Siria

Declaración de la corriente internacional Socialismo o Barbarie, 29/08/2013

Los super-genocidas de EEUU y la OTAN dicen que
hay que castigar al “mini-genocida” al-Assad

Repudiemos los bombardeos imperialistas en Siria

Cuando sea difundida esta Declaración, posiblemente se hayan iniciado los bombardeos de “castigo” de EEUU y la OTAN contra al-Assad y su dictadura familiar, que impera en Siria desde 1970. En el ataque, es poco probable que sean alcanzados Al Assad y su parentela. Pero, con seguridad, será masacrada una cantidad de inocentes, que la hipocresía mediática llamará pudorosamente “víctimas colaterales”.

Así, con sus últimas atrocidades, de las que el probable gas Sarín es sólo la frutilla del postre, la dinastía Assad brinda a EEUU y sus aliados –manchados por crímenes como el millón de muertos de su intervención en Iraq– la oportunidad de blanquearse y presentarse como “defensores de los derechos humanos”. En Iraq, EEUU y sus aliados asaron en fósforo a poblaciones enteras, además de regar por todo el país uranio empobrecido. Quemar vivas a las personas y sembrar radioactividad para que los niños nazcan deformes, serían armas “humanitarias”, de acuerdo a Washington y las potencias occidentales.

Taldou, suburbio de la ciudad opositora de Hula, provincia de Homs, mediados de 2012. Los shabiha (paramilitares de Al Assad) masacraron a 108 personas, la mayoría mujeres y niños. Matanzas como
esta, junto con bombardeos aéreos y de artillería, son cosa de todos los días desde hace dos años. De
comprobarse su uso, sepamos que las atrocidades de la dictadura no comenzaron con el gas Sarín.

Y, para completar este campeonato de fraudes, tenemos a gobiernos como los de Venezuela y Cuba (y los sectores de izquierda que los siguen) que salen a criticar la agresión imperialista… pero en nombre del apoyo político a la sanguinaria dictadura de Damasco, a la que no tienen vergüenza de presentar como “democrática” y hasta “socialista”.

En este cuadro –donde una guerra de falsificaciones políticas es el reverso de una sangrienta guerra civil– se juega el destino de Siria, el más importante foco junto con Egipto de las rebeliones populares del Medio Oriente, iniciadas hace casi tres años.

Momento difícil de las rebeliones de Medio Oriente

Hoy este proceso regional, que tuvo además amplia repercusión mundial, está en su momento más difícil en ambos países y también en la región.

En Egipto –como se analiza en la Declaración de Socialismo o Barbarie del 20/08/2013–, la vuelta de los militares al gobierno a caballo del repudio masivo a los islamistas, abre un curso peligroso hacia una restauración reaccionaria, cuyo símbolo es la liberación del ex dictador Mubarak. Si no se combate a tiempo ese peligro, y sobre todo si el nuevo movimiento obrero y los sectores juveniles se paralizan por las ilusiones en estos nuevos jefes militares (y por las cooptaciones de sus dirigentes), el proceso abierto dos años y medio atrás puede cerrarse sin haber logrado más que cambios menores, de fachada “democrática”.

En Siria, con la guerra civil, el proceso ha tenido una deriva muy distinta pero no mejor, como analizamos en otro artículo de esta edición.

Hay enormes diferencias entre los distintos procesos de Siria, Egipto y demás países. Pero existe sin embargo una nota común en las dificultades para ir más allá, para el avance político-social de estos procesos, para que estos inmensos estallidos lleguen a ser verdaderas revoluciones políticas y/o sociales (es decir, que cambien radicalmente sus regímenes políticos, y las clases y capas sociales dominantes).

