Con el ojo
puesto en el petróleo y en las rebeliones árabes, el
imperialismo juega
la carta de la intervención militar
La rebelión ante un cruce de caminos
Por
Roberto Ramírez
Para
Socialismo o Barbarie, 25/04/11
La
gran rebelión de las masas árabes está lejos de calmarse,
aunque desde Marruecos a Iraq, en todos los países de esa
vasta región se presentan las situaciones más desiguales.
En algunas, las luchas están al rojo vivo contra los
apolillados dictadores y autócratas (Libia, Siria, Yemen,
Bahrein...). En otras (Egipto, Túnez) el triunfo del
“primer acto”, la caída de los dictadores, no ha
detenido el proceso sino que ha colocado un nuevo desafío:
seguir avanzando hasta consumar una verdadera revolución
política y social, lo que exige que la clase trabajadora y
las masas populares tomen el poder. Por último, en los países
que aparecen más atrás, “la procesión va por dentro”:
esto es así, incluso en la aparentemente petrificada Arabia
Saudita.
El
“despido” de Gadafi: petróleo y política
Es
en este cuadro que se da un hecho de capital importancia: la
intervención imperialista en la guerra civil de Libia.
Como
definió José María Aznar, el líder ultraconservador español
al criticar la intervención, Gadafi era “un amigo
extravagante de Occidente, pero un amigo...”[1] Ahora
Gadafi, el antiguo amigo y socio de Sarkozy y Berlusconi, ha
aprendido en carne propia que el imperialismo “no tiene
amigos permanentes ni enemigos permanentes: sólo tiene
intereses permanentes”.[2]
En
este caso, hay varios “intereses permanentes” en juego.
Esta acción tiene, por supuesto, en primer lugar, el
objetivo de “normalizar” la explotación y control del
petróleo libio, una de las principales fuentes de
abastecimiento de Europa. Gadafi venía garantizando esto
desde hace muchos años. Pero la rebelión iniciada en
febrero, que fue derivando en una guerra civil, hizo
necesario al imperialismo plantearse su reemplazo. Además,
si el imperialismo es el “gran elector” de sus
reemplazantes, podría conseguir condiciones aún mejores de
explotación.
Sin
embargo, a estos poderosos motivos económicos, se suman
otras razones aun más trascendentales: una política hacia
Libia y también hacia el conjunto de las rebeliones árabes.
Intervención
militar “humanitaria” en Libia mientras se encubre a los
peores regímenes
Las
rebeliones en Túnez y Egipto tomaron desprevenidos tanto al
imperialismo yanqui como a los europeos. En sus primeros
momentos, actuaron de contragolpe, intentando sostener a sus
indefendibles dictadores.
Gadafi
ahora les sirve de chivo emisario para “lavarse la cara”
y aparecer ante las masas árabes como campeones de la
“democracia” y los “derechos humanos”.
Pero
la cosa va mucho más allá. Como señalamos en su
momento, “EEUU y los imperialismos europeos se arrogan no
sólo el derecho de intervenir en Libia y decidir sobre su
gobierno, sino también sobre qué régimen sucederá al de
Gadafi y quiénes lo reemplazarán. Pero, decidir sobre
Gadafi y el ‘régimen de transición’, implica al mismo
tiempo que las potencias imperialistas tienen derecho a
intervenir y quitar, poner o mantener al gobierno que deseen:
¡esto se presenta como una fórmula aplicable a todo el
mundo árabe en rebelión! Las conferencias de las potencias
imperialistas decidirán cuál gobierno es ‘legítimo’
y cuál es ‘ilegítimo’ ”.[3]
La
farsa de la intervención militar “humanitaria” en Libia
es el telón detrás del cual se quiere legitimar esta
relación colonial. Sin embargo este telón tiene
enormes agujeros: no puede ocultar que, simultáneamente,
las “democracias” de Occidente siguen avalando a
gobiernos no menos sanguinarios que el de Gadafi. ¡Al mismo
tiempo que se iniciaban los bombardeos “humanitarios”
sobre Libia, Occidente bendijo otra intervención militar:
la invasión de Bahrein por las tropas de Arabia Saudita
para reprimir a sangre y fuego las protestas populares! Allí
hay una base naval de EEUU, y cualquier movimiento le
resulta intolerable a Washington.
