la cancelación de la Fórmula
Uno. Todas las reservas de avión, hotel y de alquiler de
autos fueron canceladas, mientras que los ingresos por los
turistas (del Consejo de Cooperación del Golfo) cayeron más
de 50 por ciento", dijo a IPS el gerente de la agencia
de viajes Al Kubasi Travel, Abdalá al Kubaisi.
Lo
habitual es que, "en ésta época, las agencias de
viaje tengamos grandes ingresos gracias a un auge en el
sector, y la caída no estaba dentro de lo esperado",
señaló. Además, subrayando el temor a un daño permanente
en el sector si algunas oficinas no se mudaban a otras
ciudades cercanas.
Al
Kubaisi subrayó que los ingresos del turismo saudita
cayeron drásticamente. Estadísticas oficiales indican que
17 millones de turistas (8.046 por día) llegaron desde
Arabia Saudita a Bahrein el año pasado.
Los
ciudadanos con empresas propias se han visto también dañados
por la inestabilidad política.
Saeed
Khadem, taxista desde hace 15 años, tiene dificultades
ahora para satisfacer las necesidades de su familia.
"No sólo me pasa a mí, sino a todos mis colegas. El más
afortunado de nosotros gana 50 dólares diarios, que es muy
poco, y la mayor parte se va en combustible", dijo.
La
hotelería también se vio sacudida. Las reservas cayeron de
90 a 25 por ciento. El director ejecutivo del Grupo de
Hoteles del Golfo, Ageel Eaees, informó: "Nuestras
operaciones han sido generalmente lentas. Los hoteles
cerraron algunas de sus habitaciones y suites, y redujeron
las horas laborales de los restaurantes".
Las
compañías internacionales no han escapado. La empresa de
informática Microsoft informó que sus ingresos caerían
para el cierre del actual año financiero, que termina en
junio.
No
hay cifras oficiales sobre las pérdidas financieras totales
a causa de inestabilidad, pero analistas las estiman en unos
500 millones de dólares.
"Todos
los sectores en Bahrein han sufrido por la actual situación
en el país, incluso el alimenticio, sobre todo debido a que
los visitantes regulares de los países del Golfo han dejado
de venir", dijo el empresario Abdulrahman Fakhro.
También
predijo el cierre de varias compañías y el despido de
trabajadores locales y extranjeros si la situación no
mejoraba.
Para
salvar a la economía de Bahrein del desastre, el príncipe
saudita Talalbin Abdulaziz Al Saud aseguró en su última
visita que su gobierno seguiría invirtiendo en este país.
Señaló
que sus proyectos procurarían explorar nuevas oportunidades
de inversión, a la vez de respaldar a bancos de desarrollo
y compañías locales.
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