Siria

Profundas divisiones políticas entre la oposición

Entre la resistencia popular y
la intervención extranjera

Por Khalil Habash (*)
CounterFire, 11/01/2012
Traducción de Socialismo o Barbarie

La resistencia de las masas y la brutal represión continúan en Siria. Khalil Habash documenta la última ola de protestas y examina los debates políticos en el movimiento de oposición.

El movimiento popular de Siria ha sido testigo en las últimas semanas de una creciente movilización –la más importante desde el verano pasado– a pesar de que la violenta represión continua. Las deserciones en el ejército siguen a una escala cada vez mayor. Diez meses después del comienzo de la revolución –y a pesar de sus 6.000 mártires- el movimiento popular continúa, aunque hay profundas divisiones políticas entre la oposición.

Las divisiones entre la oposición

Los dos son los grupos opositores más conocidos son Consejo Nacional Sirio (CNS) y el Comité de Coordinación Nacional por el Cambio Democrático (CCNCD), además de los comités locales de coordinación y otros grupos que existe sobre el terreno. Además, muchos grupos políticos aún no están representados por esos dos principales grupos de oposición.

El intento de unir a la oposición fracasó después de que el CNS se retiró de un acuerdo firmado con el CCNCD. Esto se produjo días después de firmar con el CCNCD en un programa político común que rechazaba una intervención militar occidental. Muchos en el CNS, especialmente los liberales y los la Hermandad Musulmana, vinculados a las potencias occidentales, rechazaron este acuerdo, ya que rehusaba cualquier intervención militar occidental.

Ambos grupos –el CNS y CCNCD– han sido blanco de críticas de parte muchos sirios por sus constantes ataques de uno contra otro. Y por estar más interesados en llegar al poder que en ayudar prácticamente, sobre el terreno, a la lucha del movimiento popular.

También se señalan otros problemas en el CNS y CCNCD. El CNS reúne a un grupo de opositores en el exilio y está dominado por partidos políticos vinculados al imperialismo occidental y sus clientela en el Golfo, en particular, a la Hermandad Musulmana y los liberales. Ambos han llamado varias veces a una intervención militar extranjera en Siria. También han respondido favorablemente a las demandas imperialistas occidentales, al declarar que una Siria post-Assad podría debilitar sus vínculos con Irán, y además cortaría la alianza militar con Hamas y Hezbollah.

La futura Siria tendría una relación más estrecha con los estados del Golfo, como Arabia saudita, que son aliados de las potencias occidentales. En relación al territorio del Golán, ocupado por Israel, sólo se harían negociaciones para recuperarlo.

El CNS se ha subrayado a las potencias occidentales de que está dispuesto a ir detrás de sus intereses políticos –que están en completa contradicción con los intereses del pueblo sirio–, en lugar de lo reforzar el movimiento popular al interior del país.

El CCNCD, por el contrario, es una coalición que está dentro del país, y que une a sectores nacionalistas, izquierdistas y kurdos. Rechazan cualquier intervención militar extranjera, en el intento de manipular la revolución. Ellos no quieren que Siria "se convierta en la víctima de una guerra por delegación”, en referencia a la rivalidad regional entre los estados del Golfo Pérsico e Irán.

No obstante, el CCNCD había ido perdiendo popularidad entre el pueblo sirio, por no exigir hasta hace poco tiempo el derrocamiento del régimen. En su lugar, había propuesto un "diálogo" con los sectores supuestamente "moderados" del régimen. El CCNCD proponía una transferencia gradual y programada del poder.

¿Qué efecto tendría una intervención militar extranjera en Siria? Tengamos en cuenta los escenarios de Iraq y Afganistán, ambos sin democracia, ni justicia social y estabilidad después de diez años. En ambos países, la catástrofe humana es hoy indescriptible.

La experiencia de Libia también ha demostrado cuán destructiva puede ser una intervención militar extranjera. El número de muertos en Libia cuando la OTAN intervino era alrededor de 1.000 ó 2.000, según estimaciones de la ONU. Ocho meses después, señaló que probablemente superaba diez veces esa cifra. Funcionarios de la OTAN hablaron de hasta 50.000. El Consejo Nacional de Transición (CNT) evalúa las pérdidas entre 30.000 y 50.000 heridos.

La intervención militar extranjera también amenaza poner al país bajo la ocupación durante años. Una vez más, hay que referirse a los ejemplos de Iraq y Afganistán donde las fuerzas estadounidenses están todavía en sus territorios, mientras que las nuevas autoridades de Libia han pedido a fuerzas de la OTAN que permanezcan en el país.

