Plan de retirada de EEUU
El Gran Juego afgano
Por
Txente Rekondo
Gara, 26/06/11
El anuncio de Obama es una nueva pieza
que se suma al complejo puzzle en Afganistán. Las
declaraciones de Karzai, la respuesta de la resistencia y el
papel de los protagonistas regionales, son parte también de
ese escenario sobre el que la figura del Gran Juego vuelve a
planear con fuerza. En los próximos meses se irá
desgranando el futuro de Afganistán y si las fuerzas de
ocupación acaban aceptando que la resistencia es una parte
del pueblo afgano, la reconciliación entrará en una nueva
fase y ya hay quienes apuntan a la fórmula de «olvido y
perdón». Y Obama es consciente de que cualquier reducción
de tropas pasa por un acuerdo global.
Tras su anunciada reducción de tropas
a partir de finales de año, el presidente de EEUU ha puesto
sobre la mesa su intención de apostar por una nueva
estrategia en Afganistán (otra más, dicen algunos con ironía
algunos). Obama es consciente de que en los próximos meses
la política de EEUU va a estar dominada por la larga campaña
electoral a la Presidencia, y a día de hoy buena parte del
electorado está cansado del coste que supone la ocupación
de Afganistán, ya que sus principales preocupaciones son la
economía, el desempleo y el déficit.
Tras diez años de guerra, parece haber
llegado el momento de pasar a otros la «patata caliente»,
y hay quien ve en las palabras de Obama un reconocimiento
implícito de la imposibilidad de ganar la guerra, al tiempo
que estaría abriendo la puerta a un diálo– go para una
posible solución. No obstante, algunos analistas remarcan
las carencias del discurso presidencial, al no mencionar
nada sobre el futuro de Karzai y su Gobierno, la fortaleza
de la resistencia, la corrupción o el papel regional. Para
ellos, el nuevo plan muestra la apuesta decidida por
favorecer a largo plazo «las operaciones de inteligencia,
las fuerzas especiales, los ataques desde aviones no
tripulados y la presencia reducida de tropas».
La resistencia se presenta como la gran
ganadora al hilo de estos acontecimientos. El reconocimiento
de que cualquier salida negociada debe contar con la
participación de todos los actores (se deja entrever en el
nuevo escenario. Los intentos de criminalizar cualquier
movimiento opositor, la apuesta por incentivar divisiones en
la resistencia, sobre todo entre los diferentes grupos que
conforman el mundo talibán, o la victoria militar, han
fracasado uno tras otro.
A día de hoy, la estrategia de la
resistencia se manifiesta en amplias zonas del país, buena
parte de ellas bajo su control. La combinación de
diferentes tácticas está dándoles frutos. Los ataques
contra posiciones aisladas y remotas de las fuerzas
extranjeras, unidos a la infiltración en las nuevas fuerzas
afganas, están logrando importantes efectos sicológicos y
al mismo tiempo muestran su fortaleza.
Paralelamente, desde hace semanas se ha
intensificado la campaña contra los «colaboradores» de la
ocupación, con importantes figuras del nuevo entramado
institucional afgano como víctimas, lo que reduce las
posibilidades de la coalición ocupante de poder contar con
aliados locales. Junto a ello, las operaciones de dicha
coalición son una fuente inagotable de razones para que la
población local le vuelva la espalda y para que la
resistencia articule una campaña propagandística.
Tampoco hay que olvidar la capacidad
que viene mostrando la resistencia para mantener un sistema
de Justicia paralelo que, a juicio de algunos observadores,
«funciona relativamente bien», sobre todo a la vista de la
«ausencia generalizada» del Estado en la mayor parte del
país.
La figura del actual presidente afgano,
Hamid Karzai, también ha ocupado cierta centralidad estas
semanas. Su anuncio de que EEUU estaría nego– ciando con
los talibanes ha podido sorprender a quien no conoce la
realidad afgana. Sin embargo, esta maniobra de Karzai hay
que enmarcarla en su propia estrategia. El presidente
afgano, conocedor del escaso apoyo con que cuenta y de que
su distancia respecto a Washington es cada día más
evidente, se está dirigiendo a su pueblo con esas
maniobras, intentando dar muestras de un alejamiento de la
política de EEUU.
