Una ira que se fue acumulando y entró
en erupción
Por qué los egipcios se han
decepcionado
de sus militares
Por Yolande Knell
Desde El Cairo
BBC World, 22/11/11
Tras la salida del presidente
Hosni Mubarak en febrero de este año, en Egipto se vivió
un período de entusiasmo y emoción. Aquellos que habían
manifestado a favor de su salida no dudaron en aplaudir a
los militares que tomaron el control. "El ejército y
el pueblo están unidos", aclamaban. Los soldados
recibieron dulces y flores, mientras los niños subían a
sus tanques y posaban para fotografías. Ahora, meses después,
muchos revolucionarios consideran que ese entusiasmo fue
ingenuo y que las celebraciones fueron prematuras.
La manera en la que los militares han
manejado el proceso de transición hacia un gobierno civil
generó una ira que se fue acumulando y entró en erupción
este fin de semana, dando lugar a enfrentamientos mortales
en la plaza Tahrir de El Cairo.
"¿Por qué las fuerzas de
seguridad atacan a la gente que defiende sus derechos? ¿Sólo
quieren destruir?", se pregunta Amr Badr, miembro de la
Hermandad Musulmana de jóvenes, que se unió al campamento
de protesta el sábado.
"Cada vez que las fuerzas de
seguridad avanzaban hacia la plaza, las empujábamos de
vuelta", añade.
"El ejército y la policía
mataron a un montón de gente. Estamos sufriendo mucho.
Siguen disparando gases lacrimógenos para que nadie pueda
respirar", agrega la activista, Amani Saleh, mientras
se seca los ojos.
Ella insiste en que los manifestantes
permanecerán en su lugar simbólico del corazón de la
capital egipcia durante el tiempo que sea necesario.
"Queremos democracia. Nunca
abandonaremos nuestro país. Nos quedaremos hasta que se
vayan y podamos obtener nuestra libertad".
"Ilegítimo"
Muchos de los manifestantes ven a los
generales gobernantes como una extensión del régimen
anterior.
Aseguran que eran aliados de Mubarak,
que fueron nombrados por él. Por ejemplo, el actual jefe
del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (Scaf, por sus
siglas en inglés), el mariscal de campo Mohamed Hussein
Tantawi, fue su ministro de Defensa durante dos décadas.
"Tantawi fuera" e "ilegítimo"
son algunas de las consignas utilizadas actualmente por los
manifestantes.
Los recientes enfrentamientos
comenzaron con una gran manifestación el pasado viernes
dominada por los islamistas, quienes esperan obtener buenos
resultados en las próximas elecciones parlamentarias.
Ellos aprovecharon para denunciar un
supuesto intento del gabinete interino –apoyado por los
militares– para establecer principios constitucionales que
permitan al ejército conservar sus poderes luego de que
ocurra la transición a un gobierno civil. Ello podría
otorgarles un poder de veto sobre la nueva constitución y
evitaría la revisión de su presupuesto.
Varios grupos políticos –como el
Movimiento Juvenil 6 de abril– que ayudaron a impulsar la
revolución de comienzos del año, se han unido a las
protestas que ahora también se llevan a cabo las ciudades
egipcias más importantes.
Los grupos de protesta ahora exigen que
se realicen elecciones a más tardar el próximo mes de
abril, debido a los rumores que sugieren que el calendario
actual obligaría a que la elección presidencial se llevara
a cabo a principios de 2013.
También existen demandas para que se
cree un gobierno de salvación nacional que reemplace a Scaf
y para que se realice una inmediata investigación sobre los
últimos hechos de violencia.
"Es muy simple, necesitamos un
plan claro para la transición de poder que debe incluir un
calendario para las elecciones presidenciales. Lo hemos
estado pidiendo desde el 11 de febrero", explica uno de
los manifestantes, Tamer Abbas, quien trabaja como consultor
de gestión.
"Necesitamos un gabinete de
emergencia que resuelva esta situación. También
necesitamos una disculpa".
