El régimen sirio entra a sangre y
fuego en
los bastiones de la revuelta
Gara, 27/04/11
El régimen sirio envió ayer
refuerzos a Deraa, origen de la revuelta y que es escenario
de una ofensiva militar en toda regla, «una auténtica
masacre» según testimonios telefónicos recogidos en la
frontera jordana. Otra de las plazas fuertes de la rebelión,
Banias, esperaba un asalto de un momento a otro y el Ejército
patrullaba en Duma, un suburbio de Damasco. El presidente,
Bashar al–Assad, habría decidido cortar por lo sano. Su
padre lo hizo en Hama hace 20 años.
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Piedras contra los tanques que entra en Deraa |
Damasco.– El régimen sirio parece
decidido a no escatimar medios militares para acabar con la
revuelta atacando a sangre y fuego sus principales
bastiones.
Un día después de que enviara sus
tanques a Deraa, donde la detención de unos adolescentes
por hacer pintadas y el posterior apaleamiento de sus madres
fue la mecha que encendió las protestas, a mediados de
marzo, el Ejército sirio envió refuerzos a la ciudad, de
300.000 habitantes y situada junto a la frontera con
Jordania.
Abdallah Abazid, que se identifió como
militante por los derechos humanos, señaló telefónicamente
a la agencia AFP que varias mezquitas eran objetivo de los
ataques de la V División, dirigida por Maher al–Assad,
hermano del presidente sirio, Bashar al–Assad.
El régimen justificó el asalto «a
petición de los habitantes de la ciudad para poner fin a
los actos de sabotaje y asesinatos cometidos por grupos
terroristas extremistas» y anunció haber detenido «a
muchos terroristas y requisado importantes cantidades de
armas y munición».
Por contra, asirios bloqueados en la
frontera jordana denunciaban una masacre en toda regla en
Deraa. Massalmeh logró contactar con su familia en el
interior de la villa. «Me han dicho que hay más de 200
muertos, entre ellos varios miembros de nuestra familia. Es
una masacre, una verdadera masacre».
«Los disparos y las explosiones no han
cesado desde el amanecer del lunes. Los tanques circulan por
el centro de la ciudad, hombres armados entran a las casas y
matan a los hombres. El mundo nos tiene que ayudar»,
declaraba otro sirio que no quería revelar su identidad.
Al margen de versiones, no parece haber
duda de que Bashar al–Assad ha decidido intentar cortar la
rebelión en su origen. Junto con Deraa, la localidad
costera de Banias ha sido otro de los escenarios de la
revuelta. Anas al Shaghri, líder local de las protestas,
aseguró a la agencia Reuters que las fuerzas de seguridad
sirias se habrían desplegado ayer en las colinas que rodean
la ciudad, en la costa mediterránea. «Vehículos blindados
de transporte han pasado por la carretera próxima a Banias
durante la noche», aseguró, para añadir que «les
recibiremos en las puertas de la ciudad con nuestros pechos
desnudos».
Hama, en 1982
Esta ofensiva militar en toda regla ha
traído a la memoria la sangrienta represión en febrero de
1982 de un levantamiento islamista en la localidad de Hama,
que se saldó con la muerte de 20.000 personas.
Todo comenzó el 2 de febrero de aquel
año, con la muerte de 20 líderes locales del Baath,
partido en el poder, a manos de los Hermanos Musulmanes.
Pero no surgió de la nada.
En 1979, un atentado organizado por un
oficial suní, Ibrahim Yussef, se saldó con la muerte de 80
cadetes, todos ellos de la minoría alauí –a la que
pertenece la familia al–Assad– en la academia militar de
Alepo. La represión subsiguiente provocó cientos de
ejecuciones y miles de detenciones en esa ciudad además de
en Palmira y en Hama, 200 kilómetros al norte de Damasco.
El linchamiento de los líderes locales
del Baath fue justificado como respuesta a esa represión.
