Egipto

Después de la caída de Morsi

La necesidad de una alternativa política independiente
de islamistas, militares y burgueses laicos

Por Claudio Testa,
Socialismo o Barbarie, periódico, 11/07/2013

El ultimátum de los militares, y el hecho que ellos sean los que hayan administrado la caída de Morsi, ha planteado el interrogante de hasta qué punto se ha tratado de un golpe militar. Por sus rasgos particulares, por el hecho de haberle dado la forma de un golpe a la presión por la renuncia del presidente islámico que venía desde abajo, quizás la mejor manera de definir lo ocurrido, es que se ha tratado de una destitución militar más que de un golpe clásico; una destitución que, por su forma, aparece realizando un mandato que venía desde abajo, pero que es ‘administrado’ por las Fuerzas Armadas. Esta destitución… no es, entonces, un clásico golpe militar estilo Pinochet, para dar un ejemplo. Pero sus consecuencias pueden ser, a la larga, no menos peligrosas.” (Declaración de Socialismo o Barbarie, 03/07/2013)

En la “Declaración de Socialismo o Barbarie” que publicamos aquí, señalábamos los elementos contradictorios que se daban en torno a lo acontecido en Egipto. La caída del archirreaccionario gobierno islamista fue determinada por una de las movilizaciones populares y juveniles más grandes de la historia de Egipto y también con pocos precedentes mundiales de la misma dimensión. Además, en las últimas 24 horas se había iniciado una huelga general como la que había producido el knockout de la dictadura de Mubarak en el 2011.

Pero, al mismo tiempo, dentro de ese movimiento cuya inmensidad era impredecible dos o tres meses atrás, no se alcanzó a formular una alternativa de poder independiente. En esa desigualdad o, más bien, vacío político, no fue difícil a los militares imponer su “solución”, en sociedad con los políticos burgueses laicos, que se habían subido al carro de un movimiento que además no habían iniciado.

Este vacío de una alternativa propia se expresó de mil maneras. Para que se entienda más concretamente, daremos un ejemplo de la principal organización independiente del movimiento obrero, la EFITU (Federación Egipcia de Sindicatos Independientes).

La irrupción de un gran movimiento obrero independiente, con centenares de nuevos sindicatos por fuera de la central burocrática de la dictadura de Mubarak (que estaba siendo reciclada por el derrocado gobierno islamista), es quizás el rasgo más notable y revolucionario del proceso egipcio. Es, sin duda, el proceso de recomposición del movimiento obrero más amplio y masivo en el mundo, al día de hoy.

La EFITU, que es la principal central de sindicatos independientes, fue fundada en medio de las movilizaciones de plaza Tahrir el 30 de enero de 2011, y días después convocaba a la huelga general que dio el golpe final a la dictadura de Mubarak.

Ahora, en el movimiento popular desatado contra Morsi y la Hermandad Musulmana, la EFITU encabezó un “Llamamiento conjunto” con otras organizaciones obreras, partidos de izquierda y movimientos sociales. Entre ellos, firma el Movimiento Rebelión (Tamarod) cuya iniciativa de hacer un petitorio para que se vaya Morsi había desencadenado la ola de protestas y movilizaciones.[[1]] Este “Llamamiento conjunto” sintetiza los problemas que señalamos.

El llamamiento se titula: “Juntos tiraremos abajo al régimen”. Allí se denuncian los brutales ataques del gobierno islamista a la clase trabajadora, los planes neoliberales de privatizaciones, la feroz represión de huelgas y protestas, etc. Y concluye diciendo que “los trabajadores serán la locomotora de la revolución que desplazará a la Hermandad Musulmana y su gobierno… con el fin de poner en práctica las demandas de la revolución y sus consignas de pan, libertad y justicia social...” Este es el punto final.

Quedan sin respuestas las preguntas obvias: ¿Luego de “tirar abajo al régimen”, qué otro régimen imponemos? ¿Después desplazar a la Hermandad Musulmana y su gobierno… a quién postulamos? ¿Qué nuevo gobierno para “poner en práctica las demandas de la revolución”?

Este vacío, esta falta de respuesta por parte del movimiento que hizo imposible la continuidad de Morsi, permitió a los militares (y sus amigos civiles) apoderarse del gobierno.

La necesidad de una alternativa independiente, tanto de los islamistas como de los militares y civiles laicos, es de vida o muerte.