Fuerzas invisibles
Por su parte, el consejo militar
gobernante asegura que mantiene su plan de realizar las
primeras elecciones parlamentarias el 28 de noviembre.
Algunos funcionarios responsabilizan a
"fuerzas invisibles" por los problemas actuales y
destacan que tienen el derecho de implementar medidas de
seguridad en la plaza Tahrir y –en particular– en el
Ministerio del Interior debido a los continuos intentos de
ataques.
De acuerdo con Sameh Saif al Yazal,
director del Instituto de Estudios de Seguridad Al Gomhoreya
de Egipto, la mayoría de los egipcios sigue apoyando a los
militares de manera silenciosa.
"Somos una nación de unos 85
millones de habitantes. Sólo unos pocos miles de personas
están participando en estos tipos de agresión. La mayoría
de la gente quiere que exista más respeto hacia el gobierno
y las fuerzas policiales", dice.
Al Yazal hace hincapié en que los
militares no están haciendo el trabajo que se les encomendó
y que no están buscando un rol político.
"Esa información es absolutamente
incorrecta. Yo garantizo que los militares y Scaf no tienen
ninguna ambición de mantener el poder", dice. "Se
han visto obligados a incursionar en la política. Pero
después de este período, lo que más desean es volver a su
trabajo normal y regresar a sus cuarteles".
Aunque las fuerzas armadas escojan
permanecer detrás de bambalinas, conscientes de que su
imagen pública está siendo manchada, queda claro que también
enfrentan un dilema claro.
Una verdadera transición a la
democracia, inevitablemente, significará ceder autoridad a
un civil.
Desde la revolución de 1952 que derrocó
a la monarquía, los cuatro presidentes de Egipto han sido
militares. Ellos han permitido al ejército desarrollar los
principales activos de negocios y de poder político, con
muchos gobernadores de provincias y funcionarios públicos
procedentes de sus filas.
Existe una contradicción esencial
entre los propios intereses de las fuerzas armadas y el
papel que se les pidió que asumieran como "garantes de
la revolución".
Para
entender lo que ocurre en Egipto
BBC World, 23/11/11
A raíz de los actuales
enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad
en Egipto, BBC World analiza lo que está detrás de la
nueva ola de protestas.
¿Por qué vuelven los
manifestantes?
Los manifestantes están enojados por
la lenta marcha de las reformas y están exigiendo que se
ponga fin al gobierno militar. Si bien muchos alabaron el
traspaso de poder al Ejército, tras la salida del
presidente Hosni Mubarak, el desencanto ha ido creciendo.
Los generales en el poder fueron todos
nombrados por Mubarak y han estado supervisando la
accidentada transición a la democracia durante los pasados
nueve meses. Los activistas sienten que los militares en vez
de dedicarse a desmantelar los restos del antiguo régimen y
lidiar con la mala situación económica y el empeoramiento
de los problemas sociales, se han concentrado en intentar
consolidarse en el poder.
Hay señales de que los militares están
intentando supervisar algo que es prioritario para el próximo
parlamento: la creación de un comité que redactará la
constitución. El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas
(Scaf, por sus siglas en inglés) está buscando tener un
poder de veto sobre este organismo para tener un rol
especial como "protectores" de la constitución e
incluir previsiones que mantendrían en secreto el
presupuesto de defensa.
¿Quiénes son los manifestantes?
La decepción es mayor entre los grupos
más jóvenes que se unieron a la revolución anti Mubarak y
que ahora se sienten marginados y aislados. Durante mucho
tiempo los liberales han estado expresando sus quejas contra
el ejército, que ha llevado a juicio a 12.000 personas en
tribunales militares, y está acusado de torturar a los
detenidos.
Los islamistas también han levantado
su voz, incluyendo a la Hermandad Musulmana que, se espera,
sea la principal ganadora de las elecciones parlamentarias
programadas para la próxima semana. Ellos temen que los
militares intenten mantener parte del control.
Muchos manifestantes se muestran escépticos
sobre el compromiso asumido por el líder del consejo
militar en el poder, Mariscal de campo Tantawi, en su
discurso del martes de sostener elecciones presidenciales
para finales de junio de 2012.
