Afganistán
sigue siendo un caso de deliberada crueldad humana,
perpetrada por quienes buscan intimidar y controlar
70.000
niños viviendo en las calles de Kabul
¿Qué
fue de aquello de “las mujeres y los niños primero"?
Por
Johnny Barber (*)
CounterPunch 18/10/11
Rebelión, 20/10/11
Traducido por Sinfo Fernández
“Todas
las guerras, ya sean justas o injustas, desastrosas o
victoriosas, van contra los niños.” (Eglantyne
Jebb, fundadora de "Save the Children", 1919)
En
Kabul, los niños están por todas partes. Puedes verles
rebuscando entre la basura. Puedes verles haciendo trabajos
manuales en las tiendas, en los talleres, en las carnicerías
y en los lugares donde se está construyendo algo. Llevan
teteras y vasos de tienda en tienda. Puedes verles moviéndose
a través de los atascos de tráfico haciendo girar
botecillos con incienso penetrante para repeler a los espíritus
malignos e intentar sacarse algunas monedas. Puedes
encontrarles durmiendo en los huecos de las puertas o entre
los escombros de edificios destruidos. Se ha estimado que en
Kabul hay alrededor de 70.000 niños viviendo en la calle.
La gran
noticia que la CNN ofrecía esta mañana era la excitación
generada en cientos de personas que hacían cola para
comprar el último modelo de Iphone. No puedo dejar de
pensar en los niños sentados en medio de la suciedad del
campo de refugiados, o corriendo por los caminos empujando
viejas llantas de bicicleta, o al muchacho sentado junto a
sus desbordados sacos de detritus recogidos, con una
profunda infección en la comisura de su boca que aparecía
terriblemente infectada. Esas imágenes contrastan con la
estampa de un abuelo anciano vestido con un inmaculado
shalwar kameez, acuclillado sobre la acera frente a una
inmensa puerta de hierro envolviendo en un gran abrazo a su
bella nietecita mientras ambos sonreían ampliamente, en uno
de los pocos momentos gozosos que he presenciado por las
calles de Kabul.
En Afganistán,
uno de cada cinco niños muere antes de llegar a su quinto
cumpleaños (el 41% de las muertes se produce en el primer
mes de vida). De los niños que consiguen superar ese primer
mes, muchos perecen debido a enfermedades evitables y
tratables en muy gran medida, incluyendo la diarrea y la
neumonía. La desnutrición afecta al 39% de los niños,
comparado con el 25% que había al principio de la invasión
estadounidense. El 52% no tienen acceso al agua potable, el
94% de los nacimientos no se registran. Los niños no tienen
casi protección legal alguna, especialmente las niñas, a
las que en muchas regiones aún se prohíbe acudir al
colegio, utilizándoselas para saldar deudas y casarlas en
matrimonios arreglados hasta cuando tienen diez años de
edad. Aunque actualmente no supone un problema, el SIDA
amenaza con posibilidades catastróficas porque la
drogadicción está aumentando de forma significativa,
incluso entre las mujeres y los niños. Sólo el 16% de las
mujeres utilizan anticonceptivos y los niños de la calle
son vulnerables a la explotación sexual. Por esta razón,
el informe publicado en mayo de este año por Save the
Children, “State of the World’s Mothers”, situaba a
Afganistán en el último puesto, con solo Somalia
consiguiendo resultados aún peores para sus niños.
El coronel
retirado del ejército John Agoglia declaró: “Un punto
clave para la seguridad nacional de EEUU a largo plazo y una
de las mejores vías para que nuestra nación haga amigos
por todo el mundo es promover la salud de las mujeres y los
niños en las naciones emergentes”. En Afganistán esta
estrategia no se ha cumplido en absoluto. No se ha
construido ni un solo hospital público desde la invasión.
