Un
gran debate en la izquierda mundial
Por
Claudio Testa
para Socialismo o Barbarie, 31/08/11
Los
acontecimientos de Libia han generado amplias diferencias
de opinión en la izquierda. Este debate tiene gran
trascendencia. Es que no se trata sólo del curso político
de Libia. Lo más importante es que los sucesos de Libia son
parte de un acontecimiento histórico trascendental: el conjunto
del mundo árabe –más allá de las enormes
desigualdades entre los distintos países– está en
medio de una crisis histórica, cuyo elemento
determinante (aunque no el único) se podría definir como
el de un “estado de descontento, protesta y rebelión”.
Esto abarca desde los estallidos políticos y sociales que
derribaron las dictaduras de Egipto y Túnez hasta diversos
grados de disconformidad y reclamos.
Aunque estas
situaciones tan distintas van del rosa pálido al rojo vivo,
todas en el fondo están teñidas del mismo color: el
descontento y hasta la rabia generalizada contra regímenes,
gobiernos y condiciones de vida... Y sucede no en tal o cual
país, sino en toda una región que es una piedra angular
del orden capitalista-imperialista mundial.
El caso
particular de Libia se da en ese contexto. Pero la amplitud
de las polémicas tiene que ver con que presenta una complejidad
particular.
Como señalamos
en la Declaración
de Socialismo o Barbarie que aquí publicamos,
se ha configurado una situación extremadamente
contradictoria:
Por un lado,
la caída de Gadafi “es un producto de la ola de
rebeliones democráticas de los pueblos árabes contra
las dictaduras. Pero, a la vez, es un logro de la
intervención política y militar del imperialismo, cuyo
principal éxito es imponer un gobierno de lacayos a sus
órdenes: el CNT (Consejo Nacional de Transición)... Así
el imperialismo ha logrado copar esa legítima rebelión
democrática y ‘robar’ a las masas el triunfo sobre
un dictador que hasta hace pocos meses era uno de los
socios más fieles del imperialismo, especialmente de
Francia e Italia... A esta contradicción se le agregan
otros factores no menos candentes: que amplios sectores de
la población están armados, que hay toda clase
de facciones regionales, tribales e ideológicas, que el
control del CNT (Consejo Nacional de Transición) por abajo
aparece como más precario, y, finalmente, que los intereses
de las masas populares, sus anhelos de democracia y
justicia social, son objetiva y diametralmente opuestos
al plan colonial-petrolero que el imperialismo exige a
sus títeres del CNT que apliquen”.
Es que en
Libia, como define agudamente el activista egipcio Basheer
al-Baker, el imperialismo está ensayado una nueva forma
de intervención: la “cooptación de las
revueltas”.[1]
No tener en
cuenta el conjunto de estas agudas contradicciones –que
todavía no han tenido un desenlace categórico– lleva a
posiciones equivocadas... y contraproducentes para lograr un
desenlace independiente y revolucionario. Aquí criticamos
tres de esos puntos de vista.
Chávez:
“¡Viva Bolívar-Gadafi!”, o cómo aplicar hasta el fin
una “política de estado”
“Lo que
es Simón Bolívar para nosotros los venezolanos, es Muamar
Gadafi para el pueblo libio...” (Chávez, discurso al
condecorar a Gadafi durante su visita a Venezuela,
septiembre de 2009)
Chávez
convierte la correcta oposición a la intervención del
imperialismo en Libia en algo muy distinto... y nefasto: en
un apoyo político absoluto a Gadafi y su régimen.
Damos la cita de este discurso, pronunciado casi un año
y medio antes del estallido de la rebelión popular en
Libia, para ver dónde está el centro de la cuestión,
en relación a Chávez. Entre dos cosas muy diferentes –el
rechazo a la intervención imperialista y el sostén
incondicional a la dictadura de Gadafi– Chávez se
ubica ante todo en ese último terreno.[2]
Chávez sigue
la clásica “política de estado”, que aplicaron
tanto el stalinismo como las corrientes
nacionalistas-burguesas cuando gobernaron. Es decir, la política
está determinada por los intereses inmediatos del estado
que gobiernan, no por los intereses históricos de las
masas obreras y populares que dicen representar. Y los
resultados de esa política han sido siempre desastrosos.
Los negocios
e intereses petroleros comunes con Gadafi, llevaron a Chávez
a consagrarlo como otro Bolívar, algo que no puede menos
que asombrar a cualquiera que conozca mínimamente a ambos
personajes. Pero esto no es novedoso en relación a Chávez.
