Israel
traspasa todas las líneas rojas en Cisjordania
Por Khalid Amayreh
The Palestinian Information Center, 11/07/08
Tlaxcala,
16/07/08
Traducido
por Beatriz Morales Bastos
Hasta
hace unos pocos años la mayoría de las actividades armadas
israelíes en los territorios ocupados tenían
fundamentalmente el objetivo de obligar a los palestinos a
aceptar su estatus de esclavos perpetuos estrechamente
controlados por sus amos judíos.
El
ejército de ocupación podía demoler casas, cerrar campus
universitarios y detener a sospechosos de terrorismo durante
largos periodos de tiempo.
El
mensaje era claro: no sueñen siquiera con la libertad
porque hagan lo que hagan no les servirá de nada, el mundo
no les ayudará porque nosotros controlamos a Estados Unidos
y Estados Unidos controla el mundo; nosotros somos la raza
superior.
Ahora
el objetivo del ejército israelí es la sociedad palestina
en su conjunto. Está atacando directamente las
instituciones educativas, sociales, económicas e incluso médicas.
Resulta
muy interesante el hecho de que todo esto está teniendo
lugar bajo la escandalosa rúbrica de “conversaciones de
paz” entre el Estado sionista y la Autoridad Palestina
respaldada por Estados Unidos, que se supone protege a los
palestinos y sus intereses nacionales de la nefanda conducta
de Israel.
Al
hacerlo Israel está cruzando efectivamente todas las
antiguas líneas rojas, violando todas las consideraciones
concebibles exigidas por la decencia humana. Es una política
de lucha libre ideada para empobrecer y debilitar a la
comunidad palestina obligando a los palestinos a dedicar la
mayor parte de su tiempo y energía a desvivirse por sus más
inmediatas necesidades cotidianas.
Esta
semana el ejercito israelí destrozó y saqueó
instituciones civiles, incluyendo una escuela, un centro médico
y un centro comercial en el corazón de Nablus, la segunda
ciudad más grande de Cisjordania. Destrozó y saqueó
instituciones que da la casualidad que están en una zona
que situada bajo control de la AP según los desafortunados
Acuerdos de Oslo.
Los
periodistas y los ciudadanos ordinarios estaban
conmocionados viendo material escolar básico destrozado y
pisoteado por un ejército del que Israel afirma ad nauseam
que es el más moral del mundo.
Pues
bien, es un “ejército moral” que ordena a sus soldados
asaltar orfanatos, internados y comedores de beneficencia y
destrozar la comida que está a punto de ser servida a niños
pobres, muchos de los cuales han perdido a sus padres a
causa de las balas israelíes.
Al
fin y al cabo, la moral es una cuestión relativa. También
los nazis creían que sus ejércitos eran los más morales
de todos los ejércitos. Al parecer los judíos sionistas
están recorriendo el mismo camino y esgrimiendo los mismos
argumentos.
Hace
unos pocos meses, el ejército israelí llevó a cabo un
“holocausto”, por utilizar la misma palabra que la
empleada por un cristiano pacifista, contra instituciones de
caridad islámicas en la zona de Hebrón. El “ejército de
judíos” atacó escuelas, negocios, orfanatos y comedores
de beneficencia. Los soldados, que actuaban como gánsteres
y criminales comunes, llegaron incluso a robar y destrozar máquinas
de coser y tiendas de ropa. Incluso confiscaron zapatillas
deportivas para niños y ropa interior y después lo
arrojaron a los canales de aguas residuales a las afueras de
la ciudad. Sí, esto ocurrió en un Estado que afirma ser un
faro para las demás naciones y la única democracia en
Oriente Próximo.
Israel,
un país cuya propia existencia se basa en el asesinato, la
falsedad y el robo, afirma que sus “acciones” son
necesarias para luchar contra el terrorismo, en referencia a
la resistencia palestina a la siniestra ocupación de
Israel, incluyendo la resistencia no violenta.
Sin
embargo, es más que obvio que las instituciones atacadas no
tienen absolutamente ninguna relación con ninguna
organización política, incluyendo Hamas, el mantra cuya
invocación Israel cree que justifica cada crimen que se
pueda concebir contra los indefensos palestinos, su dignidad
y sus propiedades .