Un número creciente de manifestantes
pide que Tantawi deje inmediatamente su puesto conjuntamente
con toda la Scaf, cediendo el poder a un consejo de transición
civil. Igualmente, quieren una exhaustiva investigación
sobre los más recientes episodios de violencia.
Los manifestantes insisten en señalar
que seguirán en la Plaza Tahrir, el corazón simbólico de
la revolución egipcia, hasta que sean cumplidas sus
exigencias. Si bien los militares han permitido
concentraciones masivas allí, han tomado repetidas acciones
para impedir que haya prolongadas ocupaciones que cierren el
acceso al centro de la capital.
¿Pueden efectuarse elecciones en
estos momentos?
Se supone las primeras elecciones
previstas luego de la revolución se inicien el 28 de
noviembre con la primera fase para elegir la cámara baja,
un proceso que, se contempla, termiene el 10 de enero.
A finales de enero comenzarían los
comicios para elegir la cámara alta que terminarían el 11
de marzo.
Antes del actual malestar social ya se
habían expresado temores sobre el mantenimiento de la
seguridad durante el largo y complicado proceso de votación.
Las últimas manifestaciones y el ambiente de resentimiento
que las han acompañado aumentan esas dudas.
¿Cuál es la posición de los
militares?
El gobierno militar aseguró que se está
ajustando al cumplimiento del cronograma para las elecciones
parlamentarias y ha pedido a los partidos políticos
recientemente creados y que se están preparando para los
comicios, que ayuden a despejar la plaza y contener la
situación.
Sin embargo, la corresponsal de la BBC
en El Cairo, Yolande Knell, apunta que existe una
contradicción esencial entre los propios intereses de las
fuerzas armadas y el papel que se les pidió que asumieran
como "garantes de la revolución".
Una verdadera transición a la
democracia, inevitablemente, significará ceder autoridad a
un civil.
Desde la revolución de 1952 que derrocó
a la monarquía, los cuatro presidentes de Egipto han sido
militares. Ellos han permitido al ejército desarrollar los
principales activos de negocios y de poder político, con
muchos gobernadores de provincias y funcionarios públicos
procedentes de sus filas.
De acuerdo con Sameh Saif al Yazal,
director del Instituto de Estudios de Seguridad Al Gomhoreya
de Egipto, la mayoría de los egipcios sigue apoyando a los
militares de manera silenciosa.
Reacción internacional
La Alta Comisionada de la ONU para los
Derechos Humanos, Navi Pillay, condenó el "claramente
excesivo uso de la fuerza contra los manifestantes en la
plaza de Tahir y otros lugares del país, incluyendo el uso
inapropiado de gas lacrimógeno, balas de goma y municiones
reales".
Pillay pidió una investigación
independiente sobre la muerte de por lo menos 30 personas
desde el fin de semana.
Por su parte Amnistía Internacional
acusó al Consejo Militar de actuar con una brutalidad en
ocasiones superior a la del gobierno de Hosni Mubarak.
El gobierno de EE.UU. calificó de
"deplorable" la situación de violencia, señalando
que se debe seguir adelante con las elecciones.
¿Hay una salida?
Es difícil pronosticar lo que sucederá
con exactitud. Los generales a cargo han estado llevando a
cabo reuniones de emergencia para ver como procederán. Se
han dado cuenta que, hasta ahora, la fuerza bruta sólo
genera rechazo internacional e intensifica la ira de los
activistas. La decisión del gabinete de transición de
presentar su renuncia es una señal del endurecimiento de su
posición.
Una gran prueba para los manifestantes
es ver si pueden convocar la misma cantidad de personas que
se vieron en la Plaza Tahrir durante la revolución. Esto
aumentaría la presión sobre los militares para aceptar sus
exigencias.