La "Campaña de Lucha por la Dignidad" y el Ejército sirio Libre

La "Huelga de la Dignidad" y la campaña de desobediencia civil, que se puso en marcha el 11 de diciembre, ha sido un éxito, con manifestaciones masivas en todo el país. Al menos cuatro áreas de Damasco y dos de Alepo, fueron por primera vez ocupadas por grandes grupos de manifestantes.

Los Comités de Coordinación Local (CCL) señalaron que 150.000 personas estaban manifestando en la capital, con las fuerzas de seguridad frente a ellos. Ha habido huelgas en las distintas ciudades, y en las universidades también se ha observado manifestaciones cada vez mayores. Los LCC han documentado 461 lugares de manifestaciones el 6 de enero.

Las deserciones de los empleados estatales también han crecido durante este período, como parte de la campaña de la “Huelga de la Dignidad”. La renuncia más importante fue la de Mahmud Souleiman Hajj Hamad –inspector jefe del Ministerio de Defensa y también auditor de cuentas del Ministerio del Interior– en protesta por la represión Hamad dijo que el gobierno, desde marzo de 2011, ha dado cerca de $ 40mn a las milicias leales al gobierno (shabihas) para aplastar las manifestaciones.

La presencia de más de cien observadores enviados de la Liga Árabe desde el 23 de diciembre no se ha detenido la represión violenta, como lo describe uno de sus informes: "La violencia continúa, la misión de observación ha visto los cadáveres en las calles y las tropas no se han retirado de las ciudades." Además, el gobierno sirio ha cumplido sólo muy parcialmente su promesa de liberar a los presos políticos.

La Liga Árabe ha dicho que no retirará los observadores, sino que reforzará la misión y tratará de que esos observadores trabajen con más independencia de las autoridades sirias.

Los LCC y otros grupos de oposición han descrito esa misión como un completo fracaso, al tiempo que acusan al régimen de engañar a los observadores, llevándolos a las zonas leales al gobierno, cambiando de las señales de las calles para confundirlos, y enviando a sus partidarios a los barrios hostiles para dar falsos testimonios. Pero lo más importante, es que muchos sirios opinan que es una “misión sin dientes”, que sólo compra más tiempo para que Bashar al-Assad pueda suprimir a los opositores.

El régimen ha utilizado diversos medios para tratar de dividir al movimiento popular. El más común es la herramienta sectaria-religiosa: el asesinato de gente de diversas creencias, en un claro intento de provocar represalias que podrían traer una especie de guerra civil.

Pero la gente, en su mayoría, han reiterado su deseo de unidad del pueblo sirio. En Qamishli, por ejemplo, los manifestantes llevan usualmente las banderas nacionales de Siria junta con las de los kurdos. También, en toda Siria, se cantan en las manifestaciones consignas de unidad entre musulmanes, drusos, cristianos y alauíes, mientras que las pancartas exigen un Estado democrático y civil.

Otra herramienta del régimen son las explosiones de bombas en las zonas populares, para acusar a continuación a los “extremistas” y los grupos salafistas de esos crímenes, como los ’80, durante los levantamientos contra este mismo régimen. La oposición ha rechazado las acusaciones del gobierno, y denuncia que son obra del régimen, igual que antes.

El Ejército Libre Sirio (ELS), integrado por soldados que se negaron a disparar contra los manifestantes y desertaron del ejército del régimen, está aumentando sus efectivos. Las cifras exactas son difíciles de estimar, entre 10.000 y 20.000 según algunas fuentes.

La última deserción importante fue la de un oficial de alto rango con unos 50 de sus soldados, en la ciudad de Hama. Se unieron a las filas del ELS, cuya misión principal es proteger a los manifestantes durante las marchas. Ellos atacaron un centro de las fuerzas de seguridad meses atrás, pero ahora se concentran en proteger a los manifestantes.

Los principales grupos de oposición que están al interior de Siria, se han negado a llamar a militarización general de la revolución. Sin embargo, han dado la bienvenida al papel del ELS en la defensa de las protestas pacíficas contra los ataques de las fuerzas del régimen. El ELS está coordinando sus acciones sobre el terreno con diferentes grupos de oposición civil que luchan pacíficamente contra el régimen.

El papel de la ELS y su coordinación con los diversos grupos de oposición, ayuda a la revolución y al movimiento popular a mantener la campaña pacífica de desobediencia civil y de huelgas, que ha sido la característica principal del proceso revolucionario en Siria .

El derecho a defenderse de la represión de las fuerzas de seguridad del régimen no está en contradicción con la lucha pacífica del movimiento popular por su derrocamiento.

Los partidarios del régimen se van reduciendo cada día más. Están quedan de circunscriptos a los aparatos   y servicios de seguridad y a los sectores de la burguesía de Damasco y Alepo, que se beneficiaron de esta dictadura.

