En
el check point de Belén
El
muro de las lamentaciones
Por
Laura Raices
OIC–Palestina, 22/07/08
Para
entender la estructura y extensión del muro construido por
Israel en Palestina basta con imaginar enormes corrales con
miles de personas en su interior controladas con lupa, donde
solo unos pocos pueden entrar y salir. Quienes permanecen
dentro sufren además humillaciones, matanzas y
destrucciones de sus hogares y comercios. Así considera el
gobierno israelí a los palestinos, como un ganado a
exterminar.
Hace una
semana he vuelto de Palestina y he podido observar la
inmensidad que tiene el Muro del Apartheid construido por
Israel, lo cierto es que en comparación el muro de Berlín
resulta minúsculo. El muro que cerca las zonas palestinas
tiene 10 m. de alto y una extensión actual de 413 km. (de
los 786 km proyectados), en comparación, el muro berlinés
tenía 3,6 m. de alto y una extensión de 160 km. Pero más
allá de las cifras, el muro israelí implica la
persistencia diaria de querer destruir un pueblo que además
es patrimonio de una de las culturas más antiguas. Como si
vivir dentro de cuatro paredes fuera poco, además se los
condena a ver como matan a sus hijos, a la destrucción
constante de sus hogares, al robo del agua, al
encarcelamiento diario y a millones de maltratos que los
humillan constantemente.
Lo cierto
es que las consecuencias del muro son enormes e
innumerables, una de las experiencias que me ha tocado vivir
hace solo dos semanas ha sido presenciar el control israelí
en el muro que separa Belén de Jerusalén este. Es
importante aclarar que ambas zonas corresponden a Palestina,
con la diferencia que Jerusalén posee una soberanía
compartida entre Israel (Jerusalén oeste) y Palestina
(Jerusalén este), eso en teoría. Lo cierto es que el muro
israelí ha dividido ilegalmente Belén de Jerusalén este,
por lo cual cuando un palestino quiere pasar de un lado al
otro de sus tierras debe pasar un control israelí que
irrisoriamente les pedirá tener un permiso especial para
poder entrar a Jerusalén este, es decir, a sus propias
tierras. Por lo cual la ilegalidad de este control se cumple
abiertamente y en todos los puntos.
Los
check points
Este punto
de control en Belén es fundamental para los palestinos, ya
que dado el bloqueo impuesto por el muro muchos de ellos
buscan trabajar en Jerusalén…y los israelíes lo saben,
precisamente por eso los humillan a diario. Hace solo dos
semanas hemos presenciado, junto a un grupo con el que he
viajado, como funciona el check point (punto de control) de
Belén y la experiencia ha sido tan dura e inhumana que nos
dejó a muchos con el corazón en la boca y más perplejos
ante la irracionalidad israelí.
Llegamos
alrededor de las 4:30 de la mañana, si bien nos habían
informado de la situación con la que nos encontraríamos,
el chocarse cara a cara con esa realidad superó lo que
esperábamos ver. El check point se asemejaba más a un
campo de concentración que a un punto de control, lo cierto
es que esperaba encontrarme con una entrada similar a
cualquier punto fronterizo donde los militares controlen
quienes pueden o no pasar.
Este
control debería estar abierto las 24 horas para cualquier
persona que desee cruzar el muro, pero como la lógica
israelí consiste en hacer la vida imposible a los palestino
violando constantemente la legalidad, el control lo abren
alrededor de las 5 de la mañana. La entrada consiste en una
un camino muy estrecho formado por barras de acero y un
techo de chapa, dando la sensación de que se está entrando
a un sistema carcelario. La mayoría de las palestinos que
cruzan este control saben que son seleccionados
cuidadosamente para poder trabajar en Jerusalén, pero con
eso no es suficiente, todos aquellos que deseen pasar deben
demostrar tener un permiso que les permita entrar a Jerusalén
este (recordemos que Jerusalén este es zona también
palestina pero ocupada por los israelíes). A su vez, los
permisos son de muy corta duración ya que la principal lógica
israelí consiste en hacer la vida imposible al palestino.
