Declaración
de la corriente internacional Socialismo o Barbarie,
04/06/2013
Turquía
Una
nueva rebelión popular estalla en el país que
es
puerta de
paso entre Oriente y Occidente[1]
“La clase obrera, las fuerzas de la izquierda, la
juventud de Turquía están saliendo de un período de
extrema pasividad política. Si no fuese por la incesante
lucha librada por el pueblo kurdo, Turquía habría sido un
desierto en términos de luchas de masas durante los últimos
15 años por lo menos, interrumpido excepcionalmente por la
lucha de los trabajadores de Tekel (compañía de tabaco y
bebidas alcohólicas privatizada) en el invierno de
2009-2010, vendida por la burocracia. Resulta aventurado
decir que el movimiento ya está en un punto de no retorno.
Pero el espíritu es definitivamente uno de auto confianza
recuperada por parte de las masas. Lo más importante es ver
cómo reaccionará la clase obrera organizada”
(Sungur Savran, DIP, 31-05-2013)
El
día de hoy, 4 de junio, se cumplen ya cinco días de
masivas movilizaciones callejeras en Turquía, que
adquirieron fuertes rasgos de rebelión popular. Barricadas
por doquier, fuertes cargas policiales, al menos dos muertos
confirmados, miles de heridos y otros tantos de detenidos,
son los hechos que configuran un escenario de fuerte crisis
política en un país que hasta ahora venía siendo un
modelo de estabilidad en una región convulsionada.
La reciente convocatoria a una huelga general de 48 hs. por parte
de los sindicatos del sector público (KESK) y de una de las
confederaciones generales (DISK) plantean la posibilidad de
que la rebelión pegue un salto cualitativo, en el
caso de confirmarse el ingreso a escena de sectores de la
clase obrera.
La
consigna levantada por decenas de miles de personas ya es
directamente la renuncia del primer ministro Erdogan,
islamista y neoliberal, del “Partido de la Justicia y
el Desarrollo” (AKP por sus siglas en turco).
Un sabor de Tahrir en Taksim
Una
semana atrás había comenzado un acampe en el parque Gezi
cercano a la plaza Taksim, situados en la parte europea de
Estambul. Este acampe, llevado a cabo por un pequeño núcleo
de activistas juveniles, tenía como objetivo impedir que se
llevaran adelante los planes del gobierno de derribar el
parque para construir un shopping. La policía respondió al
acampe con un violento desalojo el viernes 31, que despertó
la indignación popular.
A
las pocas horas, miles de turcos de manifestaban contra la
brutalidad policial. Estas manifestaciones también fueron
reprimidas, llevando a una generalización de la protesta y
de los combates callejeros.
Al
día de hoy, cientos de miles de personas se vienen movilizando en 70 ciudades y
pueblos, incluidos la capital (Ankara), y la tercera
ciudad de Europa, Estambul.
Las
escenas recuerdan directamente a la plaza Tahrir en Egipto y
a todo el ciclo de rebeliones populares en el Medio Oriente,
además del movimiento de indignados en España y, en
especial, en Grecia. El “mundo mediterráneo” como un
todo parece convulsionado, mostrando los fuertes vínculos
culturales, políticos y económicos subyacentes. Ellos han
dado fundamento material a un “efecto imitación” que
parece extenderse, sin prisa pero sin pausa, por toda la
región.
Es
evidente que el motivo de fondo de estas manifestaciones es
mucho más profundo que la defensa de los árboles de la
plaza Taksim. Lo que hay detrás es un profundo descontento con el gobierno de Erdogan, quien llegó al
poder hace más de 10 años (en 2002) y desde entonces llevó
adelante una profunda transformación del país.
Su
política económica fue de privatizaciones, flexibilización
laboral y apertura a las inversiones extranjeras, lo que
permitió un enorme crecimiento económico pero basado en una profunda desigualdad social. Turquía pasó a ser la primera
potencia económica de la región, con un PBI que está
entre los primeros veinte del mundo, duplicando inclusive al
egipcio.
Esto
se llevó adelante mediante duros golpes a la clase obrera
turca, e implicó una profunda transformación en los
espacios urbanos en beneficio de los ricos, con obras faraónicas
desarrolladas en función del beneficio capitalista y no de
las necesidades populares. El proyecto de Plaza Taksim, por
lo tanto, es sólo un símbolo de lo que ya venía
ocurriendo hace rato, y por eso no es casual que la rebelión
haya empezado por ahí.
Esto
se combina con problemas político-culturales profundos.