Los grupos locales y los comités de coordinación son la forma de organización efectiva y directa de la revolución. Los grupos políticos deben apoyarlos y trabajar en la coordinación de una estrategia revolucionaria clara y unificada. A partir de ahí podemos construir una coalición revolucionaria que reúna a una mayoría.

El movimiento popular ha unido a las distintos sectores de la sociedad Siria y, especialmente, a los oprimidos de todas las creencias que han sufrido de las políticas autoritarias y neoliberales de este régimen clientelista y criminal.

El pueblo sirio no renunciará y no se detendrá hasta que el régimen sea derrocado: ¡por la victoria de la revolución y la misericordia a nuestros mártires!


Syria: revolution and imperialism

By Khalil Habash
CounterFire, 14 December 2011

The Syrian National Council, far from defending the Syrian people against the Assad regime, relies too heavily on the recognition by imperialist powers, writes Khalil Habash.

The popular movement is ongoing in Syria, where daily demonstrations are held throughout the country in the face of brutal repression. The Syrian National Council has taken over a 'general strike' initiative, initially called by groups inside the country, and publicized it under the banner of "strike for Dignity".

The "Strike for Dignity", launched on 11 December, has been widely supported in protest strongholds around the country. Activists say security forces have tried to break strikes by force and threats. The municipal elections organised on 12 December as a way to divert people from the protests were a failure.

But the policies and declarations of the SNC have a raised number of questions. Firstly, the role and the actions of the SNC these past few months have not been to strengthen the popular movement inside the country, but to rely extensively on the relations with imperialist powers such as the USA and France - and their allies, the counter-revolutionary forces of Saudi Arabia and Qatar.

The Arab League has imposed sanctions on Syria following SNC demands to further isolate the Syrian regime. The Syrian people will have to bear the consequences of these sanctions. As we have seen in the past, economic and political sanctions on authoritarian regimes have rarely weakened them. In Iraq and Iran, the opposite happened: sanctions strengthened the regimes and weakened the people.

Secondly, the SNC has continuously called for foreign military intervention, despite objections from groups inside the country such as the Local Coordinating Committees (LCC). For example, the SNC called a protest demanding a no fly zone in late October, then a protest demanding a buffer zone in early November.  

Both actions show the lack of confidence the SNC has in the popular movement inside the country. They believe that the end of the Syrian regime can only result from external pressures and interventions. The only practical action taken by the SNC has been to start coordinating with the Syrian Free Army, soldiers who have defected from the Syrian army to join the revolution, in order to protect demonstrators and target the Syrian intelligence services.

The Local Coordination Committees (LCC) initially called for the open-ended "Strike for Dignity," which it described as the first step in a civil disobedience campaign to bring down Assad's regime.

Stage One would involve closing sub-lanes, a sit-down strike (showing up to work and refusing to perform any tasks), and turning off cell phones between 2-6pm. Then it would escalate, progressively, to closing all stores and shops, a universities' strike, a transportation strike and the closure of all major road and highways between cities, a public employees' strike, and finally the closing of all international roads and highways.

The LCCs claim "We make our revolution by our own hands". They describe the Syrian Revolution in the following way:

"The Syrian revolution is a dignity one, a revolution of every human seeks his own decent life and free choice. It's a renaissance against slavery; a scream at the face of humiliation started from the first day as demonstrators cried "Syrians are not to be humiliated".

We have learned from history that it is not by relying on foreign imperialists' powers, and their regional allies, that self determination can be achieved, but from the strength of its own people and their mobilization. For example, the PLO leadership policy of increasing reliance on imperialist powers and their allies has given the Palestinians neither independence or strength.

A recent interview with Burhan Ghalioun, president of the SNC, in the Wall Street Journal has raised more issues about the SNC and its links with imperialist powers. Ghalioun declared that a post-Assad Syria would weaken its ties with Iran, adding that Syria will cut the military alliance with Hamas and Hezbollah. The future Syria will have a closer relationship with Gulf countries.

But relations with other countries should be discussed once the regime has been overthrown and on the basis of self determination. It is the right of the Syrian people to decide what kind of relations they want with other countries.

Whereas relations with Iran are described by Ghalioun as "abnormal", cooperating closely with France (former coloniser) and other Western imperialist countries is normal. Russia, which supports and protects the Syrian regime, deserves a "special relationship" in the eyes of the new Syrian National Council.

Ghalioun also wishes to see a closer relationship with Gulf countries which have been the centre of counter-revolution since the beginning of the uprisings in the Arab worlds, notably by intervention militarily through the Gulf Council Cooperation (GCC) to crush the Bahraini popular movement in March. But the struggle for freedom and justice of the Syrian popular movement cannot be associated with countries such as Saudi Arabia that repress their own people.