Los
dos peligros de la rebelión de Libia: Gadafi que intenta
aplastarla y el imperialismo que trata de manejarla y
cooptarla
“La
historia de las revoluciones es, por encima de todo, la
historia de la irrupción violenta de las masas en el
gobierno de sus propios destinos... Las masas no van a la
revolución con un plan preconcebido de sociedad nueva, sino
con un sentimiento claro de la imposibilidad de seguir
soportando la vieja sociedad... Sólo los sectores
dirigentes de cada clase tienen un programa político...” (Trotsky,
Prólogo a la “Historia de la Revolución Rusa”)
Pero
la intervención militar imperialista también significa un
nuevo factor que comienza a operar directamente en Libia.
Inicialmente,
la rebelión involucró a grandes masas populares. El
impacto de este movimiento tomó desprevenido al régimen, e
hizo desmoronarse a todo un sector de las fuerzas armadas y
la administración pública.
En
las ciudades donde fue derrotado, surgieron centenares de
“comités populares” que pasaron a controlar y/o ejercer
las funciones del estado, organizaron la distribución de
comida, tomaron e hicieron funcionar instalaciones claves,
como usinas de electricidad, instalaciones portuarias, etc.
Pero este despliegue extraordinario de combatividad,
iniciativa y autoorganización popular no significaba que,
como subrayaba Trotsky, las masas ya vinieran “con un plan
preconcebido de sociedad nueva”, ni con “un programa político”.
Mientras
este proceso se daba por abajo, al mismo tiempo, por arriba,
se formó un “Consejo Nacional de Transición” (CNT),
reconocido como gobierno provisional por Occidente.
Inicialmente, el CNT reflejaría el compromiso entre dos
sectores: por un lado, de algunos líderes surgidos del
levantamiento; por el otro, de personajes del viejo régimen
que en algún momento defeccionaron de las filas de Gadafi.
Este
último sector parece contar con el decisivo apoyo de
Occidente y, evidentemente, ha terminado
hegemonizando la cúpula. Entre ellos figuran nada menos
que Mustafá Abud Jalil, ex ministro de Justicia de
Gadafi hasta el 21 de febrero pasado, y el general Abdul
Fatah Yunis,
ex ministro del Interior y antiguo amigo personal del
dictador, que también desertó en febrero. Y ocupan los
dos principales cargos: Jalil preside el CNT
y Yunis es su jefe militar.
Según
The New York Times, el hecho de que jefe militar
“oficial” de los rebeldes haya sido mano derecha de
Gadafi hasta hace pocas semanas, viene generando serios
problemas para unificar y disciplinar a los grupos armados
rebeldes en un solo “ejército”.[4]
Factores
que aprovecha el imperialismo
Con
esas “palancas”, Occidente pelea la “cooptación” y
el manejo de la dirección y, a través de ella, el
encauzamiento de todo el proceso. Esto se ha visto
facilitado por varios factores, algunos de los cuales
alertamos ya en nuestro primer análisis del estallido de
Libia.
El
primero de ellos hace a la formación económico–social
de Libia: “A diferencia de Egipto o Túnez –cuyas
respectivas formaciones económico–sociales son modernas,
donde predomina la estructuración en clases sociales–, en
Libia aún tienen peso importante las estructuras tribales,
precapitalistas. Con la urbanización y el desarrollo del
capitalismo, en Libia se han ido desarrollando clases
modernas (trabajadores asalariados, clases medias, burguesía),
pero esto ha sido mucho más limitado que en sus vecinos del
norte de África... Para ejercer el poder, Gadafi se apoyó
en este complejo de estructuras tribales. A la cabeza del
aparato militar, Gadafi ejerció un bonapartismo peculiar,
arbitrando entre las diferentes tribus (y sus jefes) la
distribución de la renta de hidrocarburos...