La
ira no se fue con Mubarak
Por Edmund Blair y Marwa Awad
Desde El Cairo
Agencia Reuters, 23/11/11
El Cairo.– Sameh Attallah era parte
de esa "mayoría silenciosa" que confiaba en que
el ejército dejaría el lugar a un gobierno civil después
de las protestas que terminaron por derrocar a Hosni Mubarak
en febrero. Durante nueve meses, Attallah se quedó en su
casa mientras otros ganaban las calles para exigir rápidas
reformas. Eso cambió. Ahora, convencido de que la junta
militar pretende aferrarse al poder, Attallah se sumó a las
protestas, que ya costaron la vida de más de 35 personas.
"Yo era uno de los que no
protestaban después de que Mubarak renunció y el ejército
prometió proteger la revolución. Pero debo decir que ahora
el ejército parece tener intenciones de apropiarse de la
revolución del pueblo", dijo Attallah, de 29 años, en
la plaza Tahrir, entre escombros y olor a gas lacrimógeno
de varios días de enfrentamientos.
Son muchos los que han perdido toda
confianza en el ejército. No se ha recuperado la seguridad,
el malestar crece y las primeras elecciones parlamentarias
libres en Egipto desde hace décadas están programadas a
partir del 28 del actual.
En vez de posicionarse por encima de la
contienda política, el gabinete designado por el ejército
enfureció a los políticos al proponer las bases de una
nueva Constitución que dejaría al ejército a resguardo de
la supervisión civil y le otorgaría amplios poderes en
temas de seguridad nacional. Anteayer, ese gobierno terminó
presentando su renuncia.
Muchos egipcios le conceden al ejército
el beneficio de la duda. Algunos incluso lamentan la caída
de Mubarak. Pero el apoyo a los militares se está
erosionando, aunque pretenda negociar su salida del gobierno
sin perder privilegios y peso político.
"Es una feroz lucha por el poder
que se juega en el plano ideológico, religioso y social, y
los militares están intentando conservar sus
privilegios", dijo Fawaz Gerges, experto en cuestiones
de Medio Oriente de la Escuela de Economía de Londres.
"Lo de los últimos días marca el fin de la luna de
miel de los militares y muchos ciudadanos egipcios."
La protesta empezó el viernes como un
asunto islamista, para exigir que el ejército desechara las
bases de la Constitución. Los jóvenes se sumaron para
criticar a la junta militar y su líder, el mariscal de
campo Mohammed Hussein Tantawi.
Lo que enfureció a muchos egipcios fue
ver que con apoyo militar la policía golpeaba a los
manifestantes: el mismo accionar que tuvo durante la
revuelta contra Mubarak.
"Apenas fue destituido Mubarak,
todos nos sentíamos protegidos por la junta militar, pero
las muertes que ahora los militares están condonando nos
revelan que son cómplices", dijo Ahmed Hassan, de 26 años.
"¡Qué el mariscal de campo se
vaya!", es la consigna de los manifestantes. En las
paredes hay grafitis que dicen "Tantawi es
Mubarak".
Un diplomático extranjero dijo que los
militares tienen tres intereses que proteger: asegurarse de
que sus líderes no deban enfrentar la justicia como
Mubarak, conservar los intereses económicos del ejército y
garantizar los privilegios y el estatus de las fuerzas
armadas.
"La mejor manera de preservar esos
intereses sería abandonar el poder, pero hacerlo sin las
garantías dejaría al descubierto esos intereses. Ese es el
gran problema que tienen: sus intereses siempre serán
vulnerables", señaló el diplomático.
A pesar del malestar, la mayoría cree
que el ejército no postergará las elecciones del lunes, en
parte porque probablemente enardecería más a la opinión pública
y enfurecería a la influyente Hermandad Musulmana y a los
otros partidos que exigen que se avance con la transición.
Con la elección del nuevo Parlamento,
es muy probable que la dinámica política de Egipto cambie.
Hasta ahora, el único lugar donde los egipcios logran que
su voz sea escuchada son las calles. Pero los poderes del
Parlamento son limitados. Deberá elegir la asamblea que
elabore la Constitución y tendrá un papel legislativo,
pero los militares ejercerán sus "poderes
presidenciales" para designar al primer ministro y el
gabinete.
