El
intercambio entre Hezbolá e Israel
Atrapados
entre los sollozos y los cánticos de guerra
Por
Gilad Atzmon
Palestine Think Tank, 18/07/08
Tlaxcala,
21/07/08
Traducido por Sinfo Fernández (*)
Al examinar
los actuales pornográficos lamentos colectivos de la prensa
hebrea, me encontré, para sorpresa mía, con un editorial
crítico escrito por el Dr. Mordechai Keidar, un académico
israelí de derechas.
“Nuestros
enemigos”, dice Keidar, “ven frente a ellos una nación
desesperada, emocional, llorona, corrompida, hedonista,
posesiva y liberal. Un pueblo que devora cuando come, un
pueblo sin raíces históricas, un pueblo que apenas tiene
ideología, sin valores, carente de cualquier sentido de
solidaridad. Un pueblo que sólo se preocupa del “aquí y
ahora”, un pueblo que se dispone feliz a pagar cualquier
precio sin siquiera considerar las graves consecuencias de
su temeraria conducta”. (Dr. Mordechai Keidar
http://www.ynet.co.il/articles/0,7340,L–3568863,00.html).
Es
levemente esperanzador descubrir que hay alguien en Israel
que puede darse cuenta de con cuánta severidad se contempla
la realidad israelí. Keidar comprende lo lamentable que
resulta para las personas de fuera de Israel, especialmente
para sus vecinos, el festival de duelo puesto en marcha. Por
mucha empatía que uno pueda sentir con el dolor de las
familias de los soldados, Regev y Goldwasser eran soldados
de uniforme de las fuerzas de defensa israelíes que servían
en un ejército extremadamente hostil. Cuando les
secuestraron estaban realizando una patrulla militar por la
disputada frontera libanesa. Para aquellos que todavía no
ven claras las cosas, les diré que eran soldados y no
simples `civiles inocentes´. Eran capaces, en teoría, de
defenderse a sí mismos.
El caso de
Gilad Shalit no es muy diferente. Shalit, a quien se
presenta en el mundo de los medios como `víctima inocente´,
desempeñaba nada menos que el puesto de guardia de un campo
de concentración israelí, a saber: Gaza. Shalit, como
Goldwasser y Regef, llevaba un uniforme de las fuerzas
armadas israelíes cuando fue capturado. Ni Regev, ni
Goldwasser ni Shalit eran víctimas. Todos ellos servían a
un estado que emplea tácticas genocidas devastadoras que
incluyen matar de hambre, limpieza étnica y asesinato de
quienes considera sus enemigos. Sin embargo, resulta pasmoso
descubrir lo limitada que es la memoria colectiva israelí.
El fallido rescate de Regev y Goldwasser por parte de las
fuerzas de defensa israelíes, tras la exitosa emboscada de
Hizbollah, evolucionó hasta que Israel desencadenó la
Segunda Guerra del Líbano.
En un acto
de represalia, castigo y venganza, Israel destruyó toda la
infraestructura del Líbano, arrasando todos los pueblos y
ciudades del sur del país, así como algunas barriadas de
Beirut. Mató a miles de civiles libaneses. De alguna
manera, los israelíes se las han arreglado para olvidar
todo esto. Y ahora, lo único que los israelíes son capaces
de ver son dos ataúdes negros. Incluso han conseguido
obviar el hecho de que, a cambio, entregaron 190 sencillos
ataúdes que contenían los cuerpos de los milicianos de
Hizbollah.
Los israelíes
tienen un especial talento para verse tan solo a ellos
mismos. A sus ojos, su dolor es superior al dolor que los
demás sienten. Pero hay algo que me desconcierta. A la luz
del necrofílico suceso del llanto colectivo israelí, me
siento muy confuso. Si Israel y los israelíes apenas pueden
recuperarse por dos trágicas bajas militares israelíes, cómo
van a arreglárselas con la guerra global que tanto insisten
en lanzar contra Irán. Si los israelíes no soportan la
visión de dos ataúdes, ¿cómo es que van a soportar que
Tel Aviv se convierta en el lugar de una fosa común? Sus
llantos de guerra sugieren que esto es algo en lo que ellos
parecen insistir en implicarse.
Casualmente,
el Dr. Keidar sugiere una respuesta: “Sólo una nación
llena de convicción ideológica, una nación con una
creencia fuerte en un camino justo, una nación que se
siente parte de un proceso histórico, una nación que puede
coger su dolor y comprar su supervivencia con sangre, sudor
y lágrimas, sólo una nación así puede perdurar en
Oriente Medio. En esa región”, dice Keidar, “no hay
sitio para los judíos de nueva hornada a los que parece no
importarles hacer de felpudos y que, antes o después,
revelarán su verdadero rostro de post–sionistas”.
Debo
admitir que Keidar, el fanático derechista israelí, tiene
razón. El pueblo que se viene abajo frente a dos ataúdes
es mejor que no inicie ningún otro conflicto internacional.
Los israelíes no están precisamente hechos del material
adecuado. No son precisamente una nación de guerreros
espartanos. Por mucho que disfruten infligiendo dolor a los
otros, en realidad no pueden soportar la idea de sufrir
ellos mismos, está muy claro que actualmente no están
preparados para sacrificarse, que no son más que una panda
de derrotados cobardes. Mejor harían en escapar y ¡sálvese
quien pueda!. Como Keider señaló, sus posibilidades de
sobrevivir en la región son nulas.
(*)
Sinfo Fernández pertenece al colectivo de Rebelión. Esta
traducción se puede reproducir libremente a condición de
respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora
y la fuente.
|