The SNC also want to put an end to the military alliance with Hezbollah and Hamas. Hezbollah's support for the Syrian regime has been widely criticised and the party has lost a lot of its credibility among the Arab people, while Hamas has stayed silent since the beginning of the Syrian revolution.

We are seeing the contradictions of Hamas and Hezbollah in this revolutionary period, with their political interests leading them to oppose the popular uprising in Syria.

But would it be in the interests of the Syrian people to see a weaker Lebanon, or a Gaza Strip unable to resist the aggressive policies of Israel? It is the Syrian people - and not the regime - who opened their homes to the Lebanese refugees, mostly coming from regions supporting Hezbollah, during the 2006 war against Lebanon.

They have done the same for Palestinian refugees in the past. The Syrian people in 1970s, for example, opposed the Syrian military intervention in Lebanon to crush the Palestinian resistance and the left. 

Does the SNC actually promote any resistance against the Israeli state? No, as we can see from Burhan Ghalioun commenting: "We are banking on our special relationship with the Europeans and western powers in helping us in reclaiming the Golan as fast as possible."

Since when have the imperialist countries pressured Israel - their closest ally - to respect and/or implement international law or resolutions from the United Nations?  The United States has vetoed numerous UN resolutions against Israel's international law and human rights violations for decades. This will not change in the future. The Palestinian leadership's reliance on the 'international community' to reclaim its lands is a very good example of how successful such policies are.

The SNC has concentrated its actions on assuring these powers of its readiness to follow and share their political interests, in complete contradiction of the interests of the Syrian people. The SNC has little power and influence on the ground in Syria and in the popular movement. Therefore it has to rely on the recognition given by the international community.

We should instead look to the grassroots mobilisations. As the LCCs' call for "the Strike for dignity" expresses it:

"The rebellious Syrian youth results in the Dignity Strike Invitation; an invitation that is considered a start of their actual salvation from injustice and humiliation, in addition to being the first step in an overall civil disobedience which will corner the regime in the cell of truth - sticking an expired label on its forehead and throwing it away".

The power of the Syrian revolution resides in the Syrian people.


Proteger la revolución siria de las potencias imperialistas

¿Qué solución?

Por Khalil Habash
Viento Sur, 17/11/2011
Traducción de Faustino Eguberri

El viernes 28 de octubre de 2011, por primera vez, las manifestaciones en Siria han planteado la demanda de una “zona de exclusión aérea”. Algunos miembros del Consejo Nacional Sirio (CNS) han llamado a una intervención militar extranjera. Los Hermanos Musulmanes y las corrientes liberales burguesas con lazos con los Estados Unidos, como Radwan Ziadeh, a la cabeza de la oficina de asuntos exteriores del CNS, se han hecho oír sobre estas cuestiones y han declarado que una intervención militar era una posibilidad, eso a pesar de las declaraciones de Burhan Ghaliun, presidente del CNS, contra toda intervención militar extranjera.

Esto marca un giro importante en la posición pública del CNS que se oponía hasta ahora a toda intervención extranjera, giro que representa un debilitamiento serio de la revolución. Por otra parte, el fin de semana pasado, la Liga Árabe ha suspendido provisionalmente la adhesión de Siria y ha amenazado con tomar sanciones económicas y políticas contra el gobierno sirio. El sábado, la Liga Árabe ha dado a Siria un plazo de tres días para cesar su represión y ha anunciado que habría sanciones si ese plazo no era respetado. El bloque regional ha anunciado que si Siria no se conformaba a sus exigencias, las sanciones entrarían en vigor el 16 de noviembre. Sin embargo, no olvidamos que fue la suspensión de la adhesión de Libia por la Liga Árabe lo que facilitó el voto del Consejo de Seguridad a favor de una campaña militar contra ese país.

Estos recientes acontecimientos exigen un análisis de las diferentes corrientes del CNS, de la estrategia de los imperialistas y de la posibilidad de una intervención extranjera.

Está claro que ciertos miembros del CNS, en particular los liberales y los Hermanos Musulmanes tienen lazos con países imperialistas como los Estados Unidos y Francia, incluso si esta corriente sigue siendo muy minoritaria en el Consejo. Los miembros de esta corriente han reforzado también sus lazos con las monarquías reaccionarias del Golfo como Arabia Saudita así como con Turquía, que espera reforzar su posición en la región. Tanto los países del Golfo como Turquía apoyan a los Hermanos Musulmanes y a los liberales en Siria y otros lugares de la región, para estimular políticas económicas neoliberales y para normalizar las relaciones con Israel.

