La guerra contra Libia se ha
vendido con la consigna RdP –Responsabilidad de Proteger– un “nuevo”
concepto humanitario imperialista que blande Washington con entusiasmo (La
Haine).
Comencemos con la invocación de
un icono cultural occidental, Dante: “Oh vosotros los que entráis,
abandonad toda esperanza", porque al derecho internacional tal como lo
conocemos acaban de atraversarle el corazón con una estaca. El “nuevo”
darwinismo sociopolítico implica neocolonialismo humanitario, asesinatos
selectivos –ejecuciones extrajudiciales– y guerras de drones, todo en
nombre de la "carga del hombre" blanco actualizada.
En el torbellino de mentiras e
hipocresía que impregna el asesinato de Osama bin Laden, el hecho crucial
relacionado con la justicia es cómo a un hombre desarmado -con el nombre en
clave “Gerónimo”- le capturaron vivo y le ejecutaron sumariamente ante
una de sus hijas después de invadir con la rapidez de un relámpago un país
teóricamente “soberano”.
En cuanto a la guerra pantanosa
que libra la OTAN contra Libia, el hecho es que a la opinión pública
occidental le hicieron tragar un ataque militar a un país soberano que no ha
cometido ninguna violación de la carta de las Naciones Unidas. Y hablen de un
colonialismo lobo –disfrazado de cordero– la “guerra humanitaria”.
El meollo de la cuestión es el
propio concepto del derecho internacional –adoptado por todas las naciones
“civilizadas”-, así como lo que constituye una guerra justa. Sin embargo,
para las élites gobernantes occidentales sólo es un detalle; no ha habido
ningún debate a alto nivel sobre las implicaciones de una guerra de la OTAN
justificada por las Naciones Unidas cuyo objetivo en última instancia –y
nunca declarado– es el cambio de régimen.
Darwinismo
Tomahawk
La operación sucia en el Norte
de África resulta es todavía más repugnante ya que se ha probado que la
guerra contra Libia inicialmente fue conceptualizada por dudosos intereses
franceses; que Arabia Saudí organizó una truculenta votación de la Liga Árabe
para EE.UU. porque quería librarse de Muamar Gaddafi y al mismo tiempo tener
mano libre para aplastar las manifestaciones por la democracia en Bahréin;
que Libia ofrece la posibilidad perfecta para que el AFRICOM del Pentágono
tenga una base africana; que un montón sospechoso de “rebeldes” abusó de
protestas legítimas, junto con desertores de Gaddafi, yihadistas vinculados a
al-Qaida y exiliados como el agente de la CIA, Khalifa Hifter, quien vivió
durante casi 20 años en Virginia, y se encargan de la tarea.
Lo que sucedía se hizo aún más
repugnante cuando se supo que el 19 de marzo las élites financieras de
Washington/Londres/París autorizaron al Banco Central de Bengasi su propia
política monetaria –dictada por Occidente–, a diferencia del banco
nacional libio, de propiedad estatal, y totalmente independiente, en Trípoli;
Gaddafi quería librarse del dólar de EE.UU. y del euro y pasar al dinar de
oro como divisa común africana, y muchos gobiernos ya estaban de acuerdo.
La guerra contra Libia se ha
vendido globalmente con la consigna R2P –Responsabilidad de Proteger– un
“nuevo” concepto humanitario imperialista que blandieron en Washington con
entusiasmo tres amazonas porristas: la secretaria de Estado Hillary Clinton,
la embajadora de EE.UU. en la ONU, Susan Rice, y la consejera presidencial,
Samantha Power.
Amplios sectores del mundo en
desarrollo –la verdadera “comunidad internacional”, no esa ficción en
las páginas de los medios dominantes occidentales– lo vieron como lo que
es: el fin del concepto de la soberanía nacional como un hábil
“replanteamiento” que difumina completamente el Artículo 2, Sección 1,
original, de la Carta de la ONU del principio de la igualdad soberana de los
Estados.
Vieron que los “que toman las
decisiones” sobre R2P son exclusivamente Washington y un puñado de
capitales europeas. Vieron que golpean a Libia con bombardeos de la OTAN, pero
no a Bahréin, Yemen o Siria. Vieron que los “que toman las decisiones” no
hicieron ningún esfuerzo para negociar un alto el fuego en Libia, ignorando
los planes de Turquía y de la Unión Africana (UA) [y Venezuela].
Y los peces gordos, Moscú y Pekín,
claro está, no pudieron dejar de ver que R2P podría invocarse en caso de
agitación en el Tíbet y en Xinjiang, y que el próximo paso sería ver a las
tropas de la OTAN en territorio chino. Lo mismo en lo que concierne a
Chechenia –con el factor hipócrita occidental adicional de que los
chechenos han sido armados durante años por la OTAN a través de redes
vinculadas a al-Qaida en el Cáucaso/Asia Central.
Incluso los protagonistas
suramericanos no pudieron dejar de ver que podrían usar R2P a largo plazo
para una intervención “humanitaria” de la OTAN en Venezuela o Bolivia.
"Derecho
internacional"
Por lo tanto, estamos ante el
nuevo significado del “derecho internacional”: Washington –a través de
AFRICOM o de la OTAN– interviene en todo caso, con o sin resolución del
Consejo de Seguridad de la ONU, en nombre de R2P, y todos guardan silencio
respecto al daño colateral, al bombardeo de un régimen mientras se niega que
el objetivo sea el cambio de régimen, a que no se auxilie a los refugiados,
hacinados en botes, abandonados en el Mediterráneo.
En cuanto al motivo por el cual
se patea a Gaddafi mientras los al-Khalifa en Bahréin, Saleh en Yemen y
Bashar al-Asad en Siria se salen con la suya, es simple: nadie es un maligno
dictador si se trata de uno de “nuestros” hijos de puta, es decir, si se
ajusta a “nuestras” reglas. El destino de los “independientes” como
Gaddafi es que los tuesten. Ayuda si uno ya tiene una base militar esencial de
EE.UU. en su territorio, como los al-Khalifa y la Quinta Flota de EE.UU.
Si los al-Khalifa no fueran
lacayos de EE.UU. y no hubiera una base militar estadounidense, Washington no
tendría problemas para justificar una intervención a favor de los
manifestantes pacíficos, en su mayoría chiíes, por la democracia contra una
horrenda tiranía suní que necesita a la Casa de Saud para reprimir a su
propio pueblo.
Y luego están los legalismos.
Imaginad que se procesara a Gaddafi. ¿Una corte militar o un tribunal civil?
¿Un tribunal irregular y arbitrario –estilo Sadam Hussein– u ofrecerle
todos los medios “civilizados” para que se defienda? ¿Y cómo enjuiciar
crímenes contra la humanidad más allá de toda duda razonable? ¿Cómo
utilizar testimonios objetivos gracias a la tortura, perdón,
“interrogatorios coercitivos”? ¿Y por cuánto tiempo? ¿Años? ¿Cuántos
testigos? ¿Miles?
Es mucho más fácil
solucionarlo todo con un Tomahawk –o una bala en la cabeza– y luego
llamarlo “justicia”.
*
Pepe Escobar es autor de “Globalistan: How the Globalized World is
Dissolving into Liquid War” (Nimble Books, 2007) y “Red Zone Blues: a
snapshot of Baghdad during the surge”. Su último libro es “Obama
does Globalistan” (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: pepeasia@yahoo.com.