Esa nota común es la debilidad (o directa inexistencia) de expresiones sociales y políticas independientes obreras, juveniles o populares. Egipto es el que ha ido más lejos en superar esta debilidad. Desde antes del estallido de plaza Tahrir, se desarrollaron en Egipto un fuerte movimiento sindical independiente –concretado en el millar de nuevos sindicatos y dos nuevas centrales– y en movimientos juveniles aun más importantes en su momento, el “6 de Abril”. Pero el desarrollo de alternativas políticas independientes fue mucho más débil. Así los militares han podido hacer la jugada de cooptar a sectores de las direcciones sindicales y juveniles (como sucede hoy con gran parte del movimiento Tamarod). Sin embargo, esto contradictoriamente parece fortalecer a los que quedaron con la bandera opositora: el “6 de Abril”, los dirigentes sindicales que no capitularon y los trotskistas… aunque todos ellos están lejos de ser de masas.

El cuadro de Siria, como veremos, es aun más desfavorable. El movimiento obrero, como tal, no ha jugado rol alguno. Las multitudes que se alzaron contra la insoportable dictadura de los Assad, estaban principalmente compuestas por masas urbanas de trabajadores y jóvenes, pero que no entraron en escena como miembros de sindicatos independientes ni de movimiento juvenil alguno. Luego, la deriva a la guerra civil, que se sumaba a otros factores negativos como la fragmentación localista, han sido obstáculos muy difíciles de remontar para generar alternativas independientes.

El bombardeo imperialista y sus blancos políticos

Es en este cuadro de Siria en particular y del curso de las rebeliones del Medio Oriente en general, que EEUU y sus socios menores de los imperialismos europeos lanzan su criminal ataque.

A diferencia de otros precedentes de intervención imperialista, por ejemplo las invasiones de Afganistán en 2001 y de Iraq en el 2003, EEUU y la OTAN no piensan desembarcar ni un solo soldado. Aunque no hayan sido derrotas categóricas, los pésimos resultados de esas aventuras impiden repetirlas. Serían además inaceptables para la opinión pública yanqui y europea. En cambio, el papel de “defensores de los derechos humanos” mediante bombardeos, es una farsa más creíble y que funcionó en el caso Libia.

Pero esto tiene otro objetivo político más importante. El de lograr, por las buenas o por las malas, una salida de la guerra civil que garantice un régimen vasallo de EEUU y sus socios de la UE y, sobre todo, el orden en la región. Esto no es tarea sencilla, y exige, dentro del carácter anárquico y caótico del campo opositor, la cooptación y organización político-militar de un sector “confiable” de esa fragmentada oposición. Hasta ahora, en Siria, esa fragmentación política, militar y geográfica ha hecho imposible repetir lo del Consejo Nacional de Transición (CNT) de Libia.

Este ha sido un factor no menor de las vacilaciones de la política de EEUU, en una situación en que es imperativo intervenir pero evitando a toda costa desastres como Afganistán e Iraq. Y esto explica el arcoíris de opiniones, que van desde los disparates de los neoconservadores de Bush que predican otra invasión,[[1]] a los que desde el New York Times sostienen que “en Siria, EEUU pierde si cualquier lado gana”. Que entonces, la línea debe ser que se sigan matando entre ellos, para que Siria quede devastada. A ese fin, Obama debe “resistir la tentación de intervenir con más fuerza. La victoria de cualquier lado, sería igualmente indeseable para EEUU”.[[2]]

Las largas vacilaciones, las idas y vueltas de Obama reflejan eso. Como también el ridículo que hizo el primer ministro británico James Cameron, al perder en Westminster la votación a favor de la intervención, después de erigirse en el paladín de los bombardeos. Estas discusiones contrastan con la unanimidad de EEUU y de la mayoría de sus socios europeos cuando intervinieron hace más de una década en Afganistán y luego en Iraq.

Pero, después de infinidad de idas, vueltas y vacilaciones, Al Assad, con sus últimas masacres, ha facilitado a Washington los justificativos “humanitarios” para poner en marcha los ataques aéreos.

Frente a eso, nuestra posición es absolutamente clara: sin dar el más mínimo apoyo político a la pandilla de genocidas de Al Assad (como hace el castrochavismo), debemos oponernos categóricamente a la intervención imperialista.

