Profundas
divisiones políticas entre la oposición
Entre
la resistencia popular y
la intervención extranjera
Por
Khalil Habash (*)
CounterFire,
11/01/2012
Traducción
de Socialismo o Barbarie
La
resistencia de las masas y la brutal represión continúan
en Siria. Khalil Habash documenta la última ola de
protestas y examina los debates políticos en el movimiento
de oposición.
El
movimiento popular de Siria ha sido testigo en las últimas
semanas de una creciente movilización –la más importante
desde el verano pasado– a pesar de que la violenta represión
continua. Las deserciones en el ejército siguen a una
escala cada vez mayor. Diez meses después del comienzo de
la revolución –y a pesar de sus 6.000 mártires- el
movimiento popular continúa, aunque hay profundas
divisiones políticas entre la oposición.
Las
divisiones entre la oposición
Los
dos son los grupos opositores más conocidos son Consejo
Nacional Sirio (CNS) y el Comité de Coordinación Nacional
por el Cambio Democrático (CCNCD), además de los comités
locales de coordinación y otros grupos que existe sobre el
terreno. Además, muchos grupos políticos aún no están
representados por esos dos principales grupos de oposición.
El
intento de unir a la oposición fracasó después de que el
CNS se retiró de un acuerdo firmado con el CCNCD. Esto se
produjo días después de firmar con el CCNCD en un programa
político común que rechazaba una intervención
militar occidental. Muchos en el CNS, especialmente los
liberales y los la Hermandad Musulmana, vinculados a las
potencias occidentales, rechazaron este acuerdo, ya que
rehusaba cualquier intervención militar occidental.
Ambos
grupos –el CNS y CCNCD– han sido blanco de críticas de
parte muchos sirios por sus constantes ataques de uno contra
otro. Y por estar más interesados en llegar al poder que en
ayudar prácticamente, sobre el terreno, a la lucha del
movimiento popular.
También
se señalan otros problemas en el CNS y CCNCD. El CNS reúne
a un grupo de opositores en el exilio y está dominado por
partidos políticos vinculados al imperialismo occidental y
sus clientela en el Golfo, en particular, a la Hermandad
Musulmana y los liberales. Ambos han llamado varias veces a
una intervención militar extranjera en Siria. También han
respondido favorablemente a las demandas imperialistas
occidentales, al declarar que una Siria post-Assad podría
debilitar sus vínculos con Irán, y además cortaría la
alianza militar con Hamas y Hezbollah.
La
futura Siria tendría una relación más estrecha con los
estados del Golfo, como Arabia saudita, que son aliados de
las potencias occidentales. En relación al territorio del
Golán, ocupado por Israel, sólo se harían negociaciones
para recuperarlo.
El
CNS se ha subrayado a las potencias occidentales de que está
dispuesto a ir detrás de sus intereses políticos –que
están en completa contradicción con los intereses del
pueblo sirio–, en lugar de lo reforzar el movimiento
popular al interior del país.
El
CCNCD, por el contrario, es una coalición que está dentro
del país, y que une a sectores nacionalistas, izquierdistas
y kurdos. Rechazan cualquier intervención militar
extranjera, en el intento de manipular la revolución. Ellos
no quieren que Siria "se convierta en la víctima de
una guerra por delegación”, en referencia a la rivalidad
regional entre los estados del Golfo Pérsico e Irán.
No
obstante, el CCNCD había ido perdiendo popularidad entre el
pueblo sirio, por no exigir hasta hace poco tiempo el
derrocamiento del régimen. En su lugar, había propuesto un
"diálogo" con los sectores supuestamente
"moderados" del régimen. El CCNCD proponía una
transferencia gradual y programada del poder.
¿Qué
efecto tendría una intervención militar extranjera en
Siria? Tengamos en cuenta los escenarios de Iraq y Afganistán,
ambos sin democracia, ni justicia social y estabilidad después
de diez años. En ambos países, la catástrofe humana es
hoy indescriptible.
La
experiencia de Libia también ha demostrado cuán
destructiva puede ser una intervención militar extranjera.
El número de muertos en Libia cuando la OTAN intervino era
alrededor de 1.000 ó 2.000, según estimaciones de la ONU.
Ocho meses después, señaló que probablemente superaba
diez veces esa cifra. Funcionarios de la OTAN hablaron de
hasta 50.000. El Consejo Nacional de Transición (CNT) evalúa
las pérdidas entre 30.000 y 50.000 heridos.
La
intervención militar extranjera también amenaza poner al
país bajo la ocupación durante años. Una vez más, hay
que referirse a los ejemplos de Iraq y Afganistán donde las
fuerzas estadounidenses están todavía en sus territorios,
mientras que las nuevas autoridades de Libia han pedido a
fuerzas de la OTAN que permanezcan en el país.