Turquía es hoy una democracia burguesa con una histórica
tradición laica, rasgos únicos en su género en los países
de Medio Oriente.
El
gobierno de Erdogan intentó comenzar a revertir esto,
mediante la introducción de preceptos religiosos para
controlar la vida civil: la forma “moderada” de imponer
la sharía, ley islámica. Esto se traduce en ataques a las
mujeres y sus derechos (como el derecho al aborto), en la
restricción de la venta y consumo de alcohol, en la
proliferación de mezquitas (que ya superan por mucho a la
cantidad de escuelas existentes), etc.
En
el aspecto político, Erdogan ejerce un gobierno que, si
bien está basado formalmente en una democracia de tipo
occidental, presenta rasgos crecientemente represivos y
autoritarios. Miles de activistas están presos bajo las
leyes “antiterroristas”, en especial los de la minoría
étnica kurda que pelean históricamente por su derecho a la
autodeterminación nacional. Lo más común es que las
manifestaciones terminen en violentas represiones
policiales, como ocurrió en la del último primero de mayo
en ocasión del Día Internacional de los Trabajadores.
También Turquía es primera en el mundo en la detención de
periodistas.
A
esto se le suma la intervención turca en la guerra civil
siria. Aquí su rol es apoyar política y económicamente a
los grupos islamistas del país (centralmente los Hermanos
Musulmanes), con el objetivo de imponerlos como dirección
político-militar del bando rebelde, cooptando su rebelión
popular e intentando liquidar sus aspectos progresivos.
En
esta tarea, realiza un gran servicio al imperialismo yanqui
y en especial a las monarquías del Golfo, que quieren
instrumentalizar la rebelión contra sus enemigos en la región.
Esta intervención trajo serios problemas a Turquía, poniéndola
al borde de la guerra con Siria y reproduciendo sus
conflictos en su propio interior. De ahí que la población
movilizada exige también que Turquía no se meta en el
conflicto sirio.
La enorme importancia de Turquía como potencia
regional
Turquía
es un país que está situado en su mayor parte en Asia,
pero que tiene una porción también en Europa, cruzando el
estrecho del Bósforo. Allí es donde se encuentra Estambul,
la ciudad más poblada del país y la tercera más grande de
toda Europa. Por lo tanto, por su geografía, por su
historia y sus rasgos culturales, Turquía es una puerta
entre Europa y Medio Oriente.
Tuvo
una enorme importancia histórica como núcleo del Imperio
Otomano, que gobernó la mayor parte del mundo islámico
durante 400 años (hasta su derrota en la Primera Guerra
Mundial).
Actualmente,
es parte de la OTAN, siendo por lo tanto un eslabón de la
estrategia político-militar imperialista en Medio Oriente.
Forma parte de una unión aduanera con la Unión Europea, y
desde 2005 intenta incorporarse a la Unión Europea, hasta
ahora sin lograrlo. Forma parte del G-20, el grupo de las
principales potencias y países emergentes del mundo.
Su
población es de más de 70 millones de personas, y su PBI
está también entre los primeros 20 del mundo. Los últimos
años, su economía viene creciendo a un 8 por ciento anual,
con un importante crecimiento industrial, especialmente en
el sector de exportaciones. Posee, por lo tanto, una
poderosa clase obrera, aunque políticamente está en un
estado de debilidad por las privatizaciones y las derrotas.
Turquía
es tomada por el imperialismo como un “modelo exitoso”
en el terreno económico y en el político. Intenta utilizar
su ejemplo para cooptar y reabsorber el ciclo de rebeliones
populares en Medio Oriente (la “primavera árabe”). El
gobierno turco es uno de los principales inspiradores de los
Hermanos Musulmanes en Egipto, en Túnez y en otros países.
Todo esto explica la enorme importancia política que tiene la
rebelión popular en Turquía. En caso de extenderse y
profundizarse, significaría poner en cuestión a un
actor muy importante del operativo reaccionario de
estabilización política llevado a cabo por el
imperialismo y sus socios en Medio Oriente.
Más
aún, pone en cuestión la estrategia imperialista de
control militar de la región, dada la pertenencia y el rol
de Turquía en la OTAN.
Por
último, en el caso de que clase obrera, en especial los
trabajadores industriales, ingresaran en la escena,
significaría un terremoto
político de proporciones gigantescas, que pondría
seguramente al ciclo regional y mundial de las rebeliones
populares en un nuevo nivel.
