Declaración
de la corriente internacional Socialismo o Barbarie,
29/08/2013
Los
super-genocidas de EEUU y la OTAN dicen que
hay que castigar
al “mini-genocida” al-Assad
Repudiemos
los bombardeos imperialistas en Siria
Cuando sea difundida esta Declaración,
posiblemente se hayan iniciado los bombardeos de
“castigo” de EEUU y la OTAN contra al-Assad y su
dictadura familiar, que impera en Siria desde 1970. En el
ataque, es poco probable que sean alcanzados Al Assad y su
parentela. Pero, con seguridad, será masacrada una cantidad
de inocentes, que la hipocresía mediática llamará
pudorosamente “víctimas colaterales”.
Así, con sus últimas atrocidades, de
las que el probable gas Sarín es sólo la frutilla del
postre, la dinastía Assad brinda a EEUU y sus aliados
–manchados por crímenes como el millón de muertos de su
intervención en Iraq– la oportunidad de blanquearse
y presentarse como “defensores de los derechos humanos”.
En Iraq, EEUU y sus aliados asaron en fósforo a poblaciones
enteras, además de regar por todo el país uranio
empobrecido. Quemar vivas a las personas y sembrar
radioactividad para que los niños nazcan deformes, serían
armas “humanitarias”, de acuerdo a Washington y las
potencias occidentales.
Taldou,
suburbio de la ciudad opositora de Hula, provincia de Homs,
mediados de 2012. Los shabiha (paramilitares de Al Assad)
masacraron a 108 personas, la mayoría mujeres y niños.
Matanzas como
esta, junto con bombardeos aéreos y de artillería, son
cosa de todos los días desde hace dos años. De
comprobarse su uso, sepamos que las atrocidades de la
dictadura no comenzaron con el gas Sarín.
Y, para completar este campeonato de
fraudes, tenemos a gobiernos como los de Venezuela y Cuba (y
los sectores de izquierda que los siguen) que salen a
criticar la agresión imperialista… pero en nombre del apoyo político a la sanguinaria dictadura de Damasco,
a la que no tienen vergüenza de presentar como “democrática”
y hasta “socialista”.
En este cuadro –donde una guerra de
falsificaciones políticas es el reverso de una sangrienta
guerra civil– se juega el destino de Siria, el más
importante foco junto con Egipto de las rebeliones populares
del Medio Oriente, iniciadas hace casi tres años.
Momento
difícil de las rebeliones de Medio Oriente
Hoy este proceso regional, que tuvo
además amplia repercusión mundial, está en
su momento más difícil en ambos países y también en
la región.
En Egipto –como se analiza en la Declaración de Socialismo o Barbarie del 20/08/2013–, la vuelta
de los militares al gobierno a caballo del repudio masivo a
los islamistas, abre un curso peligroso hacia una restauración
reaccionaria, cuyo símbolo es la liberación del ex
dictador Mubarak. Si no se combate a tiempo ese peligro, y
sobre todo si el nuevo movimiento obrero y los sectores
juveniles se paralizan por las ilusiones en estos nuevos
jefes militares (y por las cooptaciones de sus dirigentes),
el proceso abierto dos años y medio atrás puede cerrarse
sin haber logrado más que cambios menores, de fachada
“democrática”.
En Siria, con la guerra civil, el
proceso ha tenido una deriva muy distinta pero no mejor,
como analizamos en otro artículo de esta edición.
Hay enormes
diferencias entre los distintos procesos de Siria,
Egipto y demás países. Pero existe sin embargo una nota
común en las dificultades para ir más allá, para el
avance político-social de estos procesos, para que estos
inmensos estallidos lleguen a ser verdaderas revoluciones políticas y/o sociales (es decir, que
cambien radicalmente sus regímenes políticos, y las clases
y capas sociales dominantes).