La
"Campaña de Lucha por la Dignidad" y el Ejército
sirio Libre
La
"Huelga de la Dignidad" y la campaña de
desobediencia civil, que se puso en marcha el 11 de
diciembre, ha sido un éxito, con manifestaciones masivas en
todo el país. Al menos cuatro áreas de Damasco y dos de
Alepo, fueron por primera vez ocupadas por grandes grupos de
manifestantes.
Los
Comités de Coordinación Local (CCL) señalaron que 150.000
personas estaban manifestando en la capital, con las fuerzas
de seguridad frente a ellos. Ha habido huelgas en las
distintas ciudades, y en las universidades también se ha
observado manifestaciones cada vez mayores. Los LCC han
documentado 461 lugares de manifestaciones el 6 de enero.
Las
deserciones de los empleados estatales también han crecido
durante este período, como parte de la campaña de la
“Huelga de la Dignidad”. La renuncia más importante fue
la de Mahmud Souleiman Hajj Hamad –inspector jefe del
Ministerio de Defensa y también auditor de cuentas del
Ministerio del Interior– en protesta por la represión
Hamad dijo que el gobierno, desde marzo de 2011, ha dado
cerca de $ 40mn a las milicias leales al gobierno (shabihas)
para aplastar las manifestaciones.
La
presencia de más de cien observadores enviados de la Liga
Árabe desde el 23 de diciembre no se ha detenido la represión
violenta, como lo describe uno de sus informes: "La
violencia continúa, la misión de observación ha visto los
cadáveres en las calles y las tropas no se han retirado de
las ciudades." Además, el gobierno sirio ha cumplido sólo
muy parcialmente su promesa de liberar a los presos políticos.
La
Liga Árabe ha dicho que no retirará los observadores, sino
que reforzará la misión y tratará de que esos
observadores trabajen con más independencia de las
autoridades sirias.
Los
LCC y otros grupos de oposición han descrito esa misión
como un completo fracaso, al tiempo que acusan al régimen
de engañar a los observadores, llevándolos a las zonas
leales al gobierno, cambiando de las señales de las calles
para confundirlos, y enviando a sus partidarios a los
barrios hostiles para dar falsos testimonios. Pero lo más
importante, es que muchos sirios opinan que es una “misión
sin dientes”, que sólo compra más tiempo para que Bashar
al-Assad pueda suprimir a los opositores.
El
régimen ha utilizado diversos medios para tratar de dividir
al movimiento popular. El más común es la herramienta
sectaria-religiosa: el asesinato de gente de diversas
creencias, en un claro intento de provocar represalias que
podrían traer una especie de guerra civil.
Pero
la gente, en su mayoría, han reiterado su deseo de unidad
del pueblo sirio. En Qamishli, por ejemplo, los
manifestantes llevan usualmente las banderas nacionales de
Siria junta con las de los kurdos. También, en toda Siria,
se cantan en las manifestaciones consignas de unidad entre
musulmanes, drusos, cristianos y alauíes, mientras que las
pancartas exigen un Estado democrático y civil.
Otra
herramienta del régimen son las explosiones de bombas en
las zonas populares, para acusar a continuación a los
“extremistas” y los grupos salafistas de esos crímenes,
como los ’80, durante los levantamientos contra este mismo
régimen. La oposición ha rechazado las acusaciones del
gobierno, y denuncia que son obra del régimen, igual que
antes.
El
Ejército Libre Sirio (ELS), integrado por soldados que se
negaron a disparar contra los manifestantes y desertaron del
ejército del régimen, está aumentando sus efectivos. Las
cifras exactas son difíciles de estimar, entre 10.000 y
20.000 según algunas fuentes.
La
última deserción importante fue la de un oficial de alto
rango con unos 50 de sus soldados, en la ciudad de Hama. Se
unieron a las filas del ELS, cuya misión principal es
proteger a los manifestantes durante las marchas. Ellos
atacaron un centro de las fuerzas de seguridad meses atrás,
pero ahora se concentran en proteger a los manifestantes.
Los
principales grupos de oposición que están al interior de
Siria, se han negado a llamar a militarización general de
la revolución. Sin embargo, han dado la bienvenida al papel
del ELS en la defensa de las protestas pacíficas contra los
ataques de las fuerzas del régimen. El ELS está
coordinando sus acciones sobre el terreno con diferentes
grupos de oposición civil que luchan pacíficamente contra
el régimen.
El
papel de la ELS y su coordinación con los diversos grupos
de oposición, ayuda a la revolución y al movimiento
popular a mantener la campaña pacífica de desobediencia
civil y de huelgas, que ha sido la característica principal
del proceso revolucionario en Siria .
El
derecho a defenderse de la represión de las fuerzas de
seguridad del régimen no está en contradicción con la
lucha pacífica del movimiento popular por su derrocamiento.
Los
partidarios del régimen se van reduciendo cada día más.
Están quedan de circunscriptos a los aparatos
y servicios de seguridad y a los sectores de la
burguesía de Damasco y Alepo, que se beneficiaron de esta
dictadura.
