Estados Unidos cosecha lo que sembró
Pero el ataque terrorista quiere ser utilizado por
el imperialismo
contra los trabajadores y los pueblos
El ataque contra las Torres Gemelas de Nueva York y
el Pentágono en Washington han producido una conmoción
mundial. Sus derivaciones pueden ser aun más graves.
El presidente de EEUU, sus socios de la Unión
Europea y Japón, y la corte de gobiernos lacayos del resto
del mundo rivalizan en condenar el hecho. Hablan de
“terrorismo atroz”, de “barbarie”, y de un “ataque
al mundo libre” perpetrado por despiadados “fanáticos”.
Según Bush “estamos en una lucha monumental del bien
contra el mal”. El “bien” son ellos y el “mal” es
una nebulosa convenientemente indefinida, como para poder
hacer la guerra a todos los que cuestionan el dominio
imperialista de EEUU Y ahora, para castigar a los
“malos”, anuncian que están preparando una represalia
atroz.
Ni
EEUU ni sus socios imperialistas, manchados por mil crímenes,
tienen autoridad moral para condenar los atentados
Ni el Estado ni el gobierno norteamericanos
(ni sus aliados) tienen la más mínima autoridad moral para
condenar los atentados.
EEUU es el responsable directo de la muerte por
hambre de 500.000 civiles de Irak a consecuencia del bloqueo
impuesto luego de la Guerra del Golfo de 1991.
EEUU, por intermedio del Estado racista de Israel,
es culpable del genocidio del pueblo palestino.
EEUU, en la guerra de Vietnam, quemó vivos con
napalm a centenares de miles de civiles, hombres, mujeres y
niños.
EEUU, en Hiroshima y Nagasaki, utilizó la bomba atómica
contra poblaciones indefensas.
EEUU ha estado detrás de todos los golpes,
dictaduras, intervenciones militares y represiones en América
Latina, desde Machado y Somoza hasta Pinochet, Videla y
Fujimori. Millones de latinoamericanos han sido asesinados a
lo largo de un siglo por los esbirros a su servicio. Hoy,
las atrocidades contra los campesinos y la población civil
de Colombia son cometidas por paramilitares y tropas del Ejército
pagadas, entrenadas y dirigidas por “asesores” de EEUU.
EEUU, desde el Fondo Monetario Internacional,
impone a los países dominados de América Latina, Asia y África
planes económicos atroces. Es un genocidio social de
hambre y desempleo, para pagar las deudas externas a los
usureros de Wall Street, muchos de los cuales tenían sus
oficinas en las Torres Gemelas o cerca de ellas.
El sistema capitalista–imperialista, cuya
principal potencia son hoy los EEUU pero que también co–dirigen
sus cómplices de la Unión Europea y Japón, no ha logrado
resolver ningún problema de la humanidad. Por el contrario,
los ha agravado todos: la miseria, el racismo, la opresión,
la destrucción de la naturaleza…
EEUU, con infinita soberbia, no asume sus
responsabilidades principales en esos problemas. Mientras el
agujero de ozono ya llega a Sudamérica, el nuevo gobierno
de Bush rompe los tratados ecológicos. En la reciente
Conferencia sobre el racismo de Durban (Sudáfrica) se niega
al mínimo de pedir disculpas por haber esclavizado a
millones de africanos. En Medio Oriente, alienta al ala más
racista y genocida de Israel. Ahora, la ferocidad con que
reacciona en esta crisis, ratifica por enésima vez que la
barbarie capitalista no tiene modo de ser cambiada ni
moderada. Que la única alternativa realista es otro
sistema, el socialismo.
En estos momentos, se especula sobre quién
organizó los atentados. Aún no está claro y quizás nunca
se sepa con seguridad. Sin embargo, podemos indicar con
certeza al responsable de la muerte y sufrimientos de
tantos civiles y trabajadores inocentes en New York: es el
imperialismo yanqui, es el mismo gobierno de los EEUU A
ellos no les interesa ese sufrimiento, ni la vida o la
muerte de su población. Lo que más les importa es que han
sido dañados dos “símbolos” de su poder económico y
militar, las Torres y el Pentágono.