Esa nota común es la debilidad
(o directa inexistencia) de expresiones sociales y políticas
independientes
obreras, juveniles o populares. Egipto es el que ha ido más
lejos en superar esta debilidad. Desde antes del estallido
de plaza Tahrir, se desarrollaron en Egipto un fuerte
movimiento sindical independiente –concretado en el millar
de nuevos sindicatos y dos nuevas centrales– y en
movimientos juveniles aun más importantes en su momento, el
“6 de Abril”. Pero el desarrollo de alternativas
políticas independientes
fue mucho más débil. Así los militares han podido hacer
la jugada de cooptar
a sectores de las direcciones sindicales y juveniles (como
sucede hoy con gran parte del movimiento Tamarod). Sin
embargo, esto contradictoriamente parece fortalecer a los
que quedaron con la bandera opositora: el “6 de Abril”,
los dirigentes sindicales que no capitularon y los
trotskistas… aunque todos ellos están lejos de ser de
masas.
El cuadro de Siria, como veremos, es
aun más desfavorable. El movimiento obrero, como tal, no ha
jugado rol alguno. Las multitudes que se alzaron contra la
insoportable dictadura de los Assad, estaban principalmente
compuestas por masas urbanas de trabajadores y jóvenes,
pero que no entraron en escena como miembros de sindicatos
independientes ni de movimiento juvenil alguno. Luego, la
deriva a la guerra civil, que se sumaba a otros factores
negativos como la fragmentación localista, han sido obstáculos
muy difíciles de remontar para generar alternativas
independientes.
El
bombardeo imperialista y sus blancos políticos
Es en este cuadro de Siria en
particular y del curso de las rebeliones del Medio Oriente
en general, que EEUU y sus socios menores de los
imperialismos europeos lanzan su criminal ataque.
A diferencia de otros precedentes de
intervención imperialista, por ejemplo las invasiones de
Afganistán en 2001 y de Iraq en el 2003, EEUU y la OTAN no
piensan desembarcar ni un solo soldado. Aunque no hayan sido
derrotas categóricas, los pésimos resultados de esas
aventuras impiden repetirlas. Serían además inaceptables
para la opinión pública yanqui y europea. En cambio, el
papel de “defensores de los derechos humanos” mediante
bombardeos, es una farsa más creíble y que funcionó en el
caso Libia.
Pero esto tiene otro objetivo político
más importante. El de lograr, por las buenas o por las
malas, una salida de la guerra civil que garantice un régimen
vasallo de EEUU y sus socios de la UE y, sobre todo, el
orden en la región. Esto no es tarea sencilla, y exige,
dentro del carácter anárquico y caótico del campo
opositor, la cooptación
y organización político-militar de un sector
“confiable” de esa fragmentada oposición. Hasta
ahora, en Siria, esa fragmentación política, militar y
geográfica ha hecho imposible repetir lo del Consejo
Nacional de Transición (CNT) de Libia.
Este ha sido un factor no menor de las vacilaciones de la política de EEUU, en una situación en que es
imperativo intervenir pero evitando a toda costa desastres
como Afganistán e Iraq. Y esto explica el arcoíris
de opiniones, que van desde los disparates de los
neoconservadores de Bush que predican otra invasión,[]
a los que desde el New
York Times sostienen que “en Siria, EEUU pierde si
cualquier lado gana”. Que entonces, la línea debe ser que
se sigan matando entre ellos, para que Siria quede
devastada. A ese fin, Obama debe “resistir la tentación
de intervenir con más fuerza. La victoria de cualquier
lado, sería igualmente indeseable para EEUU”.[]
Las largas vacilaciones, las idas y
vueltas de Obama reflejan eso. Como también el ridículo
que hizo el primer ministro británico James Cameron, al
perder en Westminster la votación a favor de la intervención,
después de erigirse en el paladín de los bombardeos. Estas
discusiones contrastan con la unanimidad de EEUU y de la
mayoría de sus socios europeos cuando intervinieron hace más
de una década en Afganistán y luego en Iraq.
Pero, después de infinidad de idas,
vueltas y vacilaciones, Al Assad, con sus últimas masacres,
ha facilitado a
Washington los justificativos “humanitarios” para
poner en marcha los ataques aéreos.
Frente a eso, nuestra posición es
absolutamente clara: sin dar el más mínimo apoyo político
a la pandilla de genocidas de Al Assad (como hace el
castrochavismo), debemos oponernos
categóricamente a la intervención imperialista.