¡Que los crímenes de Al-Assad no nos confundan! El imperialismo yanqui y sus socios de la OTAN no van a bombardear en beneficio del castigado pueblo de Siria. Lo hacen para buscar una salida que termine con las protestas y rebeliones populares en la región, y garantice el orden imperialista.


[1].- Jim Lobe, “U.S. Neocon Hawks Take Flight Over Syria”, IPS, August 28, 2013.

[2].- Edward N. Luttwak, “In Syria, America Loses if Either Side Wins”, New York Times, August 24, 2013.


Declaração da corrente internacional Socialismo ou Barbárie, 29/08/2013

Os super genocidas dos EUA e da OTAN dizem que é
necessário castigar o “mini genocida” Al-Assad

Repudiamos os bombardeios na Síria

Quando for difundida esta Declaração, possivelmente tenham iniciado os bombardeios de “punição” dos EUA e da OTA contra Al-Assad e sua ditadura familiar, que impõe na Síria desde 1970. Nesse ataque, é pouco provável que sejam atingidos Al-Assad e sua corja. Porém, com segurança, será massacrada uma grande quantidade de inocentes, que a hipocrisia midiática chamará descaradamente como “vítimas colaterais”.

Assim, com as suas recentes atrocidades, a provável utilização de gás sarin é apenas a cereja do bolo, a dinastia Assad brinda os EUA e seus aliados - manchados por crimes como a de um milhão de mortos em sua intervenção no Iraque - a oportunidade de limpar a sua barra e se apresentar como “defensores dos direitos humanos”. No Iraque, os EUA e seus aliados queimaram com fósforo populações inteiras, além de espalhar por todo o país urânio empobrecidos. Queimar pessoas vivas e semear radioatividade para que as crianças nasçam com deformações, seriam armas “humanitárias” segundo a sacrossanta “comunidade internacional”.

E, para completar este torneio de mentiras, temos governos como os da Venezuela e Cuba (e os setores de esquerda que os seguem) que criticam a agressão imperialista...porém em nome do apoio político a sanguinária ditadura de Damasco, a mesma que não têm vergonha de apresentar como “democrática” e até “socialista”.

Neste cenário - onde uma guerra de falsificações políticas é o outro lado de uma sangrenta guerra civil - se joga o destino da Síria, o mais importante foco, somado ao Egito, das rebeliões populares do Oriente Médio, iniciadas ha quase três anos.

Momento difícil das rebeliões do Oriente Médio

Hoje este processo regional, que teve também ampla repercussão mundial, está no seu momento mais difícil em ambos os países e também na região.

No Egito - como analisado na Declaração do Socialismo ou Barbárie de 20/08/2013-, a volta dos militares ao governo, apesar do repúdio massivo dos islamitas, abre um curso perigoso no sentido de uma restauração reacionária, cujo símbolo é a liberação do ex-ditador Mubarack. Se não se combate a tempo esse perigo, e, sobretudo, se o novo movimento operário e os setores juvenis se paralisam pelas ilusões nestes novos chefes militares (e pelas cooptações dos seus dirigentes), o processo aberto a dois anos e meio atrás pode se fechar sem ter conseguido nada mais do que pequenas mudanças de fachada “democrática”.

Na Síria, com a guerra civil, o processo teve uma evolução bem distinta, porém não melhor.

enormes diferenças entre os distintos processos da Síria, Egito e demais países. Porém existe, sem dúvida, um ponto comum nas dificuldades para ir além, para o avanço político-social destes processos, para que estes grandes levantes cheguem a ser verdadeiras revoluções políticas e/ou sociais (quer dizer, que mudem radicalmente seus regimes políticos, as classes e camadas sociais dominantes)

Este item comum é a debilidade (ou simples inexistência) de expressões sociais e políticas independentes operárias, juvenis ou populares. O Egito é o que foi mais longe na superação desta debilidade. Antes do levante da Praça Tahrir, desenvolveu-se  um forte movimento sindical independente - expresso em milhares de novos sindicatos e duas novas centrais - e em movimentos juvenis ainda mais importantes no seu momento, o “6 de abril”. Porém o desenvolvimento de alternativas políticas independentes foi muito mais débil. Assim, os militares puderam fazer a jogada de cooptar setores das direções sindicais e juvenis (como ocorre hoje com grande parte do movimento Tamarod). Sem dúvida, isto, contraditoriamente, parece fortalecer aos que ficaram com a bandeira opositora: o “6 de Abril”, os dirigentes sindicais que não capitularam e os trotskistas...apesar de que todos eles estão muito distantes de ter peso de massas.