El régimen dio entonces un salto adelante y, en una
ofensiva que duró tres semanas y que contó con fuego
artillero y blindados, el Ejército sirio acabó con la
rebelión, refugiada en las mezquitas de la ciudad, sin
contemplación alguna. Se da la paradoja de que la cruenta
operación fue dirigida por Rifaat al–Assad, hermano del
actual presidente pero actualmente en el exilio, desde donde
critica al régimen y recibe los parabienes de Occidente.
Varias varas de medir
Occidente no reaccionó entonces a la
masacre de Hama. Y lo ha hecho muy tímidamente hasta ahora
con respecto a la revuelta siria, lo que contrasta con la
celeridad y contundencia con lo que lo hizo en relación a
la negativa del líder libio, Gadafi, a abandonar el poder.
La utilización por parte del régimen
sirio de armamento pesado para reprimir la revuelta está ya
dejando en evidencia a los que, desde las principales
cancillerías europeas, insistían en destacar la supuesta
especificidad libia. Este argumento está por los suelos
desde prácticamente el inicio de los bombardeos aliados
contra Trípoli.
Yemen y Bahrein, por poner dos
ejemplos, no han dudado en utilizar todos sus arsenales
–incluso los de los aliados en el caso del archipiélago
del Golfo– para acallar las protestas. Y eso que en ambos
casos han tenido un cariz pacifista muchísimo más nítido
que en los más confusos escenarios libio y sirio.
En estos últimos casos, las protestas
se han iniciado y han tomado cuerpo en zonas fronterizas o
lejos del control del centro político. Es el caso de
Bengasi, en Libia, y de Deraa, en Siria. En este último país,
otro de los focos de la revuelta es Homs, cerca de la
frontera con Líbano, donde los guardafronteras sirios
registran sin cesar camiones en busca de supuestos arsenales
de armas procedentes del vecino e inestable país.
Al igual que hizo Gadafi, el régimen
de Damasco está aireando el fantasma islamista,
concretamente de los Hermanos Musulmanes, para justificar su
represión de una revuelta que insiste en asegurar estaría
crecientemente armada.
No es fácil dilucidar si el componente
armado de la rebelión está en su origen –interno o
externo– o es simplemente una respuesta a la represión y
al enroque del régimen. Probablemente estemos ante una
mezcla de ambas cosas.
Por de pronto, y al margen de los
tiempos, parece que el guión se repite. La llamada «comunidad
internacional» está comenzando a reaccionar con duras
palabras, capitaneado otra vez por el francés Sarkozy,
quien calificó la situación de «inaceptabler» e instó a
tomar «medidas fuertes». Medidas que podrían pasar por «sanciones»
en palabras de Washington.
Ya ha empezado a circular un proyecto
de resolución de condena del régimen sirio en los pasillos
del Consejo de Seguridad. No obstante, no son pocas las
cancillerías que se tientan la ropa. Hay quien habla
abiertamente de que las potencias occidentales estarían
traumatizadas «por los síndromes de Irak y de Libia». No
ha tardado la aventura libia ni dos meses en convertirse en
síndrome.
Pesaría, sin duda, mucho más en la
renuencia occidental para atacar al régimen de al–Assad
el papel clave de Damasco en Oriente Medio.
Los EEUU de Obama acababan de
restablecer relaciones diplomáticas con Siria y contaban
con su concurso para iniciar una nueva ofensiva diplomática
en la convulsa región.
Pero son las dudas, sobre todo de
Israel, las que explican la timidez de Washington. El
derrocamiento del régimen de al–Assad beneficiaría a
corto plazo a Tel Aviv, ya que supondría un golpe para su
aliado iraní y para Hizbulah. No obstante, Israel tiene
serias dudas de que, en el reverso de la medalla, una caída
de al–Assad no supondría, a la postre, una radicalización
de Siria y un apoyo más abierto aún a la opción de Hamas
en Gaza. Israel parece seguir, en estas crisis, la máxima
de «más vale malo conocido...».