Aquí se enmarcan sus «amenazas» a la
OTAN, su afirmación de que los norteamericanos están en el
país en defensa de sus intereses, o su advertencia de que
la historia muestra cómo tratan los afganos a los
ocupantes. Con esa dialéctica intenta ligar el fracaso y la
corrupción a las fuerzas ocupantes, tratando de convencer
al pueblo afgano de que EEUU es la causa de todos los males.
Pero al mismo tiempo, Karzai es
consciente de que su futuro político está estrechamente
ligado a la presencia de los militares estadounidenses y por
ello quiere que la Casa Blanca siga apoyándole, pues de lo
contrario «Afganistán caería en manos talibanes», con lo
que ello supondría para los intereses de EEUU.
En este contexto nadie sabe con
seguridad cuál puede ser el futuro político de Karzai,
pero todo parece indicar que si EEUU logra encontrar un
aliado más firme en Afganistán, como dice la canción «los
días que le quedan son una cuenta atrás».
Las potencias regionales también
mueven ficha dentro del tablero de este Gran Juego. Pakistán
sigue manteniendo un difícil equilibrio, la capacidad, o su
falta, para hacer frente a la militancia islamista dentro de
sus fronteras y la relación de amor/ odio hacia EEUU son
factores a tener en cuenta. Casi nadie duda de que la
participación de Islamabad en cualquier solución negociada
es necesaria, ya que su marginación del teatro afgano le
daría carta verde para lanzar operaciones de
desestabilización en la región. Esta recuperación de
protagonismo de Pakistán es directamente proporcional a su
pérdida por parte de India, que hasta ahora había apostado
fuerte por desplazar a Islamabad del centro de poder afgano.
Irán también se está moviendo ante
la irrupción de un nuevo escenario, buscando nuevas
alianzas en la región. Rusia sigue de cerca los
acontecimientos, consciente de la influencia afgana en Asia
Central («su patio trasero») y, sobre todo, deseando
presentar un futuro Afganistán que signifique la derrota de
EEUU, situándolo en el mismo nivel que la sufrida por Moscú
en los años 80. China, de confirmarse el auge del
protagonismo paquistaní, aumentará los lazos/dependencia
con Islamabad, consciente también de que la inestabilidad
afgana tiene sus consecuencias en la región, e intentando
asegurar una estabilidad transfronteriza.
En los próximos meses se irá
desgranando el futuro de Afganistán y si las fuerzas de
ocupación acaban aceptando que la resistencia es una parte
del pueblo afgano, la reconciliación entrará en esa nueva
fase, y ya hay quienes apuntan a la fórmula de «olvido y
perdón». Obama es consciente que cualquier reducción de
tropas pasa por un acuerdo global, en el que tomen parte la
mayor parte, si no todos, de los actores mencionados,
incluida la resistencia afgana.
En esa clave se situarían, además, el
eventual encuentro que Alemania estaría organizando en Berlín
para el próximo mes de diciembre, donde la presencia talibán
podría estar asegurada, y el anuncio de Barack Obama de la
posible celebración de una conferencia internacional en
mayo del 2012 en Chicago, en la que participarían únicamente
EEUU y sus aliados y que habría que interpretar en clave
electoral de cara a la reelección presidencial.
(*) Del Gabinete vasco de Análisis
Internacional (GAIN).
Retirada
parcial de Afganistán
Un giro consensuado para volver
a enfocarse en la economía
Por
Jeff Zeleny y Jackie Calmes
The
New York Times, 22/06/11
La Nación, 24/06/11
Traducción de Jaime Arrambide
Washington.– Cuando un año después
de asumir el poder el presidente Barack Obama decidió
ampliar la guerra de Afganistán, los republicanos
criticaron ferozmente el plazo impuesto por el mandatario
para la repatriación de los soldados. Pero su decisión de
anteayer de acelerar el retiro de tropas no despertó
mayores objeciones, señal de un notable giro en la política
bélica.
