Furia contra EEUU en Afganistán tras
una nueva matanza
Un soldado norteamericano asesinó a
sangre fría a
16 civiles afganos, entre ellos nueve chicos
Deutsche
Presse-Agentur (DPA), 12/03/2012
Kabul.- En una matanza que profundizó
la crisis entre Estados Unidos y Afganistán, un soldado
norteamericano mató ayer a por lo menos 16 civiles afganos,
entre ellos nueve chicos, durante un raid mortal cada por
casa en dos aldeas cercanas a una base de la OTAN.
Familiares con los
cuerpos de las víctimas:
¿Obra de un “loco” o el resultado lógico de una
ocupación imperialista?
El baño de sangre, que dejó
consternadas a las máximas autoridades norteamericanas en
Washington, ocurrió en momentos en que Estados Unidos y
Afganistán comenzaban a encauzar las relaciones luego de la
crisis que estalló tras la quema del Corán por parte de
soldados norteamericanos.
Según relataron testigos y las
autoridades afganas, el incidente fue en la provincia de
Kandahar, uno de los bastiones de la insurgencia talibana.
Fuertemente armado, el soldado salió
de su base en el distrito de Panjwai pasadas las dos de la
madrugada y se dirigió a Belandi, una aldea cercana, e
irrumpió en tres casas, informaron las autoridades
provinciales de Kandahar, que han iniciado una investigación.
Solamente en la primera casa, el
militar mató a 11 civiles, y luego asesinó a por lo menos
cinco personas más para después retornar a la base y
entregarse a las autoridades militares de la coalición.
"Entré en tres de las casas y
conté 16 muertos, incluyendo chicos, mujeres y personas de
edad. En una casa había diez personas, entre ellas mujeres
y chicos, que fueron asesinadas y quemadas en una habitación.
Otra mujer yacía, muerta, en la entrada de la casa",
relató un periodista que estaba en el lugar.
"Los mataron y los quemaron. Vi
por lo menos dos chicos, de 2 o 3 años. En otra casa,
situada en otro poblado había cuatro muertos. Vi sus
cuerpos tirados en un cuarto. Había dos ancianos, un menor
y una mujer", relató el periodista, que vio también
los restos de otra persona en una tercera casa.
Otras cinco personas resultaron heridas
en el ataque, entre ellas un joven de 15 años, llamado
Rafiullah, que recibió un balazo en una pierna.
En un diálogo telefónico con el
presidente afgano, Hamid Karzai, el joven contó que el
soldado norteamericano irrumpió en su casa a la mitad de la
noche, despertó a su familia y empezó a dispararles.
"Esto es un asesinato, una matanza
intencional de civiles inocentes y no puede perdonarse. No
lo vamos a olvidar'', dijo Karzai en un comunicado, en el
que agregó que ha exigido reiteradamente a Estados Unidos
que deje de matar a civiles afganos.
En este clima de extrema tensión, el
presidente norteamericano, Barack Obama, se comunicó con
Karzai para expresarle su pesar por el mortal raid y le
prometió que Estados Unidos hará todo lo posible para
investigar a fondo lo ocurrido.
"Estoy profundamente entristecido
por las muertes y heridas que, según los informes, han
sufrido los civiles afganos. Este incidente es trágico y
estremecedor y no representa el carácter excepcional de
nuestros militares y el respeto que Estados Unidos tiene por
el pueblo de Afganistán. Nuestro país hará rendir cuentas
a quien sea responsable", dijo Obama en un comunicado.
La matanza, en principio ejecutada en
solitario por un soldado, reavivó el creciente
antiamericanismo entre la población afgana, en momentos en
que la Casa Blanca y el Pentágono buscan un marco de
colaboración estratégica con Kabul para culminar la
retirada de tropas de la OTAN durante 2014.
De Irak a Afganistán
Ese sentimiento en Irak frustró los
planes de Washington de dejar en el país entre 3.000 y
5.000 soldados luego del repliegue que terminó en
diciembre, debido a que el gobierno iraquí se había negado
a ofrecer inmunidad a los soldados que quedaran allí tras
la guerra.
Estados Unidos vive un escenario
similar en Afganistán, donde 11 años de guerra no lograron
consolidar la democracia y donde la guerrilla talibana,
apoyada por el grupo terrorista Al-Qaeda, aún es fuerte y
tiene respaldo de buena parte de la población.