Los sucesivos gobiernos norteamericanos han
sembrado muerte y barbarie en todos los rincones del
planeta. ¡He aquí la cosecha! ¡Suya es la
responsabilidad! Se creían invulnerables, pero como un
boomerang, la violencia ha vuelto sobre su propio
territorio, y ahora es la misma población inocente de EEUU
la que paga las consecuencias.
Estamos contra las acciones terroristas:
ellas se vuelven contra los trabajadores y los pueblos
Contra lo que vociferan Bush y los medios al
servicio del imperialismo, aquí no se ha iniciado una
guerra del “mal” contra el “bien” (representado por
los vampiros de la finanzas y los militares genocidas, que
han visto dañadas sus oficinas de las Torres Gemelas y el
Pentágono). Rechazamos también a los charlatanes que
definen esto como un choque cultural–religioso o una
“guerra entre civilizaciones” (la progresista
“civilización democrática” de Occidente versus la
atrasada “barbarie” del Islam).
Afirmamos que esta ha sido una expresión
—equivocada y contraproducente— del justo odio
hacia los peores bárbaros del planeta: el imperialismo
yanqui y sus socios de Israel, Europa y Asia. No es Alá
quien motiva que tantos jóvenes se inmolen en actos
terroristas. Es el imperialismo, con sus humillaciones, su
opresión y sus inagotables crímenes, el que ha logrado el
milagro.
Pero, con la misma firmeza con que decimos
esto, tenemos el deber de señalar que estamos totalmente
en contra de estas acciones terroristas.
En primer lugar, la gran mayoría de las víctimas
son empleados y obreros norteamericanos, a los que no se
puede simplemente identificar con su burguesía y su Estado
imperialista. Nada humano nos es ajeno. Y, desde el punto de
vista humano, nos solidarizamos con ellos y sus familiares,
al tiempo que subrayamos la responsabilidad que el
imperialismo tiene en esta tragedia. Con estos métodos no
se va a acabar con el capitalismo ni la opresión
imperialista, ni menos aún por ese camino iremos hacia una
sociedad más justa, el socialismo.
En segundo lugar, estas acciones, por más
“espectaculares” que ellas sean, no debilitan
verdaderamente el poder del enemigo. Por el contrario, el
momentáneo estrago que pueden provocar en sus filas, no es
nada comparado con la confusión que producen en el
campo de los trabajadores y los pueblos. Así, un sector
importante del pueblo norteamericano está pidiendo una
“respuesta militar”; es decir, volver a ser carne de cañón
de la burguesía yanqui como en Vietnam. Antes del atentado
había, en cambio, una fuerte oposición a las aventuras
militares en el extranjero.
La liberación
de los trabajadores y los pueblos no va a ser lograda por
medio del terrorismo (que además en este caso no se sabe qué
programa y objetivos tiene). Sólo la autodeterminación
democrática de las masas obreras y populares, y su
movilización, podrán acabar con la explotación y la
opresión capitalista–imperialista.
Como una de las consecuencias nefastas de los
atentados, Bush, junto con otros gobernantes imperialistas
como Tony Blair, los está aprovechando para estructurar un frente
contrarrevolucionario y represivo a escala nacional y
mundial.
Al interior de
EEUU, en momentos en que se profundiza la recesión con
cientos de miles de despidos, en que venía creciendo el
desprestigio de un gobierno producto del fraude electoral, y
en que un sector aún minoritario pero importante de la
juventud y los trabajadores cuestionan la globalización, el
poder de las corporaciones y el modelo neoliberal, los
atentados han venido bien para que Bush pueda procurar la
“unidad nacional” de explotadores y explotados, de ricos
y pobres, de patrones que despiden y de trabajadores que
quedan sin empleo. Todo bajo el pretexto de que al país le
ha sido declarada una guerra... no se sabe por quién.
