“Procesos
de paz” para asesinar a palestinos
Por
Agustín Velloso Santiesteban
CSCAweb, 18/01/08
El
ejército de ocupación israelí en Palestina ha asesinado
en la madrugada del martes 15 de enero de 2008 a dieciséis
palestinos y herido a otros cincuenta, varios mortalmente.
Ha sido, una vez más, durante una incursión en la ciudad
bloqueada y embargada de Gaza, con aviones, tanques, helicópteros,
excavadoras blindadas y francotiradores
Este
ejército no se ha enfrentado a otro a campo abierto,
tampoco a uno atrincherado en sus posiciones, protegido por
baterías antiaéreas y pertrechado con armas de última
generación. Ha atacado, como en muchas otras ocasiones, a
civiles que viven bajo la ocupación militar de aquel ejército
–y que por tanto gozan de especial protección según
dicta la ley internacional– en las calles de su propia
ciudad, una de las más pobladas del mundo, que no cuenta
con medios de defensa y donde la población menor de 15 años
se acerca al 50% del total.
Este
crimen contra la humanidad no es un asunto que preocupe más
allá de donde viven las familias de las víctimas. Otros
han sido cometidos tantas veces y tan seguidas por Israel y
perdonados y olvidados tan rápido por sus aliados de Europa
y Estados Unidos, que cada uno tapa al anterior: el de hoy
al del día 14, el cual hizo olvidar el del 13, el cual
desvaneció el del 12.
Dieciséis
palestinos hoy, media docena ayer, otros tantos en los días
anteriores… 4.000 desde el mes de septiembre del año 2000
(gran parte menores de edad), más de 25.000 heridos (muchos
con consecuencias de por vida), más de 11.000 presos
(muchos sin cargos ni juicio), más de 6.000 casas demolidas
en la Franja de Gaza (lo que se considera una violación
grave de la Convención de Ginebra)…
Esta
procesión de muerte y dolor sin parangón, tanto por su
duración: más de 60 años, como por la complicidad de la
comunidad internacional: consentimiento de la ONU y decidido
apoyo de alguno de sus miembros de forma individual, se
conoce en todo el mundo desde 1991 como “proceso de
paz”.
Los
mismos que hablan de paz con los palestinos en Anápolis y
otros lugares, envían sus tropas a asesinarlos y a robar
sus tierras; los mismos que someten a los palestinos a un
bloqueo total son los que arman a Israel y también
financian y apoyan sus ataques mortíferos; los que dirigen
el proceso y se benefician al tiempo son los israelíes y
sus aliados europeos y estadounidenses. Las víctimas,
obviamente la parte más débil con mucho, son los
palestinos, que pierden la vida y la tierra cada día que
pasa, aunque resisten a pesar de todo generación tras
generación desde hace decenas de años.
Se
trata de un plan de limpieza étnica y apropiación de
tierra extraordinariamente planificado y soberbiamente
ejecutado en comparación con el de los nazis. Hay una
diferencia, sin embargo. Los responsables del plan
nacionalsocialista fueron condenados a muerte en el proceso
de Nuremberg y ahorcados, pero a los responsables de hoy les
llaman “los valientes de la paz”, les dan el premio
Nobel de la Paz, les dan el premio Príncipe de Asturias,
les nombran secretarios generales de organismos y agencias
internacionales, son editorialistas o articulistas de
renombre y todos cobran un sueldo fenomenal.
Esta
diferencia no tiene apenas trascendencia para los palestinos
(y tampoco para los iraquíes, libaneses y afganos que están
en la misma situación), pero sí alguna para los
occidentales. Deja al descubierto aún más claramente
que otros crímenes (el expolio de las riquezas de los países
en desarrollo, la contaminación global, la explotación
salvaje de trabajadores no cualificados, etc.) lo que la
civilización judeo–cristiana es capaz de hacer con otros
hijos de Dios, sus hermanos musulmanes, con tal de salirse
con la suya.
El
mandato divino y sobre todo de sentido común ancestral de
tratar a los demás como se desea que le traten a uno, fue
adaptado a los nuevos tiempos y se tradujo a mediados del
siglo pasado por “todos los seres humanos nacen libres e
iguales y con los mismos derechos” en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, así que no es de extrañar
que cada vez más musulmanes renieguen de esta declaración
y desprecien a los judíos y cristianos en general. Lo
realmente sorprendente es que no todos lo hagan a una y con
más fuerza.
Otra
curiosidad de la modernidad es que los medios de comunicación
han conseguido que millones de ciudadanos europeos y
estadounidenses apoyen un proceso de paz, con sus
absurdas cumbres y sus nefastos resultados, que repugna a la
conciencia de cualquier ser humano que no sea uno de los
participantes, en lugar de apoyar la legalidad internacional
y de paso la santidad de la vida de todos los seres humanos
sean judíos o no.
Los
que observan esta farsa en la televisión de sus cuartos de
estar confían, tras este pequeño entreacto de dieciséis
cadáveres más, en que ningún soldado israelí haya
resultado herido, que Abu Mazen no tarde en besar a Olmert,
que los palestinos se mesen los cabellos ante los
corresponsales extranjeros, que Bush defienda los ataques
contra grupos terroristas y que los líderes políticos y
los medios de comunicación sigan realizando grandes
esfuerzos para que el proceso de paz no se detenga y avance
de forma tan decidida y prometedora como hasta ahora hacia
el final del conflicto en Oriente Medio.
Aunque
los cuerpos ensangrentados que muestran las imágenes que
llegan de Gaza pueden hacer que algún editorialista de los
que trabajan para el “diario más vendido en España” o
“la biblia de la prensa liberal mundial” en Estados
Unidos se estremezca momentáneamente, se sabe que no le
temblará el pulso a la hora de apoyar el proceso de paz y
los esfuerzos que hacen los Moon, Bush, Olmert, Abbas,
Solana y Moratinos de turno por solucionar el conflicto
palestino. También escribirán en contra de los
extremistas, o sea, la gran mayoría de palestinos que
votaron a HAMAS el 25 de enero de 2006 y que con sus hijos
viven bajo la ocupación israelí desde hace 40 años, al
que se ha añadido un bloqueo internacional en los últimos
meses en la Franja de Gaza.
El
mismo día 15 el Sr. Zapatero ha vuelto a lucir su afinado
sentido de la oportunidad al insistir en Madrid ante el
presidente de Turquía sobre su eficaz propuesta para
solucionar el problema de Oriente Medio: la alianza de
civilizaciones, que tantos éxitos ha obtenido desde su
lanzamiento hace años. A continuación ha anunciado una próxima
cumbre a la que será invitado el presidente del genocida
Estado de Israel y que muy probablemente coincidirá con
otra matanza de palestinos a manos de su ejército.
Si
usted no es editorialista ni tampoco político, si los
palestinos no le han hecho nada, si piensa que los árabes y
musulmanes son seres humanos como usted, entonces no tiene
motivo alguno para secundar los fantasmagóricos procesos de
paz de aquellos e ignorar las muertes reales de éstos. Al
contrario, lo democrático, humano y cristiano es renegar
del proceso de paz y exigir a sus representantes que lo
denuncien. No permita que otros asesinen en su nombre, en el
de su país y su religión.
No
diga que el conflicto palestino es complicado o que no está
seguro de en qué lado está la verdad, porque en el caso de
Palestina, como en cualquier otro, la verdad consiste en
estar al lado de las víctimas, no de los agresores.
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