Los líderes extremistas de Israel
promueven un ataque a Irán
Por Sefi Rachlevsky
Haaretz, 31/10/11
Rebelión, 02/11/11
Traducido de J. M. y revisado por Caty
R.
La presencia de EE.UU. en Irak
podría tentar a los dirigentes radicales israelíes a
arrastrar a Washington a una guerra en Irán contra su
voluntad, como objeto de un ataque. Haciendo un análisis de
la historia, las fuerzas de la razón deben poner un pie en
el freno.
En circunstancias normales, la
institución militar está a la derecha de la clase política.
La razón es obvia: la cantante quiere cantar, el escritor
quiere escribir, y el comandante de división quiere
movilizar las divisiones. Cuando Moshe Dayan dijo que prefería
restringir el galope de los caballos antes que aguijonear a
mulas perezosas, no se refería sólo a sus generales. Se
trata de un patrón común en el escenario mundial. Sólo en
raras ocasiones se revierten los roles y resulta que los
militares son más moderado y circunspectos que el liderazgo
político. La gran mayoría de estos casos –todos ellos,
en la práctica, y no sólo en la década de 1930–
terminaron en un desastre. La causa es simple, el ejército
no está diseñado para actuar como un freno sobre una
dirección extremista contemporánea.
Lamentablemente Israel, en la cúspide
del invierno de 2011, se encuentra en esta rara y peligrosa
situación. Lo mismo ocurre con respecto a la Autoridad
Palestina. Todos los líderes militares, tanto del presente
como del pasado, recomiendan encontrarse a mitad de camino
con el presidente de la ANP, Mahmud Abbas. El ejército
reconoce el "milagro" de los últimos años, con
un gobierno en Cisjordania que goza de mayoría y toma
medidas firmes contra el terrorismo. En contraste el sistema
político de Israel respalda conscientemente las
declaraciones del colono Avigdor Lieberman y hace todo lo
posible para perjudicar a nuestro moderado socio palestino.
Se sabe que la única manera de aferrarse a los
asentamientos y su mundo mesiánico es apuntalar el
liderazgo de los extremistas palestinos, con lo que "el
diálogo es imposible”.
Esto es válido, y más aún, cuando se
trata de Irán. Todos los jefes de las fuerzas armadas –el
jefe de gabinete, los jefes del Mossad, la inteligencia
militar y del servicio de seguridad Shin Bet, y el jefe de
la Comisión de Energía Atómica de Israel, tanto los que
están en funciones como algunos retirados– se oponen
ferozmente a atacar a Irán ahora. Sin embargo, dos
personas, el primer ministro Benjamín Netanyahu y el
ministro de Defensa, Ehud Barak, se ven capaces de arrastrar
a toda la nación a una guerra larga, con muchas bajas
propias.
La imagen de la semana pasada fue la de
fue la foto de Netanyahu luego de la reunión del pasado
domingo con el líder espiritual del Shas, el religioso
radical jefe del partido rabino Ovadia Yosef, el ministro
del Interior Eli Yishai y el ministro de Vivienda y
Construcción israelí Ariel Atias. Los teléfonos celulares
quedaron apagados, como corresponde a una reunión de
importantes, y el primer ayudante de Netanyahu, Natan Eshel,
del campo nacional–religioso, fue temporalmente sacado de
su escondite al lado de la biblioteca. No era al nonagenario
rabino extremista a quien Netanyahu tenía que convencer de
la necesidad de atacar a Irán ahora, sino más bien a la
plana mayor del país, en servicio y retirados, así como a
la mayoría de los ciudadanos israelíes y a los amigos de
Israel en Occidente.
