Medio Oriente

Debates en la izquierda

La LIT-PSTU extraviada en el laberinto
del Medio Oriente

Por Elías Saadi
Socialismo o Barbarie, semanario, 05/09/2013

El estallido de las masas populares del mundo árabe, con todas sus desigualdades y contrastes, es uno de los acontecimientos trascendentales de los primeros tramos del siglo XXI.

A diferencia de América Latina, Europa e, incluso, EEUU, donde las corrientes socialistas revolucionarias, trotskistas, tenemos una implantación desigual pero relativamente importante en la vanguardia, en el mundo árabe y el Medio Oriente existe el handicap de una presencia previa mucho más débil o directamente inexistente en casi todos los países.

Esto nos redobla el normal desafío de no decir disparates ni hacer simplificaciones acerca de esos complejos acontecimientos. Esto siempre tiene consecuencias políticas nefastas, y no sólo en relación a lo del Medio Oriente. No es un problema “académico”: de las concepciones y caracterizaciones equivocadas se derivan generalmente políticas desastrosas.

Un ejemplo de lo que no hay que hacer en ese sentido, lo constituye la corriente encabezada por el PSTU brasileño, la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT). Aquí comentamos algunos aspectos en relación a dos casos de candente actualidad –Egipto y Siria– y otro que ya no está en primera plana, el de Libia.

Libia: la “revolución popular y antiimperialista” que estaba “lejos de terminar”

Estas simplificaciones en relación a Siria y Egipto, ya tuvieron un precedente en el caso de Libia. También, inicialmente, se trató de un legítimo estallido popular contra una dictadura infernal. Pero, en el vacío de fuerzas sociales y políticas obreras y populares mínimamente independientes, las potencias imperialistas pudieron operar con éxito para cooptar dirigentes y organizaciones, en primer lugar de las milicias que se organizaron contra Gadafi, y garantizar así la sucesión de la dictadura mediante el CNT, un gobierno absolutamente servil a EEUU y la UE.

En su momento, tras la caída y asesinato de Gadafi –que celebró en los mismo términos que Hillary Clinton– la LIT habló del triunfo de una “revolución popular y antiimperialista” que además estaba “lejos de terminar”, y que abría la perspectiva de “enfrentarse ahora con el CNT (Consejo Nacional de Transición) y la OTAN”.[[1]]

A dos años de eso, seguimos esperando el “enfrentamiento” profetizado por la LIT. Y esta realidad no fue modificada porque mucho después, en un incidente, un grupo islamista marginal matara al embajador yanqui. Los que hablaron, como la LIT, del “triunfo de la Revolución Libia”, se han callado la boca. No hay explicación alguna de cómo pudo acabar algo que según ellos estaba “lejos de terminar”. Lo que sí no parece muy próximo a finalizar es el gobierno y el régimen sirviente del imperialismo que sucedió al CNT, que se ha legalizado mediante elecciones.

Pero la LIT no ha aprendido nada de esta lección de Libia. Esto se ve en relación a Siria y Egipto, que tienen una importancia capital para el proceso político de Medio Oriente, mucho mayor que la de Libia

Egipto: Otra “gran victoria” (según la LIT): que los militares vuelvan a gobernar

“¡Cayó Morsi! ¡Gran victoria de la movilización del pueblo egipcio!”[[2]]. Así definía el título de una declaración de la LIT, la destitución de Morsi por los militares. Y añadía:

“Estamos delante de una inmensa victoria de las masas… Es una victoria porque el elemento determinante que derroca a Morsi fue la colosal movilización popular.

“Con este hecho, el régimen militar, aunque no es destruido, sale claramente debilitado, en la medida que los militares se vieron obligados a sacrificar otro gobierno servil a sus intereses… […] Los militares debieron cambiar otro fusible y la situación del régimen, con cada golpe del movimiento de masas, es más precaria, por más que aún consigan maniobrar.” (subrayados nuestros)[[3]]

Ya un día antes de la subida de los militares, el “Secretariado internacional” de la LIT había pontificado en otra Declaración:

