El
mensaje de Israel
Por
Ilan Pappé (*)
London
Review of Books, 14/01/09
Tlaxcala,
18/01/09
Traducido por Beatriz Morales Bastos
En 2004 el
ejército israelí empezó a construir una imitación de una
ciudad árabe en el desierto de Negev. Tiene el tamaño de
una ciudad real, con calles (todas ellas con nombres
propios), mezquitas, edificios públicos y coches.
Construida a un coste de 45 millones de dólares, esta
ciudad fantasma se convirtió en una imitación de Gaza en
el invierno de 2006 (después de que Hizbolá luchara en el
norte contra Israel hasta llegar a un empate) para que el ejército
israelí pudiera prepararse para combatir una “guerra
mejor” contra Hamas en el sur.
Cuando el
jefe del Estado Mayor, el general Dan Halutz, visitó el
lugar tras la guerra de Líbano, declaró a los periodistas
que los soldados “se estaban preparando para el escenario
que se iba a desarrollar en la densamente poblada ciudad de
Gaza”. Una semana después de que empezaran los bombardeos
de Gaza, Ehud Barak asistió a un ensayo de la guerra por
tierra. Equipos de televisión extranjeros grabaron a Barak
mientras observaba a las tropas de tierra conquistar la
imitación de ciudad tomando al asalto las casas vacías e,
indudablemente, matando a los “terroristas” que se
escondían en ellas.
“Gaza es
el problema”, afirmó en junio de 1967 Levy Eshkol,
entonces primer ministro de Israel. “Yo estaba allí en
1956 y vi serpientes venenosas andando por las calles.
Podemos establecer a algunas de ellas en el Sinai y
esperemos que las demás emigren”. Eshkol estaba
discutiendo acerca del destino de los recién ocupados
territorios: él y su gobierno querían la franja de Gaza,
pero no a las personas que vivían en ella.
Los israelíes
se suelen referir a Gaza como “Me’arat Nachashim”, un
foso de serpientes. Antes de la primera Intifada, cuando la
franja proporcionaba a Tel Aviv personas para lavar sus
platos y limpiar sus calles, se describió a los habitantes
de Gaza de una forma más humana. La “luna de miel” acabó
durante la primera Intifada, tras una serie de incidentes en
los que unos pocos de estos empleados apuñalaron a sus
jefes. El fervor religioso que se decía había inspirado
estos ataques asilados generó una ola de sentimiento islamófobo
en Israel que llevó al primer cierre de Gaza y a la
construcción de una valla electrificada alrededor de ella.
Incluso después de los Acuerdos de Oslo de 1993, Gaza
permaneció cerrada por parte de Israel y se utilizó
meramente como fuente de mano de obra barata; durante todos
los años noventa “paz” significó para Gaza su
transformación gradual en un ghetto.
En 2000,
Doron Almog, entonces jefe del comando del sur, empezó a
vigilar las fronteras de Gaza: “Hemos establecido puntos
de observación equipados con la mejor tecnología y se ha
autorizado a nuestros soldados disparar a cualquiera que se
acerque a la valla a una distancia de seis kilómetros”,
se jactó al tiempo que sugería que una política similar
se iba a adoptar en Cisjordania. Sólo en los dos últimos años,
los soldados israelíes han matado a cien palestinos
meramente por acercarse a las vallas. Desde el año 2000
hasta que empezó la guerra actual, el ejército israelí ha
matado a tres mil palestinos (de ellos, 634 niños y niñas)
en Gaza.
Entre 1967
y 2005 los colonos judíos de Gush Katif robaron la tierra y
el agua de Gaza a expensas de su población local. El precio
de la paz y la seguridad para los palestinos ahí era
entregarse a la cárcel y a la colonización. En vez de
ello, desde 2000 los gazatíes eligieron resistir
masivamente y con gran fuerza. No era el tipo de resistencia
que a occidente le parece bien: era islámica y militar. Su
distintivo era el uso de primitivos cohetes Qassam, que en
un principio se lanzaban fundamentalmente contra los colonos
de Katif. Sin embargo, la presencia de colonos hacía difícil
al ejército israelí tomar represalias con la brutalidad
que utiliza contra objetivos puramente palestinos, así que
se sacó a los colonos, no como parte de un proceso de paz
unilateral como muchos sugirieron entonces (hasta el punto
de sugerir que se debía conceder el Premio Nobel de la Paz
a Ariel Sharon), sino para facilitar cualquier acción
militar posterior contra Gaza y consolidar el control de
Cisjordania.
