Los
sirios han hablado y el mundo los ha visto
Por
Gáliba Qabbani (*)
Al–Hayat, periódico, 12/08/11
Traducciones de la Revolución Siria, blog, 16/08/11
Los sirios han
comenzado estar presentes y se les han puesto nombres tras
permanecer ocultos tras el velo del nombre del gobernante y
los nombres de su séquito. Cada día desde hace cinco
meses, los nombres de los sirios salen a la luz: individuos,
mártires, detenidos, testigos presenciales, y muchos otros
pendientes. La lista de nombres no termina, sino que nace
con un nuevo espíritu desde el primer impulso del cambio,
siendo los nombres oídos, leídos y vistos junto a los de
sus compañeros.
El pueblo
sirio ha hablado después de décadas de silencio y el mundo
lo ha visto finalmente. Sí, el pueblo sirio estaba ausente,
invisible, había sido convertido en un bloque silencioso
del que distraía la abundancia. Ya no era más que un número
que conformaba el total de población en las estadísticas,
en las cuales, debido a la abundancia, se compensaban los
muertos y los desaparecidos en las prisiones de la represión,
quedando en el olvido el miedo a la repetición de las
masacres pasadas o el enmudecimiento forzado de las
generaciones siguientes.
Uno aprende a
reprimirse a sí mismo al ser entrenado en la sociedad, en
casa, en la escuela y en los medios para ello, y en Siria,
el Partido alimentaba los eslóganes, discursos y lemas
alternativos, así como la opinión sobre las diversas
cuestiones y asuntos internos, regionales e internacionales.
Las personas no tenían derecho a contradecir tales
opiniones, porque el Partido y las palabras del líder
ocupaban el lugar del pensamiento libre. Por ello, hemos
visto a los sirios en general, en el inicio de este
movimiento, dudando sin saber qué debían decir sobre las
críticas al poder. En las pasadas cuatro décadas y media,
olvidaron cómo discutir y polemizar, cómo ordenar sus
ideas en una conversación sobre sus asuntos y como oponerse
al gobernante.
No deberías
sorprenderte si ahora los ves en algunas de sus conferencias
y encuentros gritarse los unos a los otros sin escuchar más
que sus propias voces. Los sirios estaban secuestrados en un
sótano virtual y oscuro, donde se les pasaban los
conceptos, las expresiones, los significados, el discurso
del que no deben salirse y el diccionario del que deben
extraer los conceptos.
Se trata de un
sótano del que la mayoría aún no se ha liberado, porque
se lo han llevado dentro de sí mismos al exilio. Así,
cuando se reúnen, sólo sabe repetir la estructura mental y
lógica que se les implantó, en la que han de cambiar unos
conceptos por otros nuevos sin alterar su lógica. Al
discrepar, han tomado palabras prestadas del diccionario
para expresar sus diferencias. Estas palabras son palabras
vacías que no revelan la verdadera identidad o la identidad
que podrían tener si se liberaran de ese sótano oscuro.
Ni siquiera la
canción política se ha cultivado en Siria porque es un
discurso incompatible con el del Gran Hermano. Tampoco ha
habido en Siria un fenómeno como el del Sheij Imam o Ahmad
Fu’ad Najm,[1] o los grupos que han florecido en Egipto y
Marruecos por ejemplo. Esto se debe a que el poder ha
despreciado la el dialecto local como lengua de existencia y
verdadera comunicación entre las personas, como también ha
despreciado cualquier otra lengua presente en Siria que no
fuera el árabe clásico con el que el líder ha adornado
sus discursos y el Baaz su literatura.
Las personas
se han crecido con este desprecio en sus entrañas, y tal
vez, esto explique también la escasa producción musical en
Siria. Por otro lado, el poder tampoco ha innovado con la
lengua clásica, sino que la ha domado hasta convertirla en
una lengua vacía, declamatoria, que no aporta nada excepto
la repetición que conduce a la fidelidad absoluta.