Soldados y tanques contra las protestas
en Siria
Gara, 26/04/11
El Gobierno de Bachar al Assad llevó
a cabo ayer una masiva operación militar para intentar
acallar la protestas. La intervención de miles de soldados
y tanques en la ciudad de Deraa causó al menos 25 muertos.
Damasco.– Miles de soldados apoyados
por tanques intervinieron ayer en Deraa para acallar las
protestas contra el Gobierno y causaron al menos 25 muertos,
según militantes de organizaciones de derechos humanos.
Pese al levantamiento del Estado de emergencia, el régimen
del presidente Bachar al–Assad ha optado por la solución
militar para abortar el movimiento de rechazo sin
precedentes que se está produciendo desde hace seis semanas
y ha hecho intervenir al Ejército en esta ciudad situada a
cien kilómetros al sur de Damasco, epicentro de las
protestas, así como en otras ciudades del país.
Durante la noche, más de 3.000
soldados y miembros de las fuerzas de seguridad apoyados por
blindados y tanques entraron en esta ciudad de 75.000
habitantes, según testimonios recogidos por France Press.
Disparan «en todas las direcciones y
avanzan detrás de los blindados que les protegen», declaró
Abdallah Al–Hariria a la misma agencia.
«Al menos 25 mártires han caído,
muertos por los disparos y el golpeo de la artillería
pesada contra las viviendas y los barrios» que continuaron
en la tarde, declaró otro activista, Abdallah Abazid. «Otros
cuerpos yacen en las calles», afirmó.
Otro grupo de activistas relató en un
comunicado en internet que los disparos indiscriminados
sobre los habitantes causaron al menos 25 muertos.
Aseguraron que desde primera hora del día,
la ciudad estuvo bajo un intensivo bombardeo, mientras
tiradores se situaron sobre los tejados. Un testigo señaló
que cinco de las víctimas se encontraban en un coche «que
fue acribillado a disparos». «Las fuerzas de seguridad
entraron en las casas y dispararon sobre los que salen de
sus viviendas». La agencia oficial siria, Sana, al dar
cuenta de esta intervención militar, dijo, citando una
fuente castrense no identificada, que se debía a la petición
de los habitantes de Deraa «para poner fin a los
asesinatos, el sabotaje y la intimidación».
De acuerdo con esta versión, las
tropas del Ejército, apoyadas por las fuerzas de seguridad,
«persiguieron a grupos radicales terroristas» y detuvieron
un número no determinado de personas, a la vez que
confiscaron «gran cantidad de armas y municiones».
Cierre de fronteras
Después de la intervención en Deraa,
cerca de la frontera jordana, un ministro jordano anunció
que Siria había cerrado sus fronteras terrestres, pero
Damasco lo desmintió
Otros activistas dieron cuenta de
operaciones de los servicios de seguridad en Duma, a 15 kilómetros
al norte de Damasco, y a al–Maadamiyeh, un barrio próximo
a la capital.
«La situación es dramática» en
Duma, afirmó un testigo, que indicó que las patrullas de
las fuerzas de seguridad impiden a la gente salir incluso a
comprar pan». Las escuelas están cerradas y los
funcionarios se quedaron en sus casas.
En el noroeste, los habitantes de la
ciudad Banias se preparaban para manifestarse por la noche
en solidaridad con Deraa y desde las mezquitas se hicieron
llamamientos a las manifestaciones. Desde el viernes,
jornada de una importante movilización en la que se
produjeron unos 80 muertos, las autoridades han llevado a
cabo una ola de arrestos en las filas de los activistas. Según
Wissam Tarifa, jefe de un grupo sirio de derechos humanos,
221 personas han desaparecido.
«Solución militar»
«Está claro que las autoridades
sirias han tomado la decisión de una solución militar»,
declaró a France Press Rami Abdel Rahmane, presidente del
Observatorio sirio de Derechos Humanos. El pasado jueves al
Assad levantó el Estado de emergencia que se encontraba en
vigor desde hacía casi 50 años y anunció reformas
importantes. Pero, pese a este anuncio, la represión se ha
endurecido y desde el viernes se han producido unas 160
muertes, según activistas y varias ONG.