Tras la
“desconexión” de Gaza, Hamas llegó al poder, primero
en unas elecciones democráticas, después en un golpe
preventivo organizado para evitar una toma de poder por
parte de Fatah apoyado por Estados Unidos. Mientras tanto,
los soldados fronterizos israelíes siguieron matando a
cualquiera que se acercara demasiado y se impuso un bloqueo
económico a la franja. Hamas respondió lanzado misiles
contra Siderot, lo que dio a Israel un pretexto para
utilizar su fuerza aérea, artillería y barcos de guerra.
Israel afirmaba estar disparando contra “las zonas desde
las que se lanzan los misiles”, pero en la práctica
significaba contra cualquier parte y contra todas partes en
Gaza. Hubo muchas víctimas: sólo en 2007 mataron a
trescientas personas en Gaza, docenas de ellas niños y niñas.
Israel
justifica su conducta en Gaza como parte de la lucha contra
el terrorismo, aunque el propio Israel ha violado el derecho
internacional de guerra. Según parece, los palestinos no
pueden tener sitio en la Palestina histórica a menos que
estén dispuestos a vivir sin los derechos humanos y civiles
básicos. Pueden o bien ser ciudadanos de segunda clase
dentro del Estado de Israel o presos dentro de las mega–cárceles
de Cisjordania y Gaza. Si resisten probablemente serán
encarcelados sin juicio o los matarán. Éste es el mensaje
de Israel.
La
resistencia en Palestina siempre ha estado basada en pueblos
y ciudades, ¿de dónde si no podría provenir? Ésta es la
razón por la que desde la Revuelta Árabe de 1936 las órdenes
y planes militares han considerado las ciudades, pueblos y
aldeas palestinos, sean de imitación o reales, “bases
enemigas”. Toda acción de represalia o punitiva ataca
necesariamente a civiles, entre los cuales puede que haya un
puñado de personas implicadas en una resistencia activa
contra Israel. Haifa fue tratada como base enemiga en 1948,
como lo fue Jenin en 2002; ahora son consideradas así Beit
Hanoun, Rafah y Gaza. Cuando se tiene el arsenal militar y
no se tiene ninguna inhibición moral a la hora de masacrar
civiles, se llega a la situación de la que ahora estamos
siendo testigos en Gaza.
Pero los
palestinos no sólo están deshumanizados en el discurso
militar. En la sociedad civil judía en Israel se da un
proceso similar. Funciona y ello explica el apoyo
generalizado que hay en Israel a la matanza en Gaza. Los
palestinos han sido tan deshumanizados por los judíos
israelíes (ya sean políticos, soldados y ciudadanos
ordinarios) que matarlos viene de forma natural, como lo fue
expulsarlos en 1948 o encarcelarlos en los Territorios
Ocupados. La actual respuesta de occidente indica que sus
dirigentes políticos no ven la relación directa que hay
entre la deshumanización sionista de los palestinos y las
brutales políticas de Israel en Gaza. Hay un grave peligro
de que cuando acabe la “Operación Plomo Fundido” la
propia Gaza se parezca a la ciudad fantasma en el Negev.
(*)
Ilan Pappé es un famoso historiador israelí que debió
emigrar debido a las persecuciones por investigar y escribir
sobre la “limpieza étnica” y las masacres de palestinos
que presidieron la creación del Estado de Israel. Hoy
dirige el Departamento de Historia de la Universidad de
Exeter, Gran Bretaña. De su último libro “La Limpieza Étnica
de Palestina” hay edición en español.
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