“Habla para
que te vea”… Una expresión profunda con la cual el filósofo
griego Sócrates, hace más de dos mil años, provocó a uno
de sus alumnos que era muy callado y tímido. Se la dijo
para que supiera en qué pensar. El cambio de opinión
define la identidad del ser humano y lo convierte en el
punto de vista que llama la atención sobre su interior. Sin
las palabras, que traducen lo que uno siente en su interior,
no habrá diálogo entre las personas y las sociedades no
florecerán, ni las personas avanzarán. El ser humano avanzó
cuando logró sustituir sus sonidos primitivos por palabras
y después por frases completas articuladas, produciéndose
un salto aún mayor cuando inventó las letras con las que
escribir, comunicarse y transmitir sus ideas. Por ello el
lenguaje, escrito y oral, es una de las manifestaciones de
la existencia en este mundo.
Los sirios se
han mantenido al margen del mundo, excepto algunos
innovadores en algunas profesiones o en el ámbito de las
letras. Permanecieron callados exactamente igual que aquel tímido
estudiante que dudaba si hablar o no, aunque a su tartamudeo
al hablar libremente, debido a que sus lenguas estaban
atadas desde la infancia porque la palabra era la palabra
del sultán, no ha cambiado nada. Hicieron invisible la
palabra de la verdad en pro de la palabra del cumplido. No
hablaban para ser vistos, y por ello, no han creado un diálogo
vertical con el poder ni han mantenido una conversación en
el plano horizontal entre ellos. Quien, desde la élite
instruida y politizada, se atrevía y hablaba saboreó unos
castigos que simplemente son intolerables para la civilización
y la humanidad.
El pueblo,
desde mediados del pasado marzo, apareció levantándose
contra la opresión y pagó un precio muy alto por lograr
que el mundo lo viera. El ejemplo del cantante de la
revolución, Ibahim Qashush,[2] que no es el único, pues al
suyo se suman innumerables casos parejos, es el del cantante
al que le arrancaron la garganta porque escribió y cantó
una canción con la que rompió todos los tabúes de una
vez. Habló y el mundo lo vio. Dijo cosas con las que acabó
con todo lo indecible con la lengua sencilla que utiliza la
gente a diario, hasta convertirse su canción en la más
repetida en todas las manifestaciones dentro y fuera del país.
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"El
cantante de la revolución", Ibahim Qashush, en
video
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Los sirios han
hablado, han inventado eslóganes, lemas y canciones. Les
hemos puesto nombre a muchos de ellos, nombres que los
definen como pueblo en contraposición al dominio del nombre
único y absoluto del gobernante. Han salido a la luz los
nombres de los detenidos, los manifestantes, los heridos,
los mártires, los cantantes, los líderes de las
manifestaciones, los firmantes de los manifiestos… Han
aparecido los nombres de sus pueblos, sus ciudades… que
habían desaparecido en beneficio de la capital gobernante.
Los sirios ya no son meros números y bloques desconocidos
que se cuentan en un país secuestrado desde hace más de
cuatro décadas.
La expresión
que Sócrates dirigió a su alumno se ha convertido en un
ejemplo histórico de lo negativo del silencio y la
importancia de decir las cosas en público, para que el ser
humano tenga presencia y sea visto por los demás a través
de ello. Lo extraño es que los alumnos en el caso sirio,
los adolescentes y jóvenes, son los que han pedido a los
profesores, la generación que envejeció de espíritu y
mente, que hablen. Los han incitado a escribir en letras
grandes claras y directas sobre las paredes para que el país
entero los vea, aún más, para que el mundo entero los vea.
* Escritora
siria.
Nota de SoB:
1.– Imam
Mohammad Ahmad Eissa, más conocido como Sheij Imam
(1918–1995), fue un famoso compositor y cantor egipcio.
Formó un dúo con el también famoso poeta Ahmad Fu’ad
Najm (1929–). Eran conocidos por sus canciones políticas
a favor de los pobres y la clase obrera, y de crítica al régimen,
por las que fueron perseguidos y sus obras prohibidas en los
medios.
2.– Ibahim
Qashush: bombero y cantautor popular sirio, que escribió
una canción de protesta, “Tiempo de irse”, en
referencia al dictador Assad. Esta canción se hizo muy
difundida y coreada en las manifestaciones. En castigo, en
julio pasado, Ibahim Qashush fue detenido, degollado y su
cadáver arrojado al río que atraviesa la ciudad rebelde de
Hama.