“En
ese contexto, aunque el estallido de protestas masivas abarcó
todo el país, incluyendo la capital, Trípoli, no parece
casual que la rebelión haya triunfado en la región este de
Libia (la Cirenaica, cuya principal ciudad es Bengazi).
Aunque esa región es la principal zona productora de
hidrocarburos, la población que la habita parece haber sido
la más desfavorecida en el reparto de la renta petrolera.
“Un
grave peligro es que la supervivencia de estructuras
tribales y el desarrollo relativamente más débil de clases
sociales modernas puede facilitar las operaciones políticas
del imperialismo y también sus intervenciones militares,
como ha sucedido en otros países africanos.”[5]
Un
segundo elemento, es que, operando sobre esa peculiar
estructura social, el régimen brutalmente represivo de
Gadafi logró limitar al extremo cualquier forma de
oposición organizada o de actividad meramente
“independiente”; es decir, lo que se denomina
“sociedad civil”. Por el contrario, en Túnez, por
ejemplo, fue fundamental el papel de sectores sindicales
independientes. En Egipto, además de una fuerte clase
obrera con organizaciones propias, existía una variedad de
movimientos sociales y políticos juveniles, populares, etc.
En
los casos de Egipto y Túnez, todo eso fue un poderoso
factor para la organización de los movimientos y rebeliones
populares. Pero, al mismo tiempo, facilitó las
“mediaciones” y negociaciones para que todo fuese menos
violento que en Libia, y luego permitió encauzar salidas
de compromiso, como las de deponer a Ben Alí y Mubarak
dejando relativamente intactos el aparato del Estado y el régimen
mismo.
Libia
fue lo opuesto. La falta de oposición organizada fue un
factor que impidió negociaciones y compromisos, y llevó
las cosas al todo o nada... a una situación de
guerra civil casi inmediatamente.
Pero,
al mismo tiempo, esas masas en rebelión venían prácticamente
sin experiencias de organización política o social
propia. En esta brecha actúan las operaciones de
cooptación del imperialismo.
Entre
la espada de Gadafi y la pared de la intervención
imperialista
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Inicialmente,
afiches como éste en las zonas rebeldes
rechazaban la
intervención occidental.
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El
tercer y quizás más importante factor ha sido el curso
de la guerra civil misma. La rebelión logró imponerse
inicialmente en casi todo el país, pero fue masacrada en la
capital, Trípoli, donde además Gadafi tenía concentrado
su aparato militar y político. A partir de allí sus
tropas, armadas con la más moderna ferretería, lanzaron
una ofensiva para recuperar gran parte del territorio.
El
terror que esto desencadenó fue determinante para reducir
el inicial rechazo a una intervención extranjera.[6] En las
calles de las ciudades rebeldes había carteles, como el que
se reproduce aquí, contra la intervención de Occidente. El
chantaje del terror a Gadafi, por un lado, y el trabajo de
“convencimiento” desplegado por el CNT, por el otro,
fueron limando las objeciones.
Tanto
el CNT como el mismo imperialismo fueron “dosificando” hábilmente
el tema. ¡Ningún soldado occidental pisaría Libia! Y el
prematuro intento de desembarco de un grupo de militares
británicos el 5 de marzo fue respondido con su captura y
expulsión por los rebeldes. En un primer momento, se dijo
que la intervención se limitaría a la “exclusión aérea”.
Es decir, a prohibir los vuelos de la aviación de Gadafi.
Luego,
resultó que la “exclusión” era insuficiente: de allí
se pasó a los bombardeos a blancos en tierra, que causaron
también numerosas víctimas civiles y de combatientes
rebeldes.