Y no es una cuestión de posibilidad, es una cuestión de
voluntad. Emergency, una ONG italiana, dirige tres
hospitales y treinta clínicas por todo Afganistán con un
presupuesto de siete millones de dólares al año. Ese es el
presupuesto mensual de la ISAF (la Fuerza Internacional de
Asistencia a la Seguridad de la OTAN) en aire acondicionado.
Las encuestas
han mostrado consistentemente que el 90% de los
estadounidenses cree que los niños deberían ser una
prioridad nacional. Los niños comprenden el 65% de la
población afgana. Se ha calificado a Afganistán como el
peor lugar del planeta para un niño. En Afganistán, EEUU
ha sacrificado a los niños, valorándoles como un daño
colateral de nuestra “guerra contra el terror”.
Las madres de
estos niños en riesgo no están mucho mejor que ellos. La
mayoría son analfabetas. La mayoría presentan desnutrición
crónica. Una mujer de cada once muere durante el embarazo o
el parto, en EEUU muere una de cada 2.100 (la más alta de
cualquier nación industrializada). En Italia e Irlanda, el
riesgo de muerte materna es menor, una entre 15.000, y en
Grecia es de una entre 31.800. En Afganistán, los
profesionales sanitarios atienden tan solo el 14% de los
partos. La esperanza de vida de una mujer es de escasamente
45 años.
Las mujeres
siguen siendo consideradas como propiedad. Hay una ley
aprobada por el régimen de Karzai que legaliza la violación
marital y que establece que una mujer tiene que conseguir el
permiso de su marido para poder salir de la casa. La
violencia doméstica es un problema crónico. A la mujer que
huye de su casa (aunque sea para escapar de la violencia),
se la mete en la cárcel. Cuando cumple la sentencia, es
devuelta a su marido. La autoinmolación es un hecho común
entre las desesperadas mujeres que intentar librarse de
situaciones imposibles.
Poco después
de la invasión estadounidense, Laura Bush dijo: “La grave
situación en que se encuentran las mujeres y niños en
Afganistán obedece a una crueldad humana deliberada,
impuesta por quienes buscan intimidar y controlar”. El
presidente Bush dijo: “Nuestra coalición ha liberado
Afganistán y restaurado los derechos humanos fundamentales
y las libertades de las mujeres afganas y de todo el pueblo
afgano”. En la actualidad, EEUU ha facilitado que los
antiguos señores de la guerra, responsables de la destrucción,
pillaje y violación de Afganistán, vuelvan al poder. En
2007, esos mismos señores de la guerra, ahora
parlamentarios, aprobaron un proyecto de ley que garantizaba
la amnistía por cualquier asesinato cometido durante la
guerra civil. Un periodista local dijo: “Los asesinos son
ahora quienes sostienen la pluma, escriben la ley y perpetúan
sus crímenes”.
Cuando Malalai
Joya se dirigió a la Loya Yirga [Gran Asamblea] de la Paz
convocada en diciembre de 2003, preguntó valientemente: “¿Por
qué permitimos que estos criminales de guerra estén aquí
presentes?”. La expulsaron de la asamblea. Sin amilanarse,
se presentó como candidata al parlamento, ganando un escaño
de forma arrolladora. Empezó su discurso inaugural en el
parlamento diciendo: “Presento mis condolencias al pueblo
de Afganistán…” Mientras continuaba hablando, el señor
de la guerra que estaba sentado detrás amenazó con
violarla y matarla. Los miembros del parlamento votaron su
exclusión del mismo y Karzai ordenó que la expulsaran.
Escondida, continuó encabezando los derechos de la mujer.
Ha afirmado que las únicas que pueden liberar a las mujeres
afganas son las mismas mujeres. Cuando hablamos brevemente
con ella por teléfono, afirmó que se sorprendía de estar
aún viva y que se veía obligada a cancelar nuestro
encuentro, porque era demasiado peligroso en la actual
situación de la seguridad. La Cruz Roja afirma que la
situación de la seguridad es en estos momentos la peor de
los últimos treinta años.