Entrevista
con
Samar Yazbek, escritora siria alauí, detenida en varias
ocasiones por su oposición a Al–Assad
"El
levantamiento es una revolución espartaquista,
una
'revolución de esclavos contra sus amos'"
Por
Christophe Ayad
Liberation,
París, 13/08/11
Enviado por
Correspondencia de Prensa, 19/08/11
Samar Yazbek,
de 41 años, es una de las escritoras más importantes de su
generación en Siria. Autora de cuatro novelas (entre ellas,
"El olor de la canela", que pronto será traducida al francés),
es columnista del diario panárabe Al–Hayat. De origen
alauí, la comunidad del clan de Al–Assad, es muy activa
desde el comienzo de la revolución en Siria; esto le ha
supuesto varios arrestos, sobre los que ha escrito un
conmovedor relato en un texto inédito que Liberation publicó
el pasado miércoles. De paso por Paris, nos ha ofrecido su
testimonio.
Christophe
Ayad. Después de tantos años de dictadura, ¿le sorprendió
la revolución Siria?
Samar Yazbek
– Sí y no. No, porque desde hace más de cuatro décadas
el pueblo sirio vive humillado, bajo el control de los
servicios de inteligencia. Últimamente, estos servicio, no
sólo se dedicaban a controlar al conjunto de la sociedad
sino que dictan las normas de vida cotidiana de la gente. En
Siria no existía la libertad de expresión y de opinión.
Incluso para viajar al extranjero era preciso obtener una
autorización del régimen. En este país no existía
ninguna actividad política. Vivimos bajo el régimen de
partido único. Un régimen militar, no una república. Todo
esto, que no es nuevo, resultaba cada día era más
insoportable. Bajo el régimen de Hafez al–Assad, no había
televisión por satélite, ni Internet, ni Facebook, ni
YouTube. El miedo paralizaba a la gente. El régimen podía
reprimir una ciudad o una región sin que estos hechos
salieran a la luz pública. Más aún si tenemos en cuenta
que el régimen de Hafez al–Assad disfrutó del apoyo
internacional: los estadounidenses y los israelíes lo veían
como necesario para el equilibrio regional.
¿Qué ha
cambiado con Bashar al–Assad?
Con él, el régimen
se convertido en un clan familiar. Rami Makhlouf, primo del
presidente, controla el 60% de la economía siria. Ha habido
cierta apertura económica, pero sólo ha beneficiado a
algunas familias. Este levantamiento es una revolución
"espartaquista" una revolución de los esclavos
contra sus amos. Los nuevos medios de comunicación han
permitido la formación de un opinión pública emergente en
todo el mundo árabe; también en Siria. Una nueva generación
de jóvenes con estudios, que comenzó a movilizarse por los
derechos humanos, pasó a organizar "sentadas", rápidamente
reprimidas, para apoyar las revoluciones en Túnez y Egipto.
El 16 de marzo, intelectuales y familiares de los detenidos
se concentraron frente al Ministerio del Interior siendo
brutalmente reprimidos por la policía y chabbiha [milicias
civiles armadas pro–régimen, ndlr]. Esta represión
desencadenó los acontecimientos de Dara, donde fueron
detenidos jóvenes por realizar grafitis contra el régimen.
Cuando sus padres fueron a ver al gobernador, Atef Najib,
primo del Presidente, éste les respondió: "¡Olvídense
de sus hijos, hagan otros! Y si no saben cómo hacerlo, tráigannos
a sus mujeres!". Lo que hizo saltar la chispa.
¿Cuándo se
dio cuenta de que era una revolución?
Se trata de
una verdadera revolución que comenzó en el campo, una
revolución de los marginados y olvidados. El régimen ha
reprimido y asesinado con mucha más impunidad porque
consideraba que estas personas eran lumpen. Los
intelectuales se sumaron más tarde. Me desplacé a la mayoría
de las ciudades en las que se desarrollaron manifestaciones,
a Dara en Baniyas, a Latakia, a Duma [suburbio de Damasco,
rdlr]. Aunque no existia ninguna coordinación, las
consignas eran las mismas en todas ellas. La gente quería
poner fin a la constante intervención de los servicios de
seguridad en su vida diaria. Al principio con demandas
sociales y de respeto a su dignidad. Un mes más tarde,
después de toda la sangre derramada, surgieron las
consignas llamando al derrocamiento del régimen.