Obama se ve beneficiado por una
acumulación de factores –la creciente tensión del
aislacionismo republicano, la ejecución de Osama ben Laden
y la honda preocupación por el gasto público y el déficit–
que le permiten una inesperada flexibilidad para tratar con
el Congreso y venderle a la nación la solución que
propone. Obama pondrá a prueba si la política posterior al
11 de Septiembre cambió lo suficiente como para que un
presidente demócrata pueda reducir la escala de una guerra
con poco o ningún riesgo político interno.
"Estas largas guerras tendrán un
final responsable –dijo Obama–. Mientras eso ocurre,
debemos aprender la lección. Esta década de guerras ya ha
hecho que mucha gente se cuestione la naturaleza del
compromiso de Estados Unidos con el resto del mundo."
Mientras el costo y el precio de la
guerra abruman a la población, entre los republicanos se
abrieron líneas de fractura. Tienen posturas de lo más
variadas: desde el movimiento del Tea Party y su preocupación
exclusiva por la cuestión presupuestaria, pasando por el
"ni un paso en falso" del candidato del partido a
la presidencia en 2008, el senador de Arizona John McCain,
hasta los republicanos internacionalistas que sienten que su
partido ha perdido por completo el rumbo.
McCain se ha erigido como el crítico
principal de la decisión presidencial sobre Afganistán,
pero sus opiniones fueron silenciadas por la andanada de
candidatos republicanos que se apresuraron a expresar su
deseo de que esa guerra termine cuanto antes.
Jon Huntsman, ex gobernador de Utah que
recientemente renunció a su puesto como embajador en China,
está intentando cimentar su campaña presidencial por los
republicanos en su experiencia en política exterior, que
incluye cargos diplomáticos en las dos administraciones
Bush. "Ya es hora de que cambiemos y nos enfoquemos en
los esfuerzos contraterroristas, que demandan muchas menos
botas en el terreno que las mencionadas por el presidente la
noche del miércoles [por anteayer]", dijo Huntsman.
Tim Pawlenty, ex gobernador de
Minnesota, emergió como uno de los pocos candidatos
partidarios que expresaron su cautela respecto del retiro de
tropas de Afganistán. "Me preocupa esta especie de
tendencia al minimalismo y el aislacionismo en el seno del
Partido Republicano", dijo Pawlenty en una entrevista.
"Pero es realmente importante asegurarnos de terminar
el trabajo como corresponde en Afganistán", añadió.
Beneficio
Geoff Garin, encuestador demócrata que
condujo grupos de seguimiento de la opinión pública sobre
la guerra, dijo que los mensajes divergentes entre
republicanos podrían beneficiar a Obama.
Ahora a los republicanos les será más
difícil atacarlo, ya que ellos mismos aseguran que la
guerra de Afganistán es un gasto que el país ya no puede
afrontar.
Esta semana, el centro de
investigaciones Pew reveló que por primera vez la mayoría
de los norteamericanos –el 56%– está a favor de retirar
las tropas de Afganistán lo antes posible, lo que significa
un crecimiento de ocho puntos porcentuales en una encuesta
realizada en mayo, después de la muerte de Ben Laden.
Aunque pretender predecir los factores
que influirán en la elección presidencial con un año de
antelación es temerario, la lenta recuperación y la
persistencia de un elevado desempleo indican que la elección
de 2012 estará centrada en la economía y no en la guerra.
Pero la complicación para Obama es que esa guerra de casi
una década se convirtió en un tema económico para muchos
norteamericanos.
"El anuncio de hoy es el comienzo,
pero no alcanza. Seguir conservando la mayor parte de
nuestras 100.000 tropas en Afganistán es simplemente
postergar lo inevitable", dijo el representante Earl
Blumenauer, demócrata por Oregon.