“Parece claro que la cúpula de las Fuerzas Armadas está dispuesta, nuevamente obligada por la fuerza de las movilizaciones populares, a sacrificar a otro gobierno [el de Morsi] para mantener su régimen. Esto, por más que se plantee la contradicción de que la cúpula castrense reasuma directamente las riendas del gobierno, será una nueva victoria de las masas populares, parcial pero importantísima, pues aunque no lo destruya habrán asestado un nuevo golpazo al régimen militar… […] Lo que asistimos en Egipto no puede ser considerado un ‘golpe militar’ sino un reacomodo táctico del Ejército (que nunca perdió el control del país) ante el desgaste del gobierno de Morsi (que a su vez siempre fue parte de ese régimen), con la finalidad de salvar, de nuevo, a un régimen político cada vez más golpeado por la revolución en curso…” (subrayados de los autores)[[4]]

Invitamos a nuestros lectores a comparar esto con la caracterización opuesta que hacíamos desde Socialismo o Barbarie (Nº 253). Allí sintetizábamos que la destitución de Morsi, aunque no se daba bajo la forma de “un clásico golpe militar estilo Pinochet… sus consecuencias pueden ser no menos peligrosas”.(subrayado en el original)[[5]]

En resumen, mientras nosotros alertábamos que esto podía ser tan peligroso como un golpe estilo Pinochet (aunque bajo otras formas y en otro contexto), la LIT festejaba afirmando:

a) Que los militares salen claramente debilitados… y la muestra de esa “debilidad” no sería que se iban a su casa o a los cuarteles o que se liquidaba el ejército… sino que lograban volver a gobernar.

b) ¡Pero que no se asusten los trabajadores egipcios! La LIT les garantiza que eso no será malo: “que los militares vuelvan al gobierno será una nueva victoria de las masas populares, parcial pero importantísima…”

Inevitablemente, en la historia del socialismo revolucionario se han hecho errores y dicho disparares. Pero, honestamente, no recordamos ninguna corriente que en ningún país haya aplaudido la vuelta de los militares al gobierno, diciendo que es una “victoria de las masas”. La LIT-PSTU es el primer caso (y confiamos que será el único).

Días después de esta bienvenida de la LIT, los militares hicieron su “estreno” pinochetista, masacrando concentraciones de la Hermandad Musulmana que reclamaban la reposición de Morsi, con miles de muertos y heridos. Esto fue ya imposible de defender. Pero las críticas de la LIT a este baño de sangre, empeoraron las cosas:

“El Ejército –dice la LIT en una “Declaración del Secretariado Internacional, 15/08/2013–, apoyándose en el gran prestigio que ganó en la población por haber derrocado a Morsi y en el odio de esta hacia la Hermandad Musulmana, comenzó a desatar una represión desenfrenada y completamente desproporcionada contra los militantes de la Hermandad… Si la represión fuese solamente contra la Hermandad Musulmana, no sería necesario un baño de sangre… Bastaría con arrestos masivos o, como mínimo, de toda su cúpula. Tampoco sería necesario declarar un estado de emergencia (de sitio) ni un toque de queda, pues sería suficiente ilegalizar a la Hermandad.” Más adelante, la LIT sostiene en su programa ese punto de ilegalizar a los Hermanos Musulmanes.

En síntesis: “¡Chicos, no se pasen de revoluciones con la represión, que es contraproducente. Basta con meterlos presos a todos e ilegalizar la Hermandad.”

Siria: el gran “avance”… hacia la guerra civil y los enfrentamientos sectarios-religiosos

En la anterior edición de Socialismo o Barbarie, hicimos un análisis extenso de la difícil situación de Siria, por un lado, amenazada por los bombardeos del imperialismo yanqui, y por el otro, martirizada por una guerra civil en que la dictadura de la familia Al Assad ha podido sostenerse… aunque de ninguna manera tenga ya garantizada su victoria.

En el caso de Siria, las opiniones y posiciones de la LIT no son mejores que las que vimos en los casos de Libia y Egipto. Su eje es el de considerar a la guerra civil desatada en Siria como un gran avance, un gran salto, y no como lo que fue: una expresión o una consecuencia de la relativa debilidad de una gran rebelión popular, pero que no tiene fuerzas suficientes como para derrocar a dictadura de Al Assad como las masas egipcias hicieron con la de Mubarak.

Fue la necesidad legítima de defenderse de los sangrientos de ataques de una dictadura que logró mantenerse de pie –con un grado de apoyo social y estatal suficiente para no derrumbarse como Mubarak–, la que originó, fragmentariamente, los primeros choques armados. Así, a fines del 2011, guerra se inició como defensiva, y no como expresión de una ofensiva ni mucho menos de un triunfo.