Cuando el ejército
intervino en Dara, a finales de abril, ¿pensó que era el
fin del movimiento?
Al principio
tuve miedo de que la represión terminara por ahogar la
protesta. Pero ahí se produjo un milagro en Siria: mientras
Dara estaba ocupada por los tanques y se producía una
verdadera carnicería, se puso en pie una coordinación para
construir la solidaridad con Dara. El régimen empezó a
matar gente por todo el país y hemos conocido iniciativas
de las que apenas se ha oído hablar fuera en el extranjero:
médicos que llegan clandestinamente a Dara procedentes de
Damasco y otras ciudades. Los jóvenes de los comités de
coordinación crearon las bases de una contra–sociedad.
Hasta el
momento, las dos principales ciudades, Damasco y Aleppo, no
están sacudidas por la rebelión,
¿por qué?
En primer
lugar, porque en ellas se concentran las clases sociales que
más se han beneficiado del régimen. Sin embargo, si ve que
sus intereses estás amenazados, la burguesía mercantil
también se situará contra Al–Assad. El país atraviesa
una crisis económica muy grave. La segunda razón, es que
todos los espacios públicos en estas ciudades están
ocupadas por las fuerzas de seguridad para evitar cualquier
concentración. El poder está obsesionado con estas dos
ciudades. Hay pequeñas manifestaciones diarias en la
capital, pero son cortados de raíz. Una vez quisimos
organizar una marcha de mujeres en el distrito de Sahet
Arnous en Damasco. Hicimos circular la cita boca a boca,
para no ser descubiertas: ni Facebook, ni correo electrónico,
ni mensajes de texto. Nos reunimos entre 80 y 90. En cinco
minutos nos vimos rodeados por la policía y chabbiha, que
nos machacó.
El régimen
está tratando de provocar enfrentamientos religiosos. ¿Funciona?
No podemos
negar el conflicto religioso pero, por el momento y a pesar
de los intentos del régimen, no han degenerado en una
guerra civil. Se han conocido ciertos actos de venganza,
pero, dada la magnitud de los abusos del gobierno, se trata
de incidentes aislados. Yo soy de Jablah, cerca de Latakia
[oeste del país, ndlr], una ciudad en la que conviven
sunitas y alauitas. Un día las fuerzas de seguridad mataron
a once suníes y luego fueron a los barrios alauíes,
diciendo a los residentes que se protegieran porque los
sunitas irían a vengarse. Los Chabbiha vendieron armas a
los alauitas y el resultado es que Jablah es una ciudad
partida en dos..
¿Qué son los
chabbiha?
Se trata de
milicias compuestas de jóvenes alauitas nacidos en los años
80 en el entorno familiar de Hafez al–Assad. Son de una
fidelidad absoluta al régimen. Sus miembros son remunerados
por realizar el trabajo sucio y trabajan de forma coordinada
con los servicios de inteligencia, la policía y el ejército.
¿Qué piensa
la comunidad alauí, a la que usted pertenece, al igual que el
clan Assad?
La mayoría es
solidaria con Al–Assad. Piensan que si el régimen cae
ellos van a ser los paganos, a pesar de no se han
beneficiado del mismo. Existe una memoria profunda de la
persecución y la explotación en la que vivía la comunidad
alaui en el pasado. Sin embargo, en la élite, los jóvenes
participan en los comités de coordinación de la revolución,
sobre todo en Latakia. En cuanto a los cristianos, están al
margen: la mayoría de ellos tienen miedo de la mayoría
musulmana y siguen siendo sensibles a la propaganda del régimen
sobre la infiltración de grupos salafistas
[fundamentalistas suníes] en las manifestaciones.
Usted misma
fue arrestada...
