La
complicidad europea en el lento genocidio perpetrado por
Israel Europa
¡Nunca
contra Israel!
Por
Omar Barghouti (*)
ElectronicIntifada, 21/01/08
Rebelión, 22/01/08
Traducido por Nadia Hasan y revisado por Caty R.
La
Unión Europea, el principal socio comercial de Israel en el
mundo, observa, mientras Israel intensifica su bárbaro
asedio a Gaza, castigando colectivamente a 1.500.000 civiles
palestinos, condenándolos a la devastación y presenciando
la muerte inminente de cientos de pacientes cardíacos o
necesitados de diálisis renal, de niños prematuros y de
todos los que dependen de la energía eléctrica para
sobrevivir.
Al
congelar el envío de combustible y energía eléctrica a
Gaza, Israel, el poder ocupante, está esencialmente
garantizando que el agua «limpia» –sólo de nombre, ya
que el agua de Gaza es, posiblemente, la más contaminada
del mundo tras decenios de robo y abuso israelí– no será
bombeada y distribuida adecuadamente a hogares e
instituciones; los hospitales no podrán funcionar
adecuadamente, lo que causará la muerte de muchas personas,
especialmente las más vulnerables; cualquier industria que
aún funcione a pesar del asedio ahora se verá obligada a
cerrar, elevando todavía más la alta tasa de desempleo; ha
paralizado el tratamiento de las aguas residuales
contaminando todavía más el escaso y preciado recurso en
Gaza; las instituciones académicas y escuelas no podrán
prestar los servicios habituales; y la vida de todos los
habitantes se verá drásticamente interrumpida, cuando no
dañada de forma irreversible. Y Europa mira apáticamente.
El
académico de Princeton Richard Falk calificó el asedio
israelí como «preludio del genocidio», incluso antes de
este último crimen de cortar por completo el abastecimiento
energético. Ahora los crímenes israelíes en Gaza se
pueden calificar sin paliativos como actos de genocidio,
aunque lento. De acuerdo con el artículo II de la Convención
de las Naciones Unidas de 1948 para la prevención y sanción
del delito de genocidio, el término se define como:
«Cualquiera
de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la
intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo
nacional, étnico, racial o religioso, tales como:
a)
Matanza de miembros del grupo;
b)
Lesiones graves de la integridad física o mental de los
miembros del grupo;
c)
Sometimiento intencionado del grupo a condiciones de
existencia que puedan acarrear su destrucción física,
total o parcial;
d)
Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el grupo;
Claramente,
el hermético cierre israelí de Gaza está destinado a
asesinar, causar graves daños físicos y mentales e
inflingir deliberadamente condiciones de vida premeditadas
para provocar la destrucción física gradual, lo que ya no
puede ser calificado como un acto de genocidio, sino como un
genocidio generalizado. Y la Unión Europea sigue
sospechosamente silenciosa.
Pero,
¿por qué acusar a Europa, en particular, de confabulación
en este crimen cuando casi toda la comunidad internacional
no mueve un dedo y el complaciente secretario general de las
Naciones Unidas, que superó a todos sus antecesores en la
sumisión al gobierno estadounidense, está expresando un
patético apoyo con la boca pequeña? Además, ¿qué pasa
con el propio gobierno estadounidense, el más generoso
patrocinador de Israel que está directamente implicado en
el actual asedio, especialmente después de que el
presidente George W. Bush, en su reciente visita diera luz
verde, con muy poca sutileza, al Primer Ministro israelí
Ehud Olmert para devastar Gaza? ¿Por qué no culpar a los
silenciosos hermanos árabes, particularmente a Egipto –el
único país que puede romper inmediatamente el cerco
reabriendo el paso fronterizo de Rafah y abasteciendo a través
de él del combustible necesario, electricidad y suministros
de emergencia? Y finalmente, ¿por qué no culpar a la
Autoridad Palestina en Ramala, cuyo subordinado y poco
visionario líder alardeó abiertamente en una rueda de
prensa de su «acuerdo total» con Bush en todos los asuntos
importantes?
Después
de Israel, Estados Unidos es, sin ninguna duda, el mayor
culpable de este crimen. Bajo la influencia de una ideología
fundamentalista, militarista y neoconservadora, que ha
tomado el timón del poder, y un omnipotente lobby sionista
cuyo grado de influencia no tiene parangón, Estados Unidos
tiene la misma categoría por sí mismo. Ni siquiera hace
falta mencionar que la Autoridad Palestina, las Naciones
Unidas y los gobiernos árabes e internacionales que
mantienen relaciones normales con Israel deberían sentirse
responsables por consentir, directa o indirectamente, los crímenes
israelíes contra la humanidad en Gaza.
