Las revueltas del mundo árabe tienen
un inaudito y marcado carácter laico. Los partidos y
movimientos islamistas han acompañado la voluntad popular
de tomar la calle para reivindicar una vida digna, pero no
han estado vinculados de forma directa al origen de la
protesta. Han aportado su capacidad de organización, de
movilización, sin dirigirlo ni imponer sus reivindicaciones
o manipulado la revolución.
Es
lo que ha ocurrido en Egipto, donde los Hermanos
Musulmanes (HM), partido tolerado pero ilegal en los más de
treinta años del régimen de Hosni Mubarak, tomó el
espacio frente a la mezquita de la Plaza Tahrir, igual que
el centro perteneció a los blogueros y miembros del
Movimiento 6 de abril, o cada extremo fue ocupado por
ciudadanos de Alejandría, de Port Said…
Uno
de los aspectos que sin duda hicieron triunfar las
revoluciones de Egipto y Túnez fue la capacidad inédita en
la región de utilizar el consenso para tomar decisiones, el
reto de crear de la nada un sistema en el que cada persona
tuviera derecho a exponer en voz alta su opinión.
La
evolución de cara a las próximas elecciones, tanto en Túnez
como Egipto, ha hecho que los partidos islámicos se
concentren en sus posibles electores. Ya no existe una lucha
común: terminar con el régimen; y ahora es el momento de
decidir quién liderará la transición, los primeros pasos
de un cambio en el que todas las partes se han vuelto lógicamente
celosas.
Mientras
los islamistas tunecinos de En Nahda (Renacimiento) hacen
cada día más visible su presencia en la calle, organizando
sermones y rezos “espontáneos” en medio de la calzada,
e “invitando” a las mujeres que no llevan velo a ponérselo;
los HM egipcios insisten en que no presentarán candidato a
las elecciones presidenciales mientras trabajan su revolución
interna motivada por las nuevas generaciones que quieren
tomar el relevo del movimiento social con mayor capacidad de
movilización del país. Isa al Arián responde esta semana
en Al Hayat a preguntas que marcarán el futuro de
los HM. Se remonta a las enseñanzas del fundador, Hassan al
Banna, para recuperar la esencia del movimiento: “Los HM
no piden el poder para ellos mismos, si encuentran en la Umma
a quienes estén preparados para llevar esta carga y para
gobernar con un programa islámico coránico porque éstos
son sus soldados, sus acólitos y sus partidarios. De no
encontrar a personas de estas características, tendrán que
gobernar desde su programa y trabajarán para arrebatar el
poder a cualquier gobierno que no ejecute las órdenes de
Dios (…) será necesario un periodo en el que se difundan
y dominen los principios de los HM, durante el cual el
pueblo aprenda a anteponer los intereses públicos a los
intereses privados”.
En
Túnez, los islamistas que dirige Rachid Ganuchi (En
Nahda) tampoco presentarán candidato a las elecciones
presidenciales. El politólogo Sami Naïr explicaba el
pasado 12 de febrero en El País cómo ha variado la
situación en el interior del país: “(…) el régimen caído
encontraba en la represión de este partido [En Nahda] una
buena excusa a ojos de los occidentales para legitimar su
dictadura. Pero en Túnez nadie se lo creía”. Para Naïr
“ha llegado la prueba de la verdad: zanjar democráticamente
el tema de la gestión política del islamismo”.
Tanto
los islamistas egipcios como los tunecinos son conscientes
de que no estuvieron en el origen ni en el centro de las
protestas. Se han visto obligados a ser uno más en la
esfera de movimientos contra el régimen. Entienden que
ahora tienen que respetar otras tendencias políticas,
incluidas las seculares, y ser inteligentes ante los avances
que, sobre todo en el caso de Túnez, han logrado las
mujeres con respecto a su estatus personal. Aunque como
apunta Naïr hay un aspecto que sin duda explotarán:
“Conscientes de que las otras fuerzas políticas no confían
en ellos, están sin embargo convencidos de que el régimen
democrático no podrá responder rápidamente a las
expectativas sociales de la población. El tiempo juega por
tanto a su favor”.