Los indignados de Turquía
“He
vivido en Estambul por 40 años. Nunca vi días como los últimos
dos en mi ciudad. Nunca pensé que viviría tiempos como
estos.”
(Cengiz Çandar, conocido periodista turco,
Al-Monitor,
02/06/2013).
El
sector social que participa en las movilizaciones es muy
similar al del resto de
la Primavera Árabe y de los indignados en Europa. Están motorizadas por
la juventud, en especial los sectores laicos y progresistas.
Atrás de ellos se ven arrastradas capas medias
universitarias y profesionales, sectores de la clase obrera
más estructural, y de los sectores empobrecidos en general.
Entre
los manifestantes se encuentran izquierdistas, sectores políticamente
“liberales” que pelean contra el copamiento religioso,
mujeres y minorías sexuales que luchan por sus derechos,
trabajadores que exigen el derecho a sindicalizarse y a
negociar sus condiciones de trabajo, minorías étnicas o
religiosas (kurdos, alevíes, etc.), grupos ecologistas,
etc.
Por
otro lado, el régimen conserva su fuerte base social en los
sectores más conservadoramente religiosos, que son
predominantes en la población rural y en sectores urbanos
empobrecidos
Por otro lado, el régimen tiene su fuerte
base social en los sectores más conservadoramente
religiosos, que son predominantes en la población rural y
en los sectores urbanos empobrecidos que como en Egipto y otros países dependen de las
organizaciones de caridad islámicas. Y, por supuesto, también
tiene el sostén de aquellos sectores de todas las clases
sociales que vieron mejorar su situación económica en los
últimos años.
En
las elecciones de 2011, Erdogan resultó ganador con el 50
por ciento de los votos, y conserva todavía una importante
base de apoyo, aunque no está claro cómo se verá afectada
por estos acontecimientos.
La
rebelión popular en Turquía puede servir de nexo entre los
procesos de rebelión de Medio Oriente y los de Europa.
De
los primeros, parece mantener sus aspectos de lucha contra
el autoritarismo político y la imposición religiosa (rasgo
similar al de las peleas actuales en Egipto). De los
segundos, toma una denuncia fuerte a las políticas económicas
neoliberales, y una influencia política-ideológica
relativamente mayor de las tendencias izquierdistas
(comunistas, anarquistas, autonomistas, ecologistas, etc.).
Y de ambos toma sus rasgos universales, como la centralidad
de la juventud, el fuerte uso de las redes sociales, los métodos
de la “ocupación”, etc.
El
ciclo de rebeliones populares ataca de nuevo
Los
hechos en Turquía despertaron inmediatamente una enorme
empatía y solidaridad internacional, que conecta también a
los movimientos “occupy”, los indignados, Puerta del
Sol, la Plaza Tahrir y los griegos que resisten la
“austeridad” de la Troika. Una nueva
forma de internacionalismo parece estar comenzando a
abrirse lugar con la
acumulación de estas experiencias en el plano mundial.
Esto ratifica la continuidad de lo que desde nuestra
corriente internacional hemos llamado un “ciclo
internacional de rebeliones populares”.
El
desenvolvimiento de las actuales luchas depende
en fuerte medida de la intervención de la clase obrera,
con la huelga general y su movilización masiva. Fue con
estos métodos que se logró tirar abajo a Mubarak en
Egipto, y ya está siendo planteado por decenas de miles de
turcos. Dos centrales sindicales se plegaron a la
convocatoria de huelga de dos días (martes 4 y miércoles
5), aunque no está claro todavía cuál es el nivel de
adhesión y participación de las bases.
En cualquier caso, si las movilizaciones están enfrentando un
gobierno electo con fuertes rasgos autoritarios pero no una
dictadura lisa y llana (como en la generalidad del mundo árabe
y el Medio Oriente); y si continúan abiertas la dinámica
de movilización y la dura respuesta de Erdogan, esto podría
llevar o no a la caída de su gobierno. Pero lo que ya
parece seguro, caiga o no Erdogan en lo inmediato, es que la
rebelión popular turca llegó para quedarse. Y no en
cualquier país, sino en el más importante nexo entre
Occidente y Oriente.
Por de pronto, la tarea de las corrientes revolucionarias es poner
a la orden del día las
tareas de la solidaridad internacional, bajo las
banderas de una salida al servicio de las necesidades y
aspiraciones de los explotados y oprimidos de Turquía y de
la región.
