Para
los habitantes de Gaza sobrevivir es resistir
Por Ramzi Kysia
Palestine Think Tank, 21/11/08
Tlaxcala,
24/11/08
Traducido
por Beatriz Morales Bastos
“
Yo enviaré fuego a la muralla de Gaza…”, Amós 1:7
En
un pequeño café de la ciudad de Gaza Amjad Shawa,
coordinador de la Red de ONG Palestinas (PNGO, en sus siglas
en inglés), se toma a sorbos un café y cavila sobre el
bloqueo israelí a Gaza. “Este bloqueo no tiene que ver
con la “seguridad”, ni siquiera con Hamas”, afirma.
“El objetivo último de Israel es separar Gaza de
Cisjordania y matar el proyecto nacional palestino”.
En
la Franja de Gaza, una llanura costera de 23 millas de ancho
encajonada entre Israel y Egipto, viven un millón y medio
de palestinos. A pesar de su pequeño tamaño, Gaza condensa
en muchos sentidos la esencia de los dos mayores conflictos
del mundo: el auge del islam político y el uso por parte de
occidente del castigo colectivo y de la coacción económica
como brutal contrapeso.
Desde
que Hamas ganó las elecciones parlamentarias en enero de
2006, Israel ha sometido a Gaza a un bloqueo cada vez más
severo. En junio de 2007, después de que Hamas derrotara a
los militantes alineados con el presidente palestino Mahmoud
Abbas y se hiciera por la fuerza con el control de Gaza,
Israel hizo más estricto el bloqueo hasta incluir en él
todo excepto el suministro ocasional de productos
humanitarios. A consecuencia de ello la economía local ha
quedado destrozada lo que ha provocado un brusco aumento de
los índices de paro, de pobreza y de desnutrición
infantil.
Mientras
Abbas y Fatah gobiernan todavía en Cisjordania con pleno
apoyo de Israel, Hamas se enfrenta a un futuro incierto. A
pesar de que los habitantes Gaza se han unido en torno al
gobierno [de Hamas], hay también una creciente frustración
pública a causa de la moribunda economía.
Según
la descripción de Rawya Shawa, miembro independiente del
Consejo Legislativo Palestino por Gaza, Palestina está un
limbo político. “Cuando se está en el poder nunca es lo
mismo que cuando se está fuera de él”, afirma Shawa.
“El setenta por ciento de Gaza son refugiados. Fatah
dirigió a los palestinos durante 45, 50 años. Fatah fracasó.
No cumplieron nada. Hamas, ahora, lo está intentando. Todavía
no lo han logrado, así que la gente simplemente sigue
esperando”.
El
ascenso de Hamas
Al
hacer frente al declive del panarabismo nacionalista que había
alcanzado su apogeo durante los sesenta y setenta y el
colapso de los acuerdos de Oslo de 1993, Hamas encontró un
terreno fértil en Palestina combinando proyectos de
asistencia social, tradicionalismo religioso, anti–elitismo
(el primer ministro Ismail Haniyeh sigue viviendo en la casa
en la que creció en el campo de refugiados de la Playa, uno
de los barrios más pobres de Gaza) y una postura dura en
relación a Israel. Aunque actualmente Hamas está
respetando un alto el fuego unilateral, en el pasado su ala
militar lanzó a Israel cohetes pequeños y envió personas
que cometieron atentados suicidas, lo que hizo que fuera
considerado grupo terrorista por Israel y Estados Unidos.
Pocos
habitantes de Gaza están de acuerdo con esta descripción.
Según B’Tselem, un grupo israelí de defensa de los
derechos humanos, desde el inicio de la segunda Intifada en
septiembre de 2002 las fuerzas de seguridad israelíes han
matado a 955 menores palestinos, mientras que 123 menores
israelíes han muerto en ataques palestinos. Con el bloqueo
han cerrado 3.500 fábricas de las 3.900 que había en Gaza
lo que provocado 100.000 despidos en el sector privado. La
renta per cápita en Gaza es de menos de dos dólares al día
y el 80% de las familias depende completamente de la ayuda
alimenticia internacional.
