Estalla la rebelión en la
principal potencia
económica de Medio Oriente
Por Ale
Kur,
para Socialismo o
Barbarie, 04/06/2013
El día de hoy, 4 de junio, se
cumplen ya cinco días de masivas movilizaciones callejeras
en Turquía, que adquirieron rasgos de rebelión popular.
Barricadas por doquier, fuertes cargas policiales, al menos
dos muertos confirmados, miles de heridos y otros tantos de
detenidos, son los hechos que configuran un escenario de
fuerte crisis política en un país que hasta ahora venía
siendo un modelo de estabilidad en una región
convulsionada.
La
reciente convocatoria a una huelga general de 48 hs. por
parte de los sindicatos del sector público (KESK) y de una
de las confederaciones generales (DISK) plantean la
posibilidad de que la rebelión pegue un salto
cualitativo, en el caso de confirmarse el ingreso a
escena de la clase obrera.
La consigna levantada por
decenas de miles de personas ya es directamente la renuncia
del primer ministro Erdogan, islamista y neoliberal (del
“Partido de la Justicia
y el Desarrollo”, AKP por sus siglas en turco).
Una semana atrás había
comenzado un acampe pacífico en el parque Gezi cercano a la
plaza Taksim, situados en la parte europea de Estambul. Este
acampe, llevado a cabo por un pequeño núcleo de activistas
juveniles, tenía como objetivo impedir que se llevaran
adelante los planes del gobierno de derribar el parque para
construir un shopping.
La policía respondió al
acampe con un violento desalojo el viernes 31, que despertó
la indignación popular. A las pocas horas, miles de turcos
de manifestaban contra la brutalidad policial. Estas
manifestaciones también fueron reprimidas, llevando a una
generalización de la protesta y de los combates callejeros.
Al día de hoy, cientos de
miles de personas se vienen movilizando en 70 ciudades y
pueblos, incluidos la capital (Ankara). Las escenas
recuerdan directamente a la plaza Tahrir en Egipto y a todo
el ciclo de rebeliones populares en el Medio Oriente, además
de al movimiento de indignados en Europa y en especial en
Grecia.
Es evidente que el motivo de
fondo de estas manifestaciones es mucho más profundo que la
defensa de la plaza Taksim. Lo que hay detrás es un profundo
descontento con el gobierno islamista de Erdogan, quien
llegó al poder hace más de 10 años (en 2002) y desde
entonces llevó adelante una profunda transformación del país.
Su política económica fue
neolibera, de privatizaciones, flexibilización laboral y
apertura a las inversiones extranjeras, lo que permitió un enorme crecimiento económico basado en una profunda desigualdad social.
Turquía pasó a ser la primera
potencia económica de la región, con un PBI que está
entre los primeros veinte del mundo, duplicando inclusive al
egipcio. Esto se llevó adelante mediante duros golpes a la
clase obrera turca, e implicó una profunda transformación
en los espacios urbanos en beneficio de los ricos, con obras
faraónicas desarrolladas en función del beneficio
capitalista y no de las necesidades populares. El proyecto
de Plaza Taksim, por lo tanto, es solo un símbolo de lo que
ya venía ocurriendo hace rato, y por eso no es casual que
la rebelión haya empezado por ahí.
Esto se combina con problemas
político-culturales profundos. Turquía es una democracia
con una histórica tradición laica, rasgos únicos en su género
en los países de Medio Oriente. El gobierno de Erdogan
intentó comenzar a revertir esto último, mediante la
introducción de preceptos religiosos para controlar la vida
civil: la forma “moderada” de imponer la sharía, ley
islámica.
Esto se traduce en ataques a
las mujeres y sus derechos (como el derecho al aborto), en
la restricción de la venta y consumo de alcohol, en la
proliferación de mezquitas con sus escuelas (que ya superan
por mucho a la cantidad de escuelas estatales laicas
existentes), etc.
En el aspecto político,
Erdogan ejerce un gobierno que, si bien está basado
formalmente en una democracia de tipo occidental, presenta
rasgos crecientemente represivos y autoritarios.
Miles de activistas están
presos bajo las leyes “anti-terroristas”, en especial
los de la minoría étnica kurda que pelean históricamente
por su derecho a la auto-determinación nacional. Hay también
decenas de periodistas procesados y presos por críticas o
denuncias del gobierno. Lo más común es que las
manifestaciones terminen en violentas represiones
policiales, como ocurrió en la del último primero de mayo
en ocasión del Día Internacional de los Trabajadores.
A esto se le suma la intervención
turca en la guerra civil siria. Aquí su rol es apoyar política
y económicamente a los grupos islamistas del país
(centralmente los Hermanos Musulmanes), con el objetivo de
imponerlos como dirección político-militar del bando
rebelde, cooptando su rebelión popular e intentando
liquidar sus aspectos progresivos.
En esta tarea le realiza un
fuerte servicio al imperialismo yanqui y en especial a las
monarquías del Golfo, que quieren instrumentalizar la
rebelión contra sus enemigos en la región. Esta intervención
trajo serios problemas a Turquía, poniéndola al borde de
la guerra con Siria y reproduciendo sus conflictos en su
propio interior.
