Claro
pero oscuro
Por
Juan Gelman
Bitácora, 24/03/11
Es curioso el proceso que
desembocó en el bombardeo de Libia. La Casa Blanca vaciló mucho antes de dar
su visto bueno: explicó que esperaba una resolución del Consejo de Seguridad
y la aprobación de la Liga Arabe. Sólo que lo aclaró después, cuando
varios senadores se quejaron de la tardanza en actuar. Cabe preguntarse el
porqué de esa demora: ¿se esperaba la contraofensiva de Khadafi para que las
dos partes contendientes se debilitaran al máximo, abriendo así la
posibilidad de instalar un gobierno tan afín a EE.UU. como el de Arabia
Saudita?
El jefe del Pentágono, Robert
Gates, y el contraalmirante William Gortney declaraban que Khadafi no forma
parte de la “lista de objetivos” y que matarlo no figura en el mandato de
la ONU, mientras el secretario de Defensa británico, Liam Fox, reiteraba que
el dictador libio era “un blanco legítimo”. El presidente Obama dijo que
la intervención militar estadounidense obedecía “a una disposición
internacional” y que la participación de su país sería limitada, aunque
no aclaró sus metas. La resolución 1973 del Consejo de Seguridad autoriza a
detener “por todos los medios” la matanza de civiles desatada por Khadafi,
de manera que su alcance es, por lo menos, indefinido. ¿Uno de esos medios
sería la invasión, como en Irak?
Es evidente que las incursiones
aéreas no cancelan la hipocresía del autonominado “Rey de Africa”:
declaró varias veces un alto el fuego, pero sigue combatiendo a los alzados.
La Liga Arabe está molesta porque, a su entender, se estableció la zona de
exclusión aérea para impedir las muertes de más civiles y no para aumentar
su número con las incursiones.
¿Acaso no recordaba las
consecuencias de idénticas medidas aplicadas a otros países sin mayores
resultados políticos? Las zonas de exclusión aérea impuestas hace veinte años
a Saddam Hussein no lo derrocaron, aunque fueron apuntaladas con sanciones y
bloqueos económicos que infligieron un grave daño al pueblo iraquí. ¿Ignoraba
la Liga que Occidente resolvió el impasse invadiendo Irak? ¿Se inquieta
ahora porque no es unánime el apoyo mundial a la Odisea del Amanecer y
porque, además, se cuestiona su papel al abrigar el bombardeo de una nación
árabe?
Si Khadafi no es el blanco y
hasta se habla de una solución con el tirano en el poder, no es fácil
entender el bombardeo y la destrucción de su palacio de recepción de
dignatarios extranjeros. La lógica de las guerras indica que éstas se ganan
por tierra, no solamente por aire y/o por mar. Desde el punto de vista
militar, la relación de fuerzas es adversa a la oposición, que no consigue
el suficiente apoyo de soldados y oficiales libios y carece del entrenamiento
necesario para combatir. Pero ¿a quién satisfaría una zona de exclusión aérea
perpetua acompañada de sanciones y una guerra civil alimentada por armas de
Occidente que sólo agravarían la situación humanitaria?
La Casa Blanca no amengua su
optimismo: los ataques durarían “días, no semanas”, una opinión en la
que Hillary Clinton acaba de reincidir y que no se comparte mucho. Heather
Huriburt, que encabeza la Red Nacional de Seguridad, un grupo que trabaja para
la Casa Blanca, opinó que el desenlace en Libia “se parecerá más al de
Kosovo que al de Bagdad” (//dyn.politico.com, 20–3–11). Kosovo: meses y
meses, no días, de bombardeos arrasadores y el transcurrir de un año entre
el fin de las matanzas ordenadas por Slobodan Milosevic y su deposición.
“El final no está cerca”, agregó Haliburt. El final es el derrocamiento
de Khadafi y eso, en efecto, no está cerca.
Washington procura
desembarazarse del mando de la operación, Obama tal vez no quiere aparecer
como el agresor de otro país musulmán, el tercero en una década, pero la
OTAN no puede hacerse cargo de la tarea oficialmente: Alemania se abstuvo en
la votación del Consejo de Seguridad, ha retirado todas sus fuerzas del
Mediterráneo y decidió no participar en la zona de exclusión aérea. La
canciller Angela Merkel propuso, en cambio, un embargo general de energéticos
libios, provocando un fruncimiento general de cejas: los países europeos
importan un 85 por ciento del petróleo libio y Alemania es abastecida por
Rusia. Gigantes del ramo como la francesa Total, el ENI italiano, la británica
BP, el consorcio español Repsol y la estadounidense Chevron –entre otros–
lo extraen del suelo libio.
Libia es la nación petrolera más
importante de Africa, seguida por Nigeria y Argelia: sus reservas de oro negro
se aproximan al 3,5 por ciento de las reservas mundiales y duplican con creces
las de EE.UU. La intervención militar abarca, sin duda, mucho más que las
preocupaciones por la cuestión humanitaria: si EE.UU. logra hegemonizar el
norte africano debilitando la influencia francesa en particular, y la de otras
ex potencias coloniales europeas en todo el continente negro en general, se
acercará aún más al objetivo estratégico de dominar la mayor parte de esos
recursos del planeta. Un designio cumplidamente imperial.