Los
grupos locales y los comités de coordinación son la forma
de organización efectiva y directa de la revolución. Los
grupos políticos deben apoyarlos y trabajar en la
coordinación de una estrategia revolucionaria clara y
unificada. A partir de ahí podemos construir una coalición
revolucionaria que reúna a una mayoría.
El
movimiento popular ha unido a las distintos sectores de la
sociedad Siria y, especialmente, a los oprimidos de todas
las creencias que han sufrido de las políticas autoritarias
y neoliberales de este régimen clientelista y criminal.
El
pueblo sirio no renunciará y no se detendrá hasta que el régimen
sea derrocado: ¡por la victoria de la revolución y la
misericordia a nuestros mártires!
Syria: revolution
and imperialism
By
Khalil Habash
CounterFire, 14 December 2011
The Syrian National Council, far from defending the
Syrian people against the Assad regime, relies too heavily
on the recognition by imperialist powers, writes Khalil
Habash.
The popular movement is ongoing in Syria, where daily
demonstrations are held throughout the country in the face
of brutal repression. The Syrian National Council has taken
over a 'general strike' initiative, initially called by
groups inside the country, and publicized it under the
banner of "strike for Dignity".
The "Strike for Dignity", launched on 11
December, has been widely supported in protest strongholds
around the country. Activists say security forces have tried
to break strikes by force and threats. The municipal
elections organised on 12 December as a way to divert people
from the protests were a failure.
But the policies and declarations of the SNC have a
raised number of questions. Firstly, the role and the
actions of the SNC these past few months have not been to
strengthen the popular movement inside the country, but to
rely extensively on the relations with imperialist powers
such as the USA and France - and their allies, the
counter-revolutionary forces of Saudi Arabia and Qatar.
The Arab League has imposed sanctions on Syria
following SNC demands to further isolate the Syrian regime.
The Syrian people will have to bear the consequences of
these sanctions. As we have seen in the past, economic and
political sanctions on authoritarian regimes have rarely
weakened them. In Iraq and Iran, the opposite happened:
sanctions strengthened the regimes and weakened the people.
Secondly, the SNC has continuously called for foreign
military intervention, despite objections from groups inside
the country such as the Local Coordinating Committees (LCC).
For example, the SNC called a protest demanding a no fly
zone in late October, then a protest demanding a buffer zone
in early November.
Both actions show the lack of confidence the SNC has in
the popular movement inside the country. They believe that
the end of the Syrian regime can only result from external
pressures and interventions. The only practical action taken
by the SNC has been to start coordinating with the Syrian
Free Army, soldiers who have defected from the Syrian army
to join the revolution, in order to protect demonstrators
and target the Syrian intelligence services.
The Local Coordination Committees (LCC) initially
called for the open-ended "Strike for Dignity,"
which it described as the first step in a civil disobedience
campaign to bring down Assad's regime.
Stage One would involve closing sub-lanes, a sit-down
strike (showing up to work and refusing to perform any
tasks), and turning off cell phones between 2-6pm. Then it
would escalate, progressively, to closing all stores and
shops, a universities' strike, a transportation strike and
the closure of all major road and highways between cities, a
public employees' strike, and finally the closing of all
international roads and highways.
The LCCs claim "We make our revolution by our own
hands". They describe the Syrian Revolution in the
following way:
"The Syrian revolution is a dignity one, a
revolution of every human seeks his own decent life and free
choice. It's a renaissance against slavery; a scream at the
face of humiliation started from the first day as
demonstrators cried "Syrians are not to be
humiliated".
We have learned from history that it is not by relying
on foreign imperialists' powers, and their regional allies,
that self determination can be achieved, but from the
strength of its own people and their mobilization. For
example, the PLO leadership policy of increasing reliance on
imperialist powers and their allies has given the
Palestinians neither independence or strength.
A recent interview with Burhan Ghalioun, president of
the SNC, in the Wall Street Journal has raised more issues
about the SNC and its links with imperialist powers.
Ghalioun declared that a post-Assad Syria would weaken its
ties with Iran, adding that Syria will cut the military
alliance with Hamas and Hezbollah. The future Syria will
have a closer relationship with Gulf countries.
But relations with other countries should be discussed
once the regime has been overthrown and on the basis of self
determination. It is the right of the Syrian people to
decide what kind of relations they want with other
countries.
Whereas relations with Iran are described by Ghalioun
as "abnormal", cooperating closely with France
(former coloniser) and other Western imperialist countries
is normal. Russia, which supports and protects the Syrian
regime, deserves a "special relationship" in the
eyes of the new Syrian National Council.
Ghalioun also wishes to see a closer relationship with
Gulf countries which have been the centre of
counter-revolution since the beginning of the uprisings in
the Arab worlds, notably by intervention militarily through
the Gulf Council Cooperation (GCC) to crush the Bahraini
popular movement in March. But the struggle for freedom and
justice of the Syrian popular movement cannot be associated
with countries such as Saudi Arabia that repress their own
people.