La dirección de la LIT, que combina las anteojeras que sólo ven “saltos hacia adelante” con sus vastos desconocimientos (de la región en particular y de las guerras civiles en general), celebró el paso a la guerra civil como un gran avance. Anunció alborozada que “la revolución democrática avanza a una guerra civil”!![[6]]

En otros artículos –el último de ellos en el número anterior, 259, de Socialismo o Barbarie: “Una legítima rebelión popular en el pantano de la guerra civil”– explicamos detalladamente cómo, en el caso de Siria, la guerra civil no fue precisamente un “avance”. Allí comenzó la deriva a la presente situación, donde se acentuaron las divisiones sectario-religiosas y nacionales que al principio eran insignificantes, se redujo en gran medida el inicial movimiento de masas en rebelión –que podría haber incentivado una entrada en escena del movimiento obrero– a las organizaciones armadas, las mismas necesidades de esta lucha facilitaron la cooptación y la intervención directa de las potencias imperialistas (de EEUU a Rusia) y de los gobiernos de la región, a cual más reaccionario (Turquía, Arabia Saudita, Qatar, Irán, etc.), etc.

Y la consecuencia más importante de todo eso: la dictadura logró sostenerse (y en cierta medida fortalecerse) gracias al relativo éxito de su chantaje de aparecer como el protector o “mal menor” ante las comunidades religiosas minoritarias, los sectores laicos y los sunnitas que rechazan la barbarie salafista.

Al anunciar, muy satisfecha, que se producía el “avance” a una guerra, la LIT, como es su costumbre, pintaba una situación donde todo venía a favor. Reconocía que “el régimen [trata] de crear una cultura de miedo entre los cristianos, alauítas y drusos y, con eso, evitar su maciza adhesión a la revolución. [Pero] la consigna más cantada en las movilizaciones es clara: ‘¡Uno, uno, uno, el pueblo sirio es uno sólo!’.”[[7]]

Efectivamente, esa era una consigna muy popular. Pero la LIT no se daba cuenta que la guerra civil implicaba el fin de las movilizaciones de masas… y el éxito (relativo) de esta maniobra de la dictadura.

Este curso era probablemente inevitable, y no somos pacifistas ni cuestionamos el derecho a defenderse de los ataques armados de la dictadura. Pero, al mismo tiempo, no podemos festejar –como hizo y hace la LIT– la deriva a una situación en que es cualitativamente más difícil el surgimiento de alternativas independientes de la clase trabajadora, la juventud estudiantil y las masas populares… y que además resultó la más favorable para la dictadura y para todas la fuerzas reaccionarias que quisieran meter la cuchara, desde EEUU a Rusia y desde Arabia saudita a Irán.


[1].- “Morte de Kadafi pode ser alento à Primavera Árabe”, LIT-QI, 22/10/2011

[2].- “Declaración LIT”, Secretariado Internacional, 04/07/2013.

[3].- Cit.

[4].- “Declaración LIT”, Secretariado Internacional, 02/07/2013.

[5].- “El pueblo trabajador no necesita 'tutores', Declaración de la corriente internacional Socialismo o Barbarie”, 03/07/2013, publicada en SoB Nº 253.

[6].- “Revolución democrática avanza a una guerra civil”, www.litci.org, 01/12/2011.

[7].- Cit.


LIT-PSTU

Las anteojeras del “objetivismo”

Por Elías Saadi
Socialismo o Barbarie, semanario, 05/09/2013

Si algo caracteriza a los “análisis” de la LIT-PSTU es que ve la realidad con unos anteojos (o más bien anteojeras) donde todo o casi todo va para arriba por la fuerza incontenible de las masas.[[1]] Los legítimos estallidos y rebeliones populares (como el caso de Siria o Egipto) ya son “revoluciones” desde su primera hora, independientemente de sus actores sociales y políticos, de sus programas y direcciones, del curso concreto de los acontecimientos y de sus alcances, conquistas y transformaciones.

Estas exageraciones, que frecuentemente llegan a ser disparatadas, se las conoce como “objetivismo”.

