El
sionismo es una ideología que apoya la limpieza étnica, la
ocupación
y ahora matanzas masivas
La
“furia autojusticiera” de Israel y
sus víctimas en Gaza
Por
Ilan Pappé (*)
Electronic Intifada, 02/01/09
Rebelión, 04/01/09
Traducido por Germán Leyens
Mi
regreso a casa a Galilea coincidió con el genocida ataque
israelí contra Gaza. El Estado, mediante sus medios
noticiosos y con la ayuda de sus académicos, emitió una
voz unánime – aún más fuerte que la escuchada durante
el criminal ataque contra el Líbano en el verano de 2006.
Israel está absorto una vez más en una furia
autojusticiera que se traduce en sus políticas destructivas
en la Franja de Gaza. Esta espantosa autojustificación para
la inhumanidad y la impunidad no sólo es insoportable, es
un tema que vale la pena considerar en detalle, si se quiere
comprender la inmunidad internacional para la masacre que
arrasa Gaza.
Se
basa ante todo en puras mentiras transmitidas en una
neolengua reminiscente de los peores días de la Europa de
los años treinta. Cada media hora un boletín noticioso en
la radio y la televisión describe a las víctimas de Gaza
como terroristas y los masivos asesinatos cometidos por
Israel como acto de autodefensa. Israel se presenta a su
propia gente como víctima autojusticiera que se defiende
contra un gran mal. El mundo académico es reclutado para
explicar lo demoníaca y monstruosa que es la lucha
palestina, si es dirigida por Hamas. Son los mismos eruditos
que satanizaron al difundo líder palestino Yasir Arafat en
una era pasada y deslegitimaron su movimiento Fatah durante
la segunda Intifada palestina.
Pero
las mentiras y las representaciones distorsionadas no
constituyen la peor parte del asunto. Lo que más enfurece
es el ataque directo contra los últimos vestigios de
humanidad y dignidad del pueblo palestino. Los palestinos en
Israel han mostrado su solidaridad con la gente de Gaza y
son ahora estigmatizados como quinta columna en el Estado
judío; su derecho a permanecer en su patria es presentado
como dudoso en vista de su falta de apoyo para la agresión
israelí. Aquellos de entre ellos que aceptan aparecer –
erróneamente, a mi juicio – en los medios locales son
interrogados, y no entrevistados, como si fueran reclusos en
la prisión del Shin Bet [servicio de inteligencia israelí,
N. del T.]. Su aparición es precedida y seguida por
humillantes observaciones racistas y son enfrentados por
acusaciones de que son una quinta columna, un pueblo
irracional y fanático. Y sin embargo no es la práctica
más indigna. Hay unos pocos niños palestinos de los
territorios ocupados que son tratados por cáncer en
hospitales israelíes. Dios sabe qué precio sus familias
han pagado para que sean admitidos en ellos. La Radio Israel
va a diario al hospital a demandar a los pobres padres que
digan a la audiencia israelí cuánta razón tiene Israel al
atacar Gaza cuán maligno es Hamas al defenderse.
No
hay fronteras en la hipocresía que produce una furia
autojusticiera. El discurso de los generales y de los
políticos se mueve erráticamente entre auto–congratulación
por la humanidad que el ejército muestra en sus operaciones
"quirúrgicas" por una parte y, por la otra, la
necesidad de destruir Gaza de una vez por todas, de una
manera humana, claro está.
La
furia autojusticiera es un fenómeno constante en el
desposeimiento israelí, y antes de eso, sionista, de
Palestina. Cada acto, sea limpieza étnica, ocupación,
masacre o destrucción fue siempre presentado como
moralmente justo y como un puro acto de autodefensa
perpetrado a regañadientes por Israel en contra de la peor
clase de seres humanos. En su excelente volumen: "The
Returns of Zionism: Myths, Politics and Scholarship in
Israel," Gabi Piterberg explora los orígenes ideológicos
y la progresión histórica de esa furia autojusticiera. Hoy
en día en Israel, de la izquierda a la derecha, del Likud a
Kadima, de los círculos académicos a los medios
noticiosos, se escucha esa furia autojusticiera de un Estado
que está más ocupado que ningún otro Estado del mundo en
la destrucción y desposeimiento de una población indígena.
