Por estas partes hay una gran
confusión bajo el cielo, como decía el camarada Mao Tse
Tung. No solo en Libia y el norte de Africa. Especialmente
en Europa la confusión tiene tintes dramáticos.
Ente Italia y Francia ha estallado una
enconada guerra con olor a petróleo y los italianos se han
puesto del lado de Alemania, que no participa de las
operaciones militares, para elaborar “proyectos e ideas”
comunes en la reunión de mañana de la Unión Europea y la
OTAN, la alianza militar occidental, que está asumiendo el
control operativo de las acciones bélicas destinadas a
terminar con el poder del coronel Muammar Kadafi.
Francia y Gran Bretaña conducen junto
con EE.UU. el frente del escarmiento militar. El primer
ministro Silvio Berlusconi, siempre cambiante, ya advirtió
que los aviones italianos patrullan y nada más. “No han
disparado ni dispararán”, dijo cuatro días después de
haber hundido su relación privilegiada con Kadafi, que
incluyó hasta un público besamanos al coronel durante su
última visita a Roma. El canciller italiano Franco Frattini
se echó ayer en una entrevista en los brazos salvadores de
la Unión Africana “que se ha hecho cargo de la tarea de
encontrar una solución” para organizar la salida del
poder del líder verde. Kadafi “no es más un interlocutor
aceptable para ninguno”, sentenció Frattini.
Los italianos han elegido ya al
sucesor, con quién el ministro de Relaciones Exteriores
estuvo reunido hace dos días en Bengazi, la capital
rebelde. Se trata del jefe del gobierno provisorio de la
Cirenaica, Ibrahim Jebril, “quien enseña en universidades
norteamericanas, viaja, tiene ideas y propuestas: es una
figura que podría representar de manera digna a su país”.
Con los franceses crecen las
discrepancias en todo y un rencor mutuo que está a la
vista.
“Para ellos el petróleo y para
nosotros los inmigrantes” , señalan amargos comentarios
periodísticos. La acción decidida del presidente Nicolas
Sarkozy en los ataques aéreos estaría motivada en la
voluntad francesa de ser el principal beneficiario de la
crisis, apropiándose de los de los grandes negocios de petróleo
y gas. Esto significa desplazar a Italia, hasta ahora el
principal socio de Libia. Para que no queden dudas de cuánto
se ha deteriorada la relación bilateral, los italianos
dejaron claramente entender que dos grandes compañías
italianas en venta no pasarán a la propiedad de París. Una
de ellas es la Parmalat.
Italia puede convertirse en el gran
perdedor europeo de esta guerra. Sus intereses comunes con
Kadafi, con inversiones y negocios por 700 millones de
euros, resultarán dañados por el aluvión bélico,
mientras que los 27 socios europeos demuestran escasa
solidaridad o directamente indiferencia frente a los
clamores de ayuda de los italianos debido a la “invasión”
de miles de nordafricanos que están llegando a las costas más
meridionales, como son las islas al sur de Sicilia.
En las últimas semanas han llegado
miles de tunecinos que abarrotan la isla de Lampedusa, donde
ahora los cinco mil pobladores italianos son una minoría,
mientras barcos de guerra, aviones y naves mercantiles han
trasladado a otros miles a distintos centros en la península.
Profundas diferencias sobre la campaña
Arduo debate de la OTAN sobre Libia
Los cancilleres de los países de la
OTAN lucharon ayer para resolver profundas diferencias sobre
la campaña de Libia y fracasaron al pedir más aviones caza
para atacar a las tropas de Khadafi, a pesar de los pedidos
británicos y franceses para tener mayor apoyo militar de
otros países de la alianza.
Anders Fogh Rasmussen, el secretario
general de la OTAN, terminó el primero de los dos días de
la cumbre en Berlín con una solicitud de más aviones para
atacar las fuerzas terrestres de Khadafi. Sin embargo, no
hubo un compromiso para suministrar más aviones y el tema
de armar a las tropas rebeldes fue muy discutido.