El Ministerio del Interior sirio dio
ayer órdenes a la Policía y al resto de cuerpos de
seguridad para que se presente a todos los detenidos «de
inmediato en virtud de la ley marcial a los tribunales
competentes», según la agencia oficial Sana.
La orden de Interior se basa en el
decreto que anuló la semana pasada la vigencia de la ley de
emergencia.
Los manifestantes, que exigían el
levantamiento del Estado de emergencia, la liberación de
los detenidos políticos y el fin del control de las fuerzas
de seguridad y del partido Baas sobre la sociedad, reclaman
ahora la caída del régimen. Según algunos organismos
extranjeros, unas 390 personas han muerto desde el pasado 15
de marzo.
La Alta Comisionada de la ONU para los
Derechos Humanos, Navi Pillay, afirmó que su oficina ha
recibido información de al menos 76 muertos, identificados
por sus nombres en las protestas del viernes y reclamó a
Damasco que ponga fin a su «respuesta errática y violenta»
a las mismas. Pillay subrayó que la cifra de muertos «podría
ser considerablemente mayor».
Una furia
irreversible
Por Samia Nakhoul
Agencia Reuters, 24/04/11
Damasco.– Mientras crecen las
muestras de desafío a su gobierno autoritario en las calles
de Siria, el presidente Bashar al–Assad se encuentra
frente a una encrucijada: si hace nuevas concesiones, podría
ser interpretado como un signo de debilidad; si endurece la
represión, podría terminar radicalizando a una oposición
cada vez más numerosa.
Mientras que algunos analistas creen
que con una reforma audaz Al–Assad podría contener la
revuelta, otros piensan que el presidente perdió la
oportunidad de iniciar una apertura de la dictadura siria
cuando heredó la presidencia de su padre, el férreo
caudillo Hafez al–Assad, tras su muerte en 2000.
"El régimen está en problemas.
La gente fue reprimida durante 40 años, pero de pronto el
muro de miedo se cayó y ya no tienen temor", dijo
Sarkis Naoum, del diario An–Nahar, de Beirut.
Quienes siguen de cerca el caso afirman
que los sirios no se están rebelando solamente contra la
falta de libertad y de oportunidades. También están
furiosos por la asfixiante corrupción que enriqueció a las
elites, en un país en el que un tercio de la población
vive por debajo de la línea de pobreza.
"Fue una combinación de represión,
corrupción, incompetencia y degradación de un
sistema", señaló el analista Jamil Mroue.
"El partido gobernante, el Baath,
es viejo, anticuado y obsoleto. Las decisiones las toman los
servicios de seguridad, que detentan el poder real",
dijo Talal Salman, editor de As–Safir, un diario
tradicionalmente pro sirio de Beirut.
Como sucedió con sus pares árabes
–desde Egipto hasta Yemen y Libia–, el crecimiento de
las aspiraciones de los jóvenes sirios fue directamente
proporcional a su acceso a la televisión satelital, la
telefonía celular, Internet y las redes sociales.
La explosión regional que comenzó en
Túnez y Egipto impulsó a la gente a buscar una nueva forma
de vida.
En Siria, se agrega la mano dura de un
régimen de partido único, la división sectaria entre la
minoría gobernante alauí y la mayoría sunnita, y la
brutalidad e impunidad de las fuerzas de seguridad.
Para enfrentar su mayor desafío desde
que asumió el poder hace 11 años, Al–Assad ya recurrió
a la represión, a las reformas económicas y a concesiones
con cuentagotas.
Sin embargo, los disturbios que según
los grupos defensores de los derechos humanos costaron la
vida a más de 200 personas, no parecen cerca de amainar, a
menos que ocurra un cambio de fondo.