Es
crucial que se exploren los orígenes ideológicos de esa
actitud y que se deriven las conclusiones políticas
necesarias de su prevalencia. Esta furia autojusticiera
blinda a la sociedad y a los políticos en Israel de toda crítica
o rechazo externo. Pero mucho peor todavía, se traduce
siempre en políticas destructivas contra los palestinos.
Sin un mecanismo interno de crítica y sin presión externa,
cada palestino se convierte en un objetivo potencial para
esa furia. En vista del poder de fuego del Estado judío sólo
llevar a más matanzas masivas, masacres y limpieza étnica.
Este
tono autojusticiero es un poderoso acto de autonegación y
justificación. Explica por qué la sociedad judía israelí
no puede ser impresionada por palabras de sabiduría,
persuasión lógica o diálogo diplomático. Y si no se
quiere apoyar la violencia como medio para oponérsele,
queda sólo un camino: cuestionar directamente esa
arrogancia moral como una ideología maligna hecha para
cubrir atrocidades humanas. Otro nombre para esa ideología
es sionismo y un rechazo internacional del sionismo, no sólo
para políticas israelíes en particular, es la única
manera de argumentar contra esa arrogancia moral. Tenemos
que tratar de explicar no sólo al mundo, sino también a
los propios israelíes, que el sionismo es una ideología
que apoya la limpieza étnica, la ocupación y ahora
matanzas masivas. Lo que se necesita en este momento no es sólo
una condena de la actual masacre sino también la
deslegitimación de la ideología que produjo esa política
y la justifica moral y políticamente. Esperamos que voces
significativas en el mundo digan al Estado judío que esa
ideología y la conducción general del Estado son
intolerables e inaceptables y que mientras persistan, Israel
será boicoteado y sometido a sanciones.
Pero
no soy ingenuo. Sé que incluso el asesinato de cientos de
palestinos inocentes no bastaría para producir un cambio
semejante en la opinión pública occidental; es incluso aún
menos probable que los crímenes cometidos en Gaza lleven a
los gobiernos europeos a cambiar su política hacia
Palestina.
Y
sin embargo, no podemos permitir que 2009 sea sólo un año
más, menos importante que 2008, el año conmemorativo de la
Nakba, que no satisfizo las grandes esperanzas que todos teníamos
respecto a su potencial para transformar dramáticamente la
actitud del mundo occidental hacia Palestina y los
palestinos.
Parece
que hasta los crímenes más horrendos, como el genocidio en
Gaza, son tratados como eventos aisladosdç, sin conexión
con nada que haya sucedido en el pasado y sin asociación
con ninguna ideología o sistema. En este nuevo año,
tenemos que tratar de reajustar la opinión pública
respecto a que la historia de Palestina y los males de la
ideología sionista sean los mejores medios para explicar
las operaciones genocidas, como la actual en Gaza, y para
impedir que sucedan cosas aún peores.
Académicamente,
ya ha sido hecho. Nuestro principal desafío es encontrar
una manera eficaz de explicar la conexión entre la ideología
sionista y las pasadas políticas de destrucción y la
crisis actual. Puede que sea más fácil hacerlo mientras,
bajo las más terribles circunstancias, la atención del
mundo es dirigida una vez más hacia Palestina. Sería aún
más difícil en tiempos en los que la situación parezca
ser "más tranquila" y menos dramática. En esos
momentos "relajados", la incapacidad de los medios
occidentales de concentrar la atención más allá de unos
breves momentos marginaría una vez más la tragedia
palestina y la desatendería sea por los horribles
genocidios en África o la crisis económica y las catástrofes
ecológicas en el resto del mundo. Aunque es poco probable
que los medios occidentales se interesen por acopios históricos,
sólo se puede denunciar mediante una evaluación histórica
la magnitud de los crímenes cometidos contra el pueblo
palestino durante los últimos 60 años. Por ello, el papel
de académicos activistas y de los medios alternativos es
insistir en este contexto histórico. Esos agentes no deben
dejar de educar a la opinión pública y ojalá incluso
lleguen a influenciar a los políticos más escrupulosos
para que vean los eventos en una perspectiva histórica más
amplia.
