El
fuerte crecimiento de la población árabe alarma
a los sionistas
Por
Ana Carbajosa
El País / IAR Noticias, 07/08/08
El primer
ministro israelí, Ehud Olmert, se va. En pocos meses dejará
el Gobierno, derribado por uno de los múltiples escándalos
de corrupción que acumula. Olmert se va, pero permanece su
creencia de que Israel no será un Estado viable el día que
los palestinos pasen a ser mayoría tanto dentro de sus
fronteras, como en los territorios ocupados. Los políticos
en liza para suceder a Olmert comparten la creencia de que
las proyecciones demográficas, que reflejan un fuerte
crecimiento de la población árabe junto a una caída del número
de emigrantes judíos, dictarán las políticas que se
adopten en esta zona del planeta, entre ellas la creación
de un Estado palestino.
En demografía,
como en casi todo, Israel es un caso único. Es un país que
en 60 años ha quintuplicado su población. Cuenta hoy con
algo más de siete millones de habitantes, frente a los
650.000 que vivían en 1948 cuando se fundó el Estado. El
crecimiento vertiginoso ha sido posible gracias a una alta
natalidad y al desembarco de tres millones de inmigrantes
judíos.
El cambio
que se avecina podría ser igual de rápido, sólo que esta
vez contrario a los intereses del proyecto sionista, según
advierten los demógrafos y empiezan a mostrar las estadísticas.
Por un lado, cada vez son menos los judíos que hacen aliya,
o emigran a Israel: 2007 fue el primer año desde 1989 en el
que el número de emigrantes judíos no superó los 20.000.
Y por otro, la población árabe, tanto dentro de las
fronteras del Estado de Israel como en Gaza y Cisjordania,
crece al doble de velocidad que la judía, según los datos
que maneja Sergio Della Pergola, profesor de la Universidad
Hebrea de Jerusalén y toda una autoridad en la materia.
Esos datos dicen que mientras los judíos tienen una media
de 2,7 hijos, los palestinos rozan los cuatro. "En unos
20 años, la población árabe que viva dentro de Israel
alcanzará el 30% [frente al 20% actual]. Una nación con
una minoría del 30% ya no es una sociedad unitaria, es
binacional", dice Della Pergola.
Pero a los
políticos israelíes les preocupan las estadísticas que se
refieren no sólo a la evolución demográfica dentro de las
fronteras del Estado de Israel, sino en los 28.000 kilómetros
cuadrados que separan el Mediterráneo del río Jordán o lo
que es lo mismo, la Palestina del mandato británico.
"Si sumamos los habitantes de Gaza y Cisjordania al
millón y medio de árabes que viven en Israel, y lo
comparamos con el número de judíos israelíes, la
diferencia resultante es mínima. Pero si tenemos en cuenta
lo rápido que crece la población árabe, pronto serán más",
añade Della Pergola.
Son esos números
los que han hecho saltar todas las alarmas entre la clase
política, a izquierda y a derecha, y que ha llevado a
muchos, incluido Olmert, a concebir la creación de un
Estado palestino no como una dádiva, sino como el
salvavidas del proyecto sionista. Porque sostiene Olmert que
el día en que el número de árabes supere al de judíos,
la existencia misma de Israel estará en peligro. "Si
llega el día en que la solución de dos Estados [uno israelí
y uno palestino] fracasa, y nos vemos obligados a hacer
frente a una lucha por la igualdad de derechos al estilo
surafricano, el día que eso ocurra el Estado de Israel
estará acabado", sostuvo Olmert en Washington tras la
conferencia de Annapolis que debe desembocar en la creación
de un Estado palestino. Yossi Beilin, del izquierdista
Meretz, comparte con Olmert esa visión. "Una minoría
de judíos dominando a una mayoría palestina, sería como
el régimen surafricano. El mundo no lo toleraría".
Los
aspirantes a la sucesión de Olmert analizan también el
conflicto de Oriente Próximo desde el prisma demográfico,
aunque ofrecen muy distintas soluciones. "Para los tres
[Tzipi Livni, Benjamín Netanyahu y Shaul Mofaz] constituye
una cuestión crucial", asegura Arnon Soffer, el
profeta de "la amenaza demográfica árabe",
catedrático de Geoestrategia de la Universidad de Haifa.
Los tres políticos han desfilado por sus aulas y se han
dejado empapar por sus predicciones, indica Soffer.
Netanyahu,
al frente del derechista Likud y en cabeza según algunas
encuestas, todavía le llama para consultarle sobre el tema,
según el catedrático. A Netanyahu, al revés que a Livni o
a Olmert, la preocupación demográfica no le lleva a
defender la necesidad de la creación de un Estado palestino
lo antes posible. Al contrario, fuentes próximas al
candidato conservador explican que "a pesar de
considerar la demografía una cuestión crítica, considera
imposible alcanzar un acuerdo con los palestinos en las
actuales circunstancias, con Hamás en el poder en
Gaza". Pero barrunta medidas para evitar que los árabes
israelíes diluyan la naturaleza judía de su país.