Déclaration
du courant international Socialisme ou Barbarie
Turquie
Une nouvelle rébellion populaire éclate dans le
pays
qui lie l’Orient et l’Occident
Socialisme
ou Barbarie-France, 05/06/13
http://sobfrance.unblog.fr
« La
classe ouvrière, les forces de la gauche, la jeunesse de la
Turquie sont en train de sortir d’un période de passivité
politique extrême. Si ce n’est pas pour la lutte acharnée
menée par le peuple kurde, la Turquie aurait été un désert
en termes de luttes des masses depuis 15 ans au moins,
exceptionnellement interrompu par la lutte des travailleurs
de Tekel (compagnie de tabac et boissons alcoolisées
privatisée) à l’hiver 2009-2010, vendu par la
bureaucratie. Il est risqué d’affirmer que le mouvement
est à un point de non-retour. Mais l’esprit est
certainement l’un de confiance en soi, récupéré par les
masses. Le plus important
est de voir comment va réagir la
classe ouvrière organisée »
(Sungur Savran, DIP, 31-05-2013)
Aujourd’hui, le 4 juin, nous
avons vécu déjà cinq jours de manifestations de rue
massives en Turquie, qui ont acquis forts traits de rébellion
populaire. Barricades partout, fortes charges de la police,
au moins deux morts confirmés, des milliers de blessés et
de nombreux personnes arrêtées, sont les faits qui
constituent un scénario de forte crise politique dans un
pays qui, jusqu’à présent, était le modèle de stabilité
dans une région troublée.
Le récent appel à une grève
générale de 48 heures, par les syndicats du secteur
public (KESK) et l’une des confédérations générales
(DISK) posent la possibilité que la rébellion fasse
un saut de qualité, si l’entrée en scène de
secteurs de la classe ouvrière se confirme.
Le slogan soulevé par des
dizaines de milliers de personnes est la démission du
premier ministre Erdogan, islamiste et néolibéral, du
« Parti de la Justice et du Développement » (AKP
par son acronyme turc).
Un
saveur à Tahrir en Taksim
Il y a une semaine avait commencé
une occupation dans le parc Gezi près de la place Taksim,
située dans la partie européenne d’Istanbul. Cette
occupation, réalisée par un petit noyau de jeunes
militants, visait à empêcher la réalisation des plans du
gouvernement de renverser le parc pour construire un centre
commercial. La police a répondu à l’occupation avec une
violente expulsion le vendredi 31, qui a suscité l’indignation
populaire.
Dans quelques heures, des milliers
de turcs manifestaient contre la brutalité policière. Ces
manifestations ont été réprimées aussi, conduisant à
une généralisation de la protestation et des combats de
rue.
Depuis ce moment, des centaines de
milliers de personnes se sont mobilisées en 70 villes et
villages, y compris la capitale (Ankara) et la troisième
ville d’Europe, Istanbul.
Les scènes rappellent directement
la place Tahrir en Egypte et tout le cycle de rébellions
populaires dans le Moyen-Orient, ainsi que le mouvement des
indignés en Espagne et, en particulier, en Grèce. Le «
monde méditerranéen » dans son ensemble semble troublé,
montrant les forts liens culturels, politiques et économiques
qui existent. Ils ont donné une base matérielle à un «
effet d’imitation » qui semble s’étendre, lentement
mais sûrement, dans toute la région.
Il est évident que la raison de
fond de ces manifestations est beaucoup plus profonde que la
défense des arbres de la place Taksim. Ce qui est derrière
est un profond mécontentement avec le gouvernement d’Erdogan,
qui est arrivé au pouvoir il y a plus de 10 ans (en 2002)
et depuis lors a effectué une transformation profonde du
pays.
Sa politique économique a été
de privatisations, de flexibilité du travail et d’ouverture
aux investissements étrangers, ce qui a permis une
croissance économique mais sur la base d’une profonde
inégalité sociale. La Turquie est devenue la première
puissance économique dans la région, avec un PIB qui est
parmi les vingt premières du monde, le double de l’égyptien.
Cela a été réalisé à travers
des coups très durs à la classe ouvrière turque, et a
impliqué une transformation profonde dans les espaces
urbains au profit des riches, avec des œuvres pharaoniques
développés en fonction du profit capitaliste et non des
besoins populaires. Le projet de la place Taksim, donc, est
seulement un symbole de ce qui se passait déjà depuis un
certain temps, et donc ce n’est pas par hasard si la rébellion
a commencé là.
Ceci se combine avec des problèmes
profondément politiques et culturels. Aujourd’hui, la
Turquie est une démocratie bourgeoise avec une tradition séculaire
et laïque historique, des caractéristiques uniques dans
son genre dans les pays du Moyen-Orient.