"Dadas nuestras restricciones
presupuestarias, la muy cuestionable eficacia de los
esfuerzos por construir la nación afgana y la reciente
muerte de Osama ben Laden, ahora es tiempo de comenzar con
un retiro significativo de tropas norteamericanas", añadió.
As
Politics of War Shift, Risks for Obama Ease
By
Jeff Zeleny and Jackie Calmes
New
York Times, June 22, 2011
Washington
— When President Obama expanded the Afghanistan war a year
after taking office, Republicans fiercely criticized his
deadline to bring troops home. But his decision on Wednesday
to accelerate their withdrawal came with few reprisals, a
sign of a remarkable shift in the politics of war.
The
president, who addressed the nation in a prime–time speech
from the White House, stopped short of declaring victory,
but he suggested that the mission had been a success and
that it was time to turn to a new foreign policy and to
place a greater focus on domestic concerns.
A
debate inside the Republican Party over Afghanistan, along
with larger questions about American military engagement,
has changed the political dynamic facing Mr. Obama as he
prepares for re–election. He made clear that he would not
be haunted, like many Democrats before him, by being cast as
weak on national security. But he pledged to “chart a more
centered course,” a phrase that could well serve as a
metaphor for how he has sought to reset his presidency after
Democrats were soundly defeated last fall.
Mr.
Obama is benefiting from a confluence of factors — a
rising strain of Republican isolationism, the killing of
Osama bin Laden and deep concerns about spending and the
deficit — which provide unexpected flexibility for dealing
with Congress and selling his decision to the nation. He
will test whether the post–Sept. 11 politics have changed
enough to allow a Democratic president to wind down a war
with little or no political peril.
“These
long wars will come to a responsible end,” Mr. Obama said.
“As they do, we must learn their lessons. Already this
decade of war has caused many to question the nature of
America’s engagement around the world.”
As
the nation has grown weary over the cost and toll of war,
fault lines have emerged among Republicans, with the
longstanding isolationist strain regaining its footing after
the Sept. 11 terrorist attacks and the adventurism of the
George W. Bush era.
The
aggressive posture adopted by the president, particularly in
pulling out troops faster than Pentagon advisers recommended,
could open a discussion in Congress and on the presidential
campaign trail. Republicans now hold an array of positions,
from the budget–minded focus of the Tea Party movement to
the stay–the–course view of the party’s 2008 nominee,
Senator John McCain of Arizona, to other internationalist
Republicans who fear the party has lost its way.
For
the first time in generations, neither the president nor any
candidates for the office have worn the military uniform.
The familiar chords of patriotism may have given way to
increased concerns about priorities at home.
Mr.
McCain has emerged as the leading critic of Mr. Obama’s
decision on Afghanistan, but his views are muted by the many
Republican presidential candidates who have expressed a
desire to end the war as soon as possible.
Jon
M. Huntsman Jr., a former Utah governor who recently stepped
down as the ambassador to China, is trying to build his
Republican presidential campaign around his foreign policy
experience, which included positions in both Bush
administrations. Four years ago, he was Mr. McCain’s co–chairman,
but now is seeking to distinguish himself on Afghanistan by
raising questions about whether the country can afford it.
“It
is time we move to a focused counterterror effort, which
requires significantly fewer boots on the ground than the
president discussed tonight,” Mr. Huntsman said.
Tim
Pawlenty, a former governor of Minnesota, has emerged as one
of the party’s few candidates who are cautioning against
an abrupt withdrawal in Afghanistan. “I’m concerned
about what appears to be a drift toward minimalism and
isolationism inside the Republican Party,” Mr. Pawlenty
said Wednesday in an interview. “But it’s really
important to make sure that we finish the job correctly in
Afghanistan.”
Geoff
Garin, a Democratic pollster who has conducted focus groups
to gauge public opinion of the war, said the multiple
messages among Republicans would benefit Mr. Obama.