O cenário da Síria, como vermos, é ainda mais desfavorável. O movimento operário, como tal, não tem jogado papel algum. As multidões que se lançaram contra a insuportável ditadura dos Assad, estavam principalmente compostas por massas urbanas de trabalhadores e jovens que não entraram em cena como membros de sindicatos independentes nem de movimento juvenil algum. Logo, a deriva à guerra civil, que se soma a outros fatores negativos, como a fragmentação localista e os enfrentamentos “comunitários” sectário-religiosos, têm sido obstáculos difíceis de superar para gerar alternativas independentes.

O bombardeio imperialista e suas contradições políticas

É dentro desse cenário da Síria, em particular, e do curso das rebeliões do Oriente Médio que os EUA e seus sócios menores do imperialismo europeus lançam seu criminoso ataque.

A diferença de outros casos precedentes de intervenção imperialista, por exemplo, as invasões do Afeganistão em 2001 e do Iraque em 2003, EUA e a OTAN não pensam desembarcar um só soldado. Ainda que não tenham sido derrotas categóricas, os péssimos resultados dessas aventuras impedem repeti-las. Além do mais, seriam inaceitáveis para a opinião pública yanqui e europeia. Por outro lado, o papel de “defensores dos direitos humanos” através de bombardeios, é uma farsa mais crível e que funcionou no caso da Líbia.

No entanto, este ataque tem outro objetivo político mais importante. O de conseguir, por bem ou por mal, uma saída para a guerra civil que garanta um regime vassalo dos EUA e seus sócios da UE e, sobretudo, a ordem na região. Isso não é uma tarefa simples, e exige, dentro do caráter caótico do campo opositor, a cooptação e organização político-militar de um setor “confiável” dessa fragmentada oposição. Ate agora, na Síria, essa fragmentação política, militar e geográfica torna impossível repetir o conseguido com o Conselho Nacional de Transição (CNT) da Líbia.

Este tem sido um fator importante das vacilações da política dos EUA, em uma situação em que é imperativo intervir, porém evitando a todo custo desastres como Afeganistão e Iraque.[1] E isto explica o arco-íris de opiniões nos EUA, que vão desde os disparates dos neoconservadores de Bush que defendem outra invasão como a do Iraque aos que desde o New Yorque Times sustentam que “na Síria, EUA perde se qualquer lado ganha”. Então, a linha deve ser que se matem entre eles, para que a Síria seja devastada. Desta forma, Obama deve “resistir a tentação de intervir com mais força. A vitória de qualquer lado, seria igualmente indesejável para os EUA”.[2]

As grandes vacilações, as idas e vindas de Obama refletem isso. Como, também, o papel ridículo que fez o primeiro ministro britânico James Cameron ao perder em Westminster a votação a favor da intervenção depois de se colocar como o paladino dos bombardeios. Estas discussões contrastam com a unidade que houver no EUA e na maioria dos seus sócios europeus quando interviram a mais de uma década no Afeganistão e depois no Iraque.

Porém, depois da infinidade de idas, voltar e vacilações, Al-Assad, como seus massacres mais recentes, têm facilitado para Washington as justificativas “humanitárias” para colocar em marcha os ataques aéreos.

Diante disso, nossa posição é absolutamente clara: sem dar o mínimo apoio político a corja de genocidas de Al-Assad (como fazem o castrochavismo), devemos nos opor categoricamente à intervenção imperialista.