The SNC also want to put an end to the military
alliance with Hezbollah and Hamas. Hezbollah's support for
the Syrian regime has been widely criticised and the party
has lost a lot of its credibility among the Arab people,
while Hamas has stayed silent since the beginning of the
Syrian revolution.
We are seeing the contradictions of Hamas and Hezbollah
in this revolutionary period, with their political interests
leading them to oppose the popular uprising in Syria.
But would it be in the interests of the Syrian people
to see a weaker Lebanon, or a Gaza Strip unable to resist
the aggressive policies of Israel? It is the Syrian people -
and not the regime - who opened their homes to the Lebanese
refugees, mostly coming from regions supporting Hezbollah,
during the 2006 war against Lebanon.
They have done the same for Palestinian refugees in the
past. The Syrian people in 1970s, for example, opposed the
Syrian military intervention in Lebanon to crush the
Palestinian resistance and the left.
Does the SNC actually promote any resistance against
the Israeli state? No, as we can see from Burhan Ghalioun
commenting: "We are banking on our special relationship
with the Europeans and western powers in helping us in
reclaiming the Golan as fast as possible."
Since when have the imperialist countries pressured
Israel - their closest ally - to respect and/or implement
international law or resolutions from the United Nations?
The United States has vetoed numerous UN resolutions
against Israel's international law and human rights
violations for decades. This will not change in the future.
The Palestinian leadership's reliance on the 'international
community' to reclaim its lands is a very good example of
how successful such policies are.
The SNC has concentrated its actions on assuring these
powers of its readiness to follow and share their political
interests, in complete contradiction of the interests of the
Syrian people. The SNC has little power and influence on the
ground in Syria and in the popular movement. Therefore it
has to rely on the recognition given by the international
community.
We should instead look to the grassroots mobilisations.
As the LCCs' call for "the Strike for dignity"
expresses it:
"The rebellious Syrian youth results in the
Dignity Strike Invitation; an invitation that is considered
a start of their actual salvation from injustice and
humiliation, in addition to being the first step in an
overall civil disobedience which will corner the regime in
the cell of truth - sticking an expired label on its
forehead and throwing it away".
The power of the Syrian revolution resides in the
Syrian people.
Proteger la
revolución siria de las
potencias imperialistas
¿Qué solución?
Por Khalil Habash
Viento Sur, 17/11/2011
Traducción de Faustino Eguberri
El viernes 28 de octubre de 2011, por
primera vez, las manifestaciones en Siria han planteado la
demanda de una “zona de exclusión aérea”. Algunos
miembros del Consejo Nacional Sirio (CNS) han llamado a una
intervención militar extranjera. Los Hermanos Musulmanes y
las corrientes liberales burguesas con lazos con los Estados
Unidos, como Radwan Ziadeh, a la cabeza de la oficina de
asuntos exteriores del CNS, se han hecho oír sobre estas
cuestiones y han declarado que una intervención militar era
una posibilidad, eso a pesar de las declaraciones de Burhan
Ghaliun, presidente del CNS, contra toda intervención
militar extranjera.
Esto marca un giro importante en la
posición pública del CNS que se oponía hasta ahora a toda
intervención extranjera, giro que representa un
debilitamiento serio de la revolución. Por otra parte, el
fin de semana pasado, la Liga Árabe ha suspendido
provisionalmente la adhesión de Siria y ha amenazado con
tomar sanciones económicas y políticas contra el gobierno
sirio. El sábado, la Liga Árabe ha dado a Siria un plazo
de tres días para cesar su represión y ha anunciado que
habría sanciones si ese plazo no era respetado. El bloque
regional ha anunciado que si Siria no se conformaba a sus
exigencias, las sanciones entrarían en vigor el 16 de
noviembre. Sin embargo, no olvidamos que fue la suspensión
de la adhesión de Libia por la Liga Árabe lo que facilitó
el voto del Consejo de Seguridad a favor de una campaña
militar contra ese país.
Estos recientes acontecimientos exigen
un análisis de las diferentes corrientes del CNS, de la
estrategia de los imperialistas y de la posibilidad de una
intervención extranjera.
Está claro que ciertos miembros del
CNS, en particular los liberales y los Hermanos Musulmanes
tienen lazos con países imperialistas como los Estados
Unidos y Francia, incluso si esta corriente sigue siendo muy
minoritaria en el Consejo. Los miembros de esta corriente
han reforzado también sus lazos con las monarquías
reaccionarias del Golfo como Arabia Saudita así como con
Turquía, que espera reforzar su posición en la región.
Tanto los países del Golfo como Turquía apoyan a los
Hermanos Musulmanes y a los liberales en Siria y otros
lugares de la región, para estimular políticas económicas
neoliberales y para normalizar las relaciones con Israel.
Esos grupos y esas personalidades, que
están lejos de representar el movimiento popular sirio,
deberían ser denunciados por sus lazos con imperialistas.