Ahora
eso tampoco basta. Reprueban a las tropas rebeldes por
indisciplinadas y no saber combatir. Es necesaria, entonces,
la presencia de “asesores” occidentales que las
encuadren y dirijan en el terreno. Como EEUU ya tiene
suficiente con Afganistán e Iraq, militares británicos,
franceses e italianos van a “asesorar” a los ignorantes
libios.
¿Pero
no fue así que comenzó la guerra de Vietnam, con
“asesores” militares? ¿Y ahora las tropas de la OTAN en
Afganistán, no dicen acaso que están para “asesorar” y
“entrenar” al ejército afgano?
La
rebelión de Libia ante un cruce de caminos
“Libia:
¿rebelión popular, guerra civil o agresión militar?: las
tres cosas, en verdad”
(Michel Collon, « Comprendre la guerre en Libye »,
Investig'Action, 08/04/11)
El
hecho es que la “exclusión aérea”, luego los
bombardeos y ahora el desembarco de asesores no han podido
impedir que la guerra civil se estanque. Algunos jefes
militares occidentales hablan de hasta uno o dos años de
“entrenamiento” y “asesoramiento” para romper el
impasse...
Mientras
tanto, la intervención imperialista no ha producido la
instantánea caída de Gadafi, pero comienza a tener graves
efectos negativos en la rebelión.
En
primer lugar, comienza a restarle legitimidad,
al mismo tiempo que permite a Gadafi volver a presentarse
como opositor al imperialismo, después de 20 años de ser
el fiel pero “extravagante” amigo de Occidente, al decir
de Aznar.
En
segundo lugar, deja a la rebelión cada vez más a merced de
los imperialismos, que “no tienen amigos ni enemigos
permanentes, sino intereses permanentes”. ¡Y la factura
que le pasará Occidente por su desinteresada “ayuda”,
será aplastante!
Por
último, las efectos en el resto del mundo árabe serán no
menos contraproducentes. La maniobra en curso de establecer
una especie de “protectorado” occidental sobre la
rebelión libia, va a terminar aislándola y enajenándole
las merecidas simpatías de las masas populares de la región.
Efectivamente,
en Libia se viene dando una combinación de rebelión
popular, guerra civil y agresión militar imperialista.
Hasta ahora, el elemento determinante ha sido la rebelión
estallada en febrero. Pero si la intervención imperialista
pasa a primer plano, eso va significar también la liquidación
de la rebelión de las masas libias, más allá de que
Gadafi siga en el trono o lo reemplace algunos de sus ex
ministros que hoy encabezan el CNT.
Notas:
1.–
“Aznar critica que la UE y EEUU abandonen a Gadafi”, El
Mundo, 16/04/11.
2.–
Frase de Lord Palmerston, político y primer ministro británico,
1784–1865.
3.–
“¡Fuera el imperialismo de Libia! ¡Basta de bombardeos!
– ¡A Gadafy lo deben echar las masas, no las tropas de la
OTAN!”, declaración de SoB, 31/03/11.
4.–
Rod Nordland, “Aid Goes to a Divided Force”, New York
Times, April 19, 2011.
5.–
“¡Ni Gadafi ni intervención imperialista!”, declaración
de SoB, Socialismo o Barbarie, periódico Nº 196, 04/03/11.
6.–
Juan Miguel Muñoz, “«Estamos completamente en contra de
cualquier intervención extranjera», declara líder
insurgente”, Enviado especial a Bengasi, El País,
28/02/11.
Sectores
de la “izquierda” e incluso de la “extrema
izquierda” europea
apoyan
la intervención
Una
capitulación infame a su propio imperialismo
Por
Roberto Ramírez
Para
Socialismo o Barbarie, 25/04/11
La
maniobra de presentar la intervención militar y los
bombardeos y en Libia como una “operación humanitaria”,
le ha permitido a los imperialismos europeos sembrar la
confusión en la “opinión pública”. A eso han
contribuido además los aparatos de la “izquierda”
socialdemócrata... pero también lamentablemente la
capitulación de algunos sectores de la “extrema
izquierda”.