En los últimos meses, varios
incidentes protagonizados por los soldados norteamericanos
provocaron la ira de la población civil.
El mes pasado, la quema de una cantidad
indeterminada de copias del Corán en la base de Bagram
desató una ola de ataques suicidas, además de
multitudinarias protestas, que causaron la muerte de 30
afganos.
En enero, el Pentágono investigó un
video en el que se mostraba a cuatro marines orinando sobre
los cadáveres de tres afganos.
Los recelos que esos incidentes han
provocado entre la población civil están complicando
extremadamente la labor de las agencias de cooperación
norteamericanas que trabajan en Afganistán, a través de
las cuales Washington canaliza miles de millones de dólares
para labores de reconstrucción del país.
Actualmente en Afganistán hay unos
100.000 soldados norteamericanos y es probable que para la
fecha de las elecciones presidenciales norteamericanas en
noviembre queden unos 68.000 soldados.
Mientras tanto, Washington entrena a
las fuerzas de seguridad afganas para que asuman la
responsabilidad de la seguridad y busca negociar con los
talibanes para alcanzar la estabilidad en el convulsionado
país.
Los antecedentes que despertaron la ira afgana
Escuadrón de la muerte: en
2010, un grupo de cinco soldados de EEUU creó un escuadrón
de la muerte en Kandahar y mató a tres civiles. Los
norteamericanos se sacaron fotos con los cadáveres como si
fueran trofeos.
Profanación: en enero pasado,
el Departamento de Defensa norteamericano inició una
investigación tras la aparición en YouTube y otros sitios
de un video que mostraba a cuatro marines orinando sobre los
cadáveres de tres afganos. El grupo pertenecía al segundo
y tercer batallón del Cuerpo de Marines, que tienen su base
en Camp Lejeune, Carolina del Norte.
Símbolos nazis: un grupo de
diez soldados posó delante de una bandera de EEUU con otra
con el símbolo de las SS. La foto, de 2010, se conoció a
principios de febrero pasado.
Quema de coranes: ejemplares del
Corán, confiscados a detenidos de la prisión de la base de
la OTAN en Bagram, fueron incinerados en febrero pasado.
El
horror y las heridas de la
interminable guerra
Por
Amy Goodman (*)
Democracy Now!, 16/03/12
Quizá nunca sepamos qué fue lo que
llevó a un sargento del Ejército estadounidense a salir de
su base en Afganistán en medio de la noche y asesinar a al
menos 16 civiles en sus hogares, entre los que se encuentran
nueve niños y tres mujeres. La masacre ocurrida cerca de
Balambai, en Kandahar, Afganistán, conmovió al mundo
entero e intensificó los pedidos de que se ponga fin a la
guerra más larga en la historia de Estados Unidos. El
ataque fue calificado de 'trágico', y por supuesto que lo
es. Pero cuando los afganos atacan a las fuerzas
estadounidenses se habla de “terrorismo”.
Horror, estupor y rabia entre los afganos víctimas de la
barbarie imperialista
“Fui yo”, dijo el supuesto asesino
múltiple cuando regresó a la base militar de las afueras
de Kandahar, la ciudad del sur denominada “el corazón del
Talibán”. Se informó que habría dejado la base a las 3
de la madrugada y habría caminado hacia tres casas vecinas,
donde mató sistemáticamente a quienes se encontraban
dentro. El agricultor Abdul Samad no estaba en su casa en el
momento de la matanza. Su esposa y sus ocho hijos e hijas
fueron asesinados. Algunas de las víctimas fueron apuñaladas,
otras fueron incineradas. Samad le dijo al New York Times:
“Nuestro gobierno nos dijo que regresáramos al pueblo y
luego dejan que los estadounidenses nos maten”.
La masacre sucedió luego de las
multitudinarias manifestaciones contra la quema de copias
del Corán por parte de las fuerzas armadas estadounidenses,
que a su vez siguió a la publicación de un video que
muestra a infantes de marina estadounidenses orinando sobre
cadáveres afganos. Dos años antes, un “equipo de la
muerte” integrado por soldados estadounidenses —también
cerca de Kandahar— había asesinado a civiles afganos por
deporte. Los soldados posaron en fotos horribles junto a los
cadáveres mientras mutilaban sus dedos y otras partes del
cuerpo como si se tratara de trofeos.