Es esta corriente en el seno del CNS la que ha sido más
favorable a demandar sanciones contra Siria (una parte de
las cuales golpea a la población) y a una intervención
militar extranjera.
Sin embargo, incluso ahora, esas
fuerzas siguen siendo muy minoritarias en Siria. Los
llamamientos a una intervención militar no son seguidas por
la mayoría del movimiento popular. Es lo que se puede
constatar recorriendo la declaración titulada: “La posición
de los Comités Locales de Coordinación (CLC) sobre la
protección internacional”. Sobre el terreno los CLC son
una verdadera fuerza, que pelea contra el régimen sin ningún
lazo con imperialistas extranjeros. Reproducimos algunas
citas de esta declaración:
“Afirmamos el derecho del pueblo
sirio a determinarse libremente, sin ingerencia externa,
sobre la forma política de su gobierno y sobre la prosecución
del desarrollo económico, social y cultural de la sociedad
siria”.
“Insistiendo en las condiciones
actuales, muy particulares, sobre el derecho directo del
pueblo sirio a afirmar su derecho a la autodeterminación
frente a la comunidad internacional, aseguramos que todos
los llamamientos fundados en el 'derecho de ingerencia', en
el 'deber de ingerencia', de 'intervención humanitaria' o
de 'responsabilidad de proteger' no deberían en ningún
caso poner trabas a la aspiración del pueblo sirio a
obtener un cambio pacífico por sus propios medios, ni
tratar al pueblo sirio como parte de una esfera de
influencia más en el juego de las naciones. Todos los días
los manifestantes en las ciudades y pueblos sirios gritan:
'El pueblo quiere…'. El pueblo quiere la emancipación
respecto a un reino autoritario. Quiere tomar y conservar la
iniciativa para aplicar de forma independiente y pacífica
las decisiones sobre los asuntos públicos, a fin de poder
determinar todos los aspectos de su vida pública libremente
y a través de la deliberación. Quiere también mantener
relaciones amistosas con las demás naciones. El pueblo
sirio no quiere cambiar un reino autoritario por una sumisión
a la influencia extranjera. El pueblo sirio ha ganado su
independencia y ha fundado su estado moderno. Aspira a
liberar todas sus tierras y sobre todo el Golán. Aspira a
continuar apoyando las luchas de los pueblos por la
autodeterminación, y sobre todo las del pueblo palestino.
Igual que el pueblo sirio se rebela contra dirigentes que le
oprimen, no dudarán en rebelarse contra toda forma de
dominación extranjera”
“Consideramos que los objetivos de la
protección internacional deben estar limitados a segurar
que asambleas y manifestaciones puedan desarrollarse de
forma segura (observadores internacionales), de forma a
permitir al pueblo sirio ejercer libremente su derecho a la
autodeterminación, por sus propias fuerzas pacíficas en
una transición hacia un sistema de gobierno pluralista,
laico y democrático, fundado en libertades públicas y en
la igualdad legal y política entre todos los sirios”.
Además de esta declaración,
absolutamente clara, rechazando toda influencia extranjera
en Siria y en el futuro del país, varios miembros de la
oposición como Michel Kilo y Haytham Manna han denunciado
todo llamamiento que apoye cualquier tipo de intervención
militar extranjera.
Los imperialistas y los regímenes
autoritarios del Golfo no han logrado intervenir o
influenciar de forma directa el movimiento popular en Siria
estos últimos meses porque comprenden que sus clientes
sirios, los Hermanos Musulmanes y los liberales, son
demasiado débiles en el seno del movimiento popular y en la
calle siria para poder proteger los intereses de los
imperialistas extranjeros en Siria y en la región en el
caso en que el régimen fuera derrocado. Por el momento, a
pesar de las apariencias, que tienden a hacer creer que
apoyan al movimiento popular, los imperialistas han optado
por el statu quo en Siria.
Es la razón por la que ninguno de los
países imperialistas han llamado a sus embajadores y la
OTAN ha declarado en numerosas ocasiones su voluntad de no
intervenir en Siria, explicando que la situación no es la
misma que en Libia. Los imperialistas y los países del
Golfo han apoyado igualmente el plan de la Liga Árabe que
el régimen sirio ha aceptado sin reservas… a la vez que
continúa reprimiendo a quienes protestan.
El texto de la Liga Árabe declara que
el régimen sirio ha aceptado varias medidas, incluyendo la
retirada de los militares de las ciudades y barrios
residenciales, la liberación de todos los presos políticos
y que acepta que la Liga Árabe y los medios extranjeros
vigilen la situación y hagan informes.
De hecho, las fuerzas imperialistas han
aplicado ya sanciones contra el régimen sirio en el curso
de estos meses pasados, pero el objetivo de estas sanciones
era quizá únicamente debilitarle lo suficiente como para
poder imponer sus propios intereses sin derrocar
completamente el régimen.