En
Jordania las exigencias de cambio comenzaron a
principios de febrero, pero la actitud preventiva del rey
Abdullah II con la creación de un Diálogo de Unidad
Nacional está logrando evitar un enfrentamiento permanente
con el régimen. Los HM, a través de su brazo político el
Frente de Acción Islámica (FAI), no participan en esa
plataforma conciliadora lanzada por el monarca pero están
jugando un papel interesante. La prensa habla de “una
nueva crisis entre el gobierno y los HM” en la que Bassam
al Baddarin explica en Al Quds al Arabi que el
gobierno “esquiva las verdaderas reformas” por la
supuesta amenaza islamista. “Los islamistas no pueden
suponer un obstáculo ante una verdadera reforma (…) se
consideran a sí mismos víctimas de la ausencia de una
voluntad de reforma (…). La tendencia de algunos
mandatarios de la corriente islamista a comportarse y pensar
en un escenario y no en una nación se debe a las sucesivas
desilusiones sufridas por los islamistas desde el año 2007,
cuando se cometió un gran fraude en las elecciones
municipales y parlamentarias en la era del gobierno de
Maaruf Bajit [el primer ministro designado a finales de
enero de 2011 por el rey hachemita para resolver la crisis
actual], especialmente dirigido contra los islamistas
moderados”. De hecho, esta semana la sede del FAI ha sido
atacada en la capital jordana elevando aún más la tensión
entre el Gobierno y la formación que dirige el sheij Hamza
Mansur. “Los expertos creen que las presiones sobre la
corriente moderada de los HM pueden llevar hacia el
extremismo a muchas organizaciones del movimiento o provocar
la aparición de grupos fundamentalistas extremistas que
rivalicen con los HM y también con las autoridades y que
anatematicen a ambas partes”, traslada en Al Quds al
Arabi, Bassam al Baddarin de una entrevista realizada a
Mansur.
No
son pocos los que están mirando hacia Turquía como modelo
político en el que la fuerza islamista esté representada
con la proporción adecuada a la realidad de cada sociedad.
“El establecimiento de la legitimidad democrática
representa una de las garantías de control del equilibrio
en Turquía, donde se ha pasado de la dominación de un régimen
unipartidista a un sistema multipartidista a través de una
transición difícil que se prolongó durante los años
sesenta”, señala Hiu Bob en Al Hayat. Reconoce las
deficiencias democráticas que aún existen en Turquía,
pero apunta como positiva la delimitación del papel del Ejército,
un aspecto fundamental en las actuales revueltas árabes y
reconoce que solo países como Egipto e Irán, “con una
larga y arraigada tradición de estado moderno heredada del
imperio otomano” podría seguir los mismos pasos con
cierta garantía de éxito.
“¿Las
revoluciones que están teniendo lugar en algunos países árabes
son islamistas o anti-islamistas?” , se pregunta Said
Harib. La respuesta está en proceso de maduración, pero
los hechos empiezan a dar algunas pistas porque el islam político
no ha jugado un papel predominante en los países donde ha
triunfado la revolución ni en los que están en proceso de
cambio, además de que han provocado que tendencias ideológicas
contrarias o enfrentadas aúnen fuerzas con un objetivo común
(liberales, conservadores, nacionalistas, islamistas, de
izquierdas).
La
capacidad de resistencia, organización e implantación
social parecen ser las principales ventajas de las
formaciones islamistas que con el paso de las semanas van
aprendiendo a aprovechar el momento actual. Los resultados
que obtengan sólo tendrán un efecto práctico directo
cuando se conozca los resultados de las primeras elecciones
libres y democráticas en los países que han hecho caer sus
dictaduras.
