Muerte de bin Laden

Al Qaeda y las corrientes del “fundamentalismo” islámico

Hechos y mitos

Por Claudio Testa

“Oriente ha sido casi una invención europea...
“[..] presuponía un Oriente inmutable, absolutamente distinto de Occidente (las razones de esto cambian de una época a otra)...
“[...] El Oriente ‘orientalizado’, ¿pudo haber sido creado por otra relación que no fuera la relación política amo-esclavo?”
(Edward W. Saïd, “Orientalismo”)

Una constante de todas las dominaciones imperialistas ha sido la creación de estereotipos acerca de los dominados, que justifiquen su sometimiento. Desde el barbaricus del Imperio Romano –al que era un deber esclavizar–, hasta el peligroso “islámico” (con la bomba en el bolsillo) que agitan el imperialismo yanqui y sus socios menores de Europa. Todos esos espantajos han sido creados por esa “la relación política amo-esclavo”, que señalaba el gran intelectual palestino Edward W. Saïd (1935-2003).

Después del fin de la “guerra fría” al derrumbarse la Unión Soviética en 1989/91, la “islamofobia” fue reemplazando al anticomunismo en el circo mediático e ideológico de Occidente. Y esto llegó al paroxismo con el atentado de las Torres Gemelas de 2001, que dio el anhelado pretexto a EEUU para lanzarse a las guerras neocoloniales de Afganistán e Iraq.

Así, el imperialismo se dedicó a renovar viejos estereotipos acerca de un Oriente “islámico” inmutable por esencia, congelado en el “fanatismo religioso” desde hace siglos e incapaz, casi genéticamente, de “progresar” y “civilizarse”. Además de las versiones para analfabetos que brindan las series y películas yanquis, estos mitos racistas también se difunden entre públicos más “cultos”, por ejemplo, con el bodrio de Huntington acerca del “choque de las civilizaciones”.[1]

Al-Qaeda y las corrientes del “fundamentalismo” islámico han venido como anillo al dedo a los amos de Occidente para meter los mitos de la “islamofobia” en la cabeza de sectores populares de EEUU y Europa, en especial en las clases medias que van de mal en peor con la crisis capitalista y que necesitan algún espantajo a quien temer y odiar.

Lo paradójico de esto es que fue el imperialismo, en especial EEUU, quien jugó un papel decisivo en la eclosión del “Islam político” –y en especial del “fundamentalismo islámico”– en las últimas décadas del siglo XX.

Un curso de dos siglos hacia la modernización y secularización, que fue interrumpido

En verdad, el llamado “mundo musulmán” (en el que los árabes tienen un lugar importante pero minoritario), lejos de ser inmutable ideológica y políticamente, siguió en los últimos dos siglos un pronunciado curso hacia la modernización, la secularización y el laicismo. Esta tendencia quedó interrumpida a finales del siglo XX, especialmente en los ’80 y ’90, por el fortalecimiento de corrientes políticas que se reclamaban del Islam, con posiciones más o menos extremas. De muy minoritarias en relación al nacionalismo laico e incluso a la izquierda, pasaron a tener influencia de masas en algunos casos.

Hay que advertir, en primer lugar, que la aparición o refuerzo del fundamentalismo religioso en esos años no es exclusivo del mundo musulmán. Fue un fenómeno mundial.

Simultáneamente, en la India estallaban los fundamentalismos hindú y sikh. En EEUU, un componente de la “Revolución Conservadora” de Reagan fue la epidemia del fundamentalismo cristiano  con las sectas más reaccionarias y los insoportables predicadores tele-evangelistas.

Ese fenómeno mundial político-religioso fue parte ideológica de una etapa reaccionaria, con derrotas generalizadas del movimiento obrero y de masas, que culminaría con el derrumbe de la ex URSS, la restauración capitalista en los (supuestos) países socialistas y el neoliberalismo imperando en todas partes.

Derrotas, vacío ideológico y político, y acción del imperialismo

Para la eclosión del “Islam político” en general y del fundamentalismo islámico en particular, se conjugaron una variedad de factores, algunos comunes a los que señalamos y otros más específicos. Los principales fueron:

• La bancarrota y desastres de los nacionalismos laicos radicales, que además se proclamaban “socialistas”, cuya máxima expresión fue el régimen de Nasser en Egipto. Los nacionalismos laicos tuvieron, en su momento, un arrasador apoyo de masas. También, inicialmente, trataron de impulsar un desarrollo económico independiente y dieron amplias concesiones a las masas trabajadoras y populares. Este apoyo lo fueron perdiendo al compás de los fracasos económicos, la corrupción del aparato de estado y la recaída en la miseria de sectores de masas.