Entonces, ¿por qué razones la OTAN
no ha intervenido militarmente en el país?
Una de las razones es que la operación
libia, incluso si ha llevado finalmente a la victoria de la
OTAN, ha sido más larga y con más riesgos que lo que habían
pensado y ha desembocado en un resultado más inestable que
lo que las fuerzas imperialistas habían previsto. Los
riesgos en Siria serían aún más importantes porque
incluso si las potencias imperialistas detestan al régimen
de Assad, éste constituye al menos un enemigo estable,
conocido. Una intervención podría producir un “oponente
más inestable” y que no conocen.
Para las fuerzas imperialistas a
diferentes niveles, el régimen sirio ha sido un elemento
bastante dócil en la región. Temen que un cambio de régimen
en Siria podría modificar el estatu quo actual entre Siria
e Israel. Siria ha evitado toda confrontación abierta con
Israel durante casi cuatro decenios, a pesar de su apoyo
mesurado a los grupos de resistencia palestinos y libaneses.
Con excepción de algunas batallas aéreas en 1982, Israel y
Siria no han estado en conflicto militar desde 1973.
Siria no ha respondido a los ataques
directo sobre su suelo, atribuidos a Israel, incluyendo un
ataque aéreo en 2007 sobre un supuesto reactor nuclear o el
asesinato del dirigente resistente libanés Imad Moghniye en
2008. Durante la guerra del Líbano en 2006, ni un solo tiro
salió desde el territorio sirio.
Siria se ha implicado en múltiples
conversaciones de paz. Incluso si esas conversaciones no han
logrado un acuerdo, su fracaso no ha hecho más que mantener
un “frío” clima entre los dos países. Los expertos
israelíes estiman que la inestabilidad del régimen sirio o
su cambio podrían modificar este acomodamiento que dura
desde hace mucho. Oficiales sirios han declarado en
numerosas ocasiones que estaban dispuestos a firmar un
acuerdo de paz con Israel, desde el fin de la ocupación del
Golán. Sin embargo, no han dicho nada sobre la cuestión más
amplia del estatuto de los palestinos. Rami Makhlur
(importante hombre de negocios), primo de Bachar el-Assad,
declaró en junio que sin estabilidad en Siria no habría
estabilidad en Israel. Ha añadido que nadie podía prever
lo que ocurriría si algo ocurría al régimen sirio.
No deberíamos olvidar que fue el régimen
de Hafed el-Assad el que aplastó a los palestinos y al
movimiento progresista en Líbano en 1976, poniendo término
a su revolución y el que participó en la guerra
imperialista contra Irak en 1991 con la coalición dirigida
por los Estados Unidos. Durante estos últimos 30 años, el
régimen sirio ha detenido a todos los que intentaban
desarrollar en el país una resistencia para la liberación
del Golán y de Palestina.
En el pasado ha sido el pueblo sirio el
que ha hecho presión sobre el régimen para apoyar a la
resistencia. Ha sido la población siria la que ha acogido a
los refugiados palestinos e irakíes cuando eran atacados y
ocupados por las potencias imperialistas. Una victoria de la
Revolución siria abrirá un nuevo frente contra las
potencias imperialistas, mientras que una derrota las
reforzaría.
Pero esta situación podría cambiar rápidamente
si las potencias imperialistas pensaran que el equilibrio de
los riesgos en derrocar al régimen sirio se modificaba a su
favor. Una solicitud de ayuda de la oposición a la OTAN es
justamente el tipo de giro que podría incitar a las
potencias de la OTAN a pensar que podrían ganar la apuesta
de derrocar el régimen.
Pero deberíamos invitar a quienes
creen aún que una intervención extrajera podría tener
efectos positivos para Siria a observar las situaciones irakí
y afgana: tras diez años esos dos países no tienen ni
democracia, ni justicia social, ni estabilidad. La catástrofe
humana –que continúa actualmente- en esos dos países es
indescriptible.
La experiencia libia ha mostrado también
hasta qué punto una intervención militar puede ser
destructiva. El balance de los muertos en Libia en el
momento de la intervención de la OTAN era aún de entre
1.000 y 2.000 (según las estimaciones de la ONU), mientra
que ocho meses más tarde es probablemente diez veces esa
cifra. Estimaciones del número de muertos durante los ocho
últimos meses –mientras la OTAN prohibía los ceses del
fuego y las negociaciones- varían entre 10.000 y 50.000. El
Consejo Nacional de Transición estima el número de pérdidas
en 30.000 muertos y 50.000 heridos.
Es importante comprender que una
posible intervención de la OTAN en Siria no protegerá a
los civiles, como se ha visto en Libia, en Irak y en
Afganistán, sino que multiplicará al contrario el número
de civiles muertos y no traerá más que el caos.
Además, una intervención militar
extranjera sometería al país a una ocupación durante años.
Ahí también podemos ver los ejemplos irakí y afgano,
donde las fuerzas de la OTAN permanecen aún, y en Libia,
donde las nuevas autoridades han demandado a las fuerzas de
la OTAN permanecer en el país.