La secretaria de Estado de Estados
Unidos, Hillary Clinton, se negó a comentar directamente
sobre los reclamos italianos para que Occidente arme a los
rebeldes. En cambio, le pidió al mundo que “profundicemos
nuestro compromiso y aumentemos nuestro apoyo a la oposición
libia”. Ante la pregunta de qué pensaba sobre armar a los
opositores de Khadafi, el canciller francés, Alain Juppé,
dijo que su país no “tenía eso en mente”, e insistió
en que sólo podría haber una solución política al
problema libio.
El énfasis estaba más en la campaña
aérea de la alianza atlántica. “Para evitar muertes
civiles necesitamos un equipo muy sofisticado, de manera que
necesitamos más aviones caza para atacar el terreno para
misiones aire a tierra”, dijo Rasmussen. “No obtuve
promesas o garantías de esta reunión, pero escuché
indicaciones que me dan esperanzas”, añadió el
funcionario.
El progreso de la OTAN en Libia se vio
disminuido por la incapacidad de los rebeldes para vencer a
las fuerzas de Khadafi que se han ocultado en áreas
pobladas para evitar los ataques aéreos occidentales. Para
resolver la impa–sse, Gran Bretaña y Francia han pedido más
ataques por parte de sus aliados en la OTAN, especialmente
Estados Unidos.
Sin embargo, Italia y España hicieron
saber ayer que no participarían en ataques aéreos, y
Estados Unidos hasta ahora insiste en que no ve la necesidad
de cambiar lo que describe como su “rol de apoyo” en la
campaña, que le ha visto volar una tercera parte de las
misiones. Alemania decepcionó a sus aliados al negarse a
verse envuelta en el conflicto desde el comienzo, pero desde
entonces ha dado una velada insinuación que podría estar
preparada para defender el abastecimiento de ayuda
humanitaria a Libia. Como resultado, las fuerzas aéreas de
sólo seis de los 28 Estados miembros de la OTAN están
llevando a cabo ataques aéreos en la campaña para ayudar a
los rebeldes libios.
Hillary Clinton declinó decir ayer si
su país eventualmente suministraría más aviones para
ataques a tierra. Ella enfatizó que el cambio de régimen
quedaba fuera del mandato de la OTAN. Sin embargo, añadió:
“Debemos intensificar nuestra misión política, diplomática
y económica para presionar y aislar a Khadafi y provocar su
partida” declaró la jefa de la diplomacia de Obama.
Pace
of Attacks in Libya Conflict Is Dividing NATO
With
the United States limiting itself to a supporting role in
the conflict in Libya, fissures opened among NATO allies on
Tuesday over the scope and intensity of attacks against the
forces of Col. Muammar el–Qaddafi, officials here and in
Europe said.
Washington.–
On the eve of two important meetings this week, France and
Britain openly called on the alliance and its partners to
intensify airstrikes on Libyan government troops to protect
civilians, prompting an unusual public retort from NATO’s
command that it was carrying out the military operation
under the terms of the United Nations Security Council
resolution that authorized force.
“As
long as regime forces continue attacking their own people,
we will intervene to protect them,” Lt. Gen. Charles
Bouchard of Canada, the NATO operational commander, said in
Naples, Italy. “NATO’s resolve is in its mandate to
protect the civilian population.”
Arriving
for talks in Luxembourg with other European leaders, the
British foreign minister, William Hague, said that the
allies had to “maintain and intensify” the military
effort, noting that Britain had already deployed extra
ground attack planes.
“Of
course, it would be welcome if other countries also did the
same,” Mr. Hague said.
His
remarks, echoed by Foreign Minister Alain Juppé of France,
reflected what officials have described as a complex and at
times convoluted coalition, with many participating
countries refusing to carry out airstrikes against forces on
the ground, even as their planes patrol the skies over Libya.
Britain
and France, for example, are now flying the bulk of the
attack missions, with Norway, Denmark and Canada also
striking Libyan targets on the ground. But other countries,
including the Netherlands, Sweden, Qatar and the United Arab
Emirates, are taking less aggressive roles, enforcing the
no–fly zone over Libya or conducting reconnaissance
missions, in a nod to political considerations back home.
The
varying tactics reflect the different ways in which each
country in the coalition views the mission, and how tough it
has been to corral all the participants into focused attacks.