Deterioro económico
El jueves, anticipándose a las masivas
protestas que estallaron nuevamente anteayer, Al–Assad
puso fin a un estado de sitio que llevaba 48 años en
vigencia y que funcionó para tapar la represión con
impunidad.
Aunque consideran que Al–Assad es
responsable de no haber logrado poner en práctica una
reforma completa, algunos analistas creen que también
influyeron otros factores que están más allá de su
control, pero que, de todos modos, el presidente sirio debió
haber encarado mucho tiempo antes.
Desde hace varios años, el país sufre
una sequía que disminuyó el ritmo de su crecimiento económico.
Siria tiene una población de 20
millones de habitantes y un crecimiento poblacional del 2,4
por ciento. Pero cada año se incorporan al mercado de
trabajo el doble de jóvenes que en las décadas pasadas, y
la economía no logra crear empleos para satisfacer esa
demanda. El PBI per cápita es de unos módicos 2500 dólares.
El índice oficial de desempleo está clavado en el 10 por
ciento, pero las fuentes independientes estiman que es del
doble.
Algunos sirios creen que el movimiento
de protesta, inconcebible hasta hace poco, cobró un impulso
que lo hace irreversible.
Aunque Al–Assad conceda reformas económicas
de largo alcance, los manifestantes seguramente exigirán
pruebas de que su corte con el pasado sea real.
"Al–Assad tiene que llevar a
cabo una purga para limpiar su entorno de personajes
corruptos asociados con su régimen", dijo Mroue.
Pero ese curso de acción tan
arriesgado podría llevarlo a enfrentar a su propio entorno
y a poner en jaque una estructura que tiene más de 40 años.
Nadie sabe a ciencia cierta lo que podría suceder a
continuación, ya sea una pacífica transición de poder, un
golpe militar, una prolongada inestabilidad o una guerra
civil.
"O Al– Assad opta por
transformar el régimen, o el régimen estallará en
pedazos", concluyó Mroue.
Denuncian
que decenas de personas
fueron detenidas en redadas en
varias ciudades del país;
siguen las protestas contra Al–Assad
Ola de arrestos de opositores en Siria
Agencia Reuters, 25/04/11
Damasco.– Tras dos días de
sangrientos tiroteos contra manifestantes, que dejaron 121
muertos, y a pesar de la intensa presión internacional, el
presidente Bashar al–Assad intensificó ayer la ola de
represión contra el levantamiento popular en Siria con una
masiva ola de arrestos de opositores.
Según varios testigos, las fuerzas de
seguridad realizaron los arrestos en algunas localidades de
los alrededores de Damasco, en un intento aparente de frenar
una masiva marcha de opositores en la capital, bastión
desde el cual la familia Al–Assad ejerció 40 años de
brutal dictadura.
Aunque la información desde Siria es
escasa, por la estricta censura del gobierno (ver aparte),
una militante de la localidad de Saqba dijo ayer que allí
habían desaparecido unas 100 personas, presuntamente a
causa de los arrestos de las autoridades. Por su parte,
Wissam Tarif, director ejecutivo de Insan, un grupo sirio de
derechos humanos, dijo que su organización había
recopilado el nombre de 217 personas que habían
desaparecido desde el viernes pasado.
Tarif añadió que su organización había
documentado nombres de desaparecidos en 17 ciudades y
pueblos. "Es algo que no para. Siguen agregándose
nombres", alertó.
"Decenas de arrestos tuvieron
lugar en varias ciudades del país", ratificó el
Observatorio Sirio de los Derechos Humanos, con asiento en
Londres. La ola de detenciones se produjo dos días después
de la muerte de por lo menos 110 personas el viernes pasado,
cuando las fuerzas de seguridad abrieron fuego contra
manifestantes en 14 ciudades.
