Entrevista
a Shlomo Sand, profesor de Historia de la Universidad de Tel
Aviv
¿Se
puede inventar un nuevo Israel?
Por André Lemelinv (*)
Mondialisation.ca,
04/12/08
Rebelión,
22/12/08
Traducido
por Beatriz Morales Bastos
Un
equipo de arqueólogos rusos anunciaba hace poco el
descubrimiento de Itil, la capital de los kazarios, turcos
seminómadas convertidos al judaísmo en el siglo VIII. Su
vasto imperio, situado en el sur de Rusia, cayó en el año
1016. Expulsados por las invasiones mongolas en el siglo
XIII, retroceden hacia el oeste, donde al mezclarse con los
eslavos dan nacimiento a la cultura yiddish. Sus
descendientes forman hoy la gran mayoría de los judíos del
mundo.
Pero,
¡esperen un momento!, los judíos no tienen todos ellos un
origen común: ¿el pueblo de la Biblia, expulsado de
Palestina por el emperador romano en el año 70 y dispersado
por los cuatro rincones del mundo, hasta en el imperio
khazar, antes de reconquistar la tierra prometida en 1948?
En
absoluto, responde Shlomo Sand, profesor de historia de la
Universidad de Tel Aviv, en un libro impactante titulado “Cómo
se inventó el pueblo judío” [“Comment le peuple
juif fut inventé”, Fayard]. Según él, el “pueblo
judío” nunca ha existido como “raza nacional”. Lo que
existe es la religión judía. Una religión adoptada por
diferentes grupos étnicos según las épocas: semitas de
Palestina y de Yemen, bereberes del Magreb, negros de Mali o
de Ghana, judíos de China, etc.
Pero
Sand va más lejos. Remontándose a las fuentes y basándose
en la arqueología niega todo carácter histórico a estos
episodios míticos que son el gran éxodo, la salida de
Egipto, el exilio a Babilonia, el reino de David y este
famoso exilio del año 70. No sólo no existe traza alguna
de este acontecimiento fundador, sino que los romanos,
recuerda Shlomo Sand, no exiliaban a los pueblos
conquistados y además no tenían los medios logísticos
para hacerlo.
Influenciados
por el nacionalismo alemán y persiguiendo su propio
objetivo de construcción nacional, los creadores del
movimiento sionista contribuyeron a difundir este mito del
Judío Errante. Para Shlomo Sand el problema es que esta
concepción da lugar a una definición etnocéntrica del
judaísmo; ésta constituye la base de la política
identitaria del Estado de Israel, alimenta la segregación y
justifica la discriminación que se practica respecto a una
parte de los ciudadanos de este país: precisamente estos
habitantes de la antigua Judea supuestamente exiliados. En
efecto, tras seguir viviendo en sus tierras, se convirtieron
más tarde al islam ... ¡y hoy forman la población
palestina!
Para
gran sorpresa de su autor, “Cómo se inventó el pueblo
judío” se está convirtiendo en un éxito mundial. La
edición original ha estado durante 19 semanas en la lista
de libros más vendidos de Israel. La gente se rifa la edición
francesa. El libro se publicará dentro de poco en inglés,
árabe y japonés. Se están preparando ediciones en húngaro,
griego, italiano, alemán e indonesio.
Pero,
¿cómo ha llegado a semejante empresa de deconstrucción de
la historiografía judía este judío nacido en 1946 en
Linz, Austria, de padres polacos y superviviente del
Holocausto, que pasó los primeros años de su vida en
campos de refugiados, este especialista de la historia de la
Francia moderna?
Shlomo
Sand se explica:
“Hace
mucho tiempo que sé que somos como todo el mundo. Al ir
haciéndome viejo, pensé que tenía que arreglar mis
cuentas con mi propia historia. Durante los últimos años
me he interesado mucho por la historia de la idea de nación.