En el caso de que, por ejemplo, sea un permiso laboral debe
renovarse cada tres meses, por lo cual ningún palestino
puede llegar tarde a trabajar a Jerusalén, un despido
significaría perder la entrada a Jerusalén y con ello las
posibilidades de conseguir un trabajo que les permita vivir
en Belén. Tan terrible es la imposición de este muro que
incluso quienes pueden atravesarlo llegan a considerarse
afortunados, salvos los israelíes, claro, que pueden entrar
y salir a cualquier zona Palestina.
Debido a
este miedo constante de perder el trabajo muchas personas ya
están desde temprano haciendo la cola para pasar el control
israelí, y muchos otros pasan la noche para poder estar
primeros en el control. Al llegar no sabíamos realmente
como actuar y cómo tomarían los palestinos nuestra
presencia allí, la humillación de tener que pasar todos
los días este control y que para colmo estemos nosotros ahí
para verlo podía ser interpretado como una humillación
mayor. Lo cierto es que los palestinos nos han sorprendido
durante todo el viaje, tiene una humanidad tan grande que
nos han hecho avergonzarnos de nuestra egoísta forma de
actuar o pensar. Apenas llegamos un palestino a la entrada
nos ofreció un café. Nos acercamos un poco hasta donde
empezaba la cola, mientras la gente nos saludaba y hacían
bromas. Preguntamos entonces desde que hora estaban, muchos
nos contaban que desde las tres de la mañana esperando que
a las cinco abran el control.
Nuestro
contacto con una ONG nos permitió acceder al check point,
esta organización se dedica a controlar dos o tres veces
por semana de qué manera se realiza el control y elaborar
luego informes que presentan a determinados organismos para
denunciar esta situación. Accedimos así, junto a esta ONG,
hasta el principio de la cola, aunque no sabíamos si los
palestinos nos dejarían o no pasar, pero nuevamente nos
sorprendieron, no solo nos dejaron pasar sino que con sus
manos iban formado un puente para que pasemos más fácilmente.
Al llegar al principio de la cola se observaba una entrada
enrejada formada por una puerta giratoria de barras de
metal, en suelo de esa entada 6 o 7 mujeres sentadas
aguardaban al principio de la fila, ya que los palestinos
consideran que las mujeres y los niños tienen el privilegio
de pasar antes que los hombres. Cuanto más estábamos con
los palestinos más admirábamos su valor y humanidad,
mientras esperábamos que se abriera la puerta de control
los palestinos bromeaban entre sí y con nosotros, tienen
una particular forma de bromear en las perores situaciones,
como una forma de mantenerse vivos. Incluso muchas personas
que llegaban tarde a la cola se colaban por encima de los
barrotes (como se ve en la imagen más arriba), ante lo cual
nuestra reacción fue indignarnos ante la injusticia de que
muchas personas llevaban toda la noche esperando como para
que alguien se les colase, pero una vez más la solidaridad
palestina nos demostró que los equivocados éramos
nosotros, se enojaban solo unos segundos con quien se había
colado y enseguida ya estaban bromeando con él, porque
entendían que también era un trabajador que tenía que
pasar al otro lado y que por algún motivo se le había
hecho tarde para llegar, pero que estaba sufriendo las
mismas circunstancias que ellos, por lo cual no era justo
que encima se enojaran con él, porque entendían y compartían
su dolor. Enseguida me sentí avergonzada, agaché la cabeza
y una vez más me di cuenta cuanto me quedaba por aprender
de esta gente con un corazón tan grande que no hay muro que
lo abarque.