In
Washington, Obama administration officials sought to tamp
down a growing sense of concern among some military analysts
that the combination of the Americans’ back–seat role,
NATO’s inexperience in waging a complicated air campaign
against moving targets and botched communications with the
ragtag rebel army had thrown the mission into disarray. In
the past week, NATO pilots were involved in two friendly–fire
instances that killed well over a dozen rebel fighters.
Meantime,
as some allies privately hope for the return of the American–led
ground–attack missions, other coalition partners have
expressed concern that their supplies of precision–guided
bombs are running low after more than 800 strike missions.
“We
have every confidence in NATO’s ability to carry out the
tasks of enforcing the arms embargo as well as the no–fly
zone and the protection of civilians in Libya,” Mark Toner,
a State Department spokesman, said Tuesday. “As the
president said, the U.S. and other key partners had
capabilities that they brought to this operation upfront,
and then our role would diminish as NATO stepped up and took
command and control of the operation. And that’s what’s
happened.”
The
United States has worked hard to limit its role in the
Libyan campaign, arguing that it has its plate full with
wars in Iraq and Afghanistan. It has also argued that Libya’s
history and proximity to Europe make it a European problem,
and that it was the French, in particular, who had argued
for aggressive intervention.
Still,
officials in Washington and Europe expressed frustration and
worry about the coordination of the campaign, though a
senior official of the Obama administration said it was
willing to accept the complications inherent in the command
of the operation because “there’s a huge benefit in
having a wider coalition.”
The
countries involved in the conflict are to hold separate
meetings this week to try to maintain a consensus on forcing
Colonel Qaddafi to end attacks on cities held by rebel
forces.
In
Doha, Qatar, on Wednesday, representatives of one group of
allied countries will discuss the diplomatic initiatives now
under way, led by the United Nations special envoy for Libya,
Abdel Ilah al–Khatib, and African leaders. Libya’s
former foreign minister, Moussa Koussa, who fled to Britain,
is also expected to attend. NATO members begin a meeting the
next day in Berlin.
The
American delegation to the meetings in Doha will be led by
Under Secretary of State William J. Burns. Secretary of
State Hillary Rodham Clinton, who met with the Jordanian
foreign minister and the emir of Qatar in Washington on
Tuesday, will attend the NATO meeting in Berlin.
The
separate meetings are themselves a sign of the bifurcated
political and military leadership of the coalition, whose
members remain divided over the means of the operation, if
not the end: a political transition in Libya that sees the
removal of Colonel Qaddafi.
“Forming
coalitions is complicated enough,” the senior
administration official said. “Sustaining them is
sometimes equally complicated. It requires a lot of hard
work and tending.”
A
European diplomat expressed concern that the efforts to
negotiate a cease–fire — rebuffed so far by the rebels
and government loyalists — could have a potential
“demobilization effect” among some of the militaries now
involved, because it might entice some countries to slow
down the assault. Referring to Colonel Qaddafi, the diplomat
insisted that “we have to maintain the military pressure
on him” in order to end the conflict.
Several
European and NATO diplomats acknowledged on Tuesday that
NATO’s initial handling of the air campaign has been
plagued with problems and miscommunications. But these
officials insisted that with improving weather and lessons
learned from a week’s worth of hard knocks, the tempo of
operations was steadily improving.
A
senior NATO diplomat said, for instance, that the alliance
decided only at the end of March how many aircraft it would
need to maintain the operation that the United States led
for about 10 days. After some reluctance, countries were
providing the forces to fill the requirements.
NATO
is now flying just under 200 aircraft, with the United
States supplying about 40 refueling, reconnaissance and
other specialized planes that few if any other countries
have. The United States also has about 40 aircraft in
reserve, including tank–killing A–10s and AC–130
gunships.
The
diplomats said that after a rough start, NATO was getting
better at attacking mobile targets by identifying them
accurately and quickly and relaying that information to the
warplanes. “There is a learning curve, but we are
progressing,” a French diplomat said. “The Americans are
not indispensable.”
In
Brussels, Brig. Gen. Mark van Uhm, NATO chief of operations,
said Tuesday that allied warplanes flew an average of 62
bombing runs a day last weekend, about on par with what the
American–led operation did.
“We
are having an effect,” General van Uhm said. “Qaddafi
forces can’t fight how they want to, where they want to or
with what weapons they want to.”
(*)
Steven Erlanger and Alan Cowell contributed reporting from
Paris.