Carnicería
israelí en Gaza
Por
Mohammed Omer
Inter
Press Service (IPS), 05/03/08
Gaza– Una
ambulancia circula a toda velocidad por el campamento de
refugiados de Jabalyia, en Gaza. Los paramédicos levantan
heridos y partes de cuerpos tiradas por las calles. Es un día
de trabajo como cualquier otro en este territorio palestino.
Todos los
integrantes de las familias se reúnen alrededor de radios
portátiles, sentados en cuclillas en refugios provisorios,
atentos a las palabras que anuncien el fin de su agonía. No
hay electricidad y el agua escasea.
Pero no se
avizora el fin del "invierno caliente" que Israel
le prometió a la población de Gaza. El gobierno de Ehud
Olmert está decidido a terminar con el Movimiento de
Resistencia Islámica (Hamas), partido triunfante en las
elecciones legislativas palestinas de enero de 2006.
Hamas, que
no llegó a ejercer el gobierno de la Autoridad Nacional
Palestina con sede temporaria en la ciudad cisjordana de
Ramalá, controla a través de las armas el territorio de
Gaza, donde es amplia mayoría, desde junio.
La
actividad en el campamento de Jabalyia se concentra en el
hospital Kamal Adwan. Los heridos llegan uno detrás del
otro. Familiares desesperados luchan por llamar la atención
de los exhaustos camilleros, médicos y enfermeras de las
salas de emergencia.
Llega una
ambulancia sin heridos. El personal médico saca partes de
cuerpos envueltas en sábanas, los restos de 10 niños y niñas
y de tres mujeres. Pocos minutos después llega otra. Un
hombre al parecer casi sin piel ingresa al hospital,
inconsciente.
Los
cirujanos de Kamal Adwan luchan por atender a todos los que
ingresan al hospital en las únicas dos salas de operaciones
que tienen. Las mangas y cuellos de sus guardapolvos tienen
pegados manchas de sangre y a veces pedazos de piel y masa
encefálica.
Los médicos
están empeñados en salvar a todos los que puedan.
Un
camillero ingresa a otra paciente en silla de ruedas: una
mujer en coma, sangrando profusamente por las múltiples
heridas causadas por las metrallas de un misil
aire–tierra.
De repente,
todas las miradas se alzan al techo. Se escuchan las paletas
de un helicóptero cerca y, poco después, una explosión.
Son los israelíes bombardeando otra vez, pero ahora muy
cerca. Las personas de la sala de espera gritan, otros
permanecen sentados lívidos.
Un joven
permanece tirado esperando ser atendido en una sala común,
le faltan las dos piernas y un brazo. Trata de decir algo
pero no puede.
"Estaba
alimentando a las ovejas cuando un avión F–16 israelí
bombardeó nuestra casa", relató su padre, junto a él.
"Sus piernas volaron lejos de su cuerpo."
"¡Despierta,
Samah, por favor!", grita una niña. La joven a la que
llama está tendida sin moverse, con el torso negro por las
quemaduras. Cerca, en las mismas condiciones se encuentra
otra mujer. Eran sus hermanas, Samah, de 17 años, y Salwa
Asalyia, de 23.
Su familia
recuerda cuando llegó la ambulancia. "¿Dónde está
el resto del cuerpo?", preguntó el conductor.
En la
calle, la matanza continúa.
IPS pudo
ver a una muchacha gritando hacia un adolescente que yacía
tirado en la calle. Caminó hacia él y cuando estaba junto
al cuerpo, un francotirador le disparó en la cabeza. Eran
Jaclyn Abu Shbak, de 17 años, y su hermano menor Eyad, de
14.
La sangría
que el Estado judío llama autodefensa prosigue.
El
subsecretario de Defensa de Israel, Matan Vilnai, amenazó
el 29 de febrero con desatar una "shoah"
(holocausto) en Gaza, en respuesta a los misiles Qassam, de
fabricación casera, lanzados a la colonia de Sedrot y que
causaron la muerte de tres israelíes.
El sitio
israelí contra Gaza mediante el cierre de fronteras, la
retención de alimentos, agua y suministros médicos cumple
25 meses en marzo. Pero ahora la situación se pone cada vez
más sangrienta.
Los ocho
primeros meses tras el retiro de las colonias ilegales de
Israel en Gaza, en septiembre de 2005, Hamas y la
resistencia palestina mantuvieron un "hunda" (cese
del fuego), pese a las continuas incursiones israelíes, el
secuestro de funcionarios y los asesinatos planificados.
Pero eso
terminó en junio de 2006 cuando una buque israelí bombardeó
una playa de Gaza y mató a 13 personas, 11 de la misma
familia.