Sin embargo, si logra consenso interno
para hablar con una sola voz, la asamblea tendrá un peso
moral que a la junta militar le será muy difícil ignorar.
"No hay que subestimar el grado de
fragmentación entre las diversas facciones políticas, que
le permitieron al ejército hacer lo que hizo en los últimos
días", dijo Khalil al–Anani, analista de la
Universidad de Durham, en Gran Bretaña.
La Turquía moderna fue propuesta como
modelo para Egipto. Durante décadas, los militares turcos
intervinieron en política interna, y eran los guardianes de
la Constitución laica. En Turquía, el poder del ejército
se redujo en los últimos años. Los manifestantes egipcios
quieren que el ejército vuelva a los cuarteles, pero la
lucha puede llevar tiempo.
"Durante el régimen de Mubarak,
las instituciones quedaron en ruinas. Ahora hay varios
grupos políticos y sociales que se están posicionando. Serán
diez años de agitación y turbulencia", dijo Gerges,
de la Escuela de Economía de Londres.
Es
primavera otra vez en la Plaza
Tahrir
Por Adam Morrow y Khaled Moussa
al–Omrani
Desde El Cairo
Inter
Press Service (IPS), 23/11/11
La nueva crisis política en Egipto
despierta temores de que las primeras elecciones
parlamentarias tras la caída del régimen de Hosni Mubarak
(1981–2011), previstas para dentro de cinco días, sean
finalmente canceladas.
Días de combates entre manifestantes y
fuerzas de seguridad culminaron el martes 22 por la noche en
una multitudinaria protesta en la Plaza Tahrir, en el centro
de El Cairo, para exigir a los militares que abandonen el
poder.
"Hubo combates callejeros entre
policías y manifestantes durante los últimos cuatro días",
dijo a IPS el presidente del centrista Partido Kenana,
Ashraf Barouma. "¿Cómo se pueden realizar elecciones
en estas circunstancias?", preguntó.
El viernes 18, cientos de miles de
manifestantes se reunieron en la Plaza Tahrir para protestar
por las políticas del Consejo Supremo de las Fuerzas
Armadas, que gobierna el país desde el derrocamiento en
febrero de Mubarak.
Además de exigir la celebración de
elecciones presidenciales el año próximo, los
manifestantes expresaron su rechazo a una serie de
"principios supra–constitucionales" propuestos
por el gobierno, que le concederían a los militares poderes
excepcionales.
Al final del día, los manifestantes,
la mayoría de ellos de orientación islámica, levantaron
sus tiendas de campaña y abandonaron la plaza. Sin embargo,
varias decenas de personas, incluyendo algunos familiares de
los fallecidos en el levantamiento de enero, decidieron
permanecer en el lugar.
La crisis comenzó a la mañana
siguiente, cuando las fuerzas de seguridad aparecieron
abruptamente e intentaron dispersar con violencia a los
acampados. Cuando otros activistas se enteraron de lo
ocurrido, principalmente a través de las redes sociales en
Internet, comenzaron a llegar más manifestantes a la plaza.
Fueron cientos, y luego miles.
En los tres días siguientes, El Cairo
fue escenario de hechos similares al levantamiento de enero,
con duros choques de las fuerzas de seguridad, que emplearon
gases lacrimógenos, balas de goma y fuego real, contra
bandas ambulantes, armadas solo con piedras.
El lunes 21, las fuerzas de seguridad
se retiraron de la plaza, dejándola en manos de decenas de
miles de manifestantes, incluyendo a simpatizantes de los más
importantes partidos políticos y de movimientos juveniles
revolucionarios. Estos prometieron no retirarse hasta que
sus demandas fueran atendidas.
Mientras, las escaramuzas continuaban
en calles adyacentes, particularmente frente al cercano
Ministerio del Interior.
Desde el sábado, al menos 35
manifestantes habrían muerto y más 1.000 resultado
seriamente heridos, según datos del Ministerio de Salud.