En EEUU,
mientras nuestro presupuesto total para defensa se dispara
hasta los 667.000 millones de dólares por año, las mujeres
y niños están también cada vez peor. En el informe del
“State of the World’s Mothers”, EEUU ha descendido
este año al puesto 31º desde el puesto 11º, en 2003,
entre los países desarrollados. En la actualidad vamos detrás
de luminarias como Estonia, Croacia y Eslovaquia. Y caemos aún
más respecto a nuestros niños, del 4º lugar al 34º. La
pobreza está aumentando, estimándose que un niño de cada
cinco vive en la pobreza. Más de 200 millones de niños
dependen de los programas escolares de alimentación para no
estar hambrientos. La cifra de gente viviendo en la pobreza
en EEUU ha crecido en 2,6 millones en solo los últimos doce
meses.
Estimado
lector, dudo en seguir molestándole con tantas estadísticas,
he eliminado los gráficos circulares y las tablas, pero
este informe sigue siendo aburrido. Después de todo, el
nuevo iphone tiene a Siri, un asistente personal que
entiende cuando le hablas. Puedes instruirle verbalmente
para que mande un mensaje de texto, ¡y lo hace! ¡Qué
excitante! La CNN afirma que no es necesario que cunda el pánico;
el almacén de Atlanta está lleno de iphones para cubrir
cualquier demanda.
Considerando
solo las cifras es fácil evitar la verdad sobre la enorme
cantidad de sufrimiento humano que envuelven. Conduzcan a
través de las calles de cualquier ciudad estadounidense y
esas estadísticas cobrarán vida en las hinchadas filas de
los sin techo. Conduzcan por las calles de Kabul y esas
estadísticas cobrarán vida con niños hambrientos
mendigando una moneda.
Es difícil
determinar qué beneficios obtiene EEUU de nuestra
continuada presencia militar en Afganistán, aunque la
explotación de sus recursos naturales juega realmente un
papel. Se están gastando cientos de miles de millones de dólares
en una estrategia militar que está haciendo aguas por todos
lados. Sin embargo, los políticos de este país continúan
apoyando esa estrategia. Comerciantes de armas y
contratistas, como G.E. y Boeing, junto a todos los lobbys
del Capitolio, continúan cosechando grandes premios económicos
y a cambio recompensan a los políticos con su apoyo
financiero. Nuestros políticos afirman ser “duros con el
terror” y declaran que estamos “ganando”. Pero, ¿cómo
pueden afirmar eso? La única gente afgana que está
beneficiándose de nuestra presencia son quienes apoyan a
las fuerzas de ocupación, los señores de la guerra y los
señores de la droga. Como los campos de adormidera están
consiguiendo rendimientos de record, “los
palacios–adormidera” están brotando por todo Kabul como
signos ostentosos de que alguien se está beneficiando de
nuestra interferencia.
Una medida
para juzgar el éxito de una nación es su capacidad para
proteger a las poblaciones más vulnerables. EEUU no está
triunfando. La grave situación de las mujeres y de los niños
en Afganistán sigue siendo un problema de deliberada
crueldad humana, perpetrada por quienes buscan intimidar y
controlar. ¿Cuándo escucharán nuestros políticos el
llanto desesperado de los niños de la calle afganos,
quienes, a pesar de todo el incienso del mundo no pueden,
sencillamente, sacudirse la malignidad de nuestra ocupación?
*
Johnny Barber acaba de regresar de Afganistán, de un viaje
en el que ha formado parte de una delegación de “Voices
for Creative Non–Violence”. Ha viajado a Iraq, Israel,
Palestina, Líbano, Jordania, Siria y Gaza para dar
testimonio y documentar el sufrimiento de los pueblos
afectados por la guerra. Puede conocerse su trabajo en:
www.oneBrightpearl–jb.blogspot.com y
www.oneBrightpearl.com
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