Tribulaciones
Libias
Por
Juan Gelman
Bitácora, 03/04/11
La oposición a Khadafi está
pasando malos momentos pese a los bombardeos. Por su parte, la Casa Blanca y
la OTAN no están libres de preocupaciones: se ha descubierto que en las filas
rebeldes hay elementos de Al Qaida. Así lo admitió el almirante James
Stavridis, jefe de las operaciones conjuntas en Libia, aunque subrayó que
“la conducción está integrada por gente responsable”
(//washingtonexaminer.com, 29–2–11). Se refería, sin duda, al primer
ministro del Consejo Libio de Transición, Mahmoud Jibril, ex mano derecha del
dictador y ex director de la Junta Nacional de Desarrollo Económico desde
2007, que impulsó la inversión extranjera –en particular de capitales
estadounidenses y británicos– y las privatizaciones en el país africano.
Parece que hace apenas unas semanas descubrió que Khadafi es un tirano de la
peor especie.
Jibril, doctorado en la
Universidad de Pittsburgh, resulta desde luego muy confiable para los
intereses petroleros foráneos. No es el único: Ali Tahroumi, ministro de
Finanzas del gobierno provisional y encargado de los asuntos relativos al oro
negro, volvió a Libia hace un mes tras 35 años de exilio procedente de
EE.UU., donde ocupaba una cátedra de la Universidad de Washington. Hay más
gente responsable.
Galifa Hifter, ex coronel del ejército,
fue designado jefe militar de los rebeldes. Regresó de EE.UU. después de 20
años de ausencia; encabeza el llamado Ejército Libio Nacional, un grupo
opositor con asiento en Virginia, y se sospecha que es un “agente dormido”
de la CIA (www.mcclatchydc.com, 26–3–11). Los tres son apenas algunas
piezas de la oposición, un mosaico variopinto que no mucho tiene que ver con
los centenares de miles de libios que empezaron a salir a la calle a mediados
de febrero, hartos ya del déspota.
Trascendió que el Departamento
de Estado enviaría a Benghazi a Chris Stevens, ex número 2 de la embajada
estadounidense en Trípoli, a fin de “trabajar con los opositores, hacerse
una mejor idea de sus necesidades, evaluar cómo los podemos ayudar y
completar la imagen que de ellos tenemos y llenar así las lagunas de lo que
sobre ellos sabemos” (EFE, 30–3–11). En realidad, las lagunas son pocas.
“El grupo principal que dirige
la insurrección es la Conferencia Nacional de la Oposición Libia (NFSL, por
sus siglas en inglés). Lidera la lucha y es una milicia armada auspiciada por
EE.UU. que integran sobre todo expatriados y tribus opuestas a Khadafi”
(www.axisoflogic.com, 17–3–11). Otro enemigo del dictador: el Grupo
Combatiente Libio–Islámico (LIFG, por sus siglas en inglés), fundado en
1995 por mujaidines que lucharon contra la ex URSS en Afganistán, se dedica
desde entonces a derrocar a Khadafi, pero algunos se han unido a Al Qaida
“para lanzar la Jihad contra los intereses libios y occidentales en todo el
mundo”. En febrero de 2004, el entonces director de la CIA George Tenet
testificó ante el Comité de Inteligencia del Senado y señaló que “una de
las amenazas más inmediatas (a la seguridad de EE.UU.) proviene de pequeños
grupos internacionales de extremistas sunnitas vinculados con Al Qaida.
Incluyen al LIFG” (www.cdi.org, 18–1–05).
El LIFG merece ciertamente
atención. Combate a Khadafi porque lo considera al frente de “un régimen
apóstata que ha blasfemado contra el Señor Todopoderoso”. Su acción más
notoria fue el intento fallido de asesinarlo en febrero de 1996, en el que
murió gente de los dos bandos. No se pudo confirmar que el MI15 financiara el
ataque, como denunció David Shayler, ex agente de ese Servicio de
Inteligencia británico: en cambio, un estudio publicado en el Terrorism
Monitor, de la Jamestown Foundation, revela que “el LIFG recibió hasta
50.000 dólares del terrorista saudita (Bin Laden) por cada uno de sus
militantes caídos” (www.jamestown.org, 5–5–05).
El presidente de Chad, Idriss
Deby Itno, “manifestó que Al Qaida ha saqueado arsenales militares y
comprado armas en la zona libia rebelde, incluso misiles tierra–aire, que
después contrabandeó a sus santuarios” (www.dailytelegraph.com,
25–3–11). Resulta que EE.UU., Gran Bretaña y Francia son ahora camaradas
de armas del LIFG, “el elemento más radical de la red de Al Qaida. La
secretaria de Estado Hillary Clinton admitió los riesgos de esta alianza non
sancta en una audiencia parlamentaria: señaló que la oposición libia es
probablemente más antiestadounidense que Khadafi” (//newamericamedia.org,
20–3–11).
¿Entonces?
Tal vez lo haya explicado
inadvertidamente Denis McDonough, vicedirector de Seguridad Nacional del
presidente Obama: en una conferencia de prensa que se realizó el lunes
pasado, declaró que “la Casa Blanca no toma decisiones sobre asuntos como
una intervención basada en precedentes. Las tomamos basados en cómo podemos
promover mejor nuestros intereses en la región” (www.whitehouse.gov,
28–3–11).
¿Esto significa que los
bombardeos aliados sólo empezaron cuando los rebeldes llegaron a controlar
vastos territorios de Libia y a ocupar ciudades y puertos petroleros clave, y
se aprestaban a apoderarse de la cuenca del Buraiqa, repleta de oro negro? ¿Aunque
Al Qaida estuviera metida en el frente opositor? ¿Y qué harán la Casa
Blanca y la OTAN si, como parece posible, el dictador aplasta la rebelión? ¿Invadir?
¿Negociar? ¿Dejar a Khadafi en su puesto?
|