La
peor pesadilla de Tahrir
Un
islamista contra un hombre del viejo régimen
Los
promotores de la revolución egipcia, decepcionados
por tener que elegir entre Morsi y Shafiq
Por
Ricard González
Desde El Cairo
El País, 27/05/2012
"Volvemos
a estar en la casilla de salida, cuando teníamos que
escoger entre el régimen de Mubarak o los Hermanos
Musulmanes. Esto es una pesadilla", decía con la
mirada perdida Bassem, un activista político de 34 años.
Su desasosiego es compartido por la totalidad de la juventud
revolucionaria que lideró la rebelión en la plaza Tahrir
de El Cairo contra Hosni Mubarak.
Desde el
pasado viernes, en las redes sociales en Egipto ha circulado
un aluvión de mensajes de desesperación por el resultado
oficioso de las presidenciales, que sitúa en la segunda
vuelta a Mohamed Morsi, el candidato de los Hermanos
Musulmanes, y a Ahmed Shafiq, el último primer ministro del
rais destronado.
A pesar de la
inquina que siente los activistas de Tahrir hacia el antiguo
régimen y todos sus miembros, el desprecio por la cofradía
islamista no es menor. "Quieren controlar el monopolio
del poder en el país para imponer un régimen medieval.
Traicionaron la revolución, y nos mintieron. Solo buscan
sus intereses", dice Amr, un joven activista originario
de Mahala, el corazón industrial del país. Amr se define
como "comunista", y su cuerpo aún exhibe señales
de las torturas en las cárceles de Mubarak.
El
desencuentro entre los jóvenes revolucionarios y los
Hermanos se inició en el referéndum constitucional de
marzo del año pasado, cuando los islamistas apoyaron el Sí,
en contra de la opinión mayoritaria de los activistas.
"Fueron los últimos en salir a Tahrir, y los primeros
en marchar", remacha Amr. El cisma se hizo insalvable
cuando los Hermanos Musulmanes se lavaron las manos ante los
enfrentamientos violentos en Tahrir del mes de noviembre
pasado, confirmando las sospechas de muchos revolucionarios
de la existencia de una alianza secreta entre militares e
islamistas.
La noche del
viernes, en los bares Borsa, un barrio de laberínticas
callejuelas del centro de El Cairo, corrillos de chavales
discutían acaloradamente sobre qué estrategia seguir en la
segunda vuelta. Los había que apostaban por abstenerse,
otros por votar a Morsi como mal menor, e incluso algunos se
decantaban por Shafiq. Todo dependía de la evaluación de
cada uno sobre el peligro representan los proyectos detrás
de los dos aspirantes a la presidencia.
"Creo que
los Hermanos son más peligrosos. Si tienen el poder total,
controlando la presidencia, el Parlamento, y escriben una
Constitución a su medida, será imposible echarlos. Con los
militares, ya pudimos una vez", sostiene Bassem, que
boicoteó las elecciones en la primera vuelta, pero en la
segunda votará por Shafiq.
En cambio,
Rody, una estudiante de sociología aseguraba “odiar a los
dos por igual”, y se abstendrá. Como muchos activistas,
ella optó por Hamdin Sabahi, el candidato nacionalista y de
izquierdas que, sorprendentemente, quedó en tercer lugar,
obteniendo un 21% de los sufragios.
Esta división
de pareceres no es nueva. Las diversas organizaciones
revolucionarias nunca se unieron en una única plataforma, y
ya en las elecciones legislativas abogaron por estrategias
diferentes. De cara a las presidenciales, muchos activistas
confiaban en la candidatura Mohamed el Baradei, el premio
Nobel de la paz, pero se retiró de la carrera presidencial
el mes de enero.
Ahmed Maher,
el líder del Movimiento 6 de abril, la más celebre
plataforma revolucionaria, rechazó en una rueda de prensa
la posibilidad de respaldar a Shafiq, y anunció la apertura
de negociaciones con los Hermanos para prestarles su apoyo.
A cambio, pedirá compromisos en “la formación de un
Gobierno de coalición, y la satisfacción de las demandas
de coptos y los partidos políticos en cuanto a la formación
de una nueva Asamblea Constituyente”.
A falta del
anuncio de los resultados oficiales, que se esperan para el
lunes, los dos finalistas no han perdido el tiempo en sus
esfuerzos por cortejar el voto de los revolucionarios. “No
hay vuelta atrás”, declaró Shafiq, que prometió
devolver a los jóvenes “la revolución que les
secuestraron”. Morsi, por su parte, hizo una llamada a
todas las fuerzas revolucionarias a unirse para destruir los
“restos del antiguo régimen”.
De la decisión
de los votantes laicos prorevolucionarios puede depender la
elección de Egipto entre dos proyectos antitéticos.
“Shafiq necesita que este sector le vote mayoritariamente.
Con su abstención, la victoria de los islamistas está
garantizada”, opina el analista Ashraf Radi.
Por su parte,
Sabahi, rechazó apoyar a ninguno de los dos aspirantes,
pues aún no da la batalla por perdida. Su abogado anunció
que recurrirá los resultados a la Junta Electoral
denunciando irregularidades. La campaña de Amr Musa, el
gran derrotado, pidió una investigación sobre las
alegaciones de un policía de que el Ministerio del Interior
habría manipulado 900.000 votos. Según el artículo 28 de
la declaración constitucional, las decisiones de la Junta
Electoral son finales, y no se pueden apelar ante los
tribunales.