Lo mismo sucede mundialmente. Desde hace algún
tiempo, comenzó un período de protestas y movilizaciones
crecientes, nacionales e internacionales, que impugnan (como
mínimo) la versión neoliberal del capitalismo. Se han dado
batallas internacionales como las de Seattle, Praga o Génova.
En distintas formas, desde Medio Oriente hasta América
Latina, se desarrollan importantes luchas a escala nacional.
Y, en todos los países, con mayor o menor fuerza, se viene
difundiendo una “atmósfera” crítica hacia el sistema
capitalista o por lo menos a sus consecuencias más
irritantes. El capitalismo globalizado y neoliberal ha
perdido la total “legitimidad” que gozaba hace una década.
Ahora los atentados vuelven a dar al
imperialismo yanqui un cierto manto de “legitimidad”. Se
han convertido en la excusa para convocar a un frente
mundial de los gobiernos imperialistas (y sus siervos
del resto del planeta), so pretexto de que la supuesta
“guerra” declarada por el “terrorismo” involucra a
todos. Pretenden erigir una “Santa Alianza”, que se
estructure un gran aparato represivo de policía, espionaje
e intervención militar, que opere a
escala internacional para aplastar las rebeliones de
los trabajadores y los pueblos.
La confusión
provocada entre las masas por los atentados ayuda entonces a
ese intento del imperialismo. En el umbral de una recesión
mundial (que va a hacer redoblar las luchas y las
impugnaciones al sistema) el imperialismo pretende cambiar
el eje: que desde ahora el mundo gire alrededor de la
“guerra al terrorismo” y no de las protestas de los
trabajadores y los pueblos contra el desastre capitalista. A
las próximas movilizaciones como las de Seattle y Génova,
los gobiernos las van a enfrentar con la excusa del
“antiterrorismo”.
Impidamos que el imperialismo yanqui y sus cómplices
perpetren una atrocidad
El gobierno de Bush no
desea que este frente contrarrevolucionario quede en el
papel. ¡El imperialismo yanqui quiere sangre! Está
planeando una represalia atroz, pero aspira a que sus socios
también se manchen de sangre.
El discurso de Bush acerca de que no va a
“hacer distinción entre los terroristas que condujeron el
ataque y quienes los protegen”, puede dar para cualquier
cosa.. “Quienes los protegen” es un concepto impreciso y
elástico. Puede significar desde dar “luz verde” al
gobierno de Israel para que implemente la “solución
final” del “problema palestino”, hasta arrojar una
bomba atómica a cualquier población que supuestamente haya
“protegido” a los atacantes.
Al haber quedado al descubierto su
vulnerabilidad, EEUU busca un chivo expiatorio. Quiere
aprovechar el atentado para sembrar el terror entre los
pueblos sometidos e iniciar una “caza de brujas”
internacional contra todo el que se oponga a su dominio.
Esto hace tan urgente como necesario que los
trabajadores y los pueblos del mundo, en primer lugar de los
mismos países imperialistas, se movilicen para impedirlo.
Los preparativos son claros: han comenzado a través de la
OTAN. Es principalmente con ella que EEUU quiere lograr una
acción conjunta.
Impedir que esta coalición
contrarrevolucionaria lleve a cabo represalias genocidas es
en estos momentos lo central. Para eso es necesaria la más
amplia unidad de acción de los trabajadores,
intelectuales, sectores democráticos, movimientos
reivindicativos, etc. Esto es especialmente importante en
EEUU y los países imperialistas de Europa. Llamamos a
oponernos a guerras de venganza contra cualquier pueblo.
Llamamos a que se acuerden de Vietnam.
¡Ningún pueblo es
“terrorista”!
¡Unámonos para impedir
un genocidio!