Hasta ahora, la jornada más sangrienta
desde el comienzo del movimiento de protestas, el 15 de
marzo, había sido la del 23 de marzo, en Deraa, uno de los
epicentros de la rebelión, durante la cual murieron 100
personas. Por lo menos 12 personas más fueron asesinadas
anteayer, durante los funerales de los muertos del día
anterior, en los que participaron miles de opositores.
"Esto no va a detenerse. Va a
haber mucho más derramamiento de sangre", vaticinó
Tarif. De todos modos, el alzamiento popular ya está
provocando las primeras fisuras en el régimen: anteayer
renunciaron dos diputados independientes, en protesta por la
ejecución de manifestantes.
Las masivas redadas de las últimas
horas parecen reforzar los reclamos de la oposición, en el
sentido de que la reciente eliminación del estado de
emergencia –que duró décadas– no ofrece protección
contra las detenciones que realizan las fuerzas del régimen.
La norma, que fue recientemente derogada por Al–Assad,
hecho calificado de "pura retórica" por los
opositores, prohibía las reuniones de más de cinco
personas y ha servido para desmantelar cualquier disenso público.
Desde su llegada al poder en 1963, el
partido Baath, de Al–Assad, ha mantenido una férrea y
sangrienta represión contra cualquier disenso, con cerca de
20.000 muertos. Esta ofensiva se ha intensificado en los últimos
días, en los cuales los sirios comenzaron a salir a las
calles, inspirados en los levantamientos populares que
derrocaron a líderes autocráticos en Egipto y Túnez.
La continua represión también se cobró
varias víctimas fatales ayer. Cuatro personas murieron y
otras resultaron heridas ayer a manos de las fuerzas de
seguridad en Jable, cerca de Latakia (noroeste).
Con estas cuatro muertes, denunciadas
por un vocero del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, el
balance de víctimas desde el inicio de la rebelión se
eleva a 352.
Las muertes se produjeron después de
la visita del nuevo gobernador de la región a la ciudad de
Jable. "Cuando el funcionario se marchó de la ciudad,
la policía la cercó y comenzó a disparar contra los
manifestantes", agregó el vocero. Poco después del
anuncio de las muertes en Jable, unos 3000 habitantes de
Banias, ciudad situada a unos 50 kilómetros de Latakia,
organizaron en solidaridad una sentada en la autopista que
une Latakia con Damasco, según la misma fuente.
Por otra parte, miles de sirios
llamaron ayer a derrocar a Al–Assad durante los funerales
de manifestantes que murieron a manos de las fuerzas de
seguridad en la sureña ciudad de Nawa, según un testigo.
"¡Larga vida a Siria! ¡Abajo Bashar!", gritaban
los manifestantes durante el funeral.
Mientras tanto, la presión
internacional sobre Damasco seguía en aumento: el grupo
defensor de los derechos humanos Human Rights Watch hizo un
llamado para que la ONU abriera una investigación sobre los
ataques del viernes y el sábado contra los manifestantes.
El grupo, con sede en Nueva York, también
consideró que Estados Unidos y la UE deberían imponerles
sanciones económicas a los funcionarios sirios que son
responsables del uso de la fuerza contra los manifestantes.
Una lucha secreta
para engañar a la
policía
Por Yara Bayouni
Agencia Reuters, 23/04/11
Beirut.– Organizar una revolución
popular no es tarea fácil en un estado policial como Siria,
donde los hombres de la inteligencia "mukhabarat"
acechan en los cafés y fuera de los edificios mientras sus
colegas monitorean los chats en Internet.
Pero pese a su temible reputación, las
fuerzas de seguridad del presidente Bashar al–Assad aún
no lograron apaciguar la agitación inspirada en otras
protestas del mundo árabe.
Aunque en algunas ciudades miles de
sirios se movilizaron desde el principio, en marzo, para
exigir mayor libertad después de 48 años de gobierno del
autoritario partido Baath, las protestas llegaron más tarde
a Damasco, con la administración de Al–Assad decidida a
impedir cualquier insurrección basada en el modelo de la
plaza Tahrir de El Cairo.