Sí. Al
principio hubo campañas contra mi en Internet. Estuve
detenida en varias ocasiones. Como soy una autora conocida
en Siria y pertenezco a una familia alauí, no se atrevieron
a mantenerme en prisión. Pero, en cada ocasión que estuve
detenida, me vendaban los ojos y me interrogaban, profiriéndome
amenazas durante varias horas. Como no podían hacerme nada,
querían que yo viera lo que podía ocurrir a la gente que
era detenida y torturada. Querían que tomara posición
contra la revolución. Como esto no funcionó, trataron de
desacreditarme. Distribuyeron panfletos anónimos en mi
ciudad, calificándome de "traidora" y amenazándome
de muerte. Los alauitas comenzaron a llamarme para
amenazarme, lo que me inquietó más que los arrestos. Tras
la quinta citación de los servicios de inteligencia, decidí
pasar a la clandestinidad. A principios de julio, durante el
así llamado diálogo nacional, el régimen anunció que
todo el mundo, incluso la gente en la oposición, podía
viajar libremente. Momento que aproveché para salir del país.
¿Piensa
regresar a Siria?
Por supuesto,
es mi país. La gente está muriendo allí y pienso en ellos
todos los días. No estoy exilada.
El régimen ha
levantado el estado de emergencia y ha autorizado el
multipartidismo. ¿Qué piensa usted?
No es más que
una cortina de humo. Una verdadera reforma significaría el
fin del régimen. Si un día existen elecciones libres en
Siria, el régimen de Al–Assad habrá llegado a su fin. Si
el poder creyera en las reformas, habría dejado de matar a
su propio pueblo.
Nota:
[1]
Disponible en ESSF (artículo 22544): Un témoignage venu de
Syrie : "Il n’avait plus de visage ; ses yeux étaient
scellés. Le nez n’existait plus, ni les lèvres".
Condena
internacional a la agresión contra Ali Ferzat por un
dibujo
Los esbirros
de Al Assad le rompen las manos
a un famoso caricaturista
Por T. Trotta
El País,
27/08/11
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Ali Ferzat y sus manos luego del ataque |
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La agencia
oficial de noticias siria aseguró ayer que la policía ha
abierto una investigación para identificar a los
responsables de la agresión al celebre caricaturista sirio
Ali Ferzat, el pasado jueves.
Los opositores
acusan a los servicios secretos y a las milicias cercanas al
régimen de estar detrás de la agresión. El ataque tuvo
lugar unos días después de que el caricaturista publicara
una viñeta en la que el mandatario sirio, Bachar el Asad,
con una maleta en las manos, para el coche conducido por el
sátrapa libio, Muamar el Gadafi, para acompañarle en su
huida.
Personas
cercanas al artista, de 60 años, sostienen que Ferzat fue
agredido por cuatro hombres armados con el rostro cubierto a
la salida de su estudio, en el centro de Damasco, en la
madrugada del jueves. Los agresores le partieron dos dedos
de la mano izquierda y el brazo derecho y le causaron
heridas en un ojo como "advertencia". Las mismas
fuentes aseguran que los agresores amenazaron con romperle
ambas manos para evitar que volviera a dibujar. Tras
propinarle una paliza, le dejaron herido, maniatado y con
una bolsa en la cabeza al borde de una carretera a las
afueras de la capital.
En un vídeo
difundido por la cadena Al Arabiya, Ferzat aparece en una
cama de hospital, acompañado por sus hijos. Uno de ellos
levanta la mano de su padre gritando: "Espero que le
ocurra lo mismo a sus hijos y a sus familiares",
presumiblemente en referencia al presidente sirio. Otro
hombre enseña las marcas de cigarillos apagados en la piel
del artista.
Crítico de la
corrupción y la burocracia de varios regímenes árabes,
incluido el sirio, Ferzat ya se había ganado una amenaza de
muerte por parte del expresidentes iraquí, Sadam Husein.
Desde marzo, cuando arrancaron los disturbios, solo se
dedicaba a hacer sátira sobre las protestas y la violenta
represión de Damasco.
Ferzat, nacido
en Hama, bastión de la resistencia contra la familia El
Asad, no es el primer artista agredido por hombres cercanos
al régimen. El mes pasado, Ibrahim al Qashoush, un célebre
compositor que se oponía al régimen, fue hallado muerto en
su casa de Hama, con las cuerdas vocales cortadas.
James Miller,
periodista experto en Oriente Próximo, opina que "el
ataque a Ferzat no fue para nada casual". Y añade:
"Su obra no estaba dirigida solo a los opositores.