Hamas y la
Autoridad Nacional Palestina ubicada en la central ciudad
cisjordana de Ramalá, hicieron varios intentos de negociar
un alto al fuego con Israel. Pero el Estado judío rechazó
cada una de las tentativas de acercamiento e intensificó
sus ataques.
La
Organización de las Naciones Unidas (ONU) califica de
masacre el asesinato de más de 50 civiles.
La Operación
Invierno Caliente se cobró la vida de 60 personas el primer
día. Ahora ya son 126 los muertos, entre ellos 39 niños y
niñas y bebés y 12 mujeres. Hay al menos 380 heridos.
Cientos de viviendas fueron destruidas por los bombardeos.
Los
carniceros Olmert y Barak y la responsabilidad internacional
Por
Michael Warchawski
Alternative Information Center
Enviado por
Correspondencia de Prensa, 06/03/08
Traducido del inglés por Sinfo Fernández
Más de
cien habitantes de Gaza han muerto masacrados como
consecuencia de los misiles y bombardeos de los últimos días,
y la lista crece con cada hora que pasa. Ariel Sharon, en
comparación con el equipo de asesinos Olmert–Barak,
parece ahora un discípulo de Mahatma Gandhi: la masacre de
Yenin, que en 2002 provocó una inmensa indignación
internacional, causó muchas menos víctimas que la actual
agresión israelí contra Gaza. Sin embargo, la reacción de
ahora de la comunidad internacional es mucho más suave que
hace seis años.
¿Por
qué?
Esta
pregunta debería estar en el núcleo de la reflexión del
movimiento de solidaridad internacional y, más en general,
de la resistencia global.
Los crímenes
de guerra israelíes son sólo posibles porque en los últimos
seis o siete años la comunidad internacional ha dejado
completamente de presionar al gobierno israelí, es más, en
realidad ha pasado a ayudarle. Esto no fue siempre así, al
menos por parte de la mayoría de los gobiernos europeos,
que solían oponerse a la estrategia de la "guerra
global preventiva sin fin" de la administración neocon
estadounidense, y defendían una estrategia de estabilidad
global en vez de la política de caos global de Bush y su
panda.
El aumento
del neoconservadurismo europeo (el Presidente francés
Sarkozy es un vivo ejemplo de este fenómeno) representa un
nuevo desafío para el movimiento de solidaridad y, más en
general, para el movimiento anti–globalización en todo el
mundo: la estrategia de la guerra global ya no es un
monopolio de la administración estadounidense (apoyada por
unos cuantos países, como el Reino Unido), sino de la
"comunidad internacional" como tal.
Este es,
sin duda, un cambio que la Resistencia Global debería tomar
en consideración de forma muy seria: hay una guerra mundial
y todos formamos ahora parte de ella. Es una prioridad
candente que trabajemos en aras de un movimiento
internacional unido antibelicista que se enfrente a esa
"comunidad internacional" alineada con la guerra
global de Washington.
¿Qué
tiene que ver todo esto con Gaza? Pues que Gaza es la
primera línea de la resistencia a esa ofensiva. Si Gaza
capitula, Washington y Tel Aviv se sentirán con las manos
libres para lanzar un segundo ataque contra el Líbano y
para atacar Irán. Saben bien que Gaza, el Líbano, Siria,
Iraq y Afganistán son diferentes batallas de una misma
guerra, y están concentrando sus fuerzas para conseguir que
Gaza, su pueblo y sus elegidos dirigentes, se rindan.
Comprenderlo así es algo que debería penetrar también en
el movimiento global para poder llegar a una conclusión:
los palestinos de Gaza están luchando no sólo por sus
propios derechos y dignidad, sino por la libertad de todos
los pueblos del mundo; están resistiendo frente a los
dirigentes unidos del Imperio y su intento de transformar en
esclavos a los pueblos de nuestro planeta, incluyendo las
clases trabajadoras de las metrópolis industrializadas.
Nadie en
nuestro campo, el campo de la resistencia mundial ante el
Imperio, tiene derecho a escapar del deber de solidaridad
total con la Resistencia de Gaza bajo el pretexto de que no
le gustan los dirigentes que el pueblo palestino de Gaza ha
elegido. Lo mismo debería decirse sobre el pueblo de Irán.
Como base
de la campaña de solidaridad con Gaza, uno debe pedir un
bloqueo contra Israel mientras no se levante el bloqueo
contra Gaza. Un boicot económico, político y cultural
hacia un Estado que se ha puesto a sí mismo, por sus crímenes
de guerra, fuera del mundo civilizado: hasta que no acaben
los sangrientos ataques contra Gaza y se levante el estado
de sitio, el deber de la gente decente es decir, alto y
claro: No queremos relaciones de ningún tipo con el Estado
criminal de Israel.
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