La
oposición siria se arma para derrocar a El Asad
Los
disidentes confían en la división del Ejército
para acabar con el régimen
Por
Ignacio Cembrero
El País, 29/08/11
En el mercado
negro de armas en Líbano no se encuentra ni un solo fusil
de asalto Kaláshnikov. De vez en cuando, la prensa de
Beirut, sobre todo los diarios As Safir y Al Akhbar,
informan de que el Ejército libanés ha interceptado un
cargamento de armas con destino a Siria, un país donde la
represión ha acabado desde marzo con la vida de al menos
2.200 civiles.
De vez en
cuando, también, Sana, la agencia de prensa oficial siria,
da cuenta de un ataque contra el Ejército. El pasado
jueves, por ejemplo, se produjo en la provincia de Homs,
donde en dos emboscadas cayeron ocho militares. Gran parte
de las noticias de Sana son pura propaganda, pero algún
conato de resistencia armada debe de existir.
A finales de
la semana pasada fue colgado en YouTube un vídeo en el que
varios jefes tribales de la zona de Deir al Zor, cerca de la
frontera con Irak, anunciaban su determinación a hacer
frente a una inminente operación represiva del Ejército.
Al final apenas opusieron resistencia.
"Temo que
algunos en la oposición, que tienen prisa por acabar con el
régimen [del presidente Bachar el Asad], van a decir ahora
que en Libia ha sido un éxito" y querrán
"recurrir a las armas" en Siria, advertía el
escritor disidente Louai Hussein en una entrevista con la
agencia Reuters.
¿Se está
armando la oposición siria? A través de la frontera
libanesa y también de la iraquí, más alejada de los núcleos
urbanos, lleva semanas haciéndolo, según fuentes diplomáticas
europeas, aunque por ahora sus protestas callejeras
cotidianas son pacíficas, pese a que el Ejército las
reprime a sangre y fuego.
Desde hace ya
meses, los miembros de las coordinadoras que convocan las
manifestaciones poseen teléfonos vía satélite con los que
comunicarse y enviar también material gráfico al
extranjero sin ser interceptados. Se lo han regalado
colaboradores del ex primer ministro libanés Saad Hariri,
cuyo padre fue asesinado en Beirut en 2005, con, acaso, la
complicidad del servicio secreto sirio. Algunos magnates del
Golfo, sobre todo de Catar, también han hecho donaciones a
la lucha de la oposición. Ahora sucede otro tanto con las
armas.
Para derrocar
a El Asad no basta con que la oposición siria empuñe las
armas. Uno de sus dirigentes más destacados, Haitham el
Maleh, preveía en julio, a su paso por Madrid, que el Ejército
se acabaría dividiendo como sucedió en Libia. Por ahora no
hay muchas evidencias de que se esté rompiendo.
Un soldado
desertor declaró este mes en Ammán a Michael Weiss, del
think tank Just Journalism, que miles de compañeros suyos
habían desertado. Un oficial destinado hasta hace poco en
Abu Kamal asegura en YouTube hablar en nombre del Ejército
Sirio Libre y, el sábado, un comunicado firmado por
"oficiales libres" anónimos anunciaba que tropas
leales al régimen luchaban contra militares rebeldes en los
jardines de Al Ghouta, en la periferia de Damasco.
Habitantes del barrio lo confirmaron por teléfono a la
agencia Reuters.
El Asad no se
fía del conjunto de sus Fuerzas Armadas. Prueba de ello es
que en la represión solo participan dos cuerpos de élite,
la Guardia Republicana y la IV División Acorazada, que
manda su hermano pequeño, Maher. Esos 20.000 soldados se
coordinan con los servicios secretos y la shabbiha, los
grupos paramilitares.
Todos ellos
pertenecen a la minoría religiosa alauí, de la que forma
parte el presidente, aunque el país es mayoritariamente suní.
Ambos cuerpos no disponen de suficientes efectivos para
reprimir simultáneamente en varias ciudades y por eso lo
hacen por turno.
El grueso de
los cerca de 300.000 reclutas del mastodóntico Ejército
sirio y los pilotos de la Fuerza Aérea son suníes. Hasta
ahora apenas han sido utilizados para reprimir. Apenas
mantienen contactos con sus familias, que con frecuencia
padecen exacciones del régimen que ellos ignoran. Si las
manifestaciones continúan y estalla la insurrección
armada, El Asad no tendrá más remedio que involucrarlos en
la represión. Es entonces cuando el Ejército puede
quebrarse.
Se reproduciría
así una situación similar a la de Libia, en marzo pasado,
cuando una parte del Ejército regular se unió en Bengasi a
los rebeldes y juntos se hicieron con el control de la
segunda ciudad del país.
¿Intervención
de la OTAN?
Libia no
establecería un precedente
Por
Jim Lobe
Inter
Press Service (IPS), 25/08/11
Washington.–
Mientras la OTAN continúa con los esfuerzos para expulsar
de Trípoli a las fuerzas de Muammar Gadafi, analistas en
Washington debaten si el aparente éxito del levantamiento
podría establecer un precedente para futuras acciones en
otros lugares.
La mayoría de
las especulaciones se centran en Siria, donde el presidente
Bashir al–Assad ha desafiado las críticas internacionales
a su violenta represión contra los manifestantes que exigen
su renuncia.
En los últimos
cinco meses, más de 2.000 personas han muerto en Siria y más
de 100.000 han sido detenidas, según observadores de
derechos humanos de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU).
Tanto Estados
Unidos como la Unión Europea (UE) llamaron a Assad a
abandonar al cargo. Como en el caso de Libia, Washington
también impuso sanciones económicas contra Damasco,
particularmente sobre el sector energético, y se espera que
Bruselas haga lo mismo en los próximos días.
Naciones
occidentales también lideraron una campaña para que el
Consejo de Seguridad de la ONU condenara las acciones de
Assad, y persuadieron al Consejo de Derechos Humanos esta
semana de que creara una comisión especial para investigar
la situación en Siria, al parecer con la mira de llevar a
las principales figuras del régimen a la Corte Penal
Internacional (CPI), con sede en La Haya.
Si bien todos
estos pasos se asemejan a los que Occidente y sus socios árabes
hicieron con Gadafi, la mayoría de los analistas en
Washington aún descartan la posibilidad de que Estados
Unidos o la OTAN intervengan militarmente contra el régimen,
como hicieron con Libia.
En el caso
libio, la libre interpretación que le dio la OTAN a la
resolución de la ONU para la creación de una zona de
exclusión aérea con el fin de proteger civiles y brindar
asesoramiento táctico a los rebeldes jugó un papel clave
en la aparente victoria.
“Creo que lo
que vimos en Libia fue ‘sui generis’ en el sentido de
que el respaldo internacional fue hecho posible solo porque
Gadafi era odiado, incluso y especialmente por los sauditas
y otros gobiernos árabes”, señaló el analista Chris
Toensing, director del Proyecto de Investigación e
Información sobre Medio Oriente, y editor del Middle East
Report.
“No tenía
aliados y se había alienado de todos sus posibles
partidarios, que pudieron haber impedido que se formara una
coalición”, dijo a IPS, señalando que fue la Liga Árabe
la que primero llamó al Consejo de Seguridad a imponer una
zona de exclusión aérea sobre Libia a mediados de marzo.
Assad todavía
goza del apoyo de Irán y, en grado menor y más limitado,
de su vecino inmediato, Iraq.
Arabia Saudita
y Turquía, en cambio, se han vuelto duros críticos al
gobierno sirio. Riyadh y otros gobiernos del Golfo llamaron
a consultas a sus respectivos embajadores en Damasco a
comienzos de este mes, pero todavía no se han sumado a
Occidente en exigir a Assad que renuncie.
Incluso
Israel, cada vez más preocupado por la inseguridad en su
frontera con Egipto, se muestra ambivalente sobre la dinastía
Assad, que efectivamente ha mantenido la paz en los Altos
del Golán por cerca de 40 años.
“El cambio,
en la visión de Israel, es algo incierto y por tanto una
perspectiva que asusta”, escribió esta semana Uriel
Heilman, editor de la Agencia Telegráfica Judía.
Hay otras
grandes diferencias en las dos situaciones que hacen
improbable una nueva intervención militar, como señalaron
varios comentadores. Una de ellas es que la oposición a
Gadafi tomó las armas casi inmediatamente y solicitó ayuda
militar, mientras que la oposición siria hasta ahora se ha
comprometido con la no violencia.
“Una acción
militar no es el camino preferido por nadie, ni para el
pueblo sirio ni para el árabe ni para el europeo ni para el
estadounidense”, dijo la semana pasada la portavoz del
Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos,
Victoria Nuland.
Por otra
parte, las fuerzas armadas sirias son más poderosas que las
de Libia, lo que haría mucho más arriesgada una intervención
militar internacional, aun cuando estuviera confinada a
establecer una zona de exclusión aérea.
“Estamos
hablando de un país con una verdadera maquinaria militar,
con gran capacidad militar, a diferencia de Libia, que es más
que nada una fachada”, dijo a la agencia AFP el analista
Anthony Cordesman, experto militar sobre Medio Oriente en el
Centro para Estudios Estratégicos.
“La
escala de operaciones militares que será requerida (mucho
mayor que en Libia) presenta mucho más riesgos de bajas
civiles y daños colaterales”, alertó.
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