Del
mismo modo, tal vez podamos encontrar la manera popular, a
diferencia de la académica altamente intelectual, de
explicar claramente que la política de Israel – en los
últimos 60 años – proviene de una ideología racista
hegemónica llamada sionismo, protegida por interminables
capas de furia autojusticiera. A pesar de la previsible
acusación de antisemitismo y de lo que sea, es hora de
asociar en la mente pública la ideología sionista con las
características históricas ya familiares del país: la
limpieza étnica de 1948, la opresión de los palestinos en
Israel durante los días del gobierno militar, la brutal
ocupación de Cisjordania y ahora la masacre de Gaza.
De
un modo muy similar a cómo la ideología del Apartheid
explicó las políticas opresoras del gobierno sudafricano,
esta ideología – en su variedad más consensual y
simplista – permitió que todos los gobiernos israelíes
del pasado y del presente deshumanicen a los palestinos
dondequiera estén y se esfuercen por destruirlos. Los
medios utilizados cambiaron de un período al otro, de un
sitio a otro, como lo hizo la narrativa para encubrir esas
atrocidades. Pero existe un modelo obvio que no puede ser
discutido en las torres de marfil académicas, sino que
tiene ser parte del discurso político sobre la realidad
contemporánea en la Palestina actual.
Algunos
de nosotros, a saber los que están comprometidos con la
justicia y la paz en Palestina, evaden inconscientemente
este debate al concentrarse, y es comprensible, en los
Territorios Palestinos Ocupados (TPO), Cisjordania y la
Franja de Gaza. La lucha contra las políticas criminales en
ellos es una misión urgente. Pero eso no debiera transmitir
el mensaje, que los que dominan en Occidente adoptaron
gustosamente siguiendo una señal de Israel, de que
Palestina está sólo en Cisjordania y la Franja de Gaza, y
que los palestinos son sólo la gente que vive en esos
territorios. Debemos expandir la representación de
Palestina, geográfica y demográficamente, haciendo conocer
la narrativa histórica de los eventos en 1948 y desde
entonces y exigiendo igualdad de derechos humanos y civiles
para todos los que viven, o solían vivir, en lo que es
actualmente Israel y los Territorios Palestinos Ocupados.
Al
conectar la ideología sionista y las políticas de las
atrocidades pasadas y presentes, podremos suministrar una
explicación clara y lógica de la campaña de boicot,
desinversión y sanciones hacia Israel. Cuestionar por
medios no–violentos un Estado autojusticiero que se
permite, con la ayuda de un mundo mudo, desposeer y destruir
al pueblo indígena de Palestina, es una causa justa y
moral. Es también un medio efectivo de galvanizar a la
opinión pública no sólo contra las actuales políticas
genocidas en Gaza, sino que ojalá impida futuras
atrocidades. Pero, más importante que cualquiera otra cosa,
es que reventará el globo de furia autojusticiera que
sofoca a los palestinos cada vez que se infla. Ayudará a
terminar la inmunidad occidental ante la impunidad de
Israel. Sin esa inmunidad, hay que esperar que más y más
gente en Israel comience a comprender la verdadera
naturaleza de los crímenes cometidos en su nombre y que su
furia se dirija contra los que la atraparon junto a los
palestinos en este ciclo innecesario de derramamiento de
sangre y violencia.
*
Ilan Pappé es un famoso historiador israelí que debió
emigrar debido las persecusiones por investigar y escribir
sobre la “limpieza étnica” que presidió la creación
del Estado de Israel. Hoy dirige el Departamento de Historia
de la Universidad de Exeter, Gran Bretaña.
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