Impresiones
sobre la rebelión egipcia
Por Alicia Leclerc, para Socialismo o
Barbarie
Desde El Cairo, julio–septiembre 2011
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Un
ejemplo de desarrollo desigual y
combinado
El Egipto estructural
Egipto, hablando centralmente de las
ciudades que conocimos, es uno de los países más
desarrollados de esta región del Medio Oriente y el
norte de África. Y, sin embargo, con toda una
infraestructura típica de una economía subdesarrollada;
por ejemplo, como algunos países de América Latina.
Es un país de contrastes
tremendos, también en este aspecto. Con una gran economía
informal, como se da por ejemplo en El Cairo y el Gran
Cairo, donde ya viven más de 25.000.000 millones de
personas (una de las megalópolis más grandes del mundo), y
con una porción muy importante de la población en general,
salvo Alejandría, por ser una zona esencialmente
industrial, que vive solamente del turismo.
Ingresos del turismo que, a partir de
los acontecimientos del 25 de enero, se han visto muy
reducidos, siendo una cuestión que preocupa bastante. Este
es un problema muy importante, ya que son ciudades
enteras que organizan su vida económica de esa manera,
con mucha migración interna, a su vez, tanto por trabajo
como por estudio.
Otra gran parte de la población
vive del empleo público. Acá no sólo nos referimos a
lo que tiene que ver con los ministerios, etc, sino a toda
la estructura, por otra parte en decadencia, que tiene que
ver con los monumentos arqueológicos y museos ubicados
tanto en los centros urbanos como a orillas del río Nilo.
Monumentos arqueológicos alrededor
de los cuales se organiza la vida económica de varias
ciudades importantes en cantidad de habitantes pero, con una
estructura absolutamente elemental.
Por otro lado, parte importante de
este empleo estatal son las fuerzas de seguridad.
Dejando de lado el tema del ejército,
tiene un peso abrumador, en presencia, la tan odiada policía
del régimen, autora directa de la represión durante
aquellas históricas jornadas de Enero.
Esta policía está formada por los
llamados policías de "azul" (esencialmente
seguridad y fuerzas represivas) y por los policías de
"blanco" (policía turística que no va armada).
Los cuarteles policiales se pueden
ver en todas las ciudades egipcias con una presencia
importante, dando la impresión que los únicos edificios
que están más o menos en condiciones son éstos.
De todos modos, su presencia no es
intimidante, más bien lo contrario. Caminan en grupos
grandes bastante alejados de dónde se suceden los
acontecimientos, como por ejemplo la Plaza Tahrir.
De la misma manera se ve a la
"policía turística", la cuál se encuentra por
decenas de hombres en todas las entradas de los templos,
monumentos, museos, mezquitas e iglesias. Así también en
todos los embarcaderos a orillas del río Nilo.
Están todo el día fumando y tomando
té helado, y por supuesto que su número excede claramente
las necesidades que tienen que cubrir.
Decíamos antes que los edificios de la
policía parecen estar más o menos en condiciones.
Esto, porque las viviendas de la gente,
las escuelas, los hospitales, etc. parecen de un país
que se quedó en el tiempo. La mayoría de las
viviendas, además, no tienen revoque y actualmente se
venden así para abaratar los costos.
Es un contraste que impacta el
de la estructura e infraestructura de este país con la
vida cotidiana de sus habitantes.
Pero, más allá de estos aspectos que
relatamos de manera descriptiva, lo que reflejan los mismos
es el hartazgo de los habitantes de este país y la
decisión de no haber aceptado seguir viviendo así.
Por esto, parte de la agenda pendiente
son las demandas económicas, salariales y de condiciones de
trabajo que se vienen acumulando.
Lo que se ve, entonces, es una
sociedad profundamente conmovida en su vida cotidiana con
una “lucha” de generaciones en la cuál parece, más allá
de los resultados políticamente más inmediatos, no
haber vuelta atrás. (A.L.)