En respuesta a la masacre, el
Secretario de Defensa, León Panetta, profirió una serie de
clichés, entre ellos el de recordarnos que “la guerra es
un infierno. Este tipo de sucesos e incidentes van a
continuar sucediendo. Han sucedido en todas las guerras. Son
sucesos horribles y no es la primera vez que suceden
acontecimientos de este tipo y probablemente no sea la última”.
Panetta visitó esta semana el campamento Leatherneck en la
provincia de Helmand, cerca de Kandahar, en el marco de una
visita previamente programada cuya fecha coincidió
casualmente con los días posteriores a la masacre. Los 200
infantes de marina invitados a escuchar el discurso de
Panetta fueron obligados a dejar sus armas fuera de la
carpa.
NBC News informó que dichas
instrucciones son “bastante inusuales”, ya que a los
infantes de marina se les ordena que siempre tengan sus
armas en mano en una zona de guerra. A su llegada a Afganistán,
una camioneta robada cruzó la pista de aterrizaje a toda
velocidad en dirección al avión donde se encontraba
Panetta y el conductor salió de la cabina en llamas, en lo
que pareció tratarse de un ataque.
La violencia no solo azota en la zona
de guerra. En Estados Unidos, las heridas de la guerra se
manifiestan en formas cada vez más crueles.
El sargento de 38 años que habría
cometido la masacre procedía de la Base Conjunta Lewis-McChord
(JBLM, por sus siglas en inglés), un centro militar en
expansión cerca de Tacoma, Washington, que fue descrito por
el periódico militar Stars and Stripes como “la base más
problemática de las fuerzas armadas” y más
recientemente, como una base “al límite”. 2011 fue el año
en que se registró el mayor número de suicidios de
soldados en esa base, de donde también procedía el
“equipo de la muerte”.
El Seattle Times informó este mes que
un equipo de psiquiatría forense que supervisó al Centro Médico
Madigan de la base Lewis-McChord revirtió inexplicablemente
el diagnóstico de trastorno por estrés postraumático a
285 pacientes. La decisión está siendo investigada debido
a preocupaciones de que fue tomada en parte para evitar
pagarle la atención médica del Ejército a quienes cumplían
con los requisitos para recibirla.
Kevin Baker también era un sargento
del ejército de Estados Unidos apostado en Fort Lewis. Tras
haber combatido dos veces en Irak se negó a ir una tercera
vez luego de que le negaran el diagnóstico de trastorno por
estrés postraumático. Comenzó a organizar una campaña
para reclamar el regreso de los soldados a Estados Unidos.
Me dijo: “Si un soldado es herido en el campo de batalla
durante el combate y se está desangrando y un oficial
ordena que esa persona no reciba atención médica y eso le
cuesta la vida al soldado, ese oficial sería declarado
culpable de abandono de funciones y posiblemente de
homicidio. Cuando eso sucede en Estados Unidos, cuando eso
les sucede a los soldados que buscan ayuda y los oficiales
ordenan que no haya un diagnóstico claro de trastorno por
estrés postraumático y básicamente les niegan esa ayuda,
una verdadera ayuda psicológica, y el soldado termina
sufriendo internamente al punto de quitarse su propia vida o
la de otra persona, entonces los oficiales y las Fuerzas
Armadas y el Pentágono deberían ser responsabilizados de
estas atrocidades.”
Si bien es demasiado tarde para salvar
a la familia de Abdul Samad, quizás el grupo de Baker,
March Forward, junto con la “Operación Recuperación”
de los Veteranos de Irak Contra la Guerra (que aboga por
prohibir que soldados que ya sufren trastorno por estrés
postraumático sean enviados a combatir) puedan ayudar a
poner fin a la desastrosa y atroz ocupación de Afganistán.
(*) Amy Goodman es la conductora de
Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite
diariamente en más de 550 emisoras de radio y televisión
en inglés y en más de 350 en español. Es co-autora del
libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes
ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados
Unidos", editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de
esta columna.