Que os crimes de Al-Assad não nos confunda! O imperialismo yanqui e seus sócios da OTAN não vão bombardear em benefício dos sofrido povo da Síria. Vão fazê-lo para conseguir uma saída que acabe com os protestos e rebeliões populares na região, e garanta a ordem imperialistas.


[1].- Jim Lobe, “U.S. Neocon Hawks Take Flight Over Syria”, IPS, August 28, 2013.

[2].- Edward N. Luttwak, “In Syria, America Loses if Either Side Wins”, New York Times, August 24, 2013.


Elementos de análisis

Una legítima rebelión popular en el pantano
de la guerra civil

Por Elías Saadi,
Socialismo o Barbarie, semanario, 29/08/2013

La rebelión popular estalla en Siria a mediados de marzo de 2011, apenas un mes después de la caída de la dictadura de Mubarak. Pero a diferencia del fulminante curso de los acontecimientos en Egipto, Siria aún arrastra una horrenda guerra civil de resultados inciertos.

Después de más de 200.000 muertos, 3 millones de refugiados y ciudades enteras arrasadas, el resultado final es incierto en muchos sentidos: desde si caerá finalmente una dictadura familiar de 43 años, hasta qué régimen la sucedería en ese caso.

Hay una combinación de motivos para este signo de interrogación, que se resumen en una sola frase: mientras por diversas razones la rebelión egipcia dejó a Mubarak pataleando en el vacío, el levantamiento de Siria no logró lo mismo en relación a Al Assad.

Aunque no caben dudas que la mayoría del pueblo sirio está en oposición al régimen, éste conserva sin embargo el apoyo de sectores minoritarios pero importantes de la población. Este apoyo, decisivo para no derrumbarse, va desde quienes lo sostienen contra viento y marea hasta otros, probablemente más amplios, que lo consideran un “mal menor”, sobre todo  ante la amenaza de que su caída dé vía libre al islamismo retrógrado y/o a las persecuciones a las comunidades minoritarias religiosas y/o étnicas.

Una fragmentación “comunitaria” sectario-religiosa y/o étnica

Esta compleja combinación tiene en primer lugar un factor que ha teñido la historia de toda la región. A diferencia de la sociedad egipcia que se ha caracterizado por su relativa homogeneidad, Siria (y toda la región, Libano, Iraq, etc.) arrastra de su pasado precapitalista la rémora de la fragmentación de “comunidades” sectario-religiosas y/o étnico-lingüísticas. Es una larga lista de decenas de variantes y escisiones del islam y el cristianismo que se combinan en algunos casos con minorías de distinta lengua y nacionalidad.

No se trata meramente de “creencias” ni –como dicen los escribas de la prensa occidental– del incomprensible “fanatismo religioso” que estaría en los genes de la población. Tras esas ideologías hay “comunidades” con estructuras, intereses e ideologías que vienen del pasado precapitalista. Sobrevivieron, en parte, por culpa del atraso y el colonialismo que impusieron los imperialismos europeos y después EEUU. Pero también por responsabilidad de las clases dirigentes y de los regímenes posteriores a la independencia. En el caso de Siria, es responsabilidad ante todo del nacionalismo laico (que además se presentaba como “socialista”) y que terminó en la dictadura de la familia Al Assad, que se apoya en primer lugar en la secta aluita, una variante del chiísmo.

Por supuesto, esto no significa que no existen clases sociales modernas (capitalistas, trabajadores, sectores medios, etc.). Pero esas clases se entrecruzan con el tramado comunitario religioso y étnico.

En una situación (como hubo en el pasado) en que la clase obrera y trabajadora estuviese movilizada, con organismos propios de lucha, los clivajes comunitarios quedarían relegados. Pero una de las peores consecuencias del régimen de los Assad es haber logrado liquidar desde hace décadas cualquier expresión independiente de los trabajadores como clase. Es lo opuesto de lo que sucedió en Egipto en los años que precedieron a la caída de la dictadura, donde a pesar de Mubarak hubo un notable ascenso obrero. Y casi lo mismo se puede decir de las masas de la juventud, especialmente estudiantil.