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El proceso abierto en Egipto a partir
de la rebelión–revolución sucedida durante los meses de
Enero–Febrero del 2011, ha conmovido a esta sociedad –y
a esta porción tan importante del mundo árabe como un
todo– de manera profunda.
Pisar El Cairo es sinónimo de
liberación, de perspectivas, de futuro y, fundamentalmente,
de nuevas fuerzas puestas en acción.
Lo que se respira tanto en sectores
de trabajadores como de la juventud, tanto en sectores de
clase media como aquellos que viven de la economía
informal, es una comprensión y un sentimiento de haber
protagonizado un hecho histórico, con consecuencias aún
desconocidas, al haber tirado abajo a una verdadera
dictadura como fue la de Mubarak.
Consecuencias que cada vez preocupan
más, porque los hechos no dejan de sucederse, tanto al
imperialismo como a las respectivas burguesías de los países
de la región.
La Plaza Tahrir
Expresión clara de esto que venimos
diciendo es la vida política que sigue teniendo la Plaza
Tahrir, la cuál fue el centro absoluto de los
acontecimientos.
Más de 2.000.000 de personas fueron
las que se movilizaban diariamente hacia ella en los meses
de enero y febrero pasado, cortando a su paso todos los
accesos y carreteras.
Todavía se pueden ver los puentes
medio rotos producto de estos históricos acontecimientos,
como también, al costado de la misma, lo que fue la sede
del partido de Mubarak, totalmente incendiada por la
multitud movilizada durante las jornadas del 25 de Enero. Un
edificio enorme, de muchos pisos, que sobresale por sobre el
resto de las construcciones de esa parte de la ciudad.
Los egipcios muestran esto con
mucho orgullo, como un símbolo de lo sucedido, y como un
llamado de atención de lo que son capaces de hacer.
En el mismo sentido, hay permanentes
acampes con carpas en lo que es la sede de la cadena de
televisión pública de El Cairo. Todo el mundo quiere estar
ahí con sus exigencias y aunque genera cierto caos en el tránsito
–está en pleno centro de la ciudad–, nadie se queja
sino que, más bien, lo alientan.
Otra cosa interesante son las decenas
de carpas de los distintos movimientos políticos, sociales
y culturales que existen en El Cairo acampando en la Plaza
Tahrir. Entre otros, el Movimiento 6 de Abril, los Hermanos
Musulmanes, etc., los cuáles realizan distintos tipos de
eventos durante el día y especialmente los viernes.
Ir a la Plaza Tahir es un espectáculo
en sí mismo. Los jóvenes egipcios organizan una especie de
control al ingresar a la misma, en el cuál palpan a las
personas para evitar provocadores gubernamentales.
Los turistas, sin embargo, entran sin
ningún problema, ya que lo que quieren es que “la gente
conozca y le cuente al mundo como es nuestra revolución”.
También, hay muchos puestos que
venden remeras alusivas a los acontecimientos del 25 de
Enero.
Esta plaza, tiene una
ubicación geográfica y política importante. Por un
lado, está ubicada en el centro de la ciudad, por lo que
desplazarse a cualquiera de los distintos barrios de El
Cairo y el Gran Cairo implica atravesarla.
Es, verdaderamente, un lugar de
confluencia, muy parecido a lo que es, por ejemplo, el
centro de La Paz, Bolivia, con su Plaza de la iglesia de San
Francisco, o el Zocalo en Mexico D.F., o tantas otras
ciudades capitales..
Por supuesto, los barrios de la clase
alta y de los funcionarios del régimen, están totalmente
alejados de la misma y cerca del aeropuerto.
Por otro lado, y en esto es más
parecida a nuestra Plaza de Mayo, se encuentran a su
alrededor todas las oficinas, ministerios y dependencias públicas,
la sede del partido de gobierno–de la que hablábamos
anteriormente– y el histórico Museo de El Cairo.
Recorriendo esta Plaza, lo primero
que salta a la vista –hablando con cualquier egipcio– es
el sentimiento de haber hecho una verdadera revolución,
de haber liberado fuerzas sojuzgadas, oprimidas durante
mucho tiempo.