¡Que los crímenes de Al-Assad no nos
confundan! El imperialismo yanqui y sus socios de la OTAN no
van a bombardear en beneficio del castigado pueblo de Siria.
Lo hacen para buscar una salida que termine con las
protestas y rebeliones populares en la región, y garantice
el orden imperialista.
.-
Jim
Lobe, “U.S. Neocon Hawks Take Flight Over Syria”, IPS,
August 28, 2013.
Declaração
da corrente internacional Socialismo ou Barbárie,
29/08/2013
Os super genocidas dos EUA e da OTAN dizem que é
necessário castigar o
“mini genocida” Al-Assad
Repudiamos os
bombardeios na Síria
Quando
for difundida esta Declaração, possivelmente tenham
iniciado os bombardeios de “punição” dos EUA e da OTA
contra Al-Assad e sua ditadura familiar, que impõe na Síria
desde 1970. Nesse ataque, é pouco provável que sejam
atingidos Al-Assad e sua corja. Porém, com segurança, será
massacrada uma grande quantidade de inocentes, que a
hipocrisia midiática chamará descaradamente como “vítimas
colaterais”.
Assim,
com as suas recentes atrocidades, a provável utilização
de gás sarin é apenas a cereja do bolo, a dinastia Assad
brinda os EUA e seus aliados - manchados por crimes como a
de um milhão de mortos em sua intervenção no Iraque - a
oportunidade de limpar a sua barra e se apresentar como
“defensores dos direitos humanos”. No Iraque, os EUA
e seus aliados queimaram com fósforo populações inteiras,
além de espalhar por todo o país urânio empobrecidos.
Queimar pessoas vivas e semear radioatividade para que as
crianças nasçam com deformações, seriam armas “humanitárias”
segundo a sacrossanta “comunidade internacional”.
E,
para completar este torneio de mentiras, temos governos como
os da Venezuela e Cuba (e os setores de esquerda que os
seguem) que criticam a agressão imperialista...porém em nome
do apoio político a sanguinária ditadura de Damasco, a
mesma que não têm vergonha de apresentar como “democrática”
e até “socialista”.
Neste
cenário - onde uma guerra de falsificações políticas é
o outro lado de uma sangrenta guerra civil - se joga o
destino da Síria, o mais importante foco, somado ao Egito,
das rebeliões populares do Oriente Médio, iniciadas ha
quase três anos.
Momento difícil
das rebeliões do Oriente Médio
Hoje
este processo regional, que teve também ampla repercussão
mundial, está no seu momento mais difícil em ambos
os países e também na região.
No
Egito - como analisado na Declaração do Socialismo ou Barbárie
de 20/08/2013-, a volta dos militares ao governo, apesar do
repúdio massivo dos islamitas, abre um curso perigoso no
sentido de uma restauração reacionária, cujo símbolo
é a liberação do ex-ditador Mubarack. Se não se combate
a tempo esse perigo, e, sobretudo, se o novo movimento operário
e os setores juvenis se paralisam pelas ilusões nestes
novos chefes militares (e pelas cooptações dos seus
dirigentes), o processo aberto a dois anos e meio atrás
pode se fechar sem ter conseguido nada mais do que pequenas
mudanças de fachada “democrática”.
Na
Síria, com a guerra civil, o processo teve uma evolução
bem distinta, porém não melhor.
Há
enormes diferenças entre os distintos processos da Síria,
Egito e demais países. Porém existe, sem dúvida, um ponto
comum nas dificuldades para ir além, para o avanço político-social
destes processos, para que estes grandes levantes cheguem a
ser verdadeiras revoluções políticas e/ou sociais (quer
dizer, que mudem radicalmente seus regimes políticos, as
classes e camadas sociais dominantes)
Este
item comum é a debilidade (ou simples inexistência)
de expressões sociais e políticas independentes
operárias, juvenis ou populares. O Egito é o que foi mais
longe na superação desta debilidade. Antes do levante da
Praça Tahrir, desenvolveu-se um forte movimento
sindical independente - expresso em milhares de novos
sindicatos e duas novas centrais - e em movimentos juvenis
ainda mais importantes no seu momento, o “6 de abril”.