Personas sumidas en una profunda negación,
o sin un espejo, se lamentaron de la situación en Túnez,
donde un partido islámico moderado ganó el 41% de los escaños
parlamentarios y formó una coalición con los partidos
liberales y de izquierda. Sin embargo, más del 45% de los
miembros de la Knesset de Israel tiene una visión religiosa
radical, una visión del mundo mesiánica, antidemocrática
y racista. Tome los 23 escaños combinados de Shas, del Judaísmo
Unido de la Torá, Habayit Hayehudi (El Hogar Judío, N. de
T.), y la Unión Nacional; véase Yisrael Beiteinu y la
mitad de los diputados del Likud, como Danny Danon, Yariv
Levin y otros. Y a diferencia de Túnez, no hay elementos
liberales en la coalición. Hay una razón por la cual el
ministro de Justicia Yaakov Neeman declaró que estaba
trabajando para hacer de la ley religiosa la ley del país,
y por qué la mayoría de los asesores del primer ministro
provienen de los asentamientos, o los apoyan, portadores de
una visión mesiánica y religiosa radical.
A Barak le gusta hablar de la tercera
parte de los israelíes que sirven en las fuerzas armadas,
trabajan y pagan impuestos. Ese tercio se enfrenta ahora a
los misiles mientras las previsiones desde la seguridad de
la trinchera del ministro de Defensa, Matan Vilnai,
contemplan miles de víctimas. El enorme y costoso refugio
nuclear que protegerá a todos los ministros del gabinete y
tal vez a sus familiares y allegados, tampoco es una opción
para los ciudadanos comunes. Tampoco lo es la protección
que se prepara para los asentamientos, que no se espera que
sean objetivos de los misiles. Los sitios que se han señalado
en el centro de Israel como sitio de emergencia para fosa
común, con el fin de prevenir la propagación de
enfermedades, no son precisamente una opción alegre.
Hay una pequeña posibilidad de que los
informes que caen como una lluvia desde lo alto sobre la
posibilidad de una operación antes del invierno sean para
poner al mundo en una situación de pánico. Pero también
se nos acostumbró a la idea de un ataque. Peor aún, es muy
tentador atreverse con la oposición del estamento militar
por medio de una deliberación urgente, precipitada y
parcial "en el último momento antes del
lanzamiento", como la discusión con el Rabino Yosef.
Mientras tanto, la presencia de EE.UU. en Irak podría
tentar a los dirigentes radicales israelíes a arrastrar a
una guerra de Washington contra su voluntad, como objeto de
un ataque. Revisando la historia, las fuerzas de la razón
deben pisar el freno.
Netanyahu
presiona a los militares para
atacar a Irán
La fuerza aérea israelí ensaya la
acción en
el Mediterráneo central
Por Enric González
Desde Jerusalén
El País, 02/11/11
Benjamin Netanyahu parece haber
decidido ya que Israel, en solitario o en compañía de
otros, debe destruir las instalaciones nucleares iraníes.
Ahora se concentra en convencer a los sectores escépticos
de su Gobierno y a la cúpula militar, que muestra dudas y
preferiría en todo caso que fuera Estados Unidos quien
asumiera la iniciativa de atacar. El jefe del Ejército iraní
asegura que cualquier agresión tendría como respuesta
“graves daños” para estadounidenses e israelíes.
El programa nuclear iraní obsesiona a
Netanyahu. Desde su elección como primer ministro en 2009
estableció que acabar con la potencial amenaza de un Irán
dotado de armas atómicas constituía su gran prioridad
geoestratégica, y no ha dejado de amagar con un posible
ataque preventivo. Las anteriores amenazas de bombardeo se
dirigían principalmente a presionar a Estados Unidos y la
Unión Europea, para que establecieran un programa de
sanciones muy duro contra Irán. Ahora, sin embargo,
Netanyahu ya no plantea a sus generales la posibilidad de un
bombardeo, siempre contemplada. Ahora les dice que el
bombardeo es necesario e inminente.
La primera gran señal de que el primer
ministro israelí había madurado su decisión apareció el
pasado viernes en la portada de Yediot Ahronot, el periódico
más leído del país. Bajo el titular "Presión atómica”,
el periodista Nahum Barnea, de notable prestigio, revelaba
que Netanyahu y su ministro de Defensa, Ehud Barak, hacían
lo posible para convencer al resto del Gobierno y a la cúpula
militar de que la destrucción de las instalaciones
nucleares iraníes era para Israel “una cuestión de
supervivencia”. La señal no era tanto el despliegue en
portada y el tono de suma gravedad adoptado por Yediot
Ahronot, sino el hecho de que alguien en una posición muy
alta hubiera filtrado, con la aparente intención de
neutralizarlo, un debate que se mantenía en absoluto
secreto.