Lo que me empujó a ello es la situación histórica y política
que vivo en Israel. Los trabajos de Benedict Anderson, de
Ernest Gellner y de otros han demostrado que las historias
de las naciones, de los pueblos, son en gran parte una
construcción imaginaria. Ahora bien, nadie lo había hecho
con la historia del judaísmo y de los judíos. Me sumergí
en una crítica minuciosa de la historiografía sionista
porque el lado mitológico de esta historia me parecía
demasiado largo. Había que deconstruirlo para abrir otros
horizontes.
“Mi
motivación era profesional, la búsqueda de la verdad,
propia de todo historiador, pero también moral y político.
Aunque estaba seguro de que el libro iba a ser muy mal
recibido por mis compatriotas y, sobre todo, por mis colegas
especialistas en la historia del judaísmo, lo escribí y lo
publiqué. Evidentemente los historiadores sionistas lo han
atacado, pero para mi gran sorpresa estos ataques eran
verdaderamente débiles. El hecho es que no he presentado
nada nuevo.
“Se
trataba de materiales que estaban disponibles en cualquier
parte, pero que nadie había reunido y que no eran muy
conocidos.
“Simplemente
he organizado de otra manera el saber histórico. Entonces
han dicho que no había descubierto nada y que todo mi
enfoque era antinacional. Lo más malvado es que me han
acusado de antisemitismo. Pero les he respondido: si ustedes
sabían todo esto, ¿por qué no lo han declarado, por qué
no lo han difundido? Toda la gente de la calle pensaba que
el pueblo judío se había exiliado hace 2.000 años, pero
en cuanto uno se acercaba a los historiadores profesionales,
estos sabían que no había habido exilio. Para mi gran
sorpresa, ¡no he descubierto ni un solo libro de
investigación sobre el exilio de los judíos! ¿Se lo puede
usted imaginar? Esto me ha chocado verdaderamente.
“La
cuestión de los kazarios era bastante conocida hasta los años
sesenta, incluido en los institutos de secundaria. Pero
incluso en esta época trataron de convencernos de que Kazar
estaba judaizada porque habían venido muchos refugiados de
Palestina. Siempre se ha guardado este lado étnico para
justificar nuestra colonización aquí en el siglo XX. La
existencia de Israel me pareció lo suficientemente segura
como para que empecemos a enfrentarnos a nuestra verdad histórica.
Creo que he empezado un movimiento que será difícil del
detener.
“Este
enfoque, que a partir del siglo XIX tenía el objetivo de
justificar la construcción nacional con un pasado
imaginario, se puede encontrar entre los franceses, los británicos,
los italianos... no es original. Salvo que para ellos es más
fácil de desconstruir. Para los judíos es más delicado a
causa de las grandes tragedias del siglo XX. Pero pensé que
siendo de origen judío e israelí era mi deber tocar esta
vaca sagrada. Y, sobre todo, pensé que como el origen de
los judíos es variado, plural, no había que darle la
victoria a Hitler definiendo a los judíos como
pueblo–raza. Ahora bien, está profundamente arraigado en
las ideas sionistas que los judíos forman un etnos que
tiene un origen común. Y ¡hoy se sigue buscando el ADN judío
en los laboratorios israelíes! Todo esto me saca de quicio.
Al final de mi libro declaro sin dudarlo que esta visión de
que el Estado de Israel debe servir a una etnia judía y no
a una sociedad civil israelí contribuye a la destrucción
de Israel. ¡Imagine usted que Canadá declara mañana
oficialmente que es un Estado formado por anglófonos o que
España se declara castellana! Pues bien, aquí tenemos un
20% de ciudadanos árabes y el Estado se declara judío y no
israelí. Como demócrata no puedo aceptarlo y creo que este
Estado no puede durar mucho tiempo.”
¿Cómo
han reaccionado sus lectores en Israel?
“He
recibido muchas cartas y también llamadas de teléfono. La
mayoría de los comentarios eran verdaderamente
emocionantes. Y lo mismo está pasando ahora con la edición
francesa, tanto por parte de judíos como de no judíos. Me
emociona mucho. También hay muchos estudiantes que me
plantean preguntas. No llego a responder a todo, me supera.