También hablaba a intelectuales, hombres de negocios y a la
clase culta siria, todos aquellos que pueden contribuir a la
caída del régimen y a la construcción de un nuevo orden
en el país".
En la página
web de Ferzat, los comentarios se han multiplicado tras su
agresión. Casi siempre los internautas alaban su valentía.
Hay quien ironiza sobre El Asad y Gadafi. "De camino...
hacia Yedda
[la ciudad
saudí donde se ha refugiado el expresidente tunecino Ben
Ali]", escribe un anónimo. Muy escasos son los que
critican la ideología de Ferzat. "Actualmente ninguna
otra persona que no sea El Asad puede dominar esta situación.
Los rebeldes no son capaces siquiera de gestionar una frutería",
escribe Dogma de Siria.
Un grupo de
manifestantes tenía previsto organizar ayer, la última
noche de Ramadán, una sentada pacifista ante la casa del
artista agredido.
Dibujar con
los dedos rotos
Por Elias
Khoury
Al–Quds
al–Arabi, 29/08/11
Traducciones
de la Revolución Siria, blog, 31/08/11
A nadie le ha
sorprendido el salvaje asalto contra el artista Ali Ferzat.
El hombre que encarnó los sueños de la gente con libertad
y valentía seguirá atemorizando al régimen con sus dedos
rotos. El artista, con su delicado
cuerpo que parece estar a punto de echar a volar
mientras camina, y con su ironía mordaz, decidió situarse
junto al pueblo y expresar (en sus dibujos) la libertad que
están construyendo los sirios y las sirias con su sangre
derramada. Con ello, ha dado una gran lección al colectivo
intelectual sirio y árabe sobre el significado de ser
artista e intelectual en tiempo de dictadura.
Los dibujos de
Ali Ferzat le han conferido un lugar especial en los
corazones sirios. Nunca temió por su fama porque esta le
viene dada por su valía, su arte y su innovación, al
contrario de lo que sucede con otras figuras fabricadas o
promovidas por el régimen y sus vulgares fábricas de
cultura. Por eso, Ali Ferzat nunca formó parte de la legión
de insolentes dirigida por Duraid Lahham o del resto de héroes
“de la ausencia” que se embriagan con la represión.
Tampoco estuvo entre las filas de la legión de los
ingenuos, que encabeza George Usuf, ni en la legión de los
medio mudos que balbucean generalidades para evitar tomar
una postura clara y verdadera.
Ali Ferzat
pertenecía a su arte. Para ser fiel al arte de la
caricatura, consideraba que la condición esencial era la
fidelidad al ser humano y a la expresión de sus
sentimientos. Eso es lo que el dictador, rodeado de
mentirosos y aduladores, no termina de entender. El régimen
no ha podido comprender cómo salió May Skaf a la calle a
manifestarse, ni cómo Samar Yazbek escribió lo que escribió
(y ello a pesar de que es una escritora), ni cómo Ibrahim
Qashush pudo cantar, ni cómo escriben Yassin al–Hajj
Saleh o Ali al–Atassi o Michel Kilo, ni cómo hablan
Husein al–Awdat, Burhan Ghalion o Fayz Sara.
De lo que no
es consciente el régimen dictatorial es que esos y muchos
otros se manifestaron, dibujaron y escribieron por fidelidad
a sus profesiones y en defensa de las mismas y de su honor.
Ese es el verdadero equilibrio intelectual sin el cual no se
trata dpuede hablar de cultura e intelectualidad. Por ende,
todo lo que se diga acerca de la separación entra la
producción artística y la
moral (del artista) constituye una amenaza para la
cultura y el arte y conlleva su destrucción.
En el tiempo
en que la sangre corre por las calles, el intelectual no
puede quedarse callado sin desentenderse primero de su
profesión y mancillar el honor de la misma y el suyo propio
bañándolo en el barro. Esto es algo que sólo pueden hacer
los vagabundos y los oportunistas insolentes. Por el
contrario, el artista o el escritor íntegro se sitúa a sí
mismo sin dudar en las filas de los coercionados, los
perseguidos y los oprimidos. No es que se identifique con
ellos, sino que es parte integrante de los mismos a través
de su producción e innovación.
