Aunque
la Solución de los Dos Estados está muerta...
La
farsa sigue adelante
Por
Khalid Amayreh (*)
The Palestinian Information Center /OIC–Palestina,
02/04/08
Traducido por Sinfo Fernández
En
Palestina, se vislumbra tan sombría como siempre cualquier
perspectiva de paz auténtica, a causa, especialmente, de la
intransigencia israelí y de la complicidad estadounidense
con el estado sionista; los amantes de la paz en Oriente
Medio y en todo el mundo se han visto una vez más
afrentados por otra de las poco honrosas visitas de la
Secretaria de Estado de EEUU a la región.
Desde que
hace más de tres años se convirtió en Secretaria de
Estado, Rice ha efectuado numerosas visitas a Ramala y a la
Jerusalén ocupada.
Sin
embargo, en su conjunto, la grave situación palestina sigue
prácticamente inalterada. De hecho, uno puede sostener con
seguridad que la ocupación y el apartheid israelí son
ahora mucho peores que lo eran hace tres años. De ahí que
sea muy poco probable que la actual visita de Rice vaya a
marcar diferencia alguna.
En verdad
que no resulta difícil señalar las causas y razones del
fracaso de los “esfuerzos de paz” estadounidenses en
esta parte del mundo.
EEUU sabe
muy bien que Israel no se moverá ni un centímetro hacia la
paz sin presiones serias por su parte. Pero el gobierno
estadounidense no tiene ni inclinación ni voluntad para
hacerlo. El control judío del Congreso y la virtual y
completa sumisión de la administración Bush ante el
poderoso lobby judío conocido como AIPAC, así como de los
neocons alineados tras Israel, hacen extremadamente
improbable cualquier avance importante, ni siquiera un mínimo
progreso, en la construcción de la paz.
Rice conoce
eso muy bien a pesar del artificial optimismo que a menudo
trata de insuflar, sobre todo para dar la falsa impresión
de que el moribundo proceso de paz sigue vivo.
Asimismo,
los israelíes saben que, en lo que se refiere a Israel, los
funcionarios estadounidenses no siempre quieren decir lo que
dicen, ni dicen lo que quieren decir.
Tomemos,
por ejemplo, la cuestión de los bloqueos de carretera y
controles israelíes que salpican el mapa de Cisjordania,
que hacen real y totalmente imposible desarrollar cualquier
actividad económica normal. Los funcionarios
estadounidenses, desde el mismo Bush a Rice y otros enviados
del Cuarteto y de EEUU, han urgido en numerosas ocasiones a
Israel para que elimine los cerca de 600 bloqueos de
carreteras, a menudo manejados por soldados israelíes de
estilo nazi y gatillo fácil.
Sin
embargo, en lugar de atender las demandas internacionales y
estadounidenses, el gobierno israelí tomó la decisión de
establecer más bloqueos de carretera y más controles para
hacer que la vida diaria palestina sea aún más miserable e
insoportable.
¿Por qué
Israel desafía a la administración Bush, que le ha pedido
por enésima vez que relaje sus duras y agobiantes medidas
contra los palestinos normales y corrientes tanto en
Cisjordania como en la Franja de Gaza?
La
respuesta está muy clara. Israel cree, equivocada o
acertadamente, que controla a los EEUU de América, que
controla la política y políticas estadounidenses, que
controla el Congreso y los medios de comunicación y las
instituciones financieras más importantes allí.
Hace unos
cuantos años, se rumoreó que el anterior Primer Ministro
israelí Ariel Sharon había dicho a Shimon Peres, por aquel
entonces Ministro de Asuntos Exteriores: “Controlamos a
los Estados Unidos y los estadounidenses lo saben”.
Un
dirigente y colono judío en Hebrón, con quien este
periodista se reunió hace pocos años, fue más directo aún.
Dijo que “el pueblo judío podría poner de rodillas a
Estados Unidos en menos de 24 horas”.
Pregunté
al aparentemente arrogante líder de los colonos, inmigrante
él mismo desde Florida a Israel, que cómo unos pocos
millones de judíos estadounidenses podrían poner de
rodillas al país más poderoso sobre la tierra. “No
controlamos directamente a los 300 millones de
estadounidenses”, dijo con bastante ostentación.
“Controlamos a quienes les controlan a ellos”.
Muchos
apologistas de Israel pueden rechazar esos comentarios como
“disparates”. Sin embargo, hay un creciente número de
estadounidenses que han llegado a la conclusión de que las
políticas exteriores estadounidenses, especialmente hacia
Palestina, Israel, Iraq, Afganistán, e incluso hacia
Europa, están hechas en Israel, no en Washington.
Hace dos
meses, me reuní con un grupo de dirigentes cristianos
estadounidenses en un restaurante en la ciudad de Hebrón,
en Cisjordania. Una señora, creo que de Illinois, me dijo
lo siguiente: “Siento decirle que Vds. van a seguir pudriéndose
bajo la ocupación israelí por muchos años que pasen”.
Desconcertado por el comentario, le pregunté a la casi
jubilada de 65 años, cómo podía estar tan segura de esa
valoración tan sombría. Su respuesta fue aún más
desconcertante. “Actualmente, el único país que puede
presionar a Israel para que ponga fin a su ocupación de
Palestina es Estados Unidos. Pero debo decirle, ateniéndome
estrictamente a la realidad, que Israel controla nuestro país
y nuestro gobierno”.
Resumiendo,
sería inútil confiar de verdad en que EEUU lleve la paz al
Oriente Medio desde el momento en que la paz depende casi
totalmente de que el gobierno estadounidense ejerza
presiones reales sobre Israel, algo muy improbable, al menos
en un futuro previsible. Sí, a menudo EEUU intenta aparecer
como un constructor de la paz y un intermediario honesto.
Pero es una falsa apariencia, ya que todo el mundo sabe que
las eternamente estériles negociaciones entre Olmert y
Abbas no han llegado, ni llegarán, a parte alguna.
Hoy en día,
con los hechos irreversibles que Israel ha creado sobre el
terreno en la ocupada Cisjordania, especialmente en Jerusalén
Este, la perspectiva de la así denominada Solución de los
Dos Estados está muerta, a pesar de todos los parloteos que
seguimos oyendo de israelíes, estadounidenses e incluso de
funcionarios palestinos.
De ahí que
sea imperativo que el pueblo palestino y sus auténticos
dirigentes y representantes dejen de permitir que los
Estados Unidos de Israel… sí, los Estados Unidos de
Israel, les engañen eternamente sobre la liquidación de su
imperecedera causa.
Por lo
tanto, es vital que el pueblo palestino y sus dirigentes y
representantes no corruptos encuentren una estrategia de
salvación alternativa basada en la solución de un único
Estado.
(*)
Khalid Amayreh es un periodista palestino que vive con su
familia en la ciudad palestina ocupada de Dura. Puede
contactarse con él en: amayreh@p–ol.com
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