El fantasma de la
revolución vuelve a las calles
Por Ale Kur
Para Socialismo o
Barbarie, 22/11/11
Toda esta semana,
fue noticia en los medios de comunicación el regreso de los
combates en Egipto entre la juventud y la junta militar
(SCAF, por sus siglas en inglés). Las imágenes de las
barricadas de la plaza Tahrir, epicentro de la rebelión-revolución
de enero de este año, señalan un punto de inflexión en el
proceso abierto tras la caída de Mubarak ocurrida en
febrero.
En esa ocasión, luego
de 18 días de protesta, una poderosa huelga general y la
negativa del ejército a reprimir, el dictador se había
visto obligado a dejar su cargo. Lo hizo con el objetivo de
salvar el conjunto del régimen militar en Egipto: por eso
delegó el poder al ejército, que cuenta con el apoyo y el
financiamiento de EEUU (y con un gran prestigio por su
pasado rol en las guerras contra Israel). El gobierno quedó
entonces en manos del SCAF (junta militar), y en particular
del mariscal de campo Mohamed Hussein Tantawi.
Esto generó una reacción
ambivalente en el enorme movimiento popular que enfrentó a
Mubarak, y en especial en la juventud. Amplios sectores
depositaron sus expectativas en que el SCAF garantizara una
transición democrática, aun siendo concientes de su carácter.
Esto se vio fortalecido por el pacto establecido entre
los Hermanos Musulmanes (principal fuerza política
organizada del país) y la Junta Militar, que los llevó
a estar ausentes de la mayor parte de las movilizaciones
convocadas a partir de entonces.
Sin embargo, la
movilización continuó, sobre todo por la iniciativa de las
coaliciones juveniles. Decenas de miles de personas
exigieron durante meses la disolución del partido
mubarakista, el castigo a los policías involucrados en la
represión, el establecimiento de fechas claras de
elecciones para los diferentes cargos y el desmantelamiento
del aparato de seguridad, entre otras cosas. Esto fue acompañado
al mismo tiempo por una ola de huelgas en las fábricas y
otros sectores por demandas económicas, y por la formación
de sindicatos independientes.
El sentimiento de
que es necesaria una “segunda revolución”
Frente a todo este
proceso, el SCAF otorgó algunas concesiones (entre ellas,
una poco clara agenda de transición democrática, que incluía
la realización de elecciones parlamentarias para el 28 de
noviembre), pero mantuvo toda la estructura policial y
militar del régimen, y continuó con los juicios
militares a civiles, la detención de activistas y blogueros
muy reconocidos, etc. El resultado de todo esto fue una
creciente sensación por parte de amplios sectores de que el
SCAF había secuestrado su revolución, y de que hacía
falta una segunda revolución para completar las tareas
planteadas en enero.
A todo esto se le sumó
el reclamo de la minoría cristiana copta por la protección
a sus derechos. Este reclamo fue respondido por el SCAF con
una masacre frente al Maspero (sede de la televisión
estatal) el 9 de octubre. Esto generó una profunda
indignación tanto en cristianos como musulmanes, y comenzó
a profundizarse la desconfianza hacia el SCAF.
La gota que rebalsó el
vaso, sin embargo, fue una nueva provocación del SCAF en
relación a la transición: sumado a la ausencia de un
llamado a elecciones presidenciales, la junta militar quería
reservarse para sí ciertos poderes especiales en el futuro
gobierno.
La respuesta de las
masas no se hizo esperar: cientos de miles de personas
llenaron la plaza Tahrir el viernes 18 de noviembre (esta
vez, incluida la Hermandad Musulmana). De esta movilización
formaron parte también sectores obreros nucleados en la
Federación Egipcia de Sindicatos Independientes.
La movilización se
planteó permanecer en la plaza hasta que el SCAF anunciara el
traspaso del poder a un gobierno civil, la realización de
elecciones para todos los cargos y la renuncia a continuar
ejerciendo ninguna influencia política. Sin embargo, el
sábado por la noche la policía (que hasta ese momento había
estado mayormente ausente de las calles como producto de la
rebelión), avanzó con el desalojo de las carpas
establecidas por los manifestantes.
Sanguinaria represión
de la junta militar y crisis política
Los activistas
resistieron el desalojo, a lo cual la policía respondió
con una durísima represión con gases lacrimógenos
(fabricados en EEUU), balas de goma e inclusive de plomo,
disparando directo a los ojos. Para defenderse, los
activistas levantaron barricadas y mantuvieron el control de
la plaza con piedras y cócteles molotov.
Los combates se
prolongaron en la calle Mohamed Mahmoud durante cinco días
(con breves treguas rotas siempre por el SCAF), dejando más
de 40 muertos, 2 mil heridos, y 300 detenidos. Los
enfrentamientos se extendieron también a otras ciudades
como Alejandría y Suez, que habían jugado un rol muy
importante en enero.
Los combates, y más en
particular la imposibilidad del régimen de recuperar el
control de la plaza Tahrir, provocaron una profunda
crisis política. El gabinete de ministros nombrado por
el SCAF presentó su renuncia en bloque. El mariscal Tantawi
salió en una declaración de prensa anunciando (por primera
vez) la realización de elecciones presidenciales para
julio de 2012, y de un referéndum para decidir sobre
la vuelta del ejército a los cuarteles, al tiempo que mantenía
las elecciones parlamentarias del 28 de este mes. Se
anunció también la liberación de los detenidos en los
enfrentamientos.
Por lo bajo, el SCAF
realizó reuniones con los partidos opositores en vistas de
conformar un gabinete transicional de coalición. En virtud
de ello, los Hermanos Musulmanes abandonaron nuevamente
las manifestaciones, aunque muchos de sus jóvenes
desacataron el llamado y continuaron combatiendo.
La juventud y los
trabajadores egipcios que vienen resistiendo en la plaza
Tahrir no confían en las palabras del SCAF ni en ningún
tipo de elección mientras siga el gobierno militar: sólo
confían en la movilización en las calles. La ruptura política
entre ellos y el ejército ya está consumada: “El
pueblo demanda la caída del mariscal del campo”, se
escucha en las canciones de los manifestantes. Su única
exigencia es el fin inmediato de la dictadura y el
desmantelamiento de la totalidad del régimen mubarakista.
Por eso se niegan a abandonar la plaza hasta que no estén
satisfechas sus demandas.
¡Viva la heroica lucha
de la juventud y
el pueblo egipcio! ¡Que las barricadas de plaza Tahrir
sirvan como ejemplo para todo el mundo árabe y la
resistencia contra los ajustes capitalistas en todo el
mundo!
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