For
Mr. Obama, his prime–time announcement was the latest in a
series of defining moments in his presidency. Four years
ago, in the early stage of his political rise, he positioned
himself as a strong opponent of the Iraq war. After he took
office, he began delivering on his pledge to end the war.
But he chose to build up efforts in Afghanistan, infuriating
many Democrats by sending 30,000 more troops.
On
Wednesday night, the president found himself in a position
where he could announce what has always been a priority of
Democrats — and of Mr. Obama himself when he first took
office: “America,” he said, “it is time to focus on
nation–building here at home.” It is something that is
surely going to help him with Democratic base voters who had
been concerned that he had strayed too far from his promises
since passing a new health care law.
Now
the position is harder for Republicans to attack, since they,
too, are describing the fighting in Afghanistan as an
expense the country can no longer afford.
This
week, the nonpartisan Pew Research Center found for the
first time that a majority of Americans — 56 percent —
favored removing troops from Afghanistan as soon as possible,
an increase of eight percentage points from a poll taken in
May after Bin Laden’s death. Two–thirds of Democrats and
nearly six in 10 independents support withdrawal, while 53
percent of Republicans favor maintaining troop strength —
12 percentage points lower than a year ago.
While
predicting what will influence a presidential election is
dicey more than a year in advance, the slow recovery and
persistently high unemployment suggest that the 2012
election will be focused on the economy, not war. But the
complicating dynamic for Mr. Obama is that the nearly decade–old
war in Afghanistan has become an economic issue for many
Americans.
“There
are huge economic concerns about where the money is going, a
realization that we’re basically defending the world and
can’t show better results for it,” said former Senator
Tom Daschle, who was the Democratic Senate leader after the
2001 terrorist attacks, when Democrats deferred to President
Bush for fear of being labeled weak against terrorism. At
the time, it was unthinkable in Congress or among the
general public to question the war’s added cost.
“The
whole burden for this has been on a very, very small
percentage of people, so no one has really felt the effects
of this war,” Mr. Daschle said.
Barring
another major terrorist attack, Democrats say, Mr. Obama has
to show at least a significant reduction in troops overseas
by Election Day.
“Today’s
announcement is a start, but not enough. Retaining most of
our 100,000 troops in Afghanistan is simply delaying the
inevitable,” said Representative Earl Blumenauer, Democrat
of Oregon. “Given the recent death of Osama bin Laden, our
budgetary constraints and the questionable effectiveness of
our nation–building efforts in Afghanistan, now is the
time to begin a significant withdrawal of U.S. troops.”
(*)
Jim Rutenberg contributed reporting from Columbia, S.C.
Los frentes
de la Casa Blanca – La
guerra y la economía
Inicia Obama retirada en Afganistán
Agencia
Associated Press, 23/06/11
El mandatario anunció anoche
el retiro de 33.000 soldados antes de las elecciones;
"es hora de enfocarnos en nuestro país", dijo.
Washington.– Presionado por un país
saturado de casi 10 años de costosas guerras y la
fragilidad de una economía que no logra plena recuperación,
el presidente norteamericano, Barack Obama, anunció anoche
un plan de retirada de las tropas de Afganistán, donde
murieron 1632 militares y ya se gastaron más de 1,3
billones de dólares.
"Por supuesto, quedan grandes
desafíos por delante, éste es el principio y no el final
de nuestro esfuerzo", dijo anoche Obama desde la Casa
Blanca.
Acto seguido, el mandatario llamó a
los norteamericanos a concentrarse en su país.
"Estados Unidos: es hora de enfocarnos en la construcción
de nuestro país", dijo Obama.
"En la última década gastamos un
billón de dólares en guerras, en un momento de creciente
deuda y dura situación económica –admitió Obama–.
Ahora nosotros debemos invertir en el recurso más preciado
de Estados Unidos: su gente."
A pesar de que los altos mandos del
Pentágono recomiendan un repliegue más gradual, Obama
comenzó con su anuncio a cumplir su promesa de retirar
todas las tropas norteamericanas de Afganistán para 2014 y
poner fin a una guerra que es cada vez más impopular en
Estados Unidos.