De la misma manera, los negocios e intereses comunes
con el estado y la burguesía colombiana lo llevaron al
pacto con su nuevo presidente, Santos. Sus consecuencias políticas
no han sido mejores que en lo de Libia: van desde la entrega
de refugiados políticos a los represores colombianos, hasta
la gestión del pacto de Zelaya con el régimen golpista
para domesticar a la Resistencia de Honduras. ¡Es este tipo
de Realpolitik la que dicta los pasos de Chávez, también
en el caso de Libia!
En función de
la defensa de Gadafi y su régimen sanguinario, la
propaganda chavista ha intentado cumplir la “misión
imposible” de sostener dos puntos: 1) que Gadafi es un líder
antiimperialista; 2) que la rebelión desatada en Libia no
tiene nada que ver con las masas populares de ese país ni
con el proceso de rebeliones del mundo árabe.
La realidad es
que el “antiimperialismo” de Gadafi había muerto por lo
menos dos décadas atrás, después que la caída del Muro
de Berlín y el fin de la Unión Soviética determinó un
giro de 180º: primero, para hacerse perdonar sus pecados
“antiimperialistas” de juventud; en segundo lugar, para
asociarse económica y políticamente con el imperialismo.
En la esfera
económica, Gadafi dio un giro neoliberal y de estrecha
asociación con las potencias europeas, en primer lugar con
Francia e Italia, que lograron las mayores tajadas del petróleo
libio. El “Bolívar” de Libia fue uno de los principales
contribuyentes electorales de Sarkozy y uno de los más
notorios amigos de Berlusconi... además de poseer alrededor
del 10% del paquete accionario de la Fiat. Y también, fue
uno de los principales clientes de sus industrias de
armamentos.
Pero lo más
significativo se dio a nivel político: junto con Mubarak de
Egipto y otros dictadores, Gadafi apoyó y colaboró
activamente con EEUU en la “guerra contra el terrorismo
islámico” desatada por Bush en el 2001, y que llevó a
las invasiones de Afganistán e Iraq.
La alineación
del Bolívar-Gadafi con Bush, hizo de Libia una de las
estaciones de los vuelos secretos de la CIA, donde se
llevaban reales o supuestos “jihadistas” secuestrados,
con destino final en el campo de concentración de Guantánamo.
Tiene razón,
entonces, el viejo político archiconservador español, José
María Aznar, que fue junto con Tony Blair el principal
socio europeo en la guerras de Bush. Aznar salió a defender
a Gadafi, recordando “cómo apoyó todos los esfuerzos del
mundo occidental en la guerra”, y cómo “se convierte en
un amigo, extravagante, pero en un amigo...”[3] ¡Esa es
la “vera historia” de Gadafi, y no la fábula que
pretende vender Chávez, sobre todo entre la vanguardia
latinoamericana que naturalmente está menos enterada de las
idas y vueltas del Bolívar de Trípoli!
Por eso, luego
de estallar la rebelión, Gadafi se limitó en los primeros
días a seguir invocando las consignas de la “guerra
contra el terrorismo islámico”. Sólo cuando sus patrones
de Europa y EEUU le vuelven la espalda, Gadafi se acuerda
del antiimperialismo de su lejana juventud.
El otro
argumento, que el estallido de Libia no tiene nada que
ver con las masas populares de ese país ni con el proceso
de rebeliones del mundo árabe, es aun más ridículo.
Es el mismo plato de teorías conspirativas que suele
cocinar la derecha: todo gran movimiento de masas, huelga,
revuelta, estallido social, etc., es siempre obra de
“agitadores” que actúan “desde las sombras” (o como
se dice aquí, en Argentina, de “trotskistas
infiltrados”). O sea, las masas trabajadoras y populares
no estallan porque llegan a un punto de ebullición. Son
borregos, que por sí mismos no pueden ser capaces de una
acción propia. Si se ponen en movimiento, debe ser porque
algunos conspiradores los llevan de las narices.
La cocina
chavista sirve este mismo plato reaccionario, pero con
otra salsa. No se trata en este caso de “agitadores de
izquierda”, sino de “células dormidas de Al Qaeda” y
de “agentes de la CIA y del Mossad” que habrían
–respectivamente– despertado y/o aterrizado en Libia.
Con eso creen que queda descalificada esa rebelión popular.
Lo peor de
estas posiciones del chavismo son sus consecuencias en
las luchas políticas reales que se presentan en
Libia y en general en todos los países árabes en ebullición.
Como siempre
sucede en estos casos, se abre objetivamente una dura
batalla política por ganar a los activistas de vanguardia
y, a través de ellos, a sectores de masas. Es una pelea
objetivamente abierta a todas las posiciones, sean laicas,
islamistas, proimperialistas, reformistas de mil colores,
etc.... y también a la izquierda independiente. Es decir,
con estos acontecimientos –donde todo se pone en debate y
en cuestión–, también se abre una oportunidad histórica
para que el marxismo revolucionario y la izquierda
independiente en general puedan hacer pie (algo inconcebible
en décadas de regímenes petrificados, como los de Mubarak
o Gadafi).