El gobierno restringió severamente a
los medios extranjeros. "Se siente que la atmósfera
está electrizada", dijo una estudiante universitaria
de 24 años, que se presentó con el seudónimo de Nour.
"Las fuerzas de seguridad te rodean
permanentemente."
Habla de los hombres vestidos con las típicas
camperas de cuero negro que rondan los cafés donde ella se
encuentra con sus amigos o dan vueltas en viejos autos
Peugeot blancos en las calles importantes.
Después de vivir bajo el régimen del
represivo Baath desde 1963, los sirios saben cuándo los están
vigilando.
"Los ciudadanos sirios pueden oler
a los «mukhabarat» a un kilómetro de distancia. Un niño
podría detectarlos", dijo Nour, que vive en un
suburbio de Damasco y que se unió a una protesta pro
democracia ante el Ministerio del Interior.
"Deja caer monedas, las recoge,
las deja caer de nuevo, vuelve a recogerlas, ¿cuántas
veces va a dejar caer las monedas?", dijo, al describir
la manera en que un policía secreto pretende pasar
inadvertido.
Mantenerse fuera de la vista de los
"mukhabarat" es vital para que los organizadores
de las protestas puedan superar a las fuerzas de seguridad
gracias al número de manifestantes pacíficos. Una
activista y periodista que usa el nombre de Hayam Jamil dijo
que los jóvenes se reúnen en casas durante la semana,
antes de arriesgarse a ser detectados si usan Internet para
convocar las protestas.
"Las reuniones usualmente se
realizan en casas de personas solteras. Los comités
organizadores hablan con la gente, les comunican los
eslogans, escriben pancartas y les dicen dónde deben
reunirse y cuándo", cuenta.
Ayer, miles de sirios salieron a las
calles, incluso en suburbios de Damasco. Aunque la barrera
de miedo parece haberse desmoronado, los residentes de la
capital todavía miran por encima del hombro en la calle.
Nour dijo que, al igual que muchos
sirios, los comerciantes recibe noticias de las protestas
por los canales de satélite árabes, que las autoridades
dicen no representan correctamente la agitación que azota a
Siria.
"Pero en cuanto aparece alguien
desconocido, o alguien que parece un «mukhabarat»,
inmediatamente cambian a la televisión siria o a la
Al–Manar (de Hezbollah)", explicó.
Jamil usa códigos cuando habla en público
sobre las protestas. Un amigo le preguntó recientemente si
más sirios se unirían a ellas. En ese momento, Jamil
advirtió que algunos hombres caminaban cerca.
Las autoridades también lanzaron una
campaña para desacreditar al movimiento pro democracia, con
pósters y carteles que dicen: "El único camino hacia
la reforma es a través de Bashar [al–Assad]".
Muchos comercios y autos en Damasco
exhiben banderas y fotos del presidente, aunque varios
residentes afirmaron que esas demostraciones de lealtad
disminuyen a medida que las sangrientas acciones represivas
contra las protestas se intensifican.
La convulsión también cambió la atmósfera
en otros aspectos. Nour dijo que sus compañeros de estudio
expresaban sus opiniones con mayor audacia. "Las clases
se están convirtiendo en debates", acotó.
En una de esas clases, un profesor que
hablaba acerca de la "conspiración" que enfrenta
Siria esperaba que los que estaban en desacuerdo con él se
mantuvieran callados por miedo y que los que coincidían con
su opinión manifestaran su apoyo, explicó la joven.
"Pero se sorprendió al ver que, de los 20 estudiantes,
16 estaban en su contra y sólo cuatro lo apoyaban."
Los activistas creen que la estabilidad de Al–Assad en el
poder empezó a debilitarse. "[El régimen] ni siquiera
tiene una posibilidad del uno por ciento", dijo Jamil,
que propaga información sobre las protestas a sus 3000
"amigos" de Facebook.
"El régimen cayó moralmente;
ahora sólo es cuestión de tiempo que se derrumbe en la práctica."
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