Porém o desenvolvimento de alternativas políticas
independentes foi muito mais débil. Assim, os militares
puderam fazer a jogada de cooptar setores das direções
sindicais e juvenis (como ocorre hoje com grande parte do
movimento Tamarod). Sem dúvida, isto, contraditoriamente,
parece fortalecer aos que ficaram com a bandeira opositora:
o “6 de Abril”, os dirigentes sindicais que não
capitularam e os trotskistas...apesar de que todos eles estão
muito distantes de ter peso de massas.
O
cenário da Síria, como vermos, é ainda mais desfavorável.
O movimento operário, como tal, não tem jogado papel algum.
As multidões que se lançaram contra a insuportável
ditadura dos Assad, estavam principalmente compostas por
massas urbanas de trabalhadores e jovens que não entraram
em cena como membros de sindicatos independentes nem de
movimento juvenil algum. Logo, a deriva à guerra civil, que
se soma a outros fatores negativos, como a fragmentação
localista e os enfrentamentos “comunitários” sectário-religiosos,
têm sido obstáculos difíceis de superar para gerar
alternativas independentes.
O bombardeio
imperialista e suas contradições políticas
É
dentro desse cenário da Síria, em particular, e do curso
das rebeliões do Oriente Médio que os EUA e seus sócios
menores do imperialismo europeus lançam seu criminoso
ataque.
A
diferença de outros casos precedentes de intervenção
imperialista, por exemplo, as invasões do Afeganistão em
2001 e do Iraque em 2003, EUA e a OTAN não pensam
desembarcar um só soldado. Ainda que não tenham sido
derrotas categóricas, os péssimos resultados dessas
aventuras impedem repeti-las. Além do mais, seriam inaceitáveis
para a opinião pública yanqui e europeia. Por outro lado,
o papel de “defensores dos direitos humanos” através de
bombardeios, é uma farsa mais crível e que funcionou no
caso da Líbia.
No
entanto, este ataque tem outro objetivo político mais
importante. O de conseguir, por bem ou por mal, uma saída
para a guerra civil que garanta um regime vassalo dos EUA e
seus sócios da UE e, sobretudo, a ordem na região. Isso não
é uma tarefa simples, e exige, dentro do caráter caótico
do campo opositor, a cooptação e organização político-militar
de um setor “confiável” dessa fragmentada oposição.
Ate agora, na Síria, essa fragmentação política, militar
e geográfica torna impossível repetir o conseguido com o
Conselho Nacional de Transição (CNT) da Líbia.
Este
tem sido um fator importante das vacilações da política
dos EUA, em uma situação em que é imperativo intervir,
porém evitando a todo custo desastres como Afeganistão e
Iraque. E isto explica o
arco-íris de opiniões nos EUA, que vão desde os
disparates dos neoconservadores de Bush que defendem outra
invasão como a do Iraque aos que desde o New Yorque
Times sustentam que “na Síria, EUA perde se qualquer
lado ganha”. Então, a linha deve ser que se matem
entre eles, para que a Síria seja devastada. Desta
forma, Obama deve “resistir a tentação de intervir com
mais força. A vitória de qualquer lado, seria igualmente
indesejável para os EUA”.
As grandes vacilações, as idas e vindas de Obama refletem isso. Como, também,
o papel ridículo que fez o primeiro ministro britânico
James Cameron ao perder em Westminster a votação a favor
da intervenção depois de se colocar como o paladino dos
bombardeios. Estas discussões contrastam com a unidade que
houver no EUA e na maioria dos seus sócios europeus quando
interviram a mais de uma década no Afeganistão e depois no
Iraque.
Porém, depois da infinidade de idas, voltar e vacilações, Al-Assad, como
seus massacres mais recentes, têm facilitado para
Washington as justificativas “humanitárias” para
colocar em marcha os ataques aéreos.
Diante disso, nossa posição é absolutamente clara: sem dar o mínimo
apoio político a corja de genocidas de Al-Assad (como fazem
o castrochavismo), devemos nos opor categoricamente à
intervenção imperialista.