Es este el “clima” que se
impone, más allá del conjunto de demandas económico–sociales
que siguen pendientes, las cuáles, más tarde o más
temprano, empezarán a tener su peso.
Religión, laicidad y lucha de
clases
Este “clima” se expresa, a su
vez, en una expectativa generalizada alrededor de los
futuros cambios a nivel del régimen político, del juicio a
Mubarak y sus acólitos, y el proceso eleccionario a
realizarse en Noviembre del 2011.
Es este sentimiento, entonces, el que
atraviesa al conjunto de la población, y el que recorre a
todos los sectores sociales, en una unidad, si bien
compleja, que atenúa o deja en segundo plano los matices
religiosos que igualmente tienen su peso.
Es esta sensación, la de una
liberación de conjunto, la que abona a la caracterización
expresada en los distintos artículos de nuestro periódico
y de nuestra revista internacional SoB, alrededor del carácter
laico del proceso.
Carácter laico que tiene que ver con
que más allá de las adscripciones religiosas, donde el
peso de los musulmanes practicantes es abrumador, sin haber
sido Egipto un estado teocrático en sentido estricto, lo
que se rescata con cualquier persona que se hable, es
la unidad en estos históricos acontecimientos entre
todos los sectores de la población explotada y oprimida
y entre todos los matices religiosos que existen.
Este aspecto es fundamental,
porque siendo Egipto un verdadero crisol de religiones y
etnias, haberse unido superando estas “barreras”
culturales que hacen a su historia y a su identidad, ya es
parte de estas energías revolucionarias puestas en acción
y de la entrada en escena de esas nuevas generaciones
que en todo el mundo se ven.
Los egipcios son muy conocedores de
su historia y sus orígenes en tanto árabes y en tanto
musulmanes; es parte de su cotidianeidad y esto es
verdaderamente impactante.
Su rama mayoritaria es la sunita y si
bien son practicantes de su religión, se diferencian
tajantemente de los chiítas, sobre quienes consideran que
hacen una “interpretación distorsionada del Corán”, la
cuál no ayuda en nada a la “imagen que se tiene de los
musulmanes en el mundo”.
En todo caso, junto a los musulmanes,
convive una importante minoría de cristianos coptos (religión
que se desarrolló no siguiendo las reglas del Imperio
Bizantino cristiano), ortodoxos griegos y judíos
esencialmente. Todo el mundo sabe, más o menos, cuál es el
contenido de cada religión y se habla y conversa de manera
natural.
En este sentido, cuando más arriba
hablábamos de los musulmanes practicantes, no lo decíamos
en el sentido de consagrar su vida a la religión o al
estudio de la misma –como sí hacen los judíos ultra
ortodoxos– sino en el sentido de que las
“obligaciones” que dice el Corán son parte y están
totalmente incorporadas a su vida cotidiana.
Por ejemplo, está el tema de los 5
rezos al día arrodillados mirando a la Meca.
Para esto, no necesariamente hay que
ir a una mezquita; básicamente, se puede hacer en cualquier
lado mientras se cumpla con una pequeña ceremonia que se
llama "ablución" la cuál consiste, entre otras
cosas, en lavar con agua determinadas partes del cuerpo.
Una cuestión interesante es
que esto no se puede hacer si uno está trabajando.
Los egipcios cuentan que “en el Corán está escrito que
no es de buen musulmán dejar el trabajo para ir a rezar”.
Los cinco rezos son entre las 7 de la
mañana y las 8 de la noche (los horarios –que cambian día
a día debido a la ubicación del sol– salen publicados en
todos los diarios del país, como también en los noticieros
radiales y televisivos), de manera que siempre hay
posibilidades de participar en alguno de ellos, además de
los sábados como día para ir a la mezquita.
También, los “imanes” de cada
mezquita – son miles las que existen en Egipto– llaman
por altavoces a los fieles para prepararse para el rezo.