El apoyo a
Gadafi por parte de Chávez –un personaje que mundialmente
es visto como “socialista”– es un factor
nefasto de confusión en esa pelea. Daña profundamente
a la izquierda y la desprestigia ante las vanguardias de
todo el mundo árabe, especialmente de Libia y de Siria,
cuya familia de sanguinarios dictadores, los Assad, que
gobiernan desde 1970, también son apoyados por Chávez.
Esto sólo beneficia a las corrientes que desean que el legítimo
impulso democrático de las rebeliones árabes no
vaya más allá de una democracia burguesa y puramente
formal, que mantenga bajo otro régimen político la
misma dependencia del imperialismo.
La
LIT: ¿Ya se logró la “gran victoria del pueblo libio y
de la revolución árabe”?
El balance que
hace la corriente que constituye el PSTU de Brasil y la Liga
Internacional de los Trabajadores (LIT) es opuesto por el vértice
al punto de vista del chavismo... pero no es menos
equivocado y unilateral. Esto lo sintetiza bien el título
de su Declaración del 25 de agosto pasado: “¡Gran
victoria del pueblo libio y de la revolución árabe!”
Por supuesto,
la LIT-PSTU no ignora allí la intervención imperialista ni
tampoco la apoya, pero la subestima total y
peligrosamente.
La LIT pinta
la intervención del imperialismo como un mero recurso para
no “quedarse mirando cómo se desarrollaba una guerra
civil”, y no como un reorientación estratégica
para todo el mundo árabe, que ha tenido un éxito importante
y muy peligroso: como decíamos la principio, ha
logrado “copar esa legítima rebelión democrática
y ‘robar’ a las masas el triunfo”.
Este robo
no es una abstracción ni un metáfora, sino algo bien
concreto: en primer lugar, ha impuesto el nuevo
gobierno –el CNT (Consejo Nacional de Transición)–.
Por supuesto, como también señalamos, aún está por verse
en qué medida el CNT impone su autoridad. Pero el hecho es
que esta primera movida la ha logrado el imperialismo.
Es que el
imperialismo no es simplemente un factor externo que se ha
limitado a bombardear desde el aire a las fuerzas de Gadafi,
sino también factor interno que actúa en primer
lugar a través del CNT y las corrientes políticas (algunas
no claramente organizadas) que lo componen.
Esto configura
un resultado muy contradictorio de la caída de la
dictadura: como parte de las rebeliones árabes es un hecho
progresivo; pero esto amenaza transformarse en su opuesto al
quedar completamente distorsionado por la suba del gobierno
pro-imperialista.
No hay nada más
peligroso en la política revolucionaria que dar por
resueltas y triunfantes luchas que todavía están
pendientes. La “gran victoria del pueblo libio y de la
revolución árabe” está aún por lograrse. La
festejaremos el día en que las fuerzas y organismos
representativos de las masas explotadas y oprimidas de Libia
echen al CNT e impongan un gobierno independiente del
imperialismo.
Achcar,
el NPA y la IV Internacional mandelista: ¿ahora también
esperanzas en el CNT?
No es
necesario subrayar el papel fundamental que los
imperialismos europeos juegan en relación a Libia y a todo
el proceso de la “Primavera Árabe”.
Dada la
situación política europea, teñida por el descontento
creciente debido la crisis y los “planes de austeridad”
neoliberales, las protestas contra estas nuevas aventuras
coloniales habrían sido un obstáculo serio. Pero el
imperialismo logró confundir a amplios sectores obreros y
populares de Europa acerca del “carácter humanitario”
de los bombardeos de la OTAN. La no presencia (ostentosa) de
tropas imperialistas en territorio libio, ayudó también a
“maquillar” este operativo colonial. En esto cae una
responsabilidad fundamental sobre las “izquierdas” del régimen,
como los partidos “socialistas” y “laboristas” que
apoyaron la intervención.
El rechazo y
la denuncia de la intervención de la OTAN recayó
principalmente sobre las corrientes de lo que se llama la
“extrema izquierda”. Pero en una importante corriente
marxista revolucionaria del continente –la IV
Internacional “mandelista”– hubo gran confusión al
respecto.