Le gouvernement d’Erdogan a
essayé de commencer à renverser cette tradition, à
travers l’introduction des préceptes religieux pour contrôler
la vie civile : la façon « modérée » d’imposer la
charia, la loi islamique. Cela se traduit par des attaques
sur les femmes et leurs droits (comme le droit à l’avortement),
sur la restriction de la vente et la consommation d’alcool,
la prolifération des mosquées (dont le nombre est déjà
bien au-dessus de celle des écoles), etc.
Sur le plan politique, Erdogan a
un gouvernement qui, bien qu’il soit officiellement basé
sur une démocratie de type occidental, a des traits de plus
en plus répressifs et autoritaires. Des milliers de
militants sont emprisonnés en vertu de la législation «
antiterroriste », en particulier ceux de la minorité kurde
qui luttent historiquement pour leur droit à l’autodétermination
nationale. Le plus courante c’est que les démonstrations
se terminent par la répression policière violente, comme
cela est arrivé le 1er mai, en occasion de la journée
internationale des travailleurs. La Turquie est également
numéro un dans le monde dans la détention de journalistes.
A cela s’ajoute l’intervention
turque dans la guerre civile syrienne. Ici, son rôle est de
soutenir politiquement et économiquement les groupes
islamistes dans le pays (notamment les Frères
Musulmans), dans le but de les imposer comme direction
militaro-politique de la faction rebelle, en cooptant la rébellion
populaire et en essayant de liquider ses aspects progressifs.
Ce faisant, il effectue un grand
service à l’impérialisme américain et plus particulièrement
aux monarchies du Golfe, qui veulent exploiter la rébellion
contre ses ennemis dans la région. Cette intervention a posé
des problèmes graves à la Turquie, en la mettant sur le
bord de la guerre avec la Syrie et en reproduisant les
conflits syriens à son intérieur. C’est pourquoi la
population mobilisée exige également que la Turquie n’intervienne
pas dans le conflit syrien.
L’énorme
importance de la Turquie comme puissance régionale
La Turquie est un pays qui se
situe principalement en Asie, mais qui a également une
partie en Europe, en traversant le détroit de Bosphore.
C’est là qui est Istanbul, la plus grande ville du pays
et la troisième plus grande de l’Europe. Par sa géographie,
son histoire et ses caractéristiques culturelles, la
Turquie est une passerelle entre l’Europe et le Moyen-Orient.
Elle a eu une énorme importance
historique comme noyau de l’Empire Ottoman, qui a gouverné
le monde islamique pendant 400 ans (jusqu’à sa défaite
dans la première guerre mondiale).
Elle fait actuellement partie de
l’OTAN, étant donc un maillon de la stratégie politico-militaire
impérialiste au Moyen-Orient. Elle fait partie d’une
union douanière avec l’Union Européenne et depuis 2005
essaie de rejoindre l’Union Européenne, jusqu’ici sans
succès. Elle fait partie du G20, le groupe des grandes
puissances et des pays émergents du monde.
Sa population est de plus de 70
millions de personnes, et son PIB est aussi parmi le top 20
dans le monde. Ces dernières années, son économie a eu
une croissance de 8% par an, avec une croissance
industrielle importante, notamment dans le secteur de l’exportation.
Elle a, donc, une classe ouvrière puissante, mais
politiquement dans un état de faiblesse suite aux
privatisations et aux défaites.
La Turquie est prise par l’impérialisme
comme un modèle « réussi » dans le domaine économique
et politique. Il essaie d’utiliser son exemple pour
coopter et réabsorber le cycle des rébellions populaires
du Moyen-Orient (le « printemps arabe »). Le gouvernement
turc est un des principaux inspirateur des Frères Musulmans
en Egypte, en Tunisie et dans d’autres pays.
Tout cela explique l’énorme
importance politique qui a la rébellion populaire en
Turquie. En cas de s’élargir et de s’approfondir, elle remettrait
en question un acteur très important de l’opération
réactionnaire de stabilisation politique menée
par l’impérialisme et ses partenaires au Moyen-Orient.
Encore plus, elle remet en
question la stratégie impérialiste de contrôle militaire
de la région, étant donnée l’appartenance et le rôle
de la Turquie dans l’OTAN
Enfin, si la classe ouvrière, en
particulier les travailleurs industriels, rentre en scène,
cela signifierait un séisme politique aux proportions
gigantesques, qui placerait sûrement le cycle régional
et mondial des rébellions populaires dans un niveau supérieur.
