Siria

Washington y Tel Aviv no desean una salida precipitada de al-Asad

Cinismo en torno a Siria

Por Vijay Prashad (*)
CounterPunch, 03/02/2012
Tlaxcala, 07/02/2012
Traducido por Sinfo Fernández

Ensayadas declaraciones llenaron el último día de enero el viciado ambiente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Nabil al-Arabi, de la Liga Árabe, intercedió ante el Consejo para que se adoptara un proyecto de resolución sobre Siria preparado por la delegación marroquí ante la ONU. El proyecto marroquí se basa en el informe de la misión de observación de los derechos humanos enviada a Siria por la Liga Árabe y en ella se pedía el inmediato cese de la violencia y el comienzo del diálogo en Siria. “Intentamos evitar una intervención extranjera”, dijo al-Arabi en el Consejo, “especialmente una intervención militar”.

La misión de supervisión de la situación de los derechos humanos enviada por la Liga había presentado un informe, que se puso sobre la mesa en el Consejo pero que no se llegó a discutir (una omisión repetidamente mencionada por el embajador de Siria Bashar Yaafari). Produce desasosiego leer el informe de la Liga Árabe. Menciona los duros ataques del gobierno sirio contra los manifestantes, pero plantea una serie de preguntas acerca de los métodos e intenciones de estos últimos. El informe detalla la “colocación de bombas en edificios, en trenes de transporte de fuel, en vehículos de transporte de gasoil y atentados contra la policía”, llevados a cabo por grupos afiliados al Ejército Sirio Libre. Dice de esta “entidad armada” que atacó tanto a las “fuerzas de seguridad como a los ciudadanos sirios, haciendo que el gobierno respondiera con mayor violencia”. El informe es muy suave en sus críticas hacia el gobierno, lo cual resulta llamativo dado el carácter de los informes de los medios de comunicación en otros lugares. El informe de la Liga señala que algunos miembros de su misión (los saudíes y los jordanos) “rompieron el juramento que habían hecho” e hicieron “un relato exagerado de los hechos” ante las autoridades de sus respectivos países.

El líder de la misión de la Liga Árabe era el general Mohamed Ahmad al-Dabi, un partidario incondicional del presidente de Sudán Omar al-Bashir. Aún quedan preguntas sin respuesta acerca del papel jugado por el general al-Dabi en la represión del levantamiento en Dar Massalit en febrero de 1999. ¿Por qué eligieron a al-Dabi como jefe de la misión? Para los observadores que siguen de cerca los acontecimientos del Golfo está claro que en el tiempo en que al-Dabi fue embajador de Sudán en Qatar (1999-2004), intimó mucho con la familia gobernante. Los qataríes están tratando de influir sobremanera en la región y asumieron que al-Dabi iba a hacer lo que ellos quisieran. Pero volvió con un informe que no fue en absoluto de su agrado.

Los qataríes han adoptado, en general, una posición hostil en la Liga Árabe. En mayo del pasado año, la Liga Árabe rechazó al candidato presentado por Qatar, Abdelrahman bin Hamad al-Attiya, a favor de al-Arabi como presidente de la entidad. Esto fue una especie de venganza de muchos de los países que la componen por el papel de los qataríes frente a la OTAN en el Consejo de Seguridad de la ONU respecto a Libia. Sentado al lado de al-Arabi en el Consejo de Seguridad de la ONU el 31 de enero estaba el ministro de asuntos exteriores de Qatar, Hamad bien Yasim bin Yabr al-Thani, que se mostraba furioso por lo que consideraba timidez de la Liga. Los esfuerzos de la Liga “han sido en vano”, dijo, sugiriendo que había llegado ya el momento de algún tipo de “intervención”. Los jordanos abandonaron la misión de observación de los derechos humanos y el miembro saudí de la misión saudí en el consejo de la Shura, el Dr. Ibrahim Suleiman, señaló: “No está bien que seamos testigos falsos de lo que está sucediendo en Siria”. Los árabes del Golfo no querían que se discutiera el informe de al-Dabi.

Los qataríes están ansiosos por instalar a sus aliados entre los Hermanos Musulmanes en los puestos de poder en la región. Les han financiado generosamente desde Túnez a Egipto. Les gustaría trasladar su influencia al Mashreq contra su principal enemigo: Irán. Pero ahí los acontecimientos son más complejos de lo que ellos querrían admitir. Les fue muy bien a la hora de cargarse a Gadafi, a quien el G7, la OTAN y los árabes del Golfo odiaban por igual. Pero es mucho más difícil emprenderla contra un país que tiene fronteras con Israel.

El guardia fronterizo de Israel

Al-Arabi, de la Liga Árabe, no necesita preocuparse por la sanción de la intervención por parte del Consejo de Seguridad. Porque tal opción no está sobre la mesa. Los rusos, quemados por el ejemplo de la resolución 1973 de la ONU sobre Libia, no están dispuestos a permitir una declaración abierta para la OTAN. Ninguna otra potencia tiene capacidad para actuar con el tipo de fuerza mostrado por la OTAN. El embajador ruso Vitali Churkin aprobó la misión de la Liga Árabe como mecanismo para presionar al régimen para que entrara en un diálogo político con la oposición. En medio de tanta violencia, señaló Churkin, hablar de reformar las instituciones sirias es una “conversación teórica”.