Un
islamista disputará a un heredero de
Mubarak
la presidencia de Egipto
Los
primeros resultados dan la victoria en la primera vuelta de
las elecciones
al candidato de los Hermanos Musulmanes y al ex primer
ministro Shafik
Por
Ana Carbajosa y Ricard González
Desde Jerusalén y El Cairo
El País, 25/05/2012
Egipto se
encamina hacia una dura batalla política, de confirmarse
los resultados de las elecciones presidenciales que se
fueron filtrando a lo largo de ayer. Mohamed Morsi,
candidato de los Hermanos Musulmanes, lidera la carrera
presidencial y deberá enfrentarse en segunda vuelta a Ahmed
Shafik, el que fuera el último primer ministro de Hosni
Mubarak. El ganador de las primeras elecciones libres de la
historia de Egipto liderará la complicada transición que
mantiene al país paralizado y sumido en una profunda crisis
económica.
El modelo de
Estado que cada uno de los dos candidatos tiene en la cabeza
no podría diferir más el uno del otro. El de Morsi es un
Estado cimentado en la sharía, la ley islámica, y que no
quiere tener nada que ver con un pasado que condenó a la
Hermandad a la ilegalidad. El de Shafik, antiguo jefe de las
Fuerzas Armadas, representa la continuidad del antiguo régimen,
con el que comulgó ocupando distintos cargos. Ni el
programa de Morsi ni el de Shafik se aproxima a los sueños
y aspiraciones de los revolucionarios de la plaza Tahrir,
los que derrocaron a Mubarak hace 15 meses.
Tal vez por
eso, algunos observadores analizan con preocupación la
polarización que muestran estos resultados iniciales. Temen
que una posible victoria de Shafik saque de nuevo a la gente
a la calle y vuelva a correr la sangre. Además de ser el único
candidato militar de la docena que se presentaron, no ha
ocultado su desprecio por los jóvenes revolucionarios. Por
otro lado, la victoria de Morsi supondría una notable
concentración de poder, ya que los islamistas controlan con
holgura el Parlamento desde principios de año. Los sectores
más laicos de la sociedad y la minoría cristiana (10% de
la población del país) asisten con preocupación al
ascenso islamista en el Egipto posrevolucionario.
De confirmarse
estos resultados iniciales, Amro Musa, el que fuera
secretario general de la Liga Árabe y, hasta hace pocos días,
favorito en los sondeos, habría sufrido una sonada derrota.
Otra de las muchas sorpresas que depararon las urnas fue el
tercer lugar de Hamdin Sabahi, un candidato al que pocos
analistas habían concedido opción alguna de pasar a la
segunda vuelta. Líder del partido nasserista Karama,
nacionalista y de izquierdas, Sabahi hizo de la lucha contra
la pobreza uno de los ejes de su campaña. Fue el único de
los principales aspirantes que apeló directamente a las
clases más humildes en un país en el que aproximadamente
un 40% de la población vive por debajo del umbral de la
pobreza. Ello le permitió ampliar su base de apoyo más allá
de la plaza Tahrir, y adjudicarse la victoria en algunos de
los suburbios marginales de El Cairo, como Imbaba.
Los resultados
también demuestran que la maquinaria de la Hermandad no
falla. Morsi, un hombre de escaso carisma no fue el
inicialmente elegido para liderar el partido. Tan solo la
descalificación por parte de la Junta electoral del número
uno acabó por encumbrar de rebote a Morsi. Su supuesto
triunfo, al contrario que en el caso de Shafik, ilustra una
vez más la importancia de la organización frente al
individuo. Si Morsi ha ganado, casi cualquiera podría
haberlo hecho con el respaldo de la todopoderosa Hermandad.
Los dos
candidatos se enfrentarán en una segunda vuelta cuya
celebración está prevista para mediados de junio. Será
entonces cuando se conozca el nombre del primer presidente
elegido libremente de la historia de Egipto. Y será también
cuando la Junta militar que ha gobernado el país desde el
inicio de la revolución deba ceder el testigo al presidente
electo. La magnitud del traspaso de poder así como las
funciones del nuevo presidente las marcará un texto
constitucional pos–Mubarak pendiente de redacción por
falta de acuerdo entre las fuerzas políticas.
Durante todo
el día, los egipcios siguieron el emocionante recuento
pegados a la televisión y la radio. La opción de que
Sabahi pudiera pasar a la segunda vuelta mantuvo en vilo a
millones de ciudadanos. Las grandes cadenas de televisión
egipcias emitieron durante toda la jornada programas
especiales, en los que se alternaban las imágenes del
recuento en los colegios electorales, los gráficos, y las
intervenciones de los expertos.
Los cafés
estaban llenos y las elecciones fueron el gran tema de
conversación, con todas las pantallas de televisión
sintonizadas con el recuento. “¿Ya es seguro que la
segunda vuelta será entre Shafik y los Hermanos Musulmanes?
Yo no quiero ni a los unos ni a los otros”, protestaba un
cliente en uno de los corrillos que se habían formado en un
bar.
Las
redes sociales hervían con datos parciales y provisionales
de unas elecciones que el mundo árabe sigue con lupa. Del
resultado de estos comicios dependerá en buena medida el éxito
o el fracaso de la transición en Egipto, el país en el que
se miran sus vecinos y cuya revolución empapó de optimismo
toda la región.
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