El plan para retirar 10.000 soldados
este año y 23.000 para mediados de 2012, meses antes de las
elecciones presidenciales, es más profundo y acelerado que
el propuesto por sus asesores militares. De todos modos,
cumplido ese proceso, aún habrá en Afganistán 70.000
combatientes norteamericanos –el mismo número que había
cuando Obama llegó al poder–, a los que se suman otros
30.000 de las fuerzas de la OTAN.
La decisión del mandatario implica una
victoria del vicepresidente, Joseph Biden, uno de los
abanderados del repliegue militar, y la derrota del
comandante en Afganistán y la máxima estrella militar
norteamericana en la última década, el general David
Petraeus, que ayudó a Obama en la estrategia de revisión
18 meses atrás y que en breve volverá a Washington para
dirigir la CIA.
El anuncio de Obama provocó una fuerte
polémica: varios generales y un alto número de
republicanos consideran que las fuerzas norteamericanas no
deben ser replegadas de manera acelerada. Los militares
advierten que la seguridad del país no está garantizada y
que los talibanes aún implican una amenaza importante.
Sin embargo, Obama y sus asesores se
inclinaron por reducir los plazos de salida ante lo que
califican de múltiples evidencias de que será difícil
hacer más progresos en el terreno.
Además, la presión para retirar las
tropas se incrementó aún más en los últimos meses,
especialmente desde que, en mayo pasado, un grupo comando
norteamericano mató en Paquistán a Osama ben Laden, líder
de Al–Qaeda, la red que en 2001 lanzó el peor atentado
terrorista en territorio norteamericano.
La respuesta inmediata fue la invasión
norteamericana a Afganistán, entonces refugio de Ben Laden.
El debate en Washington varió
notablemente desde la incursión en Abbottabad. La muerte de
Ben Laden dio a los críticos republicanos y demócratas
argumentos para sostener que la Casa Blanca debía limitar
los objetivos en Afganistán.
Incluso el secretario de Defensa
saliente, Robert Gates, partidario de un cuidadoso retiro de
las tropas, reconoció que el respaldo a la lucha
antiterrorista después de la muerte de Ben Laden se estaba
perdiendo.
En los últimos meses se lograron
avances considerables: las fuerzas norteamericanas y sus
aliados de la OTAN retomaron la iniciativa y obligaron a los
talibanes a replegarse en diferentes regiones del país. Sin
embargo, los militares creen que son progresos relativos y
sin garantías.
El presidente de la Cámara de
Representantes, el republicano John Boehner, se mostró ayer
preocupado por el anuncio de Obama, que calificó como una
salida "precipitada" de las tropas, que
"pondría en peligro los progresos obtenidos" en
Afganistán.Pero desde hace varias semanas en Washington
soplan otros vientos y ya comienzan a pesar más las agendas
electoral y económica.
"Casi no hay decisión que Obama
pueda tomar que sea buena. Estamos en una crisis económica
y ésta es una guerra cara", dijo Robert Lamb, experto
del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.
Los partidarios de la estrategia de
salida más acelerada comienzan a evaluar la proximidad de
las elecciones presidenciales, en las que Obama buscará la
reelección, y la impopularidad de la guerra.
Además, Obama enfrenta la amenaza de
una economía que no logra el impulso previo a la crisis de
2008, la presión para recortar gastos del presupuesto y el
cansancio con la guerra del Congreso y del electorado.
Mike Mullen,
jefe del Estado Mayor
Conjunto,
afirmó que el plan de Obama
es "audaz"
Advierte el Pentágono sobre los
riesgos
del retiro de Afganistán
Agencia
Associated Press, 24/11/06
Washington.– Un día después de que
el presidente Barack Obama anunció el plan para retirar
33.000 soldados de Afganistán antes de septiembre de 2012,
el jefe del Estado Mayor Conjunto, Mike Mullen, calificó
esa estrategia de "arriesgada", aunque aclaró que
respalda la decisión del mandatario.