Que os crimes de Al-Assad não nos confunda! O imperialismo yanqui e seus sócios
da OTAN não vão bombardear em benefício dos sofrido povo
da Síria. Vão fazê-lo para conseguir uma saída que
acabe com os protestos e rebeliões populares na região, e
garanta a ordem imperialistas.
[1].-
Jim Lobe, “U.S. Neocon Hawks Take Flight Over Syria”,
IPS, August 28, 2013.
[2].-
Edward N. Luttwak, “In Syria, America Loses if Either
Side Wins”, New York Times, August 24, 2013.
Elementos
de análisis
Una
legítima rebelión popular en el pantano
de la guerra civil
Por
Elías Saadi,
Socialismo o Barbarie, semanario, 29/08/2013
La rebelión popular estalla en Siria a
mediados de marzo de 2011, apenas un mes después de la caída
de la dictadura de Mubarak. Pero a diferencia del fulminante
curso de los acontecimientos en Egipto, Siria aún arrastra
una horrenda guerra
civil de resultados inciertos.
Después de más de 200.000 muertos, 3
millones de refugiados y ciudades enteras arrasadas, el
resultado final es incierto en muchos sentidos: desde si
caerá finalmente una dictadura familiar de 43 años, hasta
qué régimen la sucedería en ese caso.
Hay una combinación
de motivos para este signo de interrogación, que se
resumen en una sola frase: mientras por diversas razones la
rebelión egipcia dejó a Mubarak pataleando
en el vacío, el levantamiento de Siria no
logró lo mismo en relación a Al Assad.
Aunque no caben dudas que la mayoría
del pueblo sirio está en oposición al régimen, éste
conserva sin embargo el apoyo de sectores
minoritarios pero importantes de la población. Este
apoyo, decisivo para no derrumbarse, va desde quienes lo
sostienen contra viento y marea hasta otros, probablemente más
amplios, que lo consideran un “mal menor”, sobre todo
ante la amenaza de que su caída dé vía
libre al islamismo retrógrado y/o a las persecuciones
a las comunidades minoritarias religiosas y/o étnicas.
Una
fragmentación “comunitaria” sectario-religiosa y/o étnica
Esta compleja combinación tiene en
primer lugar un factor que ha teñido la historia de toda la
región. A diferencia de la sociedad egipcia que se ha
caracterizado por su relativa homogeneidad, Siria (y toda la
región, Libano, Iraq, etc.) arrastra de su pasado
precapitalista la rémora de la fragmentación de
“comunidades” sectario-religiosas y/o étnico-lingüísticas.
Es una larga lista de decenas de variantes y escisiones del
islam y el cristianismo que se combinan en algunos casos con
minorías de distinta lengua y nacionalidad.
No se trata meramente de
“creencias” ni –como dicen los escribas de la prensa
occidental– del incomprensible “fanatismo religioso”
que estaría en los genes de la población. Tras esas
ideologías hay “comunidades” con estructuras, intereses
e ideologías que vienen del pasado precapitalista.
Sobrevivieron, en parte, por culpa del atraso y el
colonialismo que impusieron los imperialismos europeos y
después EEUU. Pero también por responsabilidad de las
clases dirigentes y de los regímenes posteriores a la
independencia. En el caso de Siria, es responsabilidad ante
todo del nacionalismo laico (que además se presentaba como
“socialista”) y que terminó en la dictadura de la
familia Al Assad, que se apoya en primer lugar en la secta
aluita, una variante del chiísmo.
Por supuesto, esto no significa que no
existen clases sociales modernas (capitalistas,
trabajadores, sectores medios, etc.). Pero esas clases se
entrecruzan con el tramado comunitario religioso y étnico.
En una situación (como hubo en el
pasado) en que la clase obrera y trabajadora estuviese
movilizada, con organismos propios de lucha, los clivajes
comunitarios quedarían relegados. Pero una de las peores
consecuencias del régimen de los Assad es haber logrado
liquidar desde hace décadas cualquier expresión
independiente de los trabajadores como clase. Es lo opuesto
de lo que sucedió en Egipto en los años que precedieron a
la caída de la dictadura, donde a pesar de Mubarak hubo un
notable ascenso obrero. Y casi lo mismo se puede decir de
las masas de la juventud, especialmente estudiantil.