Esos grupos y esas personalidades, que están lejos de representar el movimiento popular sirio, deberían ser denunciados por sus lazos con imperialistas. Es esta corriente en el seno del CNS la que ha sido más favorable a demandar sanciones contra Siria (una parte de las cuales golpea a la población) y a una intervención militar extranjera.

Sin embargo, incluso ahora, esas fuerzas siguen siendo muy minoritarias en Siria. Los llamamientos a una intervención militar no son seguidas por la mayoría del movimiento popular. Es lo que se puede constatar recorriendo la declaración titulada: “La posición de los Comités Locales de Coordinación (CLC) sobre la protección internacional”. Sobre el terreno los CLC son una verdadera fuerza, que pelea contra el régimen sin ningún lazo con imperialistas extranjeros. Reproducimos algunas citas de esta declaración:

“Afirmamos el derecho del pueblo sirio a determinarse libremente, sin ingerencia externa, sobre la forma política de su gobierno y sobre la prosecución del desarrollo económico, social y cultural de la sociedad siria”.

“Insistiendo en las condiciones actuales, muy particulares, sobre el derecho directo del pueblo sirio a afirmar su derecho a la autodeterminación frente a la comunidad internacional, aseguramos que todos los llamamientos fundados en el 'derecho de ingerencia', en el 'deber de ingerencia', de 'intervención humanitaria' o de 'responsabilidad de proteger' no deberían en ningún caso poner trabas a la aspiración del pueblo sirio a obtener un cambio pacífico por sus propios medios, ni tratar al pueblo sirio como parte de una esfera de influencia más en el juego de las naciones. Todos los días los manifestantes en las ciudades y pueblos sirios gritan: 'El pueblo quiere…'. El pueblo quiere la emancipación respecto a un reino autoritario. Quiere tomar y conservar la iniciativa para aplicar de forma independiente y pacífica las decisiones sobre los asuntos públicos, a fin de poder determinar todos los aspectos de su vida pública libremente y a través de la deliberación. Quiere también mantener relaciones amistosas con las demás naciones. El pueblo sirio no quiere cambiar un reino autoritario por una sumisión a la influencia extranjera. El pueblo sirio ha ganado su independencia y ha fundado su estado moderno. Aspira a liberar todas sus tierras y sobre todo el Golán. Aspira a continuar apoyando las luchas de los pueblos por la autodeterminación, y sobre todo las del pueblo palestino. Igual que el pueblo sirio se rebela contra dirigentes que le oprimen, no dudarán en rebelarse contra toda forma de dominación extranjera”

“Consideramos que los objetivos de la protección internacional deben estar limitados a segurar que asambleas y manifestaciones puedan desarrollarse de forma segura (observadores internacionales), de forma a permitir al pueblo sirio ejercer libremente su derecho a la autodeterminación, por sus propias fuerzas pacíficas en una transición hacia un sistema de gobierno pluralista, laico y democrático, fundado en libertades públicas y en la igualdad legal y política entre todos los sirios”.

Además de esta declaración, absolutamente clara, rechazando toda influencia extranjera en Siria y en el futuro del país, varios miembros de la oposición como Michel Kilo y Haytham Manna han denunciado todo llamamiento que apoye cualquier tipo de intervención militar extranjera.

Los imperialistas y los regímenes autoritarios del Golfo no han logrado intervenir o influenciar de forma directa el movimiento popular en Siria estos últimos meses porque comprenden que sus clientes sirios, los Hermanos Musulmanes y los liberales, son demasiado débiles en el seno del movimiento popular y en la calle siria para poder proteger los intereses de los imperialistas extranjeros en Siria y en la región en el caso en que el régimen fuera derrocado. Por el momento, a pesar de las apariencias, que tienden a hacer creer que apoyan al movimiento popular, los imperialistas han optado por el statu quo en Siria.

Es la razón por la que ninguno de los países imperialistas han llamado a sus embajadores y la OTAN ha declarado en numerosas ocasiones su voluntad de no intervenir en Siria, explicando que la situación no es la misma que en Libia. Los imperialistas y los países del Golfo han apoyado igualmente el plan de la Liga Árabe que el régimen sirio ha aceptado sin reservas… a la vez que continúa reprimiendo a quienes protestan.

El texto de la Liga Árabe declara que el régimen sirio ha aceptado varias medidas, incluyendo la retirada de los militares de las ciudades y barrios residenciales, la liberación de todos los presos políticos y que acepta que la Liga Árabe y los medios extranjeros vigilen la situación y hagan informes.

De hecho, las fuerzas imperialistas han aplicado ya sanciones contra el régimen sirio en el curso de estos meses pasados, pero el objetivo de estas sanciones era quizá únicamente debilitarle lo suficiente como para poder imponer sus propios intereses sin derrocar completamente el régimen.