"Lo que ocurre ahora demuestra que
el Ministerio del Interior aún está dispuesto a usar las
mismas tácticas violentas contra manifestantes desarmados
como lo hizo durante el régimen de Mubarak", dijo a
IPS el coordinador general del movimiento juvenil Bedaya,
Moustafa Abdel Moneim.
Pero el creciente número de muertes
solo parece haber fortalecido la resolución de los
manifestantes.
"La caída de todos estos mártires
sirvió para unir nuestras filas y hacernos más resueltos
en nuestra demanda de una rápida transición hacia el
gobierno civil", dijo Abdel Moneim, quien se encuentra
en la plaza desde el sábado.
Los manifestantes, explicó, exigen la
formación de un gobierno revolucionario con plenos poderes
para dirigir la transición, la creación de un consejo
presidencial civil y el inmediato juicio a funcionarios de
seguridad responsables de asesinar a civiles.
El movimiento juvenil Bedaya, junto a
otros 36 grupos revolucionarios, organizó una sentada en la
Plaza Tahrir que continuará hasta que las demandas sean
respondidas.
Para la noche del martes, cientos de
miles ––algunos dicen que más de un millón––
convergieron a la plaza en la más grande manifestación en
Egipto desde enero.
Después de fuerte presión para que
hiciera una declaración, el jefe del Consejo Supremo,
Hussein Tantawi, dio un discurso televisado en el que anunció
un puñado de concesiones.
Con apariencia demacrada, Tantawi dijo
que había aceptado la renuncia colectiva del gabinete y
prometió elecciones presidenciales a más tardar en junio
de 2012.
Incluso, reiteró el compromiso del
Consejo Supremo para celebrar elecciones parlamentarias la
semana próxima, como estaba previsto.
Sin embargo, muchas figuras políticas
consideraron que la remoción del gabinete, designado por el
Consejo Supremo tras la caída de Mubarak, era
insignificante.
"La renuncia no significa nada, ya
que el gobierno ha actuado como poco más que un secretario
del Consejo Supremo, que continúa funcionando como
gobernante de facto de Egipto", dijo a IPS el
presidente del Partido Haras Al Thawra (Guardianes de la
Revolución), Magdi Sherif.
Mientras, los manifestantes en la Plaza
Tahrir rechazaron por completo los anuncios de Tantawi y
prometieron quedarse allí hasta que una autoridad civil que
reemplace a los militares.
"Nos quedaremos en la plaza hasta
que sea creado un gobierno de salvación nacional o un
consejo presidencial, con plenos poderes para administrar el
país, y hasta que el ejército regrese a los
cuarteles", subrayó Abdel Moneim.
Muchos no están seguros de que se
celebren las elecciones parlamentarias la semana próxima.
Creen que los militares lanzaron deliberadamente la represión
el sábado para desatar una ola de violencia y tener así
una justificación para demorar los comicios.
"La única explicación que puedo
encontrar para que hayan causado estos problemas apenas días
antes de las elecciones es que el Ministerio del Interior no
quería que estas se celebraran", dijo Sherif.
Barouma, por su parte, alertó que
realizar comicios en la actual tensión solo podría derivar
en un agravamiento de la violencia.
"Este vacío de seguridad
post–revolucionario, sumado a la mayor presencia de armas
entre la población, la mayoría de las cuales llegan de
Libia, seguramente convertirá a las elecciones en un baño
de sangre", alertó.
Los
Hermanos Musulmanes pasaron de la
plaza Tahrir a un acuerdo tácito con
las fuerzas armadas
Pactar con las botas para votar
Por Eduardo Febbro
Desde París
Página 12, 24/11/11
Diez meses después de que comenzara el
proceso que terminó con el régimen dictatorial del
presidente egipcio Hosni Mubarak, los egipcios siguen en la
plaza Tahrir. Desde el pasado 25 de enero hasta ahora,
Egipto derribó dos sistemas políticos: el antediluviano
gobierno de Mubarak y el simulacro de Ejecutivo que el
Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas montó a las apuradas
sobre las cenizas del antiguo régimen.