Pasos significativos
Esta
semana se han dado pequeños pasos muy significativos en los
países donde la revolución ha triunfado. En Egipto,
el fiscal general del Estado anunciaba la detención del ex
presidente Hosni Mubarak y de sus hijos, Gamal y Alaa. El
primero, que se encontraba ingresado en el principal
hospital de Sharm es Sheij después de haber sufrido una
crisis cardiaca durante un interrogatorio, siguió
respondiendo a las preguntas de la justicia egipcia en
cuanto su estado pasó a estable, y sus hijos fueron
trasladados desde la península del Sinaí hasta la cárcel
de El Cairo en la que les recibieron unas dos mil personas
que les arrojaban sus zapatillas mientras les insultaban.
Acusados
de corrupción, malversación de fondos, y de ser presuntos
responsables de la violencia que se autorizó durante las
protestas de enero y febrero, en las que perecieron 800
personas, permanecerán retenidos durante el plazo de 15 días
que está previsto que dure la investigación. La novedad,
inédita en la región, de exigir responsabilidades políticas
por actos que hasta hace unos meses se realizaban con
absoluta impunidad ha llegado en el momento de mayor
cuestionamiento del papel del Ejército tras el uso
desproporcionado de la violencia para dispersar una
manifestación en la Plaza Tahrir hace unos días. “Al Ejército
le falta transparencia en los abusos cometidos (…) Se
trata de una etapa clave y tenemos la suerte de superar sus
difíciles obstáculos a bordo del barco del Ejército. Si
perdemos la confianza en su liderazgo no nos quedará otra
que tirarnos al fondo del mar, y entonces se hundirá el país
y morirá la revolución y con ella los sueños de libertad
y dignidad”, ha escrito Mohamed Said Mahfuz en el periódico
Al Dustur al Asli esta semana.
Y
en Túnez, la Alta Instancia para la Realización de
los Objetivos de la Revolución aprobó que las listas de
los partidos que se presenten para formar parte de la
Asamblea Constituyente respete la paridad de hombre y
mujeres que además deberán alternarse en la lista para que
las mujeres tengan una mayor oportunidad de ser elegidas. El
país que inició la ola de cambio en la región ya cuenta
con 90 partidos legalizados que participarán por primera
vez en más de medio siglo en unas elecciones democráticas
(el próximo 24 de julio).
Ilias
Harfush ha explicado esta semana en el rotativo Al Hayat
los que en su opinión son los primeros síntomas del
“marchitarse de la primavera árabe”. Reflexiona sobre
la importancia de que las movilizaciones mantengan el modus
operandi pacífico para alcanzar el éxito. Por eso,
situaciones como las de Libia y Siria, “más parecido a
una guerra civil que a una revolución popular”, está
obligando a asumir otra realidad. “Sociedades, que
supuestamente son patrias, se dividen en tribus, clanes,
sectas y corrientes enfrentadas. En un Ejército que
supuestamente está unido, las prioridades se dividen según
las pertenencias sectarias y partidistas de sus mandos”.
La
situación se complica cada día en Siria, donde las
muestras de rechazo hacia el partido Baaz (en el poder desde
hace casi medio siglo) y al presidente Bachar al Assad se
han extendido por toda el país cuya delimitación geográfica
con otras cinco naciones puede retumbar en toda la región.
Son muchos los analistas árabes que, como el libanés Satea
Nureddin en las páginas de Al Safir, consideran que
“el régimen está repitiendo al pie de la letra los
errores de sus colegas árabes en política, en seguridad y
en los medios de comunicación”, igual que la calle “está
repitiendo las experiencias de las calles tunecina y egipcia
de una manera muy avanzada y sorprendente, algo que ayuda al
desarrollo de un discurso que protege la unión nacional y
conserva la pluralidad religiosa, cultural y social como
preludio para buscar una salida tranquila a la crisis y, más
adelante, una alternativa política que disfrute de una
legitimidad y de una credibilidad superiores a las
actuales”.