Entonces, ¿por qué razones la OTAN no ha intervenido militarmente en el país?

Una de las razones es que la operación libia, incluso si ha llevado finalmente a la victoria de la OTAN, ha sido más larga y con más riesgos que lo que habían pensado y ha desembocado en un resultado más inestable que lo que las fuerzas imperialistas habían previsto. Los riesgos en Siria serían aún más importantes porque incluso si las potencias imperialistas detestan al régimen de Assad, éste constituye al menos un enemigo estable, conocido. Una intervención podría producir un “oponente más inestable” y que no conocen.

Para las fuerzas imperialistas a diferentes niveles, el régimen sirio ha sido un elemento bastante dócil en la región. Temen que un cambio de régimen en Siria podría modificar el estatu quo actual entre Siria e Israel. Siria ha evitado toda confrontación abierta con Israel durante casi cuatro decenios, a pesar de su apoyo mesurado a los grupos de resistencia palestinos y libaneses. Con excepción de algunas batallas aéreas en 1982, Israel y Siria no han estado en conflicto militar desde 1973.

Siria no ha respondido a los ataques directo sobre su suelo, atribuidos a Israel, incluyendo un ataque aéreo en 2007 sobre un supuesto reactor nuclear o el asesinato del dirigente resistente libanés Imad Moghniye en 2008. Durante la guerra del Líbano en 2006, ni un solo tiro salió desde el territorio sirio.

Siria se ha implicado en múltiples conversaciones de paz. Incluso si esas conversaciones no han logrado un acuerdo, su fracaso no ha hecho más que mantener un “frío” clima entre los dos países. Los expertos israelíes estiman que la inestabilidad del régimen sirio o su cambio podrían modificar este acomodamiento que dura desde hace mucho. Oficiales sirios han declarado en numerosas ocasiones que estaban dispuestos a firmar un acuerdo de paz con Israel, desde el fin de la ocupación del Golán. Sin embargo, no han dicho nada sobre la cuestión más amplia del estatuto de los palestinos. Rami Makhlur (importante hombre de negocios), primo de Bachar el-Assad, declaró en junio que sin estabilidad en Siria no habría estabilidad en Israel. Ha añadido que nadie podía prever lo que ocurriría si algo ocurría al régimen sirio.

No deberíamos olvidar que fue el régimen de Hafed el-Assad el que aplastó a los palestinos y al movimiento progresista en Líbano en 1976, poniendo término a su revolución y el que participó en la guerra imperialista contra Irak en 1991 con la coalición dirigida por los Estados Unidos. Durante estos últimos 30 años, el régimen sirio ha detenido a todos los que intentaban desarrollar en el país una resistencia para la liberación del Golán y de Palestina.

En el pasado ha sido el pueblo sirio el que ha hecho presión sobre el régimen para apoyar a la resistencia. Ha sido la población siria la que ha acogido a los refugiados palestinos e irakíes cuando eran atacados y ocupados por las potencias imperialistas. Una victoria de la Revolución siria abrirá un nuevo frente contra las potencias imperialistas, mientras que una derrota las reforzaría.

Pero esta situación podría cambiar rápidamente si las potencias imperialistas pensaran que el equilibrio de los riesgos en derrocar al régimen sirio se modificaba a su favor. Una solicitud de ayuda de la oposición a la OTAN es justamente el tipo de giro que podría incitar a las potencias de la OTAN a pensar que podrían ganar la apuesta de derrocar el régimen.

Pero deberíamos invitar a quienes creen aún que una intervención extrajera podría tener efectos positivos para Siria a observar las situaciones irakí y afgana: tras diez años esos dos países no tienen ni democracia, ni justicia social, ni estabilidad. La catástrofe humana –que continúa actualmente- en esos dos países es indescriptible.

La experiencia libia ha mostrado también hasta qué punto una intervención militar puede ser destructiva. El balance de los muertos en Libia en el momento de la intervención de la OTAN era aún de entre 1.000 y 2.000 (según las estimaciones de la ONU), mientra que ocho meses más tarde es probablemente diez veces esa cifra. Estimaciones del número de muertos durante los ocho últimos meses –mientras la OTAN prohibía los ceses del fuego y las negociaciones- varían entre 10.000 y 50.000. El Consejo Nacional de Transición estima el número de pérdidas en 30.000 muertos y 50.000 heridos.

Es importante comprender que una posible intervención de la OTAN en Siria no protegerá a los civiles, como se ha visto en Libia, en Irak y en Afganistán, sino que multiplicará al contrario el número de civiles muertos y no traerá más que el caos.

Además, una intervención militar extranjera sometería al país a una ocupación durante años. Ahí también podemos ver los ejemplos irakí y afgano, donde las fuerzas de la OTAN permanecen aún, y en Libia, donde las nuevas autoridades han demandado a las fuerzas de la OTAN permanecer en el país.