Con el emblema de la ocupación de la
plaza Tahrir, Egipto protagonizó una hazaña colectiva tan
única como conmovedora. Pero uno de los actores políticos
más decisivos de la revolución egipcia se ha puesto sin
embargo a jugar en contra para conservar intactas todas las
posibilidades de ganar las elecciones legislativas que se
celebran a partir de este lunes 28 de noviembre. Los
Hermanos Musulmanes pasaron de la plaza Tahrir a un pacto tácito
con las fuerzas armadas y en contra de una sociedad que pone
en tela de juicio el proceso electoral que está por
empezar.
Seguros de ganarlo, los Hermanos
Musulmanes no quieren ni que se aplace ni que se anule. El
Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas aceptaron muchas de
las demandas de la calle, menos dos centrales: que el Ejército
entregue el poder a un gobierno civil de unidad nacional y
que el mariscal Mohamed Tantaui se vaya. Las fuerzas armadas
encontraron en los Hermanos Musulmanes un aliado de peso.
Para defender el episodio electoral en el que es favorita la
hermandad sacó su gente de la plaza Tahrir y pactó con el
ejército la continuidad del borroso proceso constituyente.
El caos en la calle es lo que menos les
conviene: el desorden y la violencia son sinónimos de
prolongación de la dictadura militar que se robó la
revolución inmediatamente después de que cayó Mubarak, el
pasado 11 de febrero. El ejército se había mantenido en
una posición de neutralidad durante la revuelta popular
para luego restaurar el sistema anterior por la puerta de
atrás.
Los Hermanos Musulmanes juegan así un
poker en varias mesas: no pueden estar contra las
manifestaciones de la plaza Tahrir, pero tampoco participar
plenamente en ellas. Su peor enemigo sigue siendo el ejército
y el aparato de Mubarak que quedó en pie, pero, al mismo
tiempo, han pactado con ellos para mantener abierta la
puerta de las urnas que, para ellos, son la puerta del
poder. Los irreconciliables enemigos de antaño se han
convertido en aliados circunstanciales.
Desde la precipitosa caída de Hosni
Mubarak, Egipto está gobernado por una junta militar al
mando del mariscal Mohamed Hussein Tantaui. En estos nueves
meses en el poder, la junta intentó todo tipo de maniobras
para mantenerse en la cima. Recién en septiembre pasado
reveló un confuso diagrama electoral donde no figuraba la
fecha de las elecciones presidenciales. La reencarnación de
la revuelta popular los obligó a precisar un calendario,
fijar una fecha, julio, para las elecciones presidenciales y
renunciar a algunas prerrogativas heredadas de la era
Mubarak.
En el camino, sin embargo, los peores
episodios del régimen anterior se repitieron: organizaron más
de 12.000 juicios contra civiles en tribunales militares e
intentaron meter con camisa de fuerza un flujo de principios
supraconstitucionales que debían ser integrados sí o sí
por la comisión que redactará la nueva Constitución una
vez que se elija al Parlamento. Los Hermanos Musulmanes se
opusieron a todo ello y hasta boicotearon las reuniones
entre la junta y los partidos políticos porque consideraron
que ese esquema iba “en contra del pueblo”.
Los Hermanos Musulmanes volvieron a la
plaza Tahrir y estuvieron del lado del pueblo. Sin embargo,
una vez que las elecciones empezaron a tambalear se
convirtieron en el respaldo más sólido de la dictadura. El
Partido de la Libertad y la Justicia, el brazo político de
la cofradía religiosa, es el gran favorito para ganar las
elecciones parlamentarias. Una sólida victoria les asegura
una gran influencia en la redacción de la nueva Carta
Magna. Pero si no hay proceso electoral, tampoco habrá
futura Constitución. Por ello prefirieron pactar con la
junta, preservar intacto el proceso electoral y avanzar
algunos meses bajo la tutela de las botas. Es el precio que
decidieron pagar para diseñar, mañana, un país según el
modelo de sus tendencias.
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