En cambio el régimen, aunque en sus orígenes
se dijo laico y “socialista”, se cuidó muy bien de sostener
y conservar las
instituciones y los aparatos clericales de todas
las comunidades… aunque por supuesto exigiendo fidelidad o
por lo menos no beligerancia. Así, las retrógradas
fronteras comunitarias se mantuvieron e incluso se
fortalecieron, sobre todo después de la caída de la ex
Unión Soviética (que tenía gran influencia en Siria) y el
consiguiente “fracaso del socialismo”.
Frente a la rebelión que estalla en
2011, la política de la dictadura, además de la represión
bestial, fue la de hacer un gran
chantaje hacia todas las comunidades minoritarias, en
primer lugar hacia los alauitas, pero también hacia los
cristianos, los drusos, otros chíitas, etc.
Este chantaje fue convencerlas de que,
si triunfaba la rebelión que se
había iniciado en ciudades y barrios principalmente
sunnitas, sería inevitable la masacre de las otras
comunidades.
Este chantaje tenía de qué tomarse
para hacerse creíble. En primer lugar, del antecedente de
la larga y sangrienta guerra civil del Líbano (1975-90).
Este es un ejemplo muy cercano, porque en verdad Líbano es
parte histórica de la “Gran Siria”, artificialmente
dividida por los colonialistas europeos y sus cómplices de
las burguesías nativas.
Contra esa maniobra, en los primeros
tramos de la rebelión, en la etapa de las grandes
manifestaciones populares opositoras, primaron las consignas
expresamente antisectarias, que retomaron el lema de la
gran rebelión de 1925 contra el colonialismo francés: “¡La
religión es para dios; el país es para todos!”.
La
militarización del conflicto y sus consecuencias
Pero la brutal represión llevó a la
militarización del conflicto. Y, en el marco de esa
militarización, fueron también creciendo
los aspectos sectario-religiosos, inicialmente
insignificantes.
Algunas corrientes de la izquierda, en
su fenomenal ignorancia de la región y de la situación política
y social de Sira, tomaron el curso hacia la guerra civil
como un “salto”, un “avance” en la lucha
revolucionaria contra el régimen. En verdad, aunque haya
sido inevitable, fue un retroceso. Y una de sus peores
consecuencias fue abrir más los cauces al chantaje
comunitario del régimen.
En primer lugar, la guerra es
territorial, lo que se ajusta mejor al carácter también
territorial de las comunidades sectario-religiosas y étnico-lingüísticas.
Es decir, al igual que en el Líbano, hay muchas ciudades,
barrios o poblaciones donde viven casi exclusivamente
miembros de una determinada comunidad (sunnita, aluita,
cristiana, druza, kurda, etc.). Entonces, si por ejemplo, en
un barrio sunnita o una ciudad kurda salen a protestar, se
hace una masacre indiscriminada de la población.
Así, los bombardeos de barrios y
ciudades enteras, donde sus habitantes son de una comunidad
considerada “enemiga”, no son un invento del actual
gobierno sino una vieja
práctica basada en esta realidad de fragmentación
de la sociedad por líneas sectario-religiosas y/o étnicas.
El padre y el tío del actual dictador se hicieron famosos
por la masacre de la ciudad sunnita de Hama en 1982. Para
reprimir a un pequeño grupo de la Hermandad Musulmana, la
bombardearon durante casi un mes provocando casi 40.000 víctimas
civiles. Y digamos que no inventaron nada. No sólo en la
actual Siria sino en toda la región sobran los
antecedentes. Basta recordar el genocidio de 1915 del millón
y medio de armenios por el Imperio Otomano, cuando Siria
también formaba parte de él.
El mismo criterio, basado en el carácter
comunitario –amigo o enemigo– de cada población,
explica hoy los ataques con gases, o los bombardeos
indiscriminados de artillería y aviación.
Pero esta no es la única consecuencia
de la militarización del conflicto. La guerra es sinónimo
de “verticalismo”. En una situación como la de Siria,
no hay lugar en ella a organismos democráticos de masas,
debates democráticos entre las corrientes opositoras al régimen,
etc.