El pueblo sirio no quiere reemplazar un régimen autoritario por una ocupación extranjera.

¿La solución? ¡Una movilización popular permanente!

El pueblo sirio comprende cada vez más claramente que la victoria de la revolución no debe ser buscada en el extranjero o con las potencias imperialistas, a menos de estar dispuesto a obedecerlas. Y el movimiento popular no está dispuesto a ello. La movilización permanente de las masas es la única forma de proteger la revolución y de alcanzar una victoria contra este régimen autoritario y violento. Esto implica que todos los sectores de la sociedad participen en el movimiento popular y en la lucha, realzando cotidianamente la educación política y la conciencia de cada ciudadano sirio en la vía hacia la creación de la futura Siria: democrática, social y antiimperialista. Es así como los sirios van a derrocar el régimen y asegurar los destinos de su país.

Rosa Luxemburgo resumió bien el dilema del proletariado en su lucha contra el capitalismo, que puede en ciertos aspectos ser comparado a la lucha del pueblo sirio: “Para poder derrocar (al capitalismo), el proletariado tiene necesidad de un nivel elevado de educación política, de conciencia de clase y de organización. Todas estas condiciones no pueden cumplirse mediante folletos y panfletos, sino solo por la escuela política viva, por la lucha y en la lucha, en el curso permanente de la revolución”.

Esto significa multiplicar el número de huelgas y de acciones de desobediencia civil contra las autoridades ilegítimas, creando simultáneamente centros de poder alternativos. Los sirios deben proseguir y multiplicar los movimientos de huelga, como hemos visto en el curso de estos siete meses pasados, ampliar su esfera de influencia en todo el país y alcanzar las ciudades de Damasco y Alepo a una escala mucho mayor.

La historia de Siria ha conocido huelgas masivas que han paralizado el país. En 1936 lanzaron una huelga general exitosa. Duró dos meses y coincidió con una ola de protestas contra los ocupantes franceses. La huelga general llegó a la mayor parte de los sectores de la administración, de la educación y del comercio. Podemos también referirnos a la huelga de tres días llevada a cabo por los negociantes de Damasco en 1965 y de nuevo en marzo de 1980. La movilización de masas no es un elemento o un concepto extraño en la historia de la lucha de las masas sirias. Estas formas de movilización pueden y deben ser repetidas hoy para poder derrocar al régimen.

Una movilización permanente de las masas es la forma de difundir la revolución en toda Siria, como indicó Trotsky: “La revolución despierta –y es ahí donde reside su fuerza- a las masas trabajadoras más retrógradas, tiranizadas y oprimidas. La huelga es la forma que toma su despertar. Por este medio, diversas capas y grupos del proletariado se manifiestan, se hacen señales, verifican su propia fuerza y la de su adversario. Cada grupo extiende el contagio y despierta a otros sectores”.

En conclusión, la revolución siria forma parte del proceso revolucionario y de la dinámica de los acontecimientos que se desarrollan actualmente en el mundo árabe, y no debería ser separada de ellos. Luchamos como los egipcios, como los tunecinos y otros demócratas, socialistas y antiimperialistas de la región. Es la razón por la que es tan importante proteger la revolución siria de las potencias imperialistas, cuya intervención no iría en el sentido deseado por el pueblo sirio.


Protect the revolutionary process from being co-opted by imperialist powers

Protecting Syria's revolt from military intervention

By Khalil Habash
CounterFire, 18 October 2011

In order to protect the revolutionary process from being co-opted by imperialist powers, the Syrian opposition largely rejects calls for foreign intervention, writes Khalil Habash.

The debate around foreign military intervention is less about its possible implementation in the near future and more about the capacity for the Syrian opposition to protect the revolutionary process in the country from the imperialists. The latter, despite their declarations in favor of the Syrian people, only want to push forward their interests and not the ones of the revolution and the Syrian popular movement.

Imperialist powers such as France, the UK, and the US are releasing conflicting statements about the difference between the Syrian and Libyan scenarios in an attempt to justify their unwillingness to intervene at the moment. Instead, these powers are waiting for the deterioration of the situation on the ground and the consolidation of opposition forces.

This is why regional and international states, especially Turkey and those of the West, have actually pushed for the creation of the Syrian National Council (SNC) to unify the opposition in order for it to speak with one voice. But it would be more useful to create a coalition of opposition forces on the basis of common principles rather than insist on total unity. It is more important to unite all efforts in a common struggle on the ground to overthrow the dictatorship than to build new political alliances in addition to the countless conventions and other meetings seen on television and in the media.