El pueblo sirio no quiere reemplazar un
régimen autoritario por una ocupación extranjera.
¿La solución? ¡Una movilización
popular permanente!
El pueblo sirio comprende cada vez más
claramente que la victoria de la revolución no debe ser
buscada en el extranjero o con las potencias imperialistas,
a menos de estar dispuesto a obedecerlas. Y el movimiento
popular no está dispuesto a ello. La movilización
permanente de las masas es la única forma de proteger la
revolución y de alcanzar una victoria contra este régimen
autoritario y violento. Esto implica que todos los sectores
de la sociedad participen en el movimiento popular y en la
lucha, realzando cotidianamente la educación política y la
conciencia de cada ciudadano sirio en la vía hacia la
creación de la futura Siria: democrática, social y
antiimperialista. Es así como los sirios van a derrocar el
régimen y asegurar los destinos de su país.
Rosa Luxemburgo resumió bien el dilema
del proletariado en su lucha contra el capitalismo, que
puede en ciertos aspectos ser comparado a la lucha del
pueblo sirio: “Para poder derrocar (al capitalismo), el
proletariado tiene necesidad de un nivel elevado de educación
política, de conciencia de clase y de organización. Todas
estas condiciones no pueden cumplirse mediante folletos y
panfletos, sino solo por la escuela política viva, por la
lucha y en la lucha, en el curso permanente de la revolución”.
Esto significa multiplicar el número
de huelgas y de acciones de desobediencia civil contra las
autoridades ilegítimas, creando simultáneamente centros de
poder alternativos. Los sirios deben proseguir y multiplicar
los movimientos de huelga, como hemos visto en el curso de
estos siete meses pasados, ampliar su esfera de influencia
en todo el país y alcanzar las ciudades de Damasco y Alepo
a una escala mucho mayor.
La historia de Siria ha conocido
huelgas masivas que han paralizado el país. En 1936
lanzaron una huelga general exitosa. Duró dos meses y
coincidió con una ola de protestas contra los ocupantes
franceses. La huelga general llegó a la mayor parte de los
sectores de la administración, de la educación y del
comercio. Podemos también referirnos a la huelga de tres días
llevada a cabo por los negociantes de Damasco en 1965 y de
nuevo en marzo de 1980. La movilización de masas no es un
elemento o un concepto extraño en la historia de la lucha
de las masas sirias. Estas formas de movilización pueden y
deben ser repetidas hoy para poder derrocar al régimen.
Una movilización permanente de las
masas es la forma de difundir la revolución en toda Siria,
como indicó Trotsky: “La revolución despierta –y es ahí
donde reside su fuerza- a las masas trabajadoras más retrógradas,
tiranizadas y oprimidas. La huelga es la forma que toma su
despertar. Por este medio, diversas capas y grupos del
proletariado se manifiestan, se hacen señales, verifican su
propia fuerza y la de su adversario. Cada grupo extiende el
contagio y despierta a otros sectores”.
En conclusión, la revolución siria
forma parte del proceso revolucionario y de la dinámica de
los acontecimientos que se desarrollan actualmente en el
mundo árabe, y no debería ser separada de ellos. Luchamos
como los egipcios, como los tunecinos y otros demócratas,
socialistas y antiimperialistas de la región. Es la razón
por la que es tan importante proteger la revolución siria
de las potencias imperialistas, cuya intervención no iría
en el sentido deseado por el pueblo sirio.
Protect
the revolutionary process from being co-opted
by imperialist powers
Protecting Syria's revolt from military intervention
By
Khalil Habash
CounterFire, 18 October 2011
In order to protect the revolutionary process from
being co-opted by imperialist powers, the Syrian opposition
largely rejects calls for foreign intervention, writes
Khalil Habash.
The debate around foreign military intervention is less
about its possible implementation in the near future and
more about the capacity for the Syrian opposition to protect
the revolutionary process in the country from the
imperialists. The latter, despite their declarations in
favor of the Syrian people, only want to push forward their
interests and not the ones of the revolution and the Syrian
popular movement.
Imperialist powers such as France, the UK, and the US
are releasing conflicting statements about the difference
between the Syrian and Libyan scenarios in an attempt to
justify their unwillingness to intervene at the moment.
Instead, these powers are waiting for the deterioration of
the situation on the ground and the consolidation of
opposition forces.
This is why regional and international states,
especially Turkey and those of the West, have actually
pushed for the creation of the Syrian National Council (SNC)
to unify the opposition in order for it to speak with one
voice. But it would be more useful to create a coalition of
opposition forces on the basis of common principles rather
than insist on total unity. It is more important to unite
all efforts in a common struggle on the ground to overthrow
the dictatorship than to build new political alliances in
addition to the countless conventions and other meetings
seen on television and in the media.