¿Acaso
piensan los dictadores y los líderes de la mafia en Siria
que pueden callar la voz de la libertad destrozando los
dedos de un dibujante? ¿O tal vez han perdido su capacidad
de control sobre el torrente de sangre que los azota y han
decidido dar una lección de miedo a los intelectuales
sirios, a través del ejemplo de Ali Ferzat?
No creo que
podamos ofrecer un análisis racional de la salvaje actuación
del aparato de represión sirio. Algo de la histeria del
final que se acerca llama, con sed, a la sangre de las víctimas,
una sed que no se aplaca y que no conduce más que al
derramamiento de más sangre y al aumento de las
manifestaciones. Desde el inicio de la reuelta, con los niños de Deraa, el régimen se volvió loco y perdió
su capacidad de controlar su instinto criminal. Sus
actuaciones, que se han extendido por cada rincón de Siria,
no han servido de nada, porque en vez de aterrorizar a la
gente, han contribuido a derribar el muro del miedo.
Sí, en vez de
haber servido la represión para atemorizar al pueblo, se ha
convertido en la expresión del miedo que el pueblo provoca
en el régimen. Esta confianza en uno mismo y en en los
zapatos y botas de los soldados, que pisotean los cuerpos y
las cabezas y obligan a los detenidos a divinizar a los
dirigentes del régimen, no es más que una última expresión
del miedo, una forma salvaje de miedo, que la gente le
provoca.
Lo que querían
los matones del régimen con este asalto al artista Ali
Ferzat no era asustarle a él como parece a primera vista,
sino que fue una expresión del miedo que siente el dictador
de los dedos que dibujan, del delirante escalofrío que le
produce una voz que canta y del terror que en él provoca un
bolígrafo que escribe. Esa es la encrucijada de la caída.
El que tiene miedo pierde la capacidad de adoptar posturas
racionales y de dirigir la batalla de una manera que asegure
el éxito de sus métodos y su eficacia. Esto se debe a que
no ve en el espejo de su país más que su propio miedo, dejándose
llevar por sus instintos que le hacen caer en la dinámica
de la acción–reacción. Eso es lo que sucedió con los niños
cuyos cuerpos fueron deformados bajo la tortura, y con
Ibrahim Qashush cuya garganta fue cortada para después ser
arrojado al río Orontes, y con Ali Ferzat, que fue atacado
en un acto de venganza ciego y temerario.
¿Qué le
decimos a Ali Ferzat cuando sus amigos se encuentran entre
los que escriben la gran epopeya de la resistencia en la
historia de los árabes? Las palabras de solidaridad carecen
de importancia y la postura de condena del atentado ya no
tiene sentido. Por otro lado, la llamada a la opinión pública
árabe y mundial se ha repetido tanto que ha perdido su
validez. No tenemos nada que decirle excepto que aprendemos
de ellos los valores de la valentía y la integridad y vemos
en ellos la luz, la esperanza y la posibilidad de que los
significados vuelvan a transmitir lo que transmitían.
Mientras Ali
Ferzat recibía los golpes en sus manos, en su cabeza y en
su cuerpo, vi allí a Naji al–Ali* y a su niño palestino
agachándose sobre las heridas del artista, acogiendo su
sangre que se derramaba en el flujo de su propia sangre que
se derrama impunemente cada día y con la que ambos dibujan
el signo de la libertad sobre Damasco y Palestina. Allí,
cuando el artista se encontraba rodeado por los grupos
criminales que humillan la dignidad del pueblo sirio a
diario, sintió la fuerza del arte y la debilidad de los
criminales. Les dijo que temieran, les dijo que todos esos
tanques no les protegerían de la lluvia de la primavera
damascena, les dijo que se marcharan antes de que fuera
demasiado tarde. Cuando se despertó en el hospital y vio
las vendas se rió de la cobardía de esos hombres. Cogió
un papel y dibujó en él su propia mano diciéndoles adiós.
*
Caricaturista palestino asesinado en Líbano a finales del
siglo pasado, conocido por incluir en todos sus dibujos a un
niño de espaldas llamado Handallah, del que decía que sólo
se daría la vuelta cuando palestina fuera libre.
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