Manifestación de estudiantes
exige que
el autor de la masacre
sea juzgado en Afganistán
Los talibanes inician su venganza
atacando
una comitiva de alto nivel
Gara, 14/03/2012
Los talibanes atacaron ayer en
Kandahar a una comitiva afgana de alto nivel enviada por el
presidente afgano, Hamid Karzai, que visitaba el lugar de la
última matanza cometida por las tropas de ocupación en el
país, donde cientos de estudiantes se manifestaron para
pedir que el autor o autores de la masacre sea entregado a
la Justicia afgana. Mientras los incidentes «aislados» de
las tropas estadounidenses se acumulan, cobran fuerza los
llamamientos a la negociación.
Manifestaciones
en Jalalabab y otras ciudades bajo la consigna:
“¡muerte a los norteamericanos!”
Kabul.- Una delegación afgana de alto
nivel ha sido el primer objetivo de los talibanes en su
prometida venganza por la muerte, el domingo en Kandahar, de
16 civiles, la mayoría niños, mujeres y ancianos, a manos
de uno o varios soldados estadounidenses que, según líderes
tribales y aldeanos locales, fue una represalia de los
militares. El ataque, que no fue reivindicado pero Kabul
atribuyó a la insurgencia talibán, se saldó con un policía
muerto y dos agentes y un civil heridos. Su portavoz,
Zabihulah Mujahid, amenazó ayer con «decapitar» a los
soldados de EEUU.
La comitiva, integrada, entre otros,
por dos hermanos de Hamid Karzai y el gobernador provincial,
fue enviada por el presidente a la zona de Zang Abad, en el
distrito de Panjwayi, donde ocurrió la matanza, para
investigar lo sucedido.
La OTAN dijo que la masacre fue
cometida por un militar de EEUU que sufrió una crisis
nerviosa, una versión cuestionada por líderes tribales y
vecinos de la zona, que insisten en que los soldados
buscaban venganza por un ataque anterior y habían advertido
de que tomarían represalias contra mujeres y niños. Los
aldeanos amenazaron con una «rebelión nacional» si se
produce otro incidente armado contra civiles en Kandahar.
La masacre de Panjwayi ha incrementando
el clima antiestadounidense en Afganistán, que ya se había
visto avivado tras la quema, «por error», de dos
ejemplares del Corán por parte de soldados de EEUU de la
base de Bagram. Ayer, cientos de estudiantes se manifestaron
en diversas localidades afganas, entre ellas Kandahar y
Jalalabad, coreando consignas contra el presidente
estadounidense, Barack Obama, y pidiendo que el autor o
autores de la última matanza sea juzgado por tribunales
afganos. «La jihad (guerra santa) es la única manera de
sacar a los invasores estadounidenses de Afganistán»,
rezaban algunas pancartas.
Pero Washington tiene claro que será
la Justicia militar de su país la que procese a los
responsables. Ayer Obama, quien descartó un cambio en su
estrategia bélica en Afganistán, asegu- ró que su
Gobierno investigará «hasta las últimas consecuencias»
lo sucedido al considerar a las víctimas «sus propios
ciudadanos o sus hijos». Su secretario de Defensa, Leon
Panetta, señaló que el autor de la masacre se enfrenta a
la pena de muerte si es hallado culpable, lo que sería una
auténtica sorpresa.
Mientras tanto, los analistas insistían
en que la única salida viable al conflicto radica en la
negociación, ya que la reconciliación entre los afganos y
las conversaciones con los estadounidenses, como las que
parece que se están llevando a cabo con los talibanes en
Qatar, «son la única opción posible, ya que la estrategia
militar sin componentes políticos es inútil», advirtió
Yusuf Moeed, experto regional en el Instituto por la Paz de
EEUU (USIP), quien agregó que pese a las llamadas a la
venganza los talibanes tienen interés en negociar, lo que
les daría cierta «legitimidad política para que nadie
pueda decirles que no han dado una oportunidad» a buscar
una salida al conflicto.
Bombardeos sobre civiles, militares de
la OTAN muertos por soldados afganos, la quema del Corán,
imágenes de marines orinando sobre cadáveres y ahora esta
matanza. Los «incidentes aislados», según la terminología
de EEUU, se acumulan y el creciente resentimiento de los
afganos hará fracasar la estrategia de la Casa Blanca.