"Los planes del presidente son más
audaces y suponen un mayor riesgo de lo que yo estaba
preparado para aceptar en un principio", reconoció
Mullen en una audiencia ante el Comité de Servicios Armados
de la Cámara de Representantes. Mullen, que dirige las
tropas norteamericanas sobre el terreno, subrayó, no
obstante, que tanto él como el comandante en jefe en
Afganistán, David Petraeus, apoyan "por completo"
el plan presentado anteanoche por Obama.
Anunciado como el principio del fin de
la guerra en Afganistán, el plan de Obama prevé comenzar
el mes próximo con la retirada de tropas, para repatriar
hasta fines de año un total de 10.000 soldados, y continuar
la operación con otros 23.000 antes de septiembre de 2012.
Eso dejará sobre el terreno unos 68.000 militares
norteamericanos, con objeto de completar la retirada en
2014, según un acuerdo con la OTAN. La Alianza Atlántica
también prevé la retirada de sus 47.000 efectivos. La
guerra de Afganistán, iniciada hace casi diez años, le ha
significado a Washington un desembolso de más de 1,3
billones de dólares.
Cuestionado por los legisladores
republicanos sobre el grado de riesgo al que se refería al
definir el plan de Obama, Mullen señaló que, en cualquier
caso, se refería a "un riesgo manejable". Para el
alto mando militar, mantener las tropas sobre el terreno
durante más tiempo habría conllevado "otros
riesgos". "Habríamos facilitado un aumento de la
dependencia del gobierno de Hamid Karzai [?] y se habría
enviado una señal al enemigo y a los aliados en la región
de que los talibanes aún tienen la fuerza suficiente para
justificar la presencia norteamericana completa",
explicó.
"Más tropas durante más tiempo
es, sin ninguna duda, el camino más seguro, pero eso no lo
convierte necesariamente en el mejor camino. Sólo el
presidente, al fin y al cabo, puede determinar el nivel
aceptable de riesgo que podemos asumir, y creo que lo ha
hecho", dijo Mullen, para quien el plan de Obama
permitirá reajustar las fuerzas más rápidamente y reducir
"el nada desdeñable costo de desplegar esas
fuerzas".
Críticas de los dos
partidos
Para el presidente del Comité de
Servicios Armados, el republicano Howard McKeon, el plan de
Obama mermará significativamente el objetivo de transferir
la responsabilidad del conflicto al gobierno afgano en 2014.
"Necesitamos una estrategia diseñada para poner al
enemigo contra las cuerdas, no para darle más
aliento", dijo McKeon, que calificó el anuncio de
Obama como "un discurso de campaña electoral".
El plan de repliegue militar en
Afganistán también recibió críticas desde las filas demócratas,
pero por motivos opuestos a los expresados por los
republicanos. Algunos legisladores, como Nancy Pelosi, líder
de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes,
dijo que habría esperado una retirada más rápida de las
tropas norteamericanas desplegadas en Afganistán.
El anuncio de Obama fue bien recibido
por los aliados de Washington en Europa. La mayoría de los
países con soldados en Afganistán mantendrán su propio
plan de retirada de tropas. El único en sumarse a la
iniciativa de la Casa Blanca fue el presidente francés,
Nicolas Sarkozy, que anunció un repliegue militar gradual
de sus 4000 efectivos con un calendario similar al de
Estados Unidos. Alemania, con 5000 soldados, ya anunció una
primera retirada de tropas para este año. Gran Bretaña,
con cerca de 10.000, e Italia, con 4000, comenzarán el
repliegue a principios de 2012.
Por su parte, el presidente afgano,
Hamid Karzai, dijo que la retirada gradual de las tropas de
Estados Unidos es "un paso beneficioso" para ambos
países. Mientras, los talibanes lo calificaron como una
"medida simbólica" que no cambia la situación en
el país.
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