No se las ha bautizado así porque reflejen seria y objetivamente la realidad social y política tal cual es y sus dinámicas, sino porque por el contrario la reducen y distorsionan al sobredimensionar y tener en cuenta casi exclusivamente los llamados “factores objetivos”.

Por ejemplo, en un país, hay una situación económico-social y política –miseria, dictaduras, etc.– que genera estallidos de protesta y rebeliones. Eso empujaría u obligaría “objetivamente” a las masas a que se pongan en movimiento y hasta lleguen a hacer revoluciones, independientemente de su conciencia político-social, ideologías, organización y carácter de clase de los sujetos que actúan. Es decir, de los llamados factores subjetivos.

El marxismo revolucionario, en la combinación de factores y elementos objetivos y subjetivos, pone el acento en los segundos: es decir, en el carácter de clase de los sujetos sociales (si son trabajadores, o sectores populares, o estudiantes, o patrones, etc.), su organización, su conciencia político-social (no es lo mismo ser marxista, que apolítico o islamista), etc., etc.

El objetivismo piensa que por el peso de los factores, necesidades y tareas “objetivas”, las masas, cuando se ponen en movimiento, pueden avanzar prácticamente sin límites, incluso hasta hacer revoluciones socialistas. Las ilusiones de la LIT en que, tras el asesinato de Gadafi, la supuesta “revolución popular y antiimperialista” estaba “lejos de terminar”, tienen esos fundamentos teóricos.

Pero ni la cabeza, ni el programa, ni el carácter de clase de los insurrectos de Libia –es decir de los sujetos sociales– estaban para eso. Por eso, ni siguieron adelante, ni hubo finalmente una “revolución popular y antiimperialista”. Fue una rebelión que derribo una dictadura insoportable… con apoyo de bombardeos imperialistas, y que, gracias a esas limitaciones subjetivas, terminó en la consolidación de un régimen lacayo de EEUU y la UE.

Por supuesto, estas combinaciones de los elementos y factores “objetivos” y “subjetivos” son cambiantes. Si se trata de los requisitos previos para estallidos como el de Libia y en general los de la “Primavera Árabe”,  es evidente que tienen peso decisivo los elementos “objetivos”: miseria, injusticias indignantes, dictaduras insoportables, etc.

Pero, si se trata de ir algo más allá de eso, de la mera protesta… y con más razón si trata de lograr un desenlace socialista revolucionario de la misma, toda la experiencia de las revoluciones del siglo XX ha demostrado que son los factores subjetivos (sociales y políticos) los que se hacen cada vez más decisivos. Es decir, clase, conciencia y partido.

El “objetivismo” también cede a la presente moda posmoderna, no marxista,  de llamar “revoluciones” (y aun más: “revoluciones triunfantes”) a las protestas, estallidos sociales y rebeliones que sacuden al Medio Oriente y otras regiones.

Esta exageración “objetivista” es particularmente dañina, porque oculta las inmensas tareas que aún están pendientes para llegar a ser verdaderas revoluciones sociales y políticas. En Egipto, la caída de Mubarak fue un enorme triunfo de la movilización popular y (en menor medida) de la clase obrera. Pero que hoy los militares estén en el gobierno, indica que aún está pendiente, aún está por hacerse una verdadera revolución político-social. Y esto exige un sujeto social –centralmente, la clase obrera y trabajadora organizada– y sujetos políticos: organizaciones revolucionarias, partidos!!! 

Por eso, en esta cuestión teórico-política trascendental para orientarnos como luchadores revolucionarios, sostenemos la vigencia de la “teoría de la revolución permanente”, bosquejada por Marx y formulada cabalmente por León Trotsky. Hoy, asimilando críticamente las experiencias y el balance de las revoluciones (y las contrarrevoluciones) del siglo XX, la actualización de la teoría de la revolución permanente a las condiciones del siglo XXI implica rechazar todo “objetivismo”. Y, con mayor razón si se trata de la versión vulgar y disparatada que caracteriza al PSTU-LIT.


[1].- Acotemos al margen, que las caracterizaciones y discursos “ultra-rojos” en relación a Medio Oriente y la situación mundial, van acompañados de una prudentísima política oportunista, de adaptación a los aparatos sindicales y del movimiento estudiantil, en los países donde la LIT tiene organizaciones, como Brasil o Costa Rica. Las fanfarrias revolucionarias son “for export”.