También ha habido cartas de insultos, muy graves, llamadas
telefónicas amenazantes. Se me trata de perro, de
antisemita, e incluso ha habido alguno que me ha telefoneado
para llamarme nazi.”
¿A
qué le gustaría que pudiera contribuir su libro?
“Quería
normalizar esta visión que tienen los judíos de sí mismos
y que se tiene de ellos, de una identidad especial, de una
especificidad racial rara. Tengo dos tíos que emigraron a
Montreal. Estos judíos son como todo el mundo, son
canadienses. Pero un poco en todas partes se considera a los
judíos un pueblo extranjero. Si mi libro puede contribuir a
descomponer esta visión, eso será una contribución
importante. He tratado de demostrar que la mayoría de los
judíos entorno al Mediterráneo, en Ucrania, en Rusia, en
África, incluso en el sur de Arabia, son los primeros autóctonos.
¡Había judíos en el sur de Francia antes de la llegada de
los franceses! No es un pueblo de oriente que ha invadido el
mundo.
“El
problema es que esta visión, que es de origen cristiano
(aquellos que mataron a Dios) ha concluido en el odio
racial, desde Alemania a Rusia. Pero no son las mismas
personas que estaban en Judea en la época en la que el
presunto Jesús fue ejecutado. Los judíos no tienen ninguna
responsabilidad en esta cuestión. Y la prueba incluso de
que no forman un grupo homogéneo: basta con mirarlos. A
principios del siglo XIX hay que abandonar esta visión
esencialista según la cual los judíos forman un pueblo
aparte, especial. Y recordar, en cambio, la presencia fantástica
de la religión judía en la historia de occidente. No se
pueden comprender el cristianismo ni el islam sin el judaísmo.
“Además,
muchas personas temían que mi libro deslegitimara la
existencia de Israel. Pero yo no niego la existencia de
Israel. Es cierto que su creación ha sido un tipo de
colonización que había que legitimar por medio de una visión
del retorno. Pero hay que tener en cuenta dos cosas: la
presencia de este Estado, que no se puede eliminar por la
fuerza, y la presencia de los palestinos. No se puede dar
marcha atrás, sólo se puede ir hacia adelante. Y debe
entrar en la conciencia de cada israelí el hecho de que el
nacimiento de Israel haya acarreado una tragedia.”
¿Cree
usted verdaderamente que en Israel sea posible llegar a una
visión más multicultural?
“Será
difícil, por supuesto. Si Tel Aviv fuera Israel, podría
decir afirmativamente que hay una perspectiva alentadora.
Pero, por desgracia, Israel no es Tel Aviv. Está Jerusalén,
otro lado muy racista, muy esencialista, muy religioso en el
sentido a la vez nacional y religioso; verdaderamente no es
una religión abierta.”
¿Ha
habido progresos en este respecto?
“Hubo
progresos en los años sesenta, después hubo retrocesos.
Creo que si se pueden disminuir los conflictos, si Israel,
por ejemplo, se retira de todos los territorios ocupados, si
Obama es Carter y no Clinton, creo que mis ideas van a tener
más posibilidades de realizarse.
“Yo
no soy sionista, creo que Israel debe pertenecer a todos sus
ciudadanos, de diferentes orígenes, auque puede mantener
relaciones con los judíos de todas partes. Si no, Israel no
va a existir en Oriente Próximo. Va a desaparecer como el
reino franco de Jerusalén en tiempos de las Cruzadas.”
Y
el tiempo de la desaparición no será muy alegre…
“Como
tengo a mis hijos aquí, esto me preocupa mucho. Ésta es la
última razón por la que he escrito este libro.”
(*)
André Lemelin es investigador independiente y redactor
especializado. Ha publicado sobre todo “Le purgatoire de
l'ignorance. L'éducation
au Québec jusqu'à la Grande réforme” (MNH, 1999) y
“Chronique des années techno. Regards sur la civilisation
scientifique” (Lulu.com, 2007). Está preparando “Échec
à l'utopie. Les réformes québécoises de la santé et la
question d'une politique de recherche”.
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