Esta corriente
tiene un peso decisivo en el NPA (Nuevo Partido
Anticapitalista) de Francia, país que fue clave en la
intervención de la OTAN. El NPA oficialmente repudió la
intervención. Pero un sector de la IV Internacional “mandelista”,
encabezado por Gilbert Achcar –intelectual libanés–
sostuvo una posición contraria. Achcar argumentó que “es
un
error
por parte de cualquier fuerza de izquierda oponerse a
la idea de una zona de exclusión aérea [de la OTAN] y de
destrucción de las unidades blindadas de Gadafi... [...]
sin estar en contra de la zona de exclusión aérea, debemos
expresar nuestra desconfianza y defender la necesidad de vigilar
muy de cerca las acciones de los países que intervengan".[4]
La
conclusión práctica de estas divergencias fue que el NPA
no hizo campaña alguna en Francia contra la intervención,
más allá de denuncias en sus publicaciones.
En su
momentos, desde Socialismo o Barbarie, polemizamos
duramente contra esta política y advertimos, además, la ridícula
utopía de pretender “vigilar muy de cerca” a la
OTAN y sus “acciones”.[5]
Ahora
Achcar vuelve al ataque. En un largo artículo –“La
conspiración de la OTAN contra la revolución libia”[6]–
hace un análisis del carácter reaccionario de esta
intervención, pero se olvida de un “pequeño detalle”:
que él estuvo a favor de ella. ¡Eso no lo recuerda!
Pero
lo peor no es esta escandalosa amnesia política.
Lo peor es que Achcar concluye abriendo expectativas esperanzadas
en el Consejo Nacional de Transición. ¡Achcar no
escarmienta!
Sostiene que
el plan de gobierno del CNT “muestra un reconocimiento
tranquilizador de la complejidad de la situación libia y la
voluntad de abordarla de una manera democrática... Es de
esperar que la realidad se ajuste a las previsiones del
plan, pero hay muchos factores que se oponen a la aplicación
del mismo, dada la compleja maraña de fuerzas
tribales...”.
Así, del
apoyo a la intervención –¡con “vigilancia”!– de la
OTAN, Achcar pasa a la confianza política en el CNT.
Aclaremos que
este “plan del CNT” ni siquiera contempla una medida
democrática-revolucionaria elemental, como la de una Asamblea
Constituyente. Lo que propone –como explica el mismo
Achcar– es escandaloso. Es redactar desde arriba
un “proyecto de constitución” y someterlo luego a “un
referéndum”. ¡Es decir, un plan político absolutamente antidemocrático
y bonapartista: “nosotros, el CNT, desde arriba,
les redactamos una Constitución, y ustedes tómenla o déjenla!”
Asimismo,
pareciera que en la “conspiración de la OTAN contra la
revolución libia” no figura el tema del desarme de los
sectores populares, ni el peligro de tropas de ocupación en
el terreno (bajo el disfraz de “fuerzas de paz de la
ONU” u otra variante). Tampoco aparece la renegociación
de las explotaciones petroleras en condiciones leoninas,
mucho peores que las de Gadafi.
Para concluir:
pensamos que lo sucedido en relación a la intervención de
la OTAN y lo que se esboza ahora, frente a la nueva situación
en Libia, son hechos muy graves, tanto para el NPA
como la corriente de la IV Internacional mandelista. ¿Esto
es lo que el marxismo revolucionario europeo tiene para
decir a la nueva vanguardia del mundo árabe? ¡Esto es un
desastre!
Insistimos:
esto tiene su relevancia porque hay una cierta “llegada”
a esa nueva vanguardia. Así, los artículos de Achacar que
comentamos, han sido reproducidos en sitios importantes de
El Cairo. Y un lector le contestó muy bien, en forma
lapidaria, a su artículo sobre la “conspiración de la
OTAN contra la revolución libia”, diciendo más o menos
lo siguiente: “¿Cómo Achcar? ¿Usted acaso no apoyó
la intervención de la OTAN?”
Notas:
1.-
“Libya: NATO’s Gateway to the Arab Revolts - Co-opting
the Revolts: The New Intervention Order”, by Basheer al-Baker,
en www.socialismo-o-barbarie.org, edición del
25/08/11.
2.- Fidel
Castro ha tomado una posición en el fondo similar a la Chávez
pero más cuidadosa en las formas, sobre todo en relación a
Gadafi y su trayectoria política.
3.- “Aznar
califica a Gadafi de ‘amigo extravagante’ de Occidente -
Critica que la UE y EEUU le abandonen junto a Mubarak y Ben
Alí”, por Pablo Pardo, corresponsal en Washington, El
Mundo, Madrid, 16/04/11
4.-
Achcar, «Le discours de Barack Obama sur la Libye et les tâches
des anti–impérialistes», TEAN, 22 avril 2011.
5.-
“Sectores de la ‘izquierda’ e incluso de la ‘extrema
izquierda’ europea apoyan la intervención – Una
capitulación infame a su propio imperialismo”, Socialismo
o Barbarie Nº 199, 14/04/11.
6.-
Artículo de Achcar en www.socialismo-o-barbarie.org,
edición del 25/08/11.
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