Por supuesto, no cultivamos el
cretinismo pacifista. La lucha de clases y las rebeliones
populares muchas veces hacen ineludible y legítima la lucha
armada. Pero esto no evita sus consecuencias, que en el caso
de Siria no han sido precisamente la de favorecer la
decantación de fuertes corrientes independientes, clasistas
y de izquierda.
Fragmentación
político-militar y el crecimiento de las “milicias islámicas”
La combinación de los clivajes
comunitarios religiosos y étnicos con la fragmentación
regional (una característica de Siria) ha llevado también
a dos fenómenos muy negativos para librar una guerra
victoriosa contra el régimen.
El primero es la fragmentación
regional de los combatientes. No hay un solo ejército
opositor, sino múltiples grupos en armas, asociados además
bajo diferentes mandos. Estos expresan también, aunque
confusamente, programas y políticas distintas.
Uno de esos mandos es el Ejército
Libre de Siria (ELS), de carácter laico, cuyos cuadros en
gran medida son ex militares de las Fuerzas Armadas que
fueron rompiendo con la dictadura.
Pero lo peor no es eso, sino el
crecimiento paralelo de grupos islamistas rabiosos, como los
agrupados en el Frente Al-Nusra o Jabhat al-Nusra un
organización asociada a Al Qaeda. Al-Nusra ha proclamado la
constitución del “Estado Islámico de Siria e Iraq” y
su política es abiertamente de guerra sectario-religiosa
contra las otras comunidades y también contra los laicos
que no comparte su fanatismo en las propias filas sunnitas.
En julio pasado, un grupo de “Comités
de Coordinación Local” denunciaba “los
excesos cometidos por los movimientos yihadistas y
especialmente los de los miembros del ‘Estado Islámico de
Iraq y Siria’, que no han dejado de sucederse en varias
zonas liberadas, donde han intentado imponer sus ideas y
decisiones a los ciudadanos por medio de la fuerza, fuerza
que en algunos casos ha llegado al asesinato”.[]
Efectivamente,
en las zonas dominadas por Al Nusra o pandillas semejantes,
se intenta imponer por la fuerza las bárbaras leyes islámicas,
que afectan en primer lugar a las mujeres.
Demás está
decir que el crecimiento de estos grupos islamistas le viene
como anillo al dedo a la dictadura de Al Assad. Puede
mostrar a los sectores laicos y al resto de las comunidades
no sunnitas… y también a los sunnitas que en su mayoría
no comparte ese fanatismo, que él es la única alternativa:
“Si yo me voy, vienen estos”, puede decir Al Assad.
La
consecuencia es que de algunas comunidades, especialmente de
sectores cristianos, se han incorporado voluntarios a las
fuerzas armadas de la dictadura. La ven en todo caso como un
mal menor ante la perspectiva de que se impongan estos
islamistas.
Algo
decisivo en la guerra: cómo te provees de armas y
municiones
Por último,
el curso a la guerra civil ha planteado otro problema: ¿quién
te provee de armas y municiones?
Al principio,
las mismas deserciones implicaron una fuga importante de
material bélico proveniente de las Fuerzas Armadas o
capturado a ellas.
Pero la
prolongación de la guerra establece una dependencia de
proveedores del exterior, que van desde Turquía (que opera
con las potencias occidentales) hasta Arabia saudita y otros
estados del Golfo (de donde vienen armas para los
islamistas).
Esto implica
también grados diversos de dependencia
y control político,
aunque nadie ha dado a los insurgentes armas en cantidad y
calidad suficientes como para establecer una superioridad
militar. ¡Los diversos estados y gobiernos que “operan”
desde afuera se han cuidado muy bien de dar armamento pesado
capaz de poner a los insurgentes a la par con las fuerzas de
Al Assad!
Como señalan muchos analistas, les conviene un hostigamiento que obligue
finalmente a Al Assad una salida
negociada y controlada por la “comunidad
internacional” (es decir, EEUU-OTAN, por un lado, y Rusia,
por el otro), que un simple derrumbe
de la dictadura. Esto podría abrir en Siria una caja de
Pandora. De allí podría salir cualquier cosa y resultar
incontrolable.
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