[1].- “Joint statement – Together we will bring down the regime”, en www.socialismo-o-barbarie.org


Estreno” de los militares con una masacre

Por Claudio Testa,
Socialismo o Barbarie, periódico, 11/07/2013

Las consecuencias nefastas de que los militares y sus socios civiles hayan logrado imponer su alternativa de gobierno frente al derrumbe islamista, se vivieron al poco tiempo de asumir el general Al Sisi y su marioneta presidencial, el juez Adly Mansur. Para acabar con las protestas de la Hermandad Musulmana en una plaza de ciudad Nasser, su feudo en El Cairo, los militares asesinaron a más de 50 personas e hirieron a unas 500.

Esta matanza tuvo un fuerte impacto político nacional e internacional. Es obligatorio repudiarla sin vacilaciones, porque además indica al movimiento obrero, juvenil y popular cómo podría responder el nuevo gobierno a sus demandas.

Pero también hay que señalar las consecuencias políticas que la matanza de la plaza Rabaa al Adawiya ha desencadenado. En primer lugar, podría significar para la Hermandad la recuperación de una cuota de legitimidad, cuando el desastre de su año de gobierno la había dejado sin aliento.

La Hermandad Musulmana constituye un vasto movimiento, con un fuerte aparato que no tiene comparación con el resto de los partidos egipcios. Por arriba, representa a una fracción importante de la burguesía. Por abajo, una red asistencialista forjada durante décadas le dio inserción en amplios sectores populares no obreros. En el medio, la Hermandad también había reclutado amplias franjas de pequeña burguesía, profesionales, etc.

Además, la Hermandad Musulmana es una entidad internacional, con organizaciones afines en el resto del Islam sunnita y el respaldo billonario de sectores del llamado “petro-islam”.

Que se haya desplomado de esa forma en sólo un año de gobierno, indica la profundidad del proceso de rebeliones abierto en Egipto y el mundo árabe.

Su desgaste en el gobierno fue vertiginoso, y se venía percibiendo en los últimos meses antes de este último estallido. Los síntomas se dieron en todos los niveles sociales, desde los barrios populares y pueblos en la miseria, hasta en las universidades, donde por primera vez en décadas la Hermandad perdía las elecciones estudiantiles.

Sin embargo, la Hermandad no quedó reducida a la nada, ni mucho menos. Conserva influencia en sectores de masas, aunque ahora sean minoritarios y sobre todo desmoralizados por el desastre de su gestión de gobierno.

Pero ahora la Hermandad ya no es la responsable del gobierno. Y la sanguinaria represión de los militares comienza otra vez a darle una aureola de mártires y perseguidos, que puede fortalecerlos. Un síntoma, es el giro de al-Nur, el otro partido islamista competidor de la Hermandad. Inicialmente, se había deslindado de los Hermanos para no compartir su debacle, y hasta llegó a apludir el golpe del general Sisi. Pero la masacre de Ciudad Nasser le hizo dar un giro de 180 grados.

El sanguinario “estreno” del gobierno cívico-militar del juez Mansur y el general Sisi debe ser un alerta para todos los sectores obreros, juveniles y populares que lucharon contra el gobierno islamista. Y hay que señalar que, como mínimo, hay confusión y falsas expectativas en algunos.

Esto se expresa de varias maneras. Por ejemplo, activistas del movimiento Tamarod han adoptado una actitud colaboracionista o por lo menos “no beligerante” frente al nuevo gobierno. Asimismo, algunos dirigentes de los nuevos sindicatos independientes encuentran justificativos para la intervención de los militares.

Así, Muhammad Hardan, dirigente del Sindicato Independiente de los Trabajadores de la Compañía de Aguas de El Cairo, describe en un reportaje, los ataques que debieron sufrir de parte de los islamistas: el más suave de ellos, el de echarles encima jaurías de perros de policía para que los mordiesen. Hardan también explica el plan neoliberal de privatización del agua, con que el gobierno islamista iba a arrasar ese sector. Pero su peligrosa conclusión es que “la intervención del ejército paró a esos grupos terroristas, que se preparaban para usar sus armas contra nosotros…”[[1]]

No hay peor error en política que confundir amigos y enemigos. En este caso, la confusión en relación a los militares puede ser de las más graves consecuencias.

La única forma de evitar esta trampa mortal, es que el nuevo movimiento obrero de Egipto y sus activistas no tengan la menor esperanza de que alguien de afuera (y menos los militares) los vendrá a salvar. Sólo pueden confiar en sí mismos, y eso implica que ese nuevo movimiento obrero debe generar también una alternativa política propia. Una alternativa que sea absolutamente independiente de islamistas, militares y políticos burgueses.


[1].- “«After tasting freedom, we will not be slaves again» – A trade unionist’s view on Morsi’s fall", MENA Solidarity Network, July 5, 2013.