¿Va Rusia a apoyar una condena de Siria en el Consejo de Seguridad de la ONU como sugiere la OTAN? Churkin declaró a los medios de Moscú que la resolución marroquí “no estaba teniendo en cuenta lo más importante: una cláusula clara que descarte la posibilidad de que la resolución pueda utilizarse para justificar una intervención militar en los asuntos sirios desde el exterior”. En ausencia de dicha cláusula “no permitiremos que se apruebe”. De esa forma llegamos a la idea del veto ruso contra una acción internacional (es decir, de la OTAN) en Siria [confirmada el pasado sábado].

Pero si los rusos están dispuestos a mantener esos principios, ¿por qué EEUU no se muestra más agresivo sobre Siria? La secretaria de estado Hillary Clinton señaló: “Siria está en una situación única que requiere un enfoque propio adaptado a las circunstancias específicas que allí se dan. Y eso es exactamente lo que la Liga Árabe ha propuesto: una vía para una transición política que preserve la unidad y las instituciones sirias”. El 28 de febrero de 2011, Clinton compareció ante el Consejo de los Derechos Humanos de la ONU para ofrecer la posición de EEUU sobre Libia: “Hemos visto a las fuerzas de seguridad del Coronel Gadafi abrir fuego contra manifestantes pacíficos. Han utilizado armas pesadas contra civiles desarmados. Han soltado a mercenarios y matones para que ataquen a los manifestantes. A causa de sus acciones han perdido la legitimidad para gobernar. Y el pueblo de Libia tiene las cosas claras: Es hora de que Gadafi se vaya, ahora, sin más violencia ni retrasos”. ¿Por qué Clinton no sustituye simplemente al coronel Gadafi por Al-Asad y a Libia por Siria? Porque Clinton cree que el caso sirio es mucho más complejo. ¿Por qué Siria es más “excepcional” que Libia?

El pasado mes, en Beirut, le hice justo esa pregunta a Fawwaz Trabulsi (autor de A History of Modern Lebanon, 2007), que está sacando un nuevo periódico de nombre “Bidayat” y ha estado en contacto con varias corrientes dentro y alrededor de Siria. Me dijo que el problema de Siria es su ubicación. La Primavera Árabe ha transformado los acuerdos de seguridad cuidadosamente pergeñados por Israel (con supervisión estadounidense). La caída de Mubarak en Egipto cuestiona el tratado de paz de 1979, y eso plantea preguntas acerca de la frontera suroccidental con Israel. La nueva energía del movimiento palestino amenaza la estabilidad de Cisjordania, y a pesar de la política de pacificación israelí mediante acuerdos y muros, se tiene la sensación de que las fisuras políticas podrían abrirse en cualquier momento. Líbano e Israel permanecen en situación inestable, con la frontera patrullada por una fuerza pusilánime de las Naciones Unidas (la Fuerza Interina de las Naciones Unidas en Líbano -UNIFIL por sus siglas en inglés-, desplegada en 1978, aunque no tenga ya estatus interino). Queda Siria, donde el régimen de Bashar al-Asad ha actuado como leal guardia fronterizo de Israel. Israel no está dispuesto a ver un cambio violento de régimen en Siria. Sencillamente, no hay ninguna alternativa creíble o fiable a al-Asad. Ni Israel ni EEUU, por tanto, han tratado agresivamente de eliminar del poder a al-Asad. Esa energía se reserva para el batir de tambores de guerra contra Irán.

Zvi Bar escribe en el periódico israelí Haaretz que Washington y Tel Aviv no desean una salida precipitada de al-Asad. “Le consideran una especie de válvula de seguridad contra un ataque violento de Hizbollah contra Israel o contra su toma física del poder en el Líbano. También manifestó su desacuerdo con Irán tras la controvertida visita de Ahmadineyad al Líbano [en 2010]”. Un miembro del gabinete israelí dijo al Washington Post: “Conocemos a Asad. Conocíamos a su padre. Desde luego, nos gustaría tener una Siria democrática como vecino. Pero, ¿pienso que es eso lo que va a suceder? No”. EEUU e Israel están escondiéndose actualmente detrás de los rusos (y a algún nivel detrás de los chinos) en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Ninguno de ellos tiene interés alguno en sacar a al-Asad del poder. Para ellos, Siria no debería tener una solución a la libia sino a la yemení: que la violencia siga hirviendo a fuego lento, que la oposición se agote, y que después se le permita a al-Asad crear un sucesor solo de nombre que conserve intactos los alineamientos del régimen pero que provea una nueva cara para Siria. Al igual que al “nuevo” Yemen no se le va a permitir que suponga una amenaza para Arabia Saudí, a la “nueva” Siria no se le va a permitir que desbarate los planes de Israel.


(*) Vijay Prashad es profesor y director de Estudios Internacionales en el Trinity College, Hartford, Ct. Esta primavera publicará dos libros: “Arab Spring, Libyan Winter” (AK Press) y   “Uncle Swami: Being South Asian in America” (New Press). Es también autor de “Darker Nations: A People’s History of the Third World” (New Press), con el que en 2009 ganó el premio Muzaffar Ahmed Book.