A las 5 y
10 se acerca a la puerta del control un joven de no más de
25 años, justo por detrás de la puerta giratoria hay un
puesto de control enfrente del cual se sitúa un detector de
metales. El joven tranquilamente comienza a abrir la puerta
giratoria (siempre desde su cabina), al desbloquear la
puerta giratoria los palestinos comienzan a pasar, y cada
cierto número el soldado israelí bloquea la puerta, lo
importante era que el numero nunca fuera exacto, a veces
dejaba pasar a 3 a 5 a 4 a 2, de tal manera que los
palestinos no puedan calcular cada cuantos se bloqueaba la
puerta y de esta manera sientan no solo el desconcierto sino
las barras de metal que les da en la cara al bloquearse de
pronto la puerta. Lo mismo hacía el soldado para controlar
el tiempo que tardaba en volver a abrir la puerta, cada 5
minutos, 10, depende del grado de odio hacia los palestinos
que tuviera esa mañana.
Un vez que
pasaban la puerta los palestinos debían enseñar en alto el
permiso que les habilitaba a pasar hacia Jerusalén e
inmediatamente enfrentarse al detector de metales, en este
caso el militar israelí (desde su cabina, claro) empeñado
en humillarlos, ni siquiera los miraba a la cara, mientras
que los palestinos enseñaban en alto que tenían el dichoso
papel, ellos mismos nos contaban que dependiendo del humor
del soldado a veces verificaban cada uno los permisos (lo
cual eternizaba la entrada) y otras veces los dejaban pasar
mostrando el permiso en alto pero sin siquiera mirarlos a la
cara. Por lo cual era muy difícil de calcular cuanto tiempo
podía tardarse en pasar el check point. Pero el control
recién empezaba.
Una vez que
pasaban el detector, los palestinos tenían que correr casi
medio kilómetro para llegar al siguiente punto de control,
una vez dentro se formaba una segunda cola donde nuevamente
debían pasar por un detector de metales. Aquí nuestro
grupo ya se había dividido en dos, mientras unos mirábamos
lo que sucedía en el primer control el resto del grupo ya
estaba observando el segundo control, luego decidimos
cambiarnos para poder observar el segundo control y aquí
vemos como dos militares caminan detrás del primer grupo
que regresaba, pero manteniendo cierta distancia. Cuando
nuestro grupo se dirige entonces al segundo control, los
militares (que no parecían mayores 18 años) nos siguen.
Llegamos entonces al segundo control donde se habían
formado dos filas para pasar el detector de metales, a la
vez que arriba de ellos se veía una plataforma desde la
cual los dos militares que nos habían seguido ahora nos
estaban observando. Si bien este control se hacía eterno
para los palestinos que debían ir a trabajar, la persona de
la ONG que nos acompañaba nos comentaba que hoy se había
agilizado bastante la entrada ya que los militares querían
darnos una buena imagen de que se portaban bien con los
palestinos… ¡menos mal que lo aclaró!
Para pasar
el detector debían quitarse todo aquello que pudiera hacer
sonar la alarma, incluso algunos calzados que tuvieran
hebilla de metal. Pasaban así al tercer y último control
que consistía en una máquina que detectaba las huellas
dactilares de las personas como si fueran criminales, debían
poner allí sus manos mientras los militares desde una
cabina les hacían preguntas, pero nunca se enfrentaban cara
a cara con un palestino, como si pudieran contagiarles algo
de humanidad.. o tal vez era que se les caía la cara de
vergüenza y necesitan un muro para ocultarse.
Finalmente,
tras toda esta odisea, lograban pasar a la otra parte del
muro, solo para ir a trabajar por unas horas a Jerusalén y
volver a pasar estos mismos controles a la vuelta para poder
llegar a su casa con su familia, si es que aun los israelíes
habían dejado en pie la casa o su familia.
Esta reseña
no es más que una de las consecuencias del muro que los
palestinos deben sufrir a diario y de la cual deberían
avergonzarse y lamentarse los israelíes a diario de la
misma manera que lo hacen sobre el muro de las
lamentaciones.
|