En cambio el régimen, aunque en sus orígenes se dijo laico y “socialista”, se cuidó muy bien de sostener y conservar las instituciones y los aparatos clericales de todas las comunidades… aunque por supuesto exigiendo fidelidad o por lo menos no beligerancia. Así, las retrógradas fronteras comunitarias se mantuvieron e incluso se fortalecieron, sobre todo después de la caída de la ex Unión Soviética (que tenía gran influencia en Siria) y el consiguiente “fracaso del socialismo”.

Frente a la rebelión que estalla en 2011, la política de la dictadura, además de la represión bestial, fue la de hacer un gran chantaje hacia todas las comunidades minoritarias, en primer lugar hacia los alauitas, pero también hacia los cristianos, los drusos, otros chíitas, etc.

Este chantaje fue convencerlas de que, si triunfaba la rebelión que se había iniciado en ciudades y barrios principalmente sunnitas, sería inevitable la masacre de las otras comunidades.

Este chantaje tenía de qué tomarse para hacerse creíble. En primer lugar, del antecedente de la larga y sangrienta guerra civil del Líbano (1975-90). Este es un ejemplo muy cercano, porque en verdad Líbano es parte histórica de la “Gran Siria”, artificialmente dividida por los colonialistas europeos y sus cómplices de las burguesías nativas.

Contra esa maniobra, en los primeros tramos de la rebelión, en la etapa de las grandes manifestaciones populares opositoras, primaron las consignas expresamente antisectarias, que retomaron el lema de la gran rebelión de 1925 contra el colonialismo francés: “¡La religión es para dios; el país es para todos!”.

La militarización del conflicto y sus consecuencias

Pero la brutal represión llevó a la militarización del conflicto. Y, en el marco de esa militarización, fueron también creciendo los aspectos sectario-religiosos, inicialmente insignificantes.

Algunas corrientes de la izquierda, en su fenomenal ignorancia de la región y de la situación política y social de Sira, tomaron el curso hacia la guerra civil como un “salto”, un “avance” en la lucha revolucionaria contra el régimen. En verdad, aunque haya sido inevitable, fue un retroceso. Y una de sus peores consecuencias fue abrir más los cauces al chantaje comunitario del régimen.

En primer lugar, la guerra es territorial, lo que se ajusta mejor al carácter también territorial de las comunidades sectario-religiosas y étnico-lingüísticas. Es decir, al igual que en el Líbano, hay muchas ciudades, barrios o poblaciones donde viven casi exclusivamente miembros de una determinada comunidad (sunnita, aluita, cristiana, druza, kurda, etc.). Entonces, si por ejemplo, en un barrio sunnita o una ciudad kurda salen a protestar, se hace una masacre indiscriminada de la población.

Así, los bombardeos de barrios y ciudades enteras, donde sus habitantes son de una comunidad considerada “enemiga”, no son un invento del actual gobierno sino una vieja práctica basada en esta realidad de fragmentación de la sociedad por líneas sectario-religiosas y/o étnicas. El padre y el tío del actual dictador se hicieron famosos por la masacre de la ciudad sunnita de Hama en 1982. Para reprimir a un pequeño grupo de la Hermandad Musulmana, la bombardearon durante casi un mes provocando casi 40.000 víctimas civiles. Y digamos que no inventaron nada. No sólo en la actual Siria sino en toda la región sobran los antecedentes. Basta recordar el genocidio de 1915 del millón y medio de armenios por el Imperio Otomano, cuando Siria también formaba parte de él.

El mismo criterio, basado en el carácter comunitario –amigo o enemigo– de cada población, explica hoy los ataques con gases, o los bombardeos indiscriminados de artillería y aviación.

Pero esta no es la única consecuencia de la militarización del conflicto. La guerra es sinónimo de “verticalismo”. En una situación como la de Siria, no hay lugar en ella a organismos democráticos de masas, debates democráticos entre las corrientes opositoras al régimen, etc.