En
el caso de Francia, esto tiene su importancia porque Sarkozy,
junto con Cameron del Reino Unido, encabeza los bombardeos y
ahora enviará también “asesores”; es decir, tropas de
tierra.
Pero
mientras en Londres organizaciones unitarias, como Stop the
War Coalition, han organizado piquetes y demostraciones, en
Francia lo que impacta es la pasividad prácticamente absoluta de la
“extrema izquierda”, especialmente de su principal
organización, el NPA (Nouveau parti anticapitaliste).
Hay
varias razones de esta pasividad. La primera es que el NPA,
que atraviesa además una profunda crisis, no acostumbra a
mover un dedo si no es en acuerdo y “unidad de acción”
con las organizaciones que en Francia se llaman de
“izquierda”. Es decir, con el PS (Parti socialiste), el
PCF (Parti communiste français) y el PdG (Parti de gauche).
Pero el PS y el PdG, como de costumbre, apoyan
fervorosamente los bombardeos de su imperialismo. En cuanto
al PCF, los critica... platónicamente. No está dispuesto a
hacer nada que perturbe las relaciones con ellos...
Pero
la causa fundamental de esta pasividad del NPA es que un
importante sector también apoya la intervención
imperialista. Aunque la posición “oficial” es
contraria a ella,[1] varios dirigentes y también figuras
intelectuales del partido y de su corriente internacional se
han “tragado el cuento” de la “intervención
humanitaria”!!
El
resultado es que la única acción de estos revolucionarios
en el país que inició y encabeza los bombardeos, ha
sido... la de abrir un foro de debates en su sitio web.
Una
de esas figuras es Gilbert Achcar, actualmente
profesor de la School of Oriental and African Studies de la
Universidad de Londres. Lo notable en este caso es que
Achcar, se “traga” todo un menú de cuentos,
desde la confianza en los personajes del Consejo Nacional de
Transición (CNT) hasta las ilusiones en la “zona de
exclusión aérea”...
En el primer punto, Achcar sostiene que
“el Consejo Nacional de Transición impulsa un claro
programa de cambio democrático y reclama elecciones libres
y limpias...”[2] ¿A la School of Oriental and African
Studies, no han llegado las noticias de quiénes han copado
el CNP? ¿Cómo se puede dar ese voto de confianza ciego a
personajes que fueron hasta hace unas semanas hombres de
Gadafi?
Pero eso no es nada, comparado con el
volumen de los demás cuentos a tragar: “es un
error por parte de cualquier fuerza de izquierda oponerse a
la idea de una zona de exclusión aérea y de destrucción
de las unidades blindadas de Gadafi... [...] sin estar en
contra de la zona de exclusión aérea, debemos expresar
nuestra desconfianza y defender la necesidad de vigilar muy
de cerca las acciones de los países que intervengan, a fin
de asegurar que no vayan más allá de la protección de los
civiles con arreglo al mandato de la resolución del Consejo
de Seguridad”.[3]
¡Achcar
en el País de la Maravillas! ¡Vamos a “vigilar de
cerca” las acciones militares para que sólo “protejan a
los civiles”. ¿Pero cómo? Y esto lleva a otro cuento mayúsculo:
la buena voluntad del Consejo de Seguridad... que debería
cambiarse el nombre y llamarse Consejo de Asesinos porque ha
legalizado todas las intervenciones militares y masacres del
imperialismo. ¡Y ahora también la de Libia!
Notas:
1.–
«Communiqué du NPA. Soutien au peuple libyen contre la
dictature», TEAN, 18 mars 2011.
2.–
Achcar, «Le discours de Barack Obama sur la Libye et les tâches
des anti–impérialistes», TEAN, 22 avril 2011.
3.–
Achcar, cit.
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