Pero si
buena parte de la clase política israelí tiene tanta
urgencia por un acuerdo que conduzca a la creación de un
Estado palestino, o por fijar al menos unas fronteras
definitivas, ¿por qué los hechos sobre el terreno, como la
expansión de asentamientos, apuntan en dirección
contraria? Porque como dice Calev Ben–Dor, analista de
Reut, un think tank de Tel Aviv, una cosa es querer que
exista un Estado palestino "y otra que haya consenso en
qué fronteras debe tener, qué hacer con Jerusalén o con
los refugiados". Y remata Beilin: "Todos sabemos
que el statu quo es insostenible y que hay que avanzar hacia
la partición, la cuestión es si tenemos líderes
dispuestos a hacerlo".
Dos
oenegés israelís denuncian la separación forzosa de
familias – El Ejército
autoriza la salida de Cisjordania si se firma que no se
regresará al lugar de origen
Israel
deporta a civiles palestinos de Cisjordania a
la franja de Gaza
Por
Ricardo Mir de Francia
Desde Gaza
El Periódico, 11/09/08
Gazhi Jallo
nació en Gaza pero desde 1996 vivía en la ciudad
cisjordana de Qalquilia con su marido y sus ocho vástagos.
El verano pasado fue con dos de sus hijas a visitar a la
mayor de su prole en Jerusalén Este. Cuando retornaban a
casa, fueron detenidas por soldados israelís en un puesto
de control militar. Al ver en sus carnets que eran
residentes de Gaza, las interrogaron durante ocho horas.
Poco más tarde eran deportadas a la franja en un furgón
militar. Desde entonces no han vuelto a ver al resto de la
familia. Y ya han transcurrido 14 meses.
El caso de
Gazhi Jallo ilustra las extremas dificultades que encuentran
los palestinos de los territorios ocupados para moverse y
elegir libremente su lugar de residencia. En noviembre del año
pasado, Israel comenzó a aplicar una política de expulsión
de los palestinos que viven en Cisjordania pero que están
registrados como residentes en Gaza, según denunciaron ayer
las organizaciones israelís de derechos humanos B'tselem y
Hamoked. En su opinión, estas medidas, vulneran la ley
internacional y los acuerdos de Oslo firmados por Israel en
1993
A todos los
miles de afectados por el nuevo régimen de permisos se les
considera "ilegales", por más que lleven años
viviendo en Cisjordania o incluso hayan nacido allí. Para
todos ellos es casi imposible superar el trámite del cambio
de residencia porque desde el inicio de la segunda intifada,
hace ocho años, Israel no actualiza los datos de los
palestinos. Para colmo, desde noviembre, un nuevo régimen
de permisos limita a un máximo de tres meses la estancia en
Cisjordania de la gente registrada en la franja de Gaza.
Más
trabas
"Israel
está explotando las dificultades de las familias que están
separadas entre ambos territorios para forzarlas a
trasladarse a Gaza permanentemente", advierten las
oenegés. Y dan otro ejemplo. A aquellos que quieren un
permiso para entrar en la franja, el Ejército hebreo les
exige que firmen un papel jurando que no regresarán nunca más
a Cisjordania. En sentido inverso, señalan, a algunas
personas se les ha exigido como condición para asistir a
una boda en Ramala o un funeral en Tulkarem el depósito de
una suma desorbitada de dinero. De ese modo Israel se
asegura que retornarán a la paupérrima y aislada franja de
Gaza, donde Tel–Aviv dejó de tener intereses tras evacuar
a sus colonos en el 2005.
En cambio,
Cisjordania es para los israelís la cuna del pueblo judío,
un territorio ambicionado y ocupado desde hace 40 años,
donde crecen los asentamientos pese a las negociaciones de
paz en curso. Hebrón o Naplusa tienen mucho más simbolismo
para el judaísmo que Tel–Aviv o Hadera. Pero para los
palestinos es una tragedia.
Hadil
Albarwadil, por ejemplo, lleva 14 meses sola en Gaza sin
poder ver a su marido, que trabaja en Cisjordania. Este ni
siquiera ha podido conocer a su segunda hija, que ya tiene
11 meses. Hadil ha pedido varios permisos para reunirse con
él, pero todos han sido denegados. "Estoy desesperada.
Mi hija mayor no deja de preguntar dónde está su papá y
no sé que decirle". Hadil está dispuesta a esperar
porque en Gaza, dice, "no hay empleo ni futuro"
para su familia.
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