También
es cierto que cada uno de los mencionados anteriormente
tiene la responsabilidad legal y moral de intervenir y
aplicar las medidas que sean necesarias para acabar con este
crimen antes de que mueran miles de personas. Pero la Unión
Europea lidera una posición única en todo esto. No
solamente está silenciosa y apática; en la mayoría de los
países europeos tanto Israel como sus instituciones
actualmente son bienvenidos y acogidos con una cordialidad,
generosidad y deferencia sin precedentes en todos los campos
–económico, cultural, académico, deportivo, etcétera–.
Por ejemplo, Israel fue el invitado de honor de la mayor
feria del libro en Turín, Italia. Las películas
financiadas por el gobierno israelí se exhiben en
festivales de cine por todo el continente. Los productos
israelíes, desde los aguacates y las naranjas hasta los
sistemas de alta seguridad, están invadiendo los mercados
europeos como nunca. Las instituciones académicas israelíes
disfrutan de un acuerdo de asociación especial, muy
lucrativo, con los principales órganos de la Unión
Europea. Los grupos de danza israelíes, bandas de música y
orquestas son invitados a giras por Europa y festivales como
si Israel no sólo fuera un miembro normal, sino además el
predilecto del llamado mundo «civilizado». El frío abrazo
que daba Europa a Israel se ha convertido en una intensa,
abierta y enigmática relación amorosa.
Si
Europa cree que de esta forma se arrepiente del Holocausto
contra su población judía, lo que está haciendo de hecho
es facilitar vergonzosa y conscientemente la ejecución de
un nuevo genocidio contra el pueblo palestino. Pero los
palestinos, si aparecen, no cuentan mucho, ya que son vistos
no sólo por Israel, sino también por su antiguo
patrocinador «blanco» y sus aliados, como inferiores. El
continente que inventó el genocidio y fue responsable de
masacrar en los últimos dos siglos a más seres humanos que
todos los demás continentes juntos, está encubriendo crímenes
que son reminiscencias en calidad, ciertamente no en
cantidad, de sus propias atrocidades contra la humanidad.
Probablemente
en ningún otro asunto internacional la oficialidad europea
puede ser acusada de estar tan desvinculada e indiferente a
su propia opinión pública. Mientras las llamadas al
boicoteo de Israel, como estado de apartheid, se difunden
lenta pero consistentemente en todas las organizaciones de
la sociedad civil y uniones sindicales europeas, dibujando
un sorprendente paralelismo con el boicot del apartheid de
Sudáfrica, los gobiernos europeos se distinguen difícilmente
de la abierta complicidad entre Estados Unidos e Israel.
Incluso los clichés por parte de Europa cuando condena y «expresa
una profunda preocupación» se han convertido en inusuales
más que en algo habitual. Es más, la implacable y
desafiante violación israelí de las propias leyes y
condiciones de derechos humanos europeos son ignoradas cada
vez que alguien se cuestiona si Israel debe seguir beneficiándose
de su benévolo acuerdo de asociación con la Unión Europea
a pesar de su ocupación militar, colonización y récord de
horribles abusos contra los derechos humanos de sus víctimas
palestinas. Si esto no es complicidad, entonces, ¿qué es?
Al
dejar de lado la moral sumiendo a Gaza en un mar de
oscuridad, pobreza, muerte y desesperación, no se puede
augurar nada bueno para Europa. Al mantener activamente un
ambiente que conduce al resurgimiento del fanatismo y la
violencia desesperada cerca de sus fronteras, Europa está
invitando imprudentemente al caos a su puerta. En lugar de
considerar seriamente, como mínimo, las llamadas al boicot,
desinversión y sanciones contra el apartheid israelí,
adoptadas virtualmente por todo el espectro social, de la
sociedad civil palestina, pronto tendrá que lidiar con las
fuerzas incontenibles de la irracionalidad y la violencia
indiscriminada y sus devastadoras consecuencias.
Al
parecer las actuales elites europeas están empeñadas en no
oponerse nunca a Israel, sin importar los crímenes que
cometa. Es como si el grito «Never again» (Nunca más)
–cada vez más hipócrita– pronunciado por los
supervivientes judíos del genocidio europeo, fuese adoptado
ahora por las elites europeas con una diferencia: que se añaden
las letras «s» y «t» al final «Never against» (Nunca
en contra).
(*)
Omar Barghouti es un analista político independiente
miembro fundador de la Campaña Palestina por el boicot académico
y cultural de Israel (www.PACBI.org).
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