Los talibanes
rompen las negociaciones
con EEUU
Karzai pide a la OTAN que "se
retire de las aldeas"
Agencia EFE 15/03/2012
Kabul.- En medio de una visita a
Afganistán del secretario estadounidense de Defensa, Leon
Panetta, los talibanes afganos han anunciado la suspensión
del diálogo con EEUU que habían iniciado a principios de año
a través de una oficina en Catar.
Los insurgentes atribuyeron "la
responsabilidad" del fracaso de las negociaciones a
"la postura tambaleante, errática e imprecisa" de
EEUU, al que acusaron de no implementar iniciativas para
favorecer un clima de diálogo como un intercambio de
prisioneros. "El Emirato Islámico -como se
autodenominan los talibanes- ha decidido suspender todas las
conversaciones con los norteamericanos hasta que aclaren su
posición y muestren disposición a cumplir sus
promesas", dijeron los integristas en un comunicado
colgado en su página web.
Los insurgentes criticaron que los
estadounidenses hayan iniciado "una campaña de
propaganda infundada" en su contra, e hicieron un
llamamiento a la comunidad internacional a apoyar a su
movimiento para expulsar a las fuerzas invasoras de Afganistán.
Los talibanes precisaron, no obstante, que la opción del diálogo
sigue abierta "con cualquiera", si es "entre
naciones soberanas que tienen en consideración las reglas
del otro", aunque descartaron para este propósito al
Gobierno afgano del presidente Hamid Karzai.
"El objetivo de una oficina diplomática
(en Catar) era establecer contacto con la comunidad
internacional en completa libertad y hacer ver a los
invasores cara a cara que no vamos a abandonar la lucha
hasta su retirada", afirmó el movimiento integrista
islámico.
Un portavoz de los talibanes, Zabiulá
Muyahid, ha asegurado que la decisión de suspender el diálogo
no está relacionada con la matanza de 16 civiles ocurrida
el pasado domingo en la provincia de Kandahar (sur),
supuestamente a cargo de un soldado estadounidense. "La
suspensión de las negociaciones no está vinculada al
tiroteo de EEUU, pero les atacaremos en distintas partes del
país y daremos una contestación a su acción
inhumana", dijo Muyahid.
La ruptura unilateral del diálogo
tiene lugar en medio de la visita a Afganistán del
secretario de Defensa de EEUU, Leon Panetta, quien fue
recibido ayer con un aparente ataque a su llegada a la base
aliada de Camp Bastion en la provincia meridional de Helmand.
Una camioneta, supuestamente robada, invadió las
instalaciones tras lo cual ardió en llamas sin causar víctimas,
y la misión afgana de la OTAN (ISAF) informó hoy de que el
conductor del vehículo, en el que no había explosivos, ha
muerto por las quemaduras.
Lejos de Helmand, Panetta se ha
entrevistado en Kabul con el presidente del país, Karzai,
quien le pidió que las tropas de la ISAF "abandonen
las aldeas" de Afganistán y "permanezcan en sus
bases" tras la matanza de civiles del pasado domingo.
Karzai mantuvo que las fuerzas afganas
"tienen la capacidad de proveer por ellas mismas"
la seguridad e instó a la Alianza Atlántica a agilizar el
proceso de transición que comenzó el pasado julio.
"Las partes tienen que trabajar para que la transición
se complete en 2013 en lugar de 2014", subrayó Karzai.
El mandatario afgano también aprovechó el encuentro para
exigir a Panetta que EEUU lleve a cabo "una investigación
transparente" sobre el asesinato de civiles en Kandahar,
cuyo supuesto autor ha sido trasladado a Kuwait.
Esta masacre y la quema de coranes por
soldados estadounidenses en una base cercana a Kabul a
finales de febrero han disparado en las últimas semanas el
sentimiento antiamericano en el país. Entretanto, la guerra
afgana atraviesa uno de sus momentos más sangrientos desde
la invasión de EEUU y la caída del régimen talibán hace
ya más de una década. Al menos ocho civiles afganos, la
mayoría mujeres y niños, murieron hoy en la provincia de
Uruzgán (sur) por la explosión de un artefacto al paso del
vehículo en el que viajaban, informó una fuente policial
citada por la agencia afgana AIP.
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