Les
indignés de la Turquie
« J’ai
vécu en Istanbul pendant 40 ans. Je n’ai jamais
vu des journées
comme ça dans ma ville.
Je n’ai jamais cru que je vivrai
ces évènements »
(Cengiz Candar, fameux journaliste turque,
Al-Monitor,
02/06/2013)
Le secteur social qui participe
dans les mobilisations est très similaire à celle du reste
du printemps arabe et des indignés en Europe. Les
mobilisations sont motorisées par les jeunes, surtout les
secteurs laïques et progressistes. Derrière eux sont traînées
les couches intermédiaires universitaires et
professionnelles, la classe ouvrière plus structurelle et
des secteurs pauvres en général.
Parmi les manifestants il y a des
secteurs gauchistes, des secteurs politiquement « libérales
» qui luttent contre la montée du contrôle religieux, des
femmes et des minorités sexuelles qui luttent pour leurs
droits, les travailleurs qui exigent le droit de se
syndiquer et de négocier leurs conditions de travail, les
minorités ethniques ou religieuses (Kurdes, alévies,
etc.), des groupes écologistes, etc..
En revanche, le régime conserve
sa base sociale forte dans les secteurs plus conservateurs
du point de vue religieux, qui sont prédominantes dans les
agglomérations rurales et dans les secteurs pauvres urbains
que comme en Égypte et dans d’autres pays dépendent des
organisations de charité islamiques. Et, c’est clair, il
a aussi le soutien des secteurs de tous les classes sociales
qui ont vu leur situation économique s’améliorer les
dernières années.
Lors des élections de 2011,
Erdogan a gagné avec le 50 % des voix et conserve encore
une importante base d’appui, même si on ne sait pas
comment il sera affecté par ces événements.
La rébellion populaire en Turquie
peut être le lien entre les processus de rébellion du
Moyen Orient et celles de l’Europe.
Par rapport au Moyen Orient, la rébellion
turque semble garder les aspects de la lutte contre l’autoritarisme
politique et l’imposition religieuse (caractère similaire
aux combats actuels en Égypte). Par rapport à l’Europe,
la rébellion dénonce fortement les politiques économiques
néo-libérales et a une influence de politico-idéologique
relativement importante des tendances de gauche (communistes,
anarchistes, écologistes, autonomistes, etc..). Et elle
prend aussi les traits communs à tous les deux, comme la
centralité de la jeunesse, l’usage des réseaux sociaux,
les méthodes de l’occupation, etc.
Le
cycle de rébellions populaires prend le devant de la scène
encore une fois
Les événements en Turquie ont
immédiatement suscité une énorme empathie et solidarité
internationale, en se connectant aux mouvements « occupy »,
aux indignés, à la Puerta del Sol, à la place Tahrir et
aux Grecs qui résistent la « rigueur » de la troïka. Une
nouvelle forme d’internationalisme semble commencer
à se construire avec l’accumulation de ces expériences
à l’échelle mondiale. Cela confirme la continuité
de ce que notre courant international a appelé un «
cycle international de rébellions populaires ».
Le développement des luttes
actuelles dépend en grande mesure de l’intervention de
la classe ouvrière, avec la grève générale et la
mobilisation massive. C’est avec ces méthodes que les égyptiens
ont réussi à renverser Moubarak, et cette méthode de
lutte est déjà défendu par des dizaines de milliers de
turcs. Deux confédérations syndicales ont rejoint l’appel
de grève de deux jours (mardi 4 et mercredi 5), même si on
ne sait pas encore quel sera le niveau d’adhésion et l’engagement
des bases.
En tout cas, si les mobilisations
sont face à un gouvernement élu, avec forts traits
autoritaires, mais pas une dictature (comme dans la plupart
du monde arabe et au Moyen-Orient) ; et si la dynamique de
mobilisation et la dure réponse de Erdogan continuent, cela
pourrait mener ou pas à la chute de son gouvernement. Mais
ce qui semble être déjà sûr, avec ou sans chute d’Erdogan
dans l’immédiat, est que la rébellion populaire turque
est là pour rester. Et pas dans n’importe quel pays, mais
dans le plus important lien entre l’Occident et l’Orient.
Pour le
moment, la tâche des courants révolutionnaires est la
solidarité internationale, sous les drapeaux d’une
issue au service des besoins et aspirations des exploités
et des opprimés en Turquie et dans la région.
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