El
miserable comportamiento de Occidente
Por
Agustín Velloso (*)
CEPRID, 30/12/08
“Si
se tiene la suerte de no ser editorialista ni político, es
el tiempo de preguntarse cómo ha de responder un ser humano
ante la falta de humanidad tan abyecta de la que somos
testigos. Confiar en la ONU, creer en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, reclamar la acción de la
comunidad internacional, pedir a Israel que detenga los
ataques es proteger al agresor, es inhibirse ante su acción,
es mirar para otro lado.”
Doscientos
muertos, trescientos, cuatrocientos, qué más da ahora
mismo cien arriba o abajo. Son más de cinco mil desde que
dio comienzo la segunda intifada y muchos miles más desde
que existe Israel hace sesenta años sin que la ONU, la
OTAN, la UE ni ninguna otra organización internacional
hayan hecho otra cosa que recompensar a Israel por su política
genocida en Palestina.
Israel
fue admitido en la comunidad internacional como un Estado más,
aunque se estableció en 1948 mediante la masacre y la
expulsión de los palestinos que vivían pacíficamente en
sus tierras hasta ese momento. Israel se mantiene financiado
y armado por Estados Unidos a pesar de sus guerras
y agresiones contra países vecinos. Israel ha sido
premiado con un acuerdo político, económico y científico
preferencial con la Unión Europea, aunque emplea sistemáticamente
tanques y cazabombarderos contra la población palestina
–de la que el 50% es menor de edad–, la cual mantiene
bajo ocupación militar desde hace cuarenta años.
Los
gobiernos de Estados Unidos, la Unión Europea y España
informan habitualmente a sus votantes de que “apoyan
totalmente a Israel, sean cual sean las circunstancias”,
como aseguró hace poco el ministro español de asuntos
exteriores, así que la consecuencia lógica es que Israel
haya matado ayer sábado a casi tres centenares de seres
humanos como si fueran alimañas sin derecho alguno.
La
lista de violaciones de la ley internacional por parte de
Israel es tan larga como la de los árabes que ha matado en
Palestina, Líbano, Iraq, Siria, Jordania, etc. La
naturalidad y la tranquilidad, cuando no la sorna, con las
que los líderes israelíes amenazan constantemente con
castigos y con la muerte a los palestinos, revelan un carácter
que se asocia a psicópatas de películas de la serie B y no
a personas en cuyas manos –armadas con bombas nucleares–
está la paz del mundo. Para más INRI los occidentales
consideran un crimen criticar a Israel, para colmo de males
el asesinato de palestinos se considera en Occidente como un
mal menor necesario para que avance el proceso de paz.
Los
que en Occidente alaban
a la –única democracia en Oriente Medio– son cómplices
de sus asesinatos, como lo son los israelíes que votan a
los políticos que los ordenan. Hace muchos años que el
significado de la palabra democracia ha sido pervertido, así
como el de derechos humanos, ONU, derecho internacional, paz
mundial y otras que usan los poderosos para justificar la
imposición de su voluntad sobre los débiles.
Resulta
increíble que el gobierno de Hamas en la Franja de Gaza
haya ofrecido apenas cuatro días antes de esta última
matanza, el 23 de diciembre, renovar la tregua, la cual ha
respetado durante meses a pesar de que Israel ha mantenido y
aumentado su cruel asedio contra Gaza en ese tiempo, tregua
que rompió en un claro acto de provocación a primeros de
diciembre con el asesinato de cuatro palestinos.
La
ingenuidad de Haniye y su equipo contrasta agudamente con la
perversión del primer ministro israelí Olmert y su
ministro de defensa Barak. Al mismo tiempo, mientras
periodistas árabes y algunos observadores han reflexionado
en los días pasados sobre las señales evidentes del ataque
israelí, la prensa occidental narcotizaba a la opinión pública
para apoyar, una vez más, las acciones terroristas de
Israel.
En
el último mes Israel expulsaba de Gaza a periodistas,
internacionalistas, delegaciones extranjeras, negaba el paso
a diplomáticos y al relator de las Naciones Unidas,
aumentaba el asedio, reducía aún más el paso de
alimentos, medicinas y combustible. Al mismo tiempo
amenazaba con agredir a los palestinos. Occidente dejaba de
lado estas señales y criticaba a Hamas por dar por
finalizada la tregua.
Ha
quedado claro una vez más el concepto de derechos humanos y
derecho internacional para los gobernantes occidentales, así
como el concepto de prensa libre al servicio de la verdad y
la justicia. Ríete de Radio Mil Colinas, enorgullécete de
vivir entre la crème de la crème de la civilización judeo–cristiana
mundial.
Ahora
es el tiempo de las editoriales de prensa y de las
declaraciones gubernamentales que amonestan a Hamas por
terminar la tregua, léase por no aceptar que Israel es el
pueblo elegido por Dios y por Estados Unidos. Es el tiempo
de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que
piden el cese de la violencia a las dos partes, como si
ocupante y ocupado, agresor y víctima, potencia nuclear y
población desnutrida, fuesen dos contendientes en igualdad
de derechos y condiciones.
Si
se tiene la suerte de no ser editorialista ni político, es
el tiempo de preguntarse cómo ha de responder un ser humano
ante la falta de humanidad tan abyecta de la que somos
testigos. Confiar en la ONU, creer en la declaración
universal de los derechos humanos, reclamar la acción de la
comunidad internacional, pedir a Israel que detenga los
ataques es proteger al agresor, es inhibirse ante su acción,
es mirar para otro lado.
Resulta
difícil pensar en un mundo –en particular en Occidente–
más deshumanizado y cruel. Si aquí nadie es capaz –ni en
Navidad– de “apiadarse de la víctima”, de “no hacer
al otro lo que no quieres que te hagan”, “de estar junto
al desheredado y oprimido”, es lo más probable que otros
en Oriente Medio defiendan al débil, protejan al perseguido
y castiguen al agresor con los medios a su alcance.
Ya
que la democracia, la ONU, la OTAN y el proceso de paz no
valen en absoluto para proteger los derechos humanos de las
víctimas de Israel y sus aliados, ni para hacer a éstos más
humanos, hay que esperar que las operaciones de la
resistencia intenten por todos los medios conseguir esa
protección y –de rebote, no por propia iniciativa– que
los demás recuperen algo de su humanidad.
En
el peor de los casos, si no triunfan, al menos con el
Apocalipsis que nos aguarda se acabarán los sufrimientos de
las víctimas y comenzará el rechinar de dientes de los
agresores.
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Agustín Velloso es profesor de Ciencias de la Educación de
la UNED en Madrid avelloso@edu.uned.es
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