Por supuesto, no cultivamos el cretinismo pacifista. La lucha de clases y las rebeliones populares muchas veces hacen ineludible y legítima la lucha armada. Pero esto no evita sus consecuencias, que en el caso de Siria no han sido precisamente la de favorecer la decantación de fuertes corrientes independientes, clasistas y de izquierda.

Fragmentación político-militar y el crecimiento de las “milicias islámicas”

La combinación de los clivajes comunitarios religiosos y étnicos con la fragmentación regional (una característica de Siria) ha llevado también a dos fenómenos muy negativos para librar una guerra victoriosa contra el régimen.

El primero es la fragmentación regional de los combatientes. No hay un solo ejército opositor, sino múltiples grupos en armas, asociados además bajo diferentes mandos. Estos expresan también, aunque confusamente, programas y políticas distintas.

Uno de esos mandos es el Ejército Libre de Siria (ELS), de carácter laico, cuyos cuadros en gran medida son ex militares de las Fuerzas Armadas que fueron rompiendo con la dictadura.

Pero lo peor no es eso, sino el crecimiento paralelo de grupos islamistas rabiosos, como los agrupados en el Frente Al-Nusra o Jabhat al-Nusra un organización asociada a Al Qaeda. Al-Nusra ha proclamado la constitución del “Estado Islámico de Siria e Iraq” y su política es abiertamente de guerra sectario-religiosa contra las otras comunidades y también contra los laicos que no comparte su fanatismo en las propias filas sunnitas.

En julio pasado, un grupo de “Comités de Coordinación Local” denunciaba “los excesos cometidos por los movimientos yihadistas y especialmente los de los miembros del ‘Estado Islámico de Iraq y Siria’, que no han dejado de sucederse en varias zonas liberadas, donde han intentado imponer sus ideas y decisiones a los ciudadanos por medio de la fuerza, fuerza que en algunos casos ha llegado al asesinato”.[[1]]

Efectivamente, en las zonas dominadas por Al Nusra o pandillas semejantes, se intenta imponer por la fuerza las bárbaras leyes islámicas, que afectan en primer lugar a las mujeres.

Demás está decir que el crecimiento de estos grupos islamistas le viene como anillo al dedo a la dictadura de Al Assad. Puede mostrar a los sectores laicos y al resto de las comunidades no sunnitas… y también a los sunnitas que en su mayoría no comparte ese fanatismo, que él es la única alternativa: “Si yo me voy, vienen estos”, puede decir Al Assad.

La consecuencia es que de algunas comunidades, especialmente de sectores cristianos, se han incorporado voluntarios a las fuerzas armadas de la dictadura. La ven en todo caso como un mal menor ante la perspectiva de que se impongan estos islamistas.

Algo decisivo en la guerra: cómo te provees de armas y municiones

Por último, el curso a la guerra civil ha planteado otro problema: ¿quién te provee de armas y municiones?

Al principio, las mismas deserciones implicaron una fuga importante de material bélico proveniente de las Fuerzas Armadas o capturado a ellas.

Pero la prolongación de la guerra establece una dependencia de proveedores del exterior, que van desde Turquía (que opera con las potencias occidentales) hasta Arabia saudita y otros estados del Golfo (de donde vienen armas para los islamistas).

Esto implica también grados diversos de dependencia y control político, aunque nadie ha dado a los insurgentes armas en cantidad y calidad suficientes como para establecer una superioridad militar. ¡Los diversos estados y gobiernos que “operan” desde afuera se han cuidado muy bien de dar armamento pesado capaz de poner a los insurgentes a la par con las fuerzas de Al Assad!

Como señalan muchos analistas, les conviene un hostigamiento que obligue finalmente a Al Assad una salida negociada y controlada por la “comunidad internacional” (es decir, EEUU-OTAN, por un lado, y Rusia, por el otro), que un simple derrumbe de la dictadura. Esto podría abrir en Siria una caja de Pandora. De allí podría salir cualquier cosa y resultar incontrolable.


[1].- “Comunicado sobre prácticas del ‘Estado Islámico de Iraq y Siria’”, Traducciones de la revolución siria, 12/07/2013.