Washington. – Mientras
congresistas de Estados Unidos amenazan con suspender la asistencia a Pakistán
por supuestamente haber dado refugio a Osama bin Laden, crece la preocupación
sobre las relaciones con otro importante aliado: Egipto.
Washington ha entregado a Egipto
un promedio de 2.000 millones de dólares anuales –alrededor de un tercio de
los cuales han ido para las fuerzas armadas—desde que ese país del norte de
África firmó los Acuerdos de Camp David con Israel en 1979.
Esto también hizo que otras
naciones e instituciones financieras internacionales fueran más generosas con
Egipto, cuyo aval tácito bajo el régimen de Hosni Mubarak a las polémicas
acciones de Israel contra los palestinos era considerado indispensable para
mantener un aceptable status quo en Medio Oriente.
Pero la nueva política exterior
del gobierno interino egipcio, que asumió hace casi tres meses, causa
nerviosismo en Washington, particularmente en el Congreso legislativo, donde
la influencia del "lobby israelí" es especialmente fuerte.
La preocupación creció
especialmente luego de que Egipto mediara en un acuerdo de reconciliación
firmado el miércoles en El Cairo por los grupos palestinos Hamás (acrónimo
árabe de Movimiento de Resistencia Islámica) y el secular Al Fatah, pacto
que ha sido muy criticado por destacados congresistas, así como por el propio
gobierno de Barack Obama.
La presidenta del Comité de
Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, Ileana Ros–Lehtinen, y
el principal representante del gobernante Partido Demócrata en ese órgano,
Howard Berman, ya habían señalado que la ayuda estadounidense debía ser
interrumpida a cualquier gobierno palestino que incluyera a Hamás a menos que
este movimiento renunciara a la violencia, reconociera el derecho de Israel a
existir y aceptara previos acuerdos firmados por la Organización para la
Liberación de Palestina (OLP).
Aunque todavía no se ha
propuesto nada formalmente, crece en el Congreso la idea de recortar la ayuda
a Egipto como forma de frenar la independencia que muestra en su política
exterior.
"Si el deseo de El Cairo de
una política exterior más ‘independiente’ se traduce en vínculos más
estrechos con terroristas, el histórico apoyo de Estados Unidos a los
militares egipcios debería ser reconsiderado", escribió el martes el
periódico neoconservador The Wall Street Journal en un editorial en el que
definía a las últimas acciones de Egipto como una "perturbadora
antesala de lo que podría emerger" de la llamada Primavera Árabe.
La preocupación en Washington
comenzó poco después de la salida de Mubarak, cuando Egipto permitió que
barcos de guerra iraníes pasaran por el canal de Suez al mar Mediterráneo,
una acción que Israel y sus partidarios insistieron no tenía precedentes
desde la Revolución Islámica en 1979.
El nuevo canciller egipcio,
Nabil Elaraby, aseguró que su gobierno no tenía intención de renunciar a
los Acuerdos de Camp David. Pero, desde que asumió, su política exterior ha
ganado independencia tanto de Estados Unidos como de Israel.
A comienzos de este mes, Elaraby
anunció después de una inusual reunión con diplomáticos de algo rango iraníes
que los dos países habían "abierto una nueva página".
Desde entonces, El Cairo ha
dejado en claro que intenta normalizar las relaciones con Teherán, algo que
supondría un importante revés para los esfuerzos estadounidenses e israelíes
destinados a aislar a la República Islámica y forjar una alianza de hecho
entre Israel, Egipto y las monarquías sunitas de Jordania y del Golfo.
"Todo el mundo tiene
relaciones diplomáticas con Irán, a excepción de Estados Unidos e
Israel", dijo la semana pasada al diario estadounidense The New York
Times el portavoz de la cancillería egipcia, Menha Bakhoum.
"Vemos a Irán como un
vecino en la región con el que deberíamos tener relaciones normales", añadió.
Al mismo tiempo, el canciller
confirmó en una entrevista con la cadena árabe Al Jazeera lo que se había
rumoreado por semanas: Egipto abriría el puesto de cruce de Rafah hacia el
territorio palestino de Gaza, controlado por Hamás, lo que pondría fin a un
bloqueo israelí de cinco años y que Mubarak ayudó a mantener en vigor.
El Cairo también se acaba de
sumar a los esfuerzos de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) para ser
reconocida como estado independiente en la próxima sesión plenaria de la
Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en septiembre, y
habría instado a Estados Unidos a que hiciera lo mismo.
Sin embargo, el gobierno de
Obama indicó que se oponía vehementemente a esa iniciativa, alertando que
socavaría el "proceso de paz", aunque éste se encuentra suspendido
desde septiembre pasado. No obstante, es improbable que Washington pueda
detener los esfuerzos palestinos, que cuentan con respaldo de potencias de
Europa occidental.
La nueva política exterior de
Egipto parece estar diseñada para satisfacer a la opinión pública local
que, según encuestas, es cada vez más opuesta a Estados Unidos desde la
invasión a Iraq en 2003 y muestra especial hostilidad hacia a Israel.
En la última encuesta divulgada
por el Centro de Investigación Pew, 54 por ciento de los consultados dijeron
que el tratado de Camp David con Israel debía ser anulado, mientras 36 por
ciento señalaron que debía mantenerse.
Cuarenta y tres por ciento
afirmaron que preferían una relación más distante con Estados Unidos
respecto de años anteriores. La misma encuesta demostró un fuerte apoyo a
Amor Moussa, ex presidente de la Liga Árabe y probable candidato presidencial
egipcio, promotor de una aun mayor independencia en política exterior.
Muchos observadores creen que
los recortes en la asistencia de Washington serán inevitables si Egipto
mantiene la actual trayectoria.
(*)
El blog de Jim Lobe sobre política exterior de Estados Unidos puede leerse en
h)ttp://www.lobelog.com