Junto con esto, está el tema de
viajar a La Meca al menos una vez en la vida que, de no
tener los medios económicos para realizarlo, otra persona
lo puede hacer en nombre de uno. Se puede ver en los
aeropuertos a los peregrinos que viajan, ya
"purificados" en ceremonias previas, sólo
cubiertos por toallas blancas.
También está lo que se llama
"el ayuno del mes sagrado del Ramadán" el cuál
termina, luego de 15 días, con comidas organizadas en las
principales calles de los barrios a los cuáles hay que
invitar a los vecinos más pobres porque “no es de buen
musulmán no ayudar a los que no tienen.”
Esta fiesta se estaba preparando el
pasado mes de julio con gran expectativa, ya que se tomaba
como el “primer Ramadán después de la revolución.”
En todo caso, no es la intención de
este artículo desarrollar el tema del islamismo como religión
ni sacar conclusiones alrededor de esta cuestión.
Las descripciones que venimos
haciendo tienen que ver con dar cuenta –que efectivamente
es una novedad enorme de estas “nuevas
rebeliones”–, de cómo a pesar de esta presencia tan
fuerte de la religión islámica en el cotidiano de la
gente, el proceso de la lucha es sobre bases laicas,
con coordenadas de "clase" por así
decirlo.
Esto no significa que no existan
contradicciones, o que los procesos se den en estado puro;
lo que quiere decir es que hay nuevas fuerzas materiales que
vienen desde el fondo de la estructura de clases del país
y que le aportan su impronta a este proceso.
El otro tema, es que justamente esta
laicidad hace que el proceso y sus demandas,
independientemente de todos sus límites, sea más
universal, menos corporativo y con mucho más “espíritu”
de solidaridad entre clases explotadas y oprimidas.
Esto, a su vez, le da mucha más
proyección a esta “revolución”.
En este sentido, no son casuales los
acontecimientos de las últimas semanas alrededor de las
manifestaciones frente a la sede de la Embajada de Israel en
El Cairo, lo que terminó con la “huída” de los diplomáticos
israelíes, y con unas tímidas y “temerosas”
declaraciones del premier de ese país.
Es decir, se expresó en una acción
muy radicalizada, un problema de carácter universal
para los pueblos del Medio Oriente, como es la existencia
del enclave sionista del Estado de Israel.
Otra cuestión, por supuesto, son
las distintas direcciones existentes que pelean sus
programas político–religiosos, tratando de seguir
hasta el final, o de contener para no ir más allá en la
profundización del proceso.
Es esta una de las peleas en curso
que hay, donde las corrientes islámicas que actúan, están
claramente a la derecha, como viene siendo desde el inicio
de la rebelión.
Pero, independientemente de los
desarrollos políticos, lo que queremos reflejar aquí es
que se ha abierto un proceso tal que cambia completamente
los parámetros con los cuáles se manejo la región en
las ultimas décadas del siglo XX.
Las raíces en el mundo antiguo
En este sentido, estar en esta
sociedad de eminente mayoría musulmana, ubicada en al norte
del continente africano, y con una importancia geopolítica
verdaderamente histórica, no deja de tener su impacto y
de alguna manera también es materia de estudio y análisis.
Esto porque, en Latinoamérica, no
estamos acostumbrados –ni familiarizados, ya que somos
"hijos" de la inmigración europea y de la
historia indígena–, con esta porción del mundo árabe,
que viene de otra historia y de otras tradiciones.
Egipto es un país que vivió a lo
largo de su historia socio–política las distintas
invasiones–imperios sucedidos durante la Edad Antigua y la
Edad Media.
Se constituyó con el llamado modo de
producción asiático (básicamente sociedades en las cuáles
su clase dominante, política y económicamente, dirigían a
partir de la administración del agua para el riego).
Luego, fue invadido por los helénico–macedonios,
los romanos (fue parte también del Imperio Bizantino), el
Islam, los mameluco–otomanos, y finalmente los europeos.