• La izquierda, aunque también desarrolló fuertes partidos en Egipto, Iraq, Siria y otros países, nunca luchó por ser una alternativa a ese inevitable desastre del nacionalismo burgués laico. Hegemonizada por los partidos comunistas obedientes a Moscú, aplicaba la línea de apoyo a los “sectores progresistas” de la burguesía que le dictaba el Kremlin. En 1979, la ocupación militar de Afganistán por parte de la Unión Soviética se agregó como un factor inmenso de confusión política y desprestigio del socialismo frente a las masas.

• En medio de ese creciente vacío ideológico y político, el islamismo operó con el apoyo decisivo de EEUU a través de su principal agente en la región después de Israel, la billonaria monarquía petrolera de Arabia saudita. Ya desde mediados de los años ’50, después de fracasar en sus intentos de atraer a Nasser, EEUU definió como eje de su política promover a las corrientes islamistas contra los nacionalismos laicos y la izquierda.

El “Islam político”... en parte, Made in USA

El “revival” del “Islam político” no fue por supuesto un injerto de otro planeta. Pero, dentro de su complejidad, hay que saber que tuvo un fuerte componente nada “islámico”: la acción directa o indirecta del imperialismo yanqui.[2]

Esto cubrió muchos rubros. Por ejemplo, mientras los gobiernos nacionalistas laicos se mostraban cada vez más incapaces de satisfacer las necesidades de las masas, desde los estados petroleros se financiaba una red billonaria de “obras de caridad” islámicas que actúan desde las mezquitas. Así llegaban a las masas más desheredadas y de menor nivel político y cultural.

Otro ítem –éste dirigido hacia las clases medias y sectores burgueses– fue montar redes de “banca islámica” (que supuestamente no cobra intereses, prohibidos por el Corán). Grandes bancos de EEUU, como el City y el Chase, le dieron apoyo operativo. Estos “sectores financieros islámicos” fueron predicadores del neoliberalismo y la privatizaciones... prédicas que tenían audiencia gracias a los fracasos del estatismo nacionalista.

La guerra de Afganistán

Pero el salto cualitativo fue la jihad (guerra santa) contra la ocupación soviética en 1979. Allí “nace” Osama bin Laden y pasan al frente los sectores más extremos del “Islam político”.

De las obras de caridad de las mezquitas y los préstamos de los “bancos islámicos”, se pasó a la organización del primer ejército internacional islámico de la historia: miles de combatientes venidos desde Marruecos a Malasia, que hablaban decenas de lenguas diferentes. Osama es puesto por la CIA al frente del reclutamiento y organización de esa fuerza.

Su designación no fue casual. Como persona, Osama reflejaba la íntima asociación que había entre el “fundamentalismo”, el estado saudí y Washington. Los bin Laden son una de las familias más ricas de Arabia saudita, estrechamente ligados a la monarquía como concesionarios de obras públicas. Además, como socios de la familia Bush desde los años ’60 estaban en relación estrecha con el establishment estadounidense.

Finalizada la ocupación soviética de Afganistán en 1989, los mujahedin reunidos por Osama se dispersaron por distintos países, donde muchos siguieron actuando, pero ahora fuera del control del imperialismo que los había armado y entrenado.

Mientras tanto, el derrumbe de la ex URSS había también cambiado el juego de Washington y de los gobiernos de los estados musulmanes en relación a estos cada vez más molestos “guerreros santos”. Las acciones terroristas que antes hacían en Afganistán, ahora empezaban a cometerlas en otros países. En los años ’90, esto fue en crecimiento. Lo de septiembre del 2001 fue simplemente el pico de esa escalada.


Notas:

1.- Huntington, Samuel P., “The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order”, Simon and Schuster, New York, 1996. Hay edición castellana de Paidós.

2.- En esto hubo, por supuesto, elementos contradictorios: en Irán, donde predomina la shia, rama minoritaria del Islam, se desarrolló una fuerte corriente política que jugó un papel fundamental en el derrocamiento del régimen proyanqui del Sha en 1979 y que desde entonces ha tenido roces más o menos fuertes con EEUU. Pero, al mismo tiempo, después de la revolución de 1979, el aparato clerical terminó jugando un papel archirreaccionario, aplastando al movimiento obrero y la izquierda iraní.