El
asedio ha provocado una escasez generalizada de productos
que ha repercutido en la economía y en la sociedad. La
escasez de carburante hizo que el precio de la gasolina se
disparara a 50 dólares el galón a principios del verano lo
que provocó cortes continuos de electricidad. Los
hospitales, que dependen de los generadores de diesel,
regularmente carecen de suministro 12 horas el día. Al no
poder poner en marcha las bombas de riego, los agricultores
han sufrido unas pérdidas considerables en las cosechas. La
mayoría de las familias tienen agua corriente menos de seis
horas al día y casi un tercio de las familias carecen de
agua corriente.
Las
plantas de tratamiento de aguas residuales no pueden
funcionar sin electricidad y las aguas residuales se arrojan
sin tratar al Mediterráneo, con lo que se está
convirtiendo a este mar en un retrete. Sólo en 2008 se han
arrojado al Mediterráneo más de 15.000 millones de litros
de aguas residuales no tratadas, lo que ha matado gran parte
de la vida marítima más cercana.
En
relación a diciembre de 2005, Israel permite entrar en Gaza
menos del 20% de los suministros necesarios para un comercio
normal y la inversión extranjera ha descendido más del
95%, lo que ha llevado tanto al Banco Mundial como a algunas
organizaciones israelíes de derechos humanos a pedir que
acabe el bloqueo.
“Esto
no es un desastre natural”, afirma John Ging, director de
la Agencia de Ayuda a los Damnificados de Naciones Unidas.
“Es un desastre obra del ser humano creado por políticas
que no son humanas”.
Acción
directa
Los
habitantes de Gaza no están esperando a que acabe el
bloqueo para hacer frente a la crisis. En enero cientos de
miles de ellos entraron en Egipto cuando Hamas demolió la
valla fronteriza que Israel había erigido en 2003. En
febrero el Comité Popular Contra el Bloqueo organizó una
“cadena humana” con miles de habitantes de Gaza que se
extendió a lo largo de toda la Franja.
“Mi
teléfono estuvo cortado todo el día porque los israelíes
pensaban que íbamos a tomar al asalto la frontera”,
afirma Sameh Habeeb, uno de los organizadores de aquel acto.
“Israel es incapaz de imaginar que miles de árabes puedan
protestar pacíficamente. Cuando hay resistencia armada
pueden mandar sus misiles y sus F–16, pero no saben cómo
responder a la resistencia civil. La no violencia vuelve
locos a los israelíes”.
El
mayor acto de resistencia no violenta en Gaza ha sido,
simplemente, sobrevivir. Algunas familias han empezado a
cazar y criar conejos y pájaros silvestres para
complementar su dieta. Una red de peligrosos túneles que
llegan hasta Egipto ya se ha cobrado varias vidas, pero
también ha ayudado a aliviar la falta de suministro con
productos de contrabando. En las últimas semanas un
oleoducto subterráneo de gasolina ha aliviado
sustancialmente la falta de combustible. Por unos 300 dólares
se venden equipos para transformar los coches de manera que
puedan funcionar con gas doméstico. La escasez de propano
ha llevado a las familias a volver a las cocinas de leña
para cocinar y con la falta de cemento, los habitantes de
Gaza han vuelto a utilizar ladrillos para la construcción.
El
colapso de la economía de Gaza es un ejemplo del más
extremo de los imperialismos: impedir que entren materias
primas en la economía, debilitar y destrozar las industrias
locales por medio de la violencia militar y del bloqueo,
permitir la entrada únicamente de productos terminados
importados del exterior (en este caso, productos israelíes)
y obligar a la población local y a su no cooperativo
gobierno a consumir y agotar cuantos recursos y reservas han
logrado guardar. Cuando finalmente se levante el bloqueo a
Gaza a sus habitantes les va a resultar muy difícil
recuperarse, incluso con un aumento de la ayuda humanitaria.
El
director de la PNGO, Amjad Shawa, señala que el bloqueo
forma parte de la actual ocupación israelí. “Gaza sigue
estando ocupada, legal y físicamente”, afirma Shawa,
"y el bloqueo simplemente es una parte de esta agresión.
No necesitamos más ayuda. Lo que necesitamos es que acabe
la ocupación”.
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