The SNC's lack of clarity surrounding the question of military intervention is the target of criticism and scrutiny by some opposition factions inside and outside of Syria. Despite the general and official position of the SNC and of its chair, Burhan Ghalioun, opposing foreign military intervention, other members have spoken favorably of various forms of foreign interference including the implementation of a no-fly zone or humanitarian intervention, without clarifying what that would mean.

Other criticism is targeted at the over-representation of the Muslim Brotherhood, and so-called independents affiliated to it, in the SNC. According to critics, Muslim Brotherhood members and their affiliates were granted up to 60 percent of council membership despite their secondary role in the protests and the fact that their real weight within the opposition is a fraction of that. Another shortcoming of the SNC is the lack or absence of coordination among its various arms, particularly the National Committee for Democratic Change (NCDC), which was not consulted and was offered only three representatives among the 71 seats designated to domestic-based opposition groups. The NCDC was formed on September 17. It brings together Arab nationalists, socialists, Marxists, members of the Kurdish minority and also contains known opposition figures such as Aref Dalila, Michel Kilo, Hassan Abdul-Atheem, Hussein al-'Udaat and Hazem Nahar, and Hatem Mana. Most of these figures were home-based dissidents previously active in forums across the country.

The SNC's lack of clarity on the question of foreign involvement coincides with calls for overthrowing the regime by military intervention by self-proclaimed opposition figures such as Mahmoud Homsy and Abdel Halim Khaddam. Homsy is linked to the pro-US March 14 movement, and Abdel Halim Khaddam is Syria's former vice president and close companion of Hafez Assad for more than 20 years. Khaddam is currently in exile in Paris. He justified his position by citing the Libyan example to argue that foreign intervention does not equal occupation.

The majority of the Syrian opposition, locally and in exile, has nevertheless denounced these calls and adopted a clear position of refusing any foreign military intervention. The Local Coordination Committees (LCC) of Syria, which are part of the newly founded SNC, have declared their will to continue to resist peacefully against the criminal regime, while denouncing calls to arm the revolt or invite external assistance:

"We specifically reject this position as we find it unacceptable politically, nationally, and ethically. Militarizing the revolution would minimize popular support and participation in the revolution. Moreover, militarization would undermine the gravity of the humanitarian catastrophe involved in a confrontation with the regime. Militarization would put the Revolution in an arena where the regime has a distinct advantage, and would erode the moral superiority that has characterized the Revolution since its beginning."

The statement goes on to explain how the objective of Syria's revolution is not limited to overthrowing the regime, but also seeks to build a democratic system and national infrastructure that safeguards the freedom and dignity of the Syrian people. The method by which the regime is overthrown is an indication of what Syria will be like post-regime. They justify this position by saying that if the Syrian people maintain their peaceful demonstrations, the possibility of democracy in the country is much greater. They add that if an armed confrontation or international military intervention becomes a reality, it will be virtually impossible to establish a legitimate foundation for a proud future Syria. They finally call on the Syrian people to remain patient as they continue their national revolution. They hold the regime fully responsible and accountable for the current situation in the country, the blood of all martyrs - civilian and military, and any risks that may threaten Syria in the future, including the possibility of internal violence or foreign military intervention.

The Syrian Revolution General Commission, which now boasts nearly 120 local committees, also called for a peaceful revolution void of sectarianism and without the aid of foreign military intervention, in order to build a democratic, social, and equal Syria.

The NCDC, which has a central committee of 80 members - 25 percent of whom are young revolutionaries, is also an opposition group with a clear political program and clear position of refusal of foreign intervention. In mid September, the conference organized by the members of the NCDC in the outskirts of Damascus called for the overthrow of the regime while drawing three red lines: "No to violence, no to sectarianism, and no to foreign intervention."

Two others key documents were discussed: a political program of struggle for the overthrow of the regime, and a pact of constitutional principles, drawing the contours of the future of Syria which guarantees the democratic and socio-economic rights of the people, also explicitly stating that the Syrian people have every right to recover, by any means possible, occupied territories - namely occupied Golan.

Another important aspect of the NCDC is that it does not view itself as leading or representing the uprising but attempting to embody its demands in an inclusive political and national project.

In a recent meeting with Robert Ford, the US ambassador to Syria, NCDC representative Hasan Abdul-Atheem declared his bloc's refusal of any external or regional intervention, including attempts to fund or arm the uprising, which could lead to a civil war and fulfill the regime's spurious claims of roaming armed gangs.

In sum, the Syrian opposition in its majority have until now understood the need to protect their revolution from being coopted by foreign imperialists' actors and individuals serving them, as well as from the threat of a possible militarized war with the regime on a general scale. History has shown that going the way of foreign intervention has always been counterproductive, and in this matter, Syria will be no exception.