El
ejército israelí cierra panaderías y peluquerías
palestinas en su guerra contra el terrorismo
El
general de la cebolla y el ajo
Por
Gideon Levy
Haaretz, 13/07/08
Tlaxcala, 19/07/08
Traducido por Carlos
Sanchis. Revisado por Caty R. (*)
Ya está
aquí lo "último" de la guerra contra el terror:
la guerra contra las peluquerías. Después de que Hamás se
hiciera cargo de la mitad del pueblo palestino, sobre todo
debido a las políticas de Israel; después de que intentásemos
derribar a Hamás con armas y asedio, destrucción y
aniquilamiento, arrestos masivos y deportaciones, el ejército
de ocupación israelí y el servicio de seguridad, Shin Bet,
han inventado algo nuevo: una guerra en los centros
comerciales, panaderías, escuelas y orfanatos. Primero en
Hebrón, ahora en Nablús. El ejército está cerrando
salones de belleza, tiendas de ropa, clínicas, y hasta una
lechería, con el pretexto de que tienen conexiones con Hamás
o que el alquiler que pagan va a parar a una organización
terrorista.
Las
estrafalarias imágenes de las órdenes de cierres emitidas
por el general al mando, pegadas en las ventanas de una
tienda de cosméticos o un centro de fisioterapia, la orden
de decomiso pegada a una tahona, demuestran que la ocupación
israelí se ha vuelto loca. Hace unos meses visité las
instituciones sin ánimo de lucro y los centros comerciales
que el ejército había empezado a cerrar en Hebrón; vi
escenas irritantes y absurdas. Una moderna escuela destinada
a 1.200 estudiantes permanece cerrada por orden del general
al mando y están a punto de cerrar una biblioteca juvenil.
Así, una
vez más, la ocupación demuestra que no hay ningún lugar
en las vidas de los palestinos al que no pueda llegar y que,
además, no tiene límites: un ejército que cierra una
escuela, una biblioteca, una panadería o un internado;
soldados que efectúan una incursión en una emisora
comercial de televisión autorizada, confiscan su equipo y
amenazan con cerrarla, como pasó recientemente en la
emisora de televisión Afaq en Nablús.
En Israel,
por supuesto, no se ha alzado ninguna voz para protestar por
el cierre de la escuela o de la emisora de televisión. Según
los derroteros del pensamiento israelí, si cerramos una
panadería que elabora rosquillas para los huérfanos, el
poder de Hamás se debilitará; si arrojamos a cientos de niños
necesitados a las calles desde sus escuelas, ellos y sus
familias simpatizarán con Israel; si cerramos un concurrido
centro comercial, sus encolerizados dueños y clientes se
convertirán en partidarios de Fatah.
La ocupación
israelí no se suele mirar bajo la absurda e inhumana luz de
esos asedios y operaciones de decomiso ordenadas por el
general al mando del comando central, Gadi Shamni, el
general de los ajos y cebollas, a juzgar por los productos
que sus soldados confiscaron en los almacenes de víveres de
Hebrón; operaciones ilegales, auténticamente inmorales y
ciegas, que transmiten un mensaje alto y claro: la ocupación
ha perdido todas las inhibiciones morales y cualquier atisbo
de inteligencia. ¿Hay alguien más miserable que un ejército
que vacía los almacenes de comida y ropa para los
necesitados? ¿Hay alguien más ridículo que un general que
firma órdenes para cerrar peluquerías? ¿Hay algo más patético
que una redada militar en las panaderías? ¿Más cruel que
una ocupación que cierra clínicas con cualquier pretexto?
Hamás ha
entrado en el vacío creado en Cisjordania y Gaza. Como
cualquier movimiento religioso surgió en el terreno de la
angustia y la pobreza. Ahora Israel va más lejos y dice que
hay que exacerbar la pobreza y la angustia. ¿Por qué? Para
combatir a Hamás. No hay nada más absurdo. Decenas de
miles de niños pobres en Cisjordania no tienen a qué
agarrarse aparte de las organizaciones benéficas islámicas
de las que Israel sospecha que están vinculadas a Hamás,
aunque muchas de ellas se crearon mucho antes de que naciera
la organización. Israel ha dejado de ocuparse del bienestar
de la población ocupada a pesar de que le obliga el Derecho
Internacional. Y la Autoridad Palestina tampoco muestra
demasiado interés por las necesidades sociales y económicas.
Fatah siempre ha dedicado más recursos a los campamentos
militares, armas y vehículos oficiales que a los orfanatos,
los hospitales o las máquinas de diálisis.
Ese vacío
lo está llenando el Movimiento Islámico al ofrecer a la
población un impresionante grado de servicios. El orfanato
que visité en Hebrón es uno de los más bonitos y cuidados
que he visto. Es una crueldad amenazar con su cierre, hace
falta mucho descaro para defender que dicho cierre forma
parte de la guerra contra el terrorismo y hay que ser
bastante estúpido para pensar que semejante medida ayudará.
El cierre de tiendas y centros comerciales sólo supondrá
otro golpe para la economía palestina que todavía sigue
luchando por mantenerse en pie bajo el asedio. ¿Israel no
ha aprendido nada del fracaso del asedio de Gaza?
Cualquiera
que visite las instituciones sin ánimo de lucro verá que
el dinero que fluye a esas organizaciones no se dedica a la
adquisición de cinturones de explosivos para suicidas. No
se puede encarcelar a los habitantes de Cisjordania,
prohibirles que se ganen la vida, negarles cualquier
prestación social y encima arremeter contra quienes
intentan hacerlo. Si Israel quiere eliminar las asociaciones
benéficas, como mínimo debe establecer servicios
alternativos. ¿A expensas de qué "luchamos contra el
terrorismo"? ¿De las viudas y los huérfanos? Es una
vergüenza.
(*)
Caty R. y Carlos Sanchis pertenecen a Rebelión, Cubadebate
y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición
de respetar su integridad y mencionar al autor, al
traductor, a la revisora y la fuente.
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