The SNC's lack of clarity surrounding the question of
military intervention is the target of criticism and
scrutiny by some opposition factions inside and outside of
Syria. Despite the general and official position of the SNC
and of its chair, Burhan Ghalioun, opposing foreign military
intervention, other members have spoken favorably of various
forms of foreign interference including the implementation
of a no-fly zone or humanitarian intervention, without
clarifying what that would mean.
Other criticism is targeted at the over-representation
of the Muslim Brotherhood, and so-called independents
affiliated to it, in the SNC. According to critics, Muslim
Brotherhood members and their affiliates were granted up to
60 percent of council membership despite their secondary
role in the protests and the fact that their real weight
within the opposition is a fraction of that. Another
shortcoming of the SNC is the lack or absence of
coordination among its various arms, particularly the
National Committee for Democratic Change (NCDC), which was
not consulted and was offered only three representatives
among the 71 seats designated to domestic-based opposition
groups. The NCDC was formed on September 17. It brings
together Arab nationalists, socialists, Marxists, members of
the Kurdish minority and also contains known opposition
figures such as Aref Dalila, Michel Kilo, Hassan
Abdul-Atheem, Hussein al-'Udaat and Hazem Nahar, and Hatem
Mana. Most of these figures were home-based dissidents
previously active in forums across the country.
The SNC's lack of clarity on the question of foreign
involvement coincides with calls for overthrowing the regime
by military intervention by self-proclaimed opposition
figures such as Mahmoud Homsy and Abdel Halim Khaddam. Homsy
is linked to the pro-US March 14 movement, and Abdel Halim
Khaddam is Syria's former vice president and close companion
of Hafez Assad for more than 20 years. Khaddam is currently
in exile in Paris. He justified his position by citing the
Libyan example to argue that foreign intervention does not
equal occupation.
The majority of the Syrian opposition, locally and in
exile, has nevertheless denounced these calls and adopted a
clear position of refusing any foreign military
intervention. The Local Coordination Committees (LCC) of
Syria, which are part of the newly founded SNC, have
declared their will to continue to resist peacefully against
the criminal regime, while denouncing calls to arm the
revolt or invite external assistance:
"We specifically reject this position as we find
it unacceptable politically, nationally, and ethically.
Militarizing the revolution would minimize popular support
and participation in the revolution. Moreover,
militarization would undermine the gravity of the
humanitarian catastrophe involved in a confrontation with
the regime. Militarization would put the Revolution in an
arena where the regime has a distinct advantage, and would
erode the moral superiority that has characterized the
Revolution since its beginning."
The statement goes on to explain how the objective of
Syria's revolution is not limited to overthrowing the
regime, but also seeks to build a democratic system and
national infrastructure that safeguards the freedom and
dignity of the Syrian people. The method by which the regime
is overthrown is an indication of what Syria will be like
post-regime. They justify this position by saying that if
the Syrian people maintain their peaceful demonstrations,
the possibility of democracy in the country is much greater.
They add that if an armed confrontation or international
military intervention becomes a reality, it will be
virtually impossible to establish a legitimate foundation
for a proud future Syria. They finally call on the Syrian
people to remain patient as they continue their national
revolution. They hold the regime fully responsible and
accountable for the current situation in the country, the
blood of all martyrs - civilian and military, and any risks
that may threaten Syria in the future, including the
possibility of internal violence or foreign military
intervention.
The Syrian Revolution General Commission, which now
boasts nearly 120 local committees, also called for a
peaceful revolution void of sectarianism and without the aid
of foreign military intervention, in order to build a
democratic, social, and equal Syria.
The NCDC, which has a central committee of 80 members -
25 percent of whom are young revolutionaries, is also an
opposition group with a clear political program and clear
position of refusal of foreign intervention. In mid
September, the conference organized by the members of the
NCDC in the outskirts of Damascus called for the overthrow
of the regime while drawing three red lines: "No to
violence, no to sectarianism, and no to foreign
intervention."
Two others key documents were discussed: a political
program of struggle for the overthrow of the regime, and a
pact of constitutional principles, drawing the contours of
the future of Syria which guarantees the democratic and
socio-economic rights of the people, also explicitly stating
that the Syrian people have every right to recover, by any
means possible, occupied territories - namely occupied
Golan.
Another important aspect of the NCDC is that it does
not view itself as leading or representing the uprising but
attempting to embody its demands in an inclusive political
and national project.
In a recent meeting with Robert Ford, the US ambassador
to Syria, NCDC representative Hasan Abdul-Atheem declared
his bloc's refusal of any external or regional intervention,
including attempts to fund or arm the uprising, which could
lead to a civil war and fulfill the regime's spurious claims
of roaming armed gangs.
In sum, the Syrian opposition in its majority have
until now understood the need to protect their revolution
from being coopted by foreign imperialists' actors and
individuals serving them, as well as from the threat of a
possible militarized war with the regime on a general scale.
History has shown that going the way of foreign intervention
has always been counterproductive, and in this matter, Syria
will be no exception.
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