El diario Haaretz anunció ayer que el
ministro de Asuntos Exteriores, Avigdor Lieberman, se había
sumado a los partidarios del ataque. Una fuente vinculada a
la diplomacia israelí confirmó por su parte a este periódico
que “el debate existe y es serio”. Otra fuente,
vinculada al Ejército, comentó que Netanyahu esgrimía
como argumento el riesgo de “un nuevo Holocausto” y
usaba “tonos apocalípticos” para vencer resistencias.
Los detalles han ido conociéndose
gracias a quienes, en el Ejército y en el Gobierno, piensan
que un ataque contra Irán resultaría cuando menos
temerario. Al margen de consideraciones políticas o estratégicas,
los militares indican que un bombardeo podría tener
resultados insatisfactorios, dado que las instalaciones
nucleares iraníes son subterráneas y están muy
protegidas. Según Haaretz, tanto el jefe del Ejército,
general Benny Gantz, como los jefes de los tres servicios de
inteligencia figuran entre quienes rechazan el bombardeo
preventivo y unilateral, y reclaman el apoyo de los aliados
estadounidenses y británicos.
El Ejército israelí acaba de concluir
en Cerdeña (Italia) unas maniobras en las que ha simulado
un bombardeo de largo alcance, muy parecido al que sería
necesario para atacar las instalaciones nucleares iraníes
en el noreste del país. También ha probado un nuevo misil
balístico con un alcance de 6.000 kilómetros y capacidad
atómica.
El ministro del Interior, Eli Yishai,
del partido religioso ultraortodoxo Shas, también se opone
al ataque. En una reunión de su partido celebrada el lunes,
Yishai comentó que la posibilidad del bombardeo le mantenía
“despierto por las noches” debido a la gravedad de las
posibles represalias por parte de Irán, de sus aliados
sirios, de la milicia chií libanesa Hezbolá y del grupo
armado palestino Hamas desde Gaza. Otro de los ocho
ministros que conforman el núcleo gubernamental que adopta
las decisiones importantes, el centrista Dan Meridor,
considera que Irán representa “un riesgo para todo el
mundo” y que corresponde a Estados Unidos, no a Israel,
asumir el liderazgo en cualquier acción política o
militar.
El próximo informe sobre Irán del
Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA),
previsto para el 8 de noviembre, puede ser decisivo para
decantar posiciones en el Gobierno y el Ejército israelíes.
Israel ya destruyó un reactor nuclear
en Irak en 1981, y unas supuestas instalaciones nucleares
sirias en 2007. Pero Irán es un enemigo de mayor entidad.
El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, suele lanzar
tremendas amenazas contra Israel; por otra parte, Irán ha
demostrado históricamente no ser un país propenso a
iniciar guerras. Israel, cuyo arsenal nuclear (no declarado)
se estima en unas 200 cabezas, mantiene su posición como
fuerza militar hegemónica en Oriente Próximo. Y sabe que
en cualquier acción contra Irán dispondría del respaldo
encubierto de la mayoría de los gobiernos árabes suníes,
muy recelosos ante las ambiciones nucleares de Irán, persa
y chií. Las filtraciones de Wikileaks revelaron que la
monarquía saudí lleva tiempo reclamando la destrucción de
los reactores iraníes.
El jefe del Ejército iraní, Hassan
Firuzabadí, dijo ayer que cualquier ataque contra su país
comportaría represalias. “Las autoridades de Estados
Unidos deben saber que un ataque del régimen sionista
contra Irán implicaría graves daños para los propios
Estados Unidos, además de para el régimen sionista”,
declaró a la agencia oficial Isna.
|