A
Bachar al Assad ni siquiera le está saliendo bien el
intento de “comprar” en estos momentos de crisis a la
perseguida e infravalorada comunidad kurda del país. Esta
semana ha prometido que se corregirá el censo de 1962 en el
que se negó la nacionalidad a unos 150.000 kurdos en al
Hasaka, una medida que apenas ha tenido trascendencia en una
zona del país que también se ha sumado a las protestas.
Muy interesante y arriesgado el análisis que escribió el
12 de abril Brian J. Davis, embajador de Canadá en Siria de
2003 a 2006, en el que describe la personalidad de Al Assad:
“Un líder cauto y conservador (…) no el tipo de persona
que asumirá riesgos para ser creativo”. Apunta el miedo a
que Siria se convierta en otro Irak si se sigue potenciando
la cuestión sectaria, y confirma que es Al Assad el que
concentra el poder para cambiar la situación, algo que
“no hará nunca bajo presión”.
En
Yemen sorprende tanto el apoyo que el presidente Ali
Abdullah Saleh sigue teniendo en el interior del país después
de casi tres meses de revueltas, un respaldo que le ha
permitido enfrentarse incluso a Arabia Saudí al
rechazar la oferta de traspasar el poder a su
vicepresidente, como la de las tribus que a pesar de estar
armadas y de haber protagonizado una historia de
enfrentamientos durante las últimas décadas, hoy encauzan
la revolución de forma pacífica. Parecen estar protegiendo
la continuidad de la revolución mediante la no-violencia.
“La tribu ha formado parte del sistema durante décadas y
ahora se rebela contra él porque ha desenmascarado su
tapadera de declarar la guerra inter-tribal”, explica Muna
Safuat en Al Dustur al Asli .
Bahréin
sigue sufriendo una represión que amenaza con instaurar un
sectarismo desconocido en el archipiélago. Mientras los
informes de organizaciones de derechos humanos locales y
extranjeras (Human Rights Watch) confirman que los heridos
están desapareciendo de los hospitales, que los médicos no
pueden ejercer con libertad desde el exterior de las
protestas, la comunidad internacional, árabes y
occidentales se han reunido en Doha (Qatar)- para hablar de Libia.
El ex jefe de la diplomacia de Muamar el Gaddafi, Musa Kusa,
ha acudido para entablar un diálogo con el Consejo Nacional
de Transición de Bengasi que los rebeldes rechazan, y la
OTAN ha planteado de forma abierta la discusión sobre la
implicación militar en el conflicto para lograr el objetivo
humanitario de ayudar a la población. La población del
este “liberado”. ¿Y la del oeste?
Preguntas acuciantes
Empiezan
a surgir preguntas acuciantes en las revueltas árabes que
que necesitan respuestas inmediatas. ¿Por qué la comunidad
internacional ayuda al pueblo libio y no a los gazíes
estableciendo una zona de exclusión aérea (la Liga Árabe
ha pedido esta semana a la OTAN que ayuden a los palestinos
de la Franja de Gaza después de que una veintena de
palestinos hayan muerto en el enésimo repunte de la
violencia en la zona)?
¿Por
qué aún no se puede hablar de falta de democracia y
libertad en Arabia Saudí? ¿Dónde está Jaled?
Ésta última pregunta es el título de una página de
Facebook creada para cuestionar a las autoridades saudíes
después de que el pasado 11 de marzo Jaled Mohamed al
Johani participara en una concentración y explicase de
forma abierta a los medios de comunicación la falta de
dignidad y justicia del país. Los reporteros grabaron la
valentía con la que Jaled, un maestro, padre de cuatro niños,
explicaba la represión y condiciones de vida de la población
rodeado de policías y agentes secretos que le observaban
desconfiados. Al finalizar su desafío, mientras se subía a
su coche, pidió a los periodistas que pregunten por él,
que vayan a visitarle a la cárcel. Nadie volvió a verle.
Su familia ha denunciado su desaparición. Se despide
diciendo: “Gracias a Dios, he expresado mi opinión”.