La
enorme importancia de Turquía como potencia regional
Turquía es un país que está
situado en su mayor parte en Asia, pero que tiene una porción
también en Europa, cruzando el estrecho del Bósforo. Allí
es donde se encuentra Estambul (la antigua Constantinopla,
antes Bizancio), la ciudad más poblada del país y la
tercera más grande de toda Europa. Por lo tanto, por su
geografía, por su historia y sus rasgos culturales, Turquía
es una puerta entre Europa y Medio Oriente.
Tuvo una enorme importancia
histórica como núcleo del Imperio Otomano, que gobernó la
mayor parte del mundo islámico durante 400 años (hasta su
derrota en la Primera Guerra Mundial).
Actualmente, es parte de la
OTAN, siendo por lo tanto un eslabón de la estrategia político-militar
imperialista en Medio Oriente. Forma parte de una unión
aduanera con la Unión Europea, y desde 2005 intenta
incorporarse a la UE, hasta ahora sin lograrlo. Forma parte
del G-20, el grupo de las principales potencias y países
emergentes del mundo.
Su población es de más de 70
millones de personas, y su PBI está también entre los
primeros 20 del mundo. Los últimos años, su economía
viene creciendo a un 8 por ciento anual, con un fuerte
crecimiento industrial, especialmente en el sector de
exportaciones. Posee, por lo tanto, una poderosa clase
obrera, aunque políticamente está en un estado de
debilidad por las privatizaciones y las derrotas.
Turquía es tomado por el
imperialismo como un “modelo exitoso” en el terreno económico
y en el político, e intenta utilizar su ejemplo para
cooptar y reabsorber el ciclo de rebeliones populares en
Medio Oriente (la “primavera árabe”). Es uno de los
principales inspiradores de los Hermanos Musulmanes en
Egipto, en Túnez y en otros países.
Todas
estas cosas explican la enorme importancia política que
tiene la rebelión popular en Turquía: en caso de
extenderse y profundizarse, significa la puesta en cuestión
de todo el operativo reaccionario de estabilización política
llevado a cabo por el imperialismo en Medio Oriente.
Más aún, pone en cuestión toda la estrategia
imperialista de control de la región, dada su pertenencia a
la OTAN.
Por último, en caso de
ingresar en escena su clase obrera (en especial la
industrial), significaría un terremoto político de
proporciones gigantescas, que pondría al ciclo regional y
mundial de las rebeliones populares en un nuevo nivel.
Los
“indignados” de Turquía
El sector social que participa
en las movilizaciones es muy similar al del resto de la
Primavera Árabe y de los indignados en Europa. Están
motorizadas por la juventud, en especial los sectores laicos
y progresistas. Atrás de ellos se ven arrastradas capas
medias universitarias y profesionales, sectores de la clase
obrera más estructural, y de los sectores empobrecidos en
general.
Entre los manifestantes se
encuentran sectores izquierdistas, sectores políticamente
“liberales” que pelean contra el copamiento religioso,
mujeres y minorías sexuales que luchan por sus derechos,
trabajadores que exigen derecho a sindicalizarse y a
negociar sus condiciones de trabajo, minorías étnicas y/o
religiosas oprimidas (kurdos, alevíes, etc.), grupos
ecologistas, etc.
Por otro lado, el régimen
conserva su fuerte base social en los sectores más
conservadoramente religiosos, que son predominantes en la
población rural y en sectores urbanos empobrecidos (que
como en Egipto y otros países dependen de las
organizaciones de caridad islámicas). Y por supuesto tiene
el sostén de aquellos sectores de todas las clases sociales
que vieron mejorar su situación económica en los últimos
años.
En las elecciones de 2011,
Erdogan resultó ganador con el 50 por ciento de los votos,
y conserva todavía una importante base de apoyo, aunque no
está claro cómo se verá afectada por estos
acontecimientos.
La rebelión popular en Turquía
puede servir de nexo entre los procesos de rebelión de
Medio Oriente y los de Europa. De los primeros, parece
mantener sus aspectos de lucha contra el autoritarismo político
y la imposición religiosa (rasgo similar al de las peleas
actuales en Egipto). De los segundos, toma una denuncia
fuerte a las políticas económicas neoliberales, y una
influencia política-ideológica relativamente mayor de las
tendencias izquierdistas (comunistas, anarquistas,
autonomistas, ecologistas, etc.). De ambos toma sus rasgos
universales, como la centralidad de la juventud, el fuerte
uso de las redes sociales, los métodos de la “ocupación”,
etc.
Los hechos en Turquía
despertaron inmediatamente una enorme empatía y solidaridad
internacional, que conecta también a los movimientos “occupy”,
los indignados, la Plaza Tahrir y los griegos que resisten
contra la “austeridad” de la Troika. Una nueva forma de
internacionalismo parece estar empezando a abrirse lugar con
la acumulación de estas experiencias en el plano mundial.
En
cualquier caso, el desenvolvimiento de las actuales luchas
depende en fuerte medida de la intervención de la clase
obrera, con la huelga general y su movilización masiva. Fue
con estos métodos que se logró tirar abajo a Mubarak en
Egipto, y ya está siendo planteado por decenas de miles de
turcos. Dos centrales sindicales se plegaron a la
convocatoria a huelga, aunque todavía no está claro cuál
es el nivel de adhesión y de participación de las bases.
Estas cosas deberán esclarecerse en los próximos días.
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