De toda esta sucesión de culturas y
estructuras económicas, terminó prevaleciendo claramente
el Islam, pero no a costa de hacer desaparecer lo que estas
distintas culturas y sistemas económico–políticos le
aportaron en su momento a este país.
Esto está presente todo el tiempo, y
dependiendo la región del país en la que se esté,
aparecerán más o menos dominantemente.
Entonces, el conjunto de los actuales
acontecimientos, con su cúmulo de tendencias encontradas,
también hay que entenderlo en estos términos históricos.
Es tan profundo el proceso, que todo
este entramado histórico, social y económico –un
verdadero calidoscopio– se ve sacudido poniendo
todo en discusión.
Es en parte por esto que el primer
punto de unidad entre las masas egipcias, sea este
sentimiento de haber sido “todos” actores –
independientemente de su origen y su religión– de una
verdadera revolución que tiró abajo una terrible y
sangrienta dictadura, no es una cuestión rutinaria más.
Esto, porque se empiezan a “reconocer” en otras
cosas que seguramente estaban pero atenuadas.
Las tendencias a la radicalización
Tan es así que algo que llama la
atención –y que da cuenta, a su vez, del grado de
politización que se abrió a partir de este proceso– es
la manera en que cualquier persona habla “de los ricos que
viven bien a costa nuestra” y de cómo a los “pobres nos
trataban como basura”.
Una cosa, por ejemplo, que se contaba
mucho, reflejando una situación absolutamente insoportable,
es que cada vez que el dictador Mubarak se movilizaba con su
séquito, se le prohibía a la gente salir a la calle en los
barrios por los que se desplazaría con su comitiva.
El que no escuchaba por la radio o la
televisión por donde se desplazaría esa comitiva, corría
el riesgo de ser asesinado por los francotiradores apostados
sobre los edificios.
Otra cuestión, que también se
contaba mucho, es que más allá de las huelgas obreras que
preanunciaron y abonaron el terreno para este desenlace
hubo, de alguna manera, una primera acción
autoorganizada en el llamado Barrio Copto. Esto a partir
de un atentado realizado a una iglesia copta muy antigua.
A esta experiencia le dan mucha
importancia, casi que ni ellos pueden creer que haya tanta
unidad.
El Barrio Copto, que es como una
especie de casco histórico en el cuál conviven musulmanes,
cristianos coptos y judíos, funcionó como un albergue
de resistencia frente a los paramilitares de Mubarak y
frente a la policía del régimen. Esta acción estuvo en
los inicios del proceso.
Junto con estos hechos que
describimos, una de las cosas que está muy presente en la
memoria de todos es la cantidad de hombres, mujeres e
incluso niños asesinados por la represión de Mubarak que
son muchos más de los que por esos días informaban los
medios.
De ahí que, independientemente de
los entramados políticos que se suceden en las alturas, haya
habido varias movilizaciones y sea un reclamo muy
sentido, sobre el cuál no cederán, el tema del juicio
a Mubarak y sus hijos. Es un tema que hace a la agenda
pendiente.
Por otro lado, está el tema del
continuo cambio de ministros que refleja un problema
importante.
Si bien a nivel del régimen político
este ha quedado con sus fuerzas armadas intactas, habiéndose
dado en este sentido un proceso esencialmente
antidictatorial, justamente, por todas las cuestiones que
describíamos anteriormente, tampoco el elenco
gubernamental está en condiciones de “hacer lo que
quiera”.
Por un lado, hay un profundo
sentimiento democrático que, independientemente de sus límites
como tal, todavía no se ha visto satisfecho.
Hay una expectativa generalizada
alrededor del proceso electoral a realizarse el próximo mes
de noviembre, y de las reformas constitucionales que están
pendientes.
Si bien ésta es menor en
los jóvenes, ya que ven todo con mucha más
desconfianza, existe la expectativa de votar por
primera vez “de verdad”. Todo el mundo considera que
durante treinta años esto fue una verdadera farsa.
Al mismo tiempo, consideran que
siempre que en Egipto se logró algo fue “de manera
violenta” y todos se remiten a quién derrocó al rey
Faruk, es decir Nasser.
De ahí también, el tema de la confianza
en el ejército, al que ven como un confiable árbitro
que puede terciar en función de los intereses del pueblo y
los trabajadores “como lo hicieron en sus momento”. Esto
no deja de ser un problema.
Es correcto decir que el ejército
tiene prestigio, tanto por haber tirado abajo una monarquía,
como por haber peleado contra el Estado racista de Israel.
Pero, junto con estas tendencias que,
repetimos, igualmente no están satisfechas, la entrada en
escena de una nueva generación abre otras perspectivas,
otras potencialidades y otras posibilidades para la profundización
y radicalización del proceso.
El asalto a la sede de la Embajada de
Israel semanas atrás fue un llamado de atención
importante.
Estando en El Cairo, además, se
sucedieron una serie de movilizaciones no tan pequeñas con
una importante represión en una de ellas, todo a raíz del
comienzo del juicio a Mubarak.
Los jóvenes salieron nuevamente a
las calles, con una importante presencia del Movimiento 6 de
Abril, que son quienes más reflejan el carácter laico
del proceso y la desconfianza en el ejército en el
sentido de no dejar las cosas en sus manos, exigiéndoles
todo el tiempo que cumplan con la agenda pendiente.
En ocasión de esta represión,
varios diarios editorializaron con preocupación sobre que
si el ejército reprimía –cuando no lo había hecho
anteriormente– era un problema ya que “después del ejército
que?”
La revolución en las costumbres
En este marco, hay una pelea política
con los Hermandad Musulmana que llamaron públicamente a
frenar las movilizaciones –todo en defensa del régimen y
el ejército– al tiempo que pretenden aglutinar alrededor
de imponer la ley de la Sharía (aunque esto está mas
abierto porque cada vez pega más el "modelo" de
Erdogan en Turquía de gobierno musulmán–laico)..
Hay aquí una pelea política estratégica
en la cuál, más allá del peso abrumador que hay en Egipto
de los musulmanes practicantes, no se desprende que el
proceso confluya hacia allí.
Los jóvenes no tienen las mismas
expectativas, los jóvenes pelean otras cosas,
donde también pesan, pero de otra manera, las cuestiones
religiosas. Esto último, es muy interesante.
Por ejemplo, es sintomático ver a
las mujeres de mediana edad con la “burka” de color
negro y a las jóvenes sólo con un pañuelo blanco o de un
color más vivo en la cabeza. También se ve a muchas jóvenes
fumando el narguile (pipa de agua), que parecía ser de
patrimonio exclusivo de los hombres.
No es que todo esto sucedió de un
día para el otro: ya se venía gestando; pero la
rebelión lo “legitimó”.
Los sectores más conservadores,
obviamente, no están de acuerdo. Pero, todo se habla con
mucho cuidado y paciencia, además, porque éstas
discusiones se dan en el seno mismo de las familias
que en su gran mayoría fueron partícipes de las
movilizaciones.
En el mismo sentido, está el tema de
los jóvenes en general, que quieren estudiar o
independizarse. Este es un verdadero problema, ya que todavía
siguen existiendo costumbres tales como la dote para casarse
(la debe garantizar la familia del hombre). Todas cosas que
ahora están puestas en discusión.
Dicho todo esto, da la impresión de vivirse
como dos sintonías: aquella que tiene que ver con los
elementos religiosos que, por otra parte, están totalmente
convulsionados– la juventud se rebela contra las, por
decirlo de alguna manera, costumbres– y otra que tiene que
ver con llegar hasta el final y liberarse de “todas las
injusticias vividas durante décadas”.
En fin, se está ante un proceso
de rebelión–revolución que podría llegar a ser
total, poniendo en cuestión todo el orden de cosas
acostumbrado; donde Egipto es claramente el epicentro
de toda la "Primavera Árabe" y de la cual la
región podría emerger completamente transformada,
si es que sus tendencias logran ir hasta el final.
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