Por
otro lado, uno se ve inexorablemente obligado a preguntar en
qué puede ayudar a combatir el “terrorismo” tanto el
destruir aulas y destrozar material escolar como destrozar
comedores de beneficencia y asaltar las salas de ginecología
de los hospitales.
¿Creen
el ejército y el gobierno israelí, y los judíos en
general que se granjean el cariño de los niños palestinos
para la coexistencia pacífica destruyendo sus aulas,
destrozando su material escolar y atando a los maestros
palestinos a postes de la luz y golpeándolos salvajemente?
De
hecho Israel está castigando a los palestinos por el propio
hecho de sobrevivir, por su propia existencia y por negarse
a morir y a desaparecer, igual que los nazis lucharon contra
los judíos debido a su propia existencia, supervivencia y
negativa a desaparecer.
Israel
querría que los palestinos muriera y se desvanecieran de la
faz de la tierra sin oponer la menor resistencia y lo más
tranquilamente posible.
Esta
enfermedad mental de los israelíes explica la absoluta
maldad e insidia de su infame trato cotidiano a los
palestinos ordinarios. El modo de pensar colectivo de Israel
espera simplemente que las víctimas palestinas se comporten
como las víctimas del nazismo, se rindan a su ineluctable
destino sin hacer demasiado ruido.
Por
desgracia, parece que el mundo en general está en
connivencia con Israel en ella crucifixión del pueblo
palestino.
Incluso
la Autoridad Palestina de Ramala, que afirma que defiende y
salvaguarda los intereses nacionales palestinos, está
consintiendo el terrorismo genocida de Israel, hasta tal
punto de que el propio Israel ha llegado a considerar a la
AP como una especie de Judenrat (*) palestino.
Uno
hubiera esperado que Mahmoud Abbas, el presidente de la AP,
iba a adoptar una postura clara en contra de los crímenes
israelíes en Nablus y Hebrón.
Sin
embargo, su ensordecedor silencio ante estos crímenes
abominables confirma la total incapacidad de este hombre
para liderar a los palestinos.
Pero,
entonces, siendo realistas, ¿qué podemos esperar de una
autoridad que no tiene autoridad, de una entidad cuya propia
existencia y supervivencia depende de las dádivas de
potencias extranjeras que ellas mismas da la casualidad que
están siempre a la entera disposición de Israel?
Por
lo que se refiere a occidente, el asunto es aún más
escandaloso. Los gobiernos occidentales, que mantienen un ejército
de informantes, de representantes de ONGs, de diplomáticos
y de observadores en Cisjordania, conocen perfectamente bien
el alcance de la barbarie y del terrorismo israelí contra
los palestinos indefensos.
Hace
escasas semanas un diplomático europeo daba a entender a
este escritor que “informamos a nuestros gobiernos de cada
aspecto de la represión israelí contra los palestinos”.
Sin
embargo, cuando le pregunté por qué esos gobiernos no
actuaban en relación a la información de la que disponían,
con un olorcillo de vergüenza el diplomático contestó:
“Bien, eso es otra cuestión. Nuestros gobiernos tienen
otras consideraciones. No siempre pueden hacer lo que deberían
hacer. No pueden disgustar a determinados grupos de presión
tanto internos como externos”.
Estamos
hablando de gobiernos en su mayoría moralmente fallidos
cuyos dirigentes no dejan de parlotear acerca de “derechos
humanos, democracia y libertades civiles” cuando vienen a
visitar la Palestina ocupada.
Pues
bien, hemos oído estas historias demasiadas veces y durante
demasiado tiempo, tanto que la mayoría de nuestro pueblo ya
ha perdido la fe en la democracia occidental, una enorme
mentira que sólo significa hipocresía y conspiración.
Qué
otra cosa explica el lamentable silencio occidental en
relación al ataque israelí idéntico al de los nazis
contra la propia existencia del pueblo palestino.
(*)
N. de la T.: